por Carlos Esteban Cana
Manuel de la Puebla, foto Daniel Mordzinski |
Don Manuel de la Puebla fue un Quijote de
las letras. Su labor de servicio y gestión cultural fue tan grande, a través de
publicaciones periódicas, editoriales y medios de comunicación, que en ocasiones no ha permitido que se valore en su justa perspectiva su propia obra literaria.
Aunque esto que he mencionado no nos debe llevar a error, pues Manuel de la
Puebla recibió galardones continentales como el Premio José Vasconcelos en el
2001 y homenajes importantes por el colectivo De-Generaciones o el PEN Club de
Puerto Rico. Fue, sin duda, mi mentor cuando emprendimos la aventura de dirigir
Taller Literario, y por eso ese carácter de continuidad y de inclusión que fue
norte en la revista y el colectivo. Así que, de una u otra manera, le debo
mucho a don Manuel y es inevitable que cada cierto tiempo vuelva a las
conversaciones que sostuvo con este servidor, a sus poesías, a su mirada
oceánica sobre estética y poética en sus prólogos, análisis y ensayos. Don
Manuel nació en Palencia, España, el 1 de enero de 1926 y con el paso del tiempo
se convirtió en una personalidad transatlántica; un imprescindible embajador
iberoamericano que llevó la poesía a su máxima expresión, de una u otra manera,
durante los 95 años que habitó este planeta.
A continuación, “En las letras, desde Puerto Rico” comparte unas reflexiones de don Manuel acerca de la poesía y cuatro poemas suyos que formaron parte de un reportaje incluido en Taller Literario #8 titulado “Esa fidelidad a la poesía: Don Manuel de la Puebla, en sus propias palabras”. También se incluye, como cierre, su poesía “Mujer llave”.
Francisco Matos Paoli, Magaly Quiñones y Manuel de la Puebla. 1985. |
“Yo creo que siempre la poesía es una forma
de defenderse frente a las condiciones poco amistosas, poco favorables, que
encuentran las personas dentro de la sociedad contemporánea. La poesía es como
un refugio; muchos poetas lo han expresado y es evidente. Pero en esto hay que
evitar una mera contemplación narcisista; el poeta tiene que estar comprometido
con su tiempo, con los problemas, y, especialmente, con las personas que tienen
menos voz y con las víctimas de la sociedad y la época”.
“Yo creo que no es una característica de
nuestra época la torre de marfil, así como se sintió en las últimas décadas del
siglo XIX. Yo veo en los poetas contemporáneos, mas bien un verdadero
compromiso con su entorno y los marginados. El mismo compromiso personal que
los obliga a definirse, a hacer que su poesía sea un arma de carácter activo
frente a toda agresión que constantemente se recibe del ambiente, de los que
tienen el poder, de los que administran el dinero, de los que distribuyen las
armas, en fin, los que de una forma u otra condicionan la vida del escritor”.
Cinco poemas de Manuel de la Puebla
LA SOMBRA TUTELAR
Búscame aquí, tan solo y aturdido, madre.
Pon tu mano en mi frente, palpa
la FIEBRE, el miedo, la mudez de la
ternura;
todo lo que agoniza y cae precipitadamente.
He llegado hasta aquí -¿no estaba en tu
regazo?-
sombra o cordero de un enigma:
no sé si ha sido el ÁNGEL,
invasión subterránea,
si el mismo Dios ha creado este litigio.
Mide la hondura del vacío y la infinita
soledad del alma;
la pesadumbre CÓSMICA sobre mis hombros, la
violencia
que todo lo unifica, aplastándome.
Tenía el corazón alimentado de cercanías:
desvelada la mente por la LUZ temprana,
-en su querencia puesta-
y ahora soy lo negado, vida que huye.
Búscame aquí. Acógeme
como una sombra fresca para mi fatiga.
(Tal vez un niño ciego
puede llevar mis pies por los antiguos
pasos).
POÉTICA
No pienses para quién labras la PIEDRA;
domina su aspereza, el lento
pareo de la LUZ y de los golpes
del cincel, y que el estudio baste
a tu contento. No apresures
el orden de los días y sus noches
con el FUEGO
QUEMANTE DEL RELÁMPAGO.
La catedral finada y la custodia
de fina orfebrería,
en donde BRILLA EL ORO altivo
del ingenio,
sean la pausa.
Estiliza la imagen. Subordina
lo frívolo. Argumenta
con simetría el rostro de la idea,
y las palabras: exiguas,
-laboriosos delfines
que acceden a la LUZ y la manejan,
como quien baja un ASTRO
ante la misma puerta del asombro.
NO DE LÁGRIMAS
No de lágrimas o despojo
del nido destrozado sea mi verso.
No de nieve.
Con la fibra del roble y del perfume
del pino sea hecha
la palabra incorruptible.
Pugne como la vida
que llamea en las puntas de la rama;
como la alondra bajo el azul
sostenga el vuelo.
Pido la desnudez del pez
y el tono
del agua que musita entre la hierba;
la limpieza del espejo
en la mañana.
NO ME ASUSTA
¿Cómo será la cópula
del tiempo y del no tiempo que es la muerte?
¿Será un desmayo dulce
el vértigo del pájaro que cae en el vacío?
¿Será la frustración del ansia o la victoria
en el agotamiento último de la carrera?
¿Será un azoramiento,
posadura lasciva sobre el cuerpo silente
el cumplimiento frío de vieja profecía?...
No sé si por cumplida o rigurosa
llega como lechuza
a chupar el aceite de la lámpara
asfixiando la llama humeante.
No sé si lo que quita es robo
o es un recaudo justo por el préstamo del fuego…
viene certera, posa
los labios afiebrados en los labios fríos,
hace de las historias una sola historia
e inscribe en el legajo del olvido el nombre de la víctima…
Cumplida o rigurosa, no me asusta
que de noche y a solas sea
su venida sin pacto, su arrogante
argumento de fuerza o doloroso alumbramiento.
MUJER CON LLAVE
Sube desde la fuente del suburbio
con su cántaro de agua
para la sed de los trabajadores.
Es fuerte; mujer negra, de pies útiles
como la entrega del mensajero.
Por el servicio de los que edifican
ha renunciado a la fiesta,
al brillo de las sedas y demoras. Todo lo
hace
con estilo de madre o de novia,
como si creara el día benigno sobre el mar
salobre.
No reclama carruaje;
no humilla con sudor al pobre hermano
ni lo esclaviza.
Sólo contra el bochorno y la injusticia cae
su maza.
¡Con qué ciencia se impone a la fatiga
y lleva de la mano la alegría!
Sobre sus hombros anidan palomas
que van y vienen,
comunican pueblos distantes
o llevan, simplemente, la frescura
del vuelo a los viandantes.
Había una muralla imbatible
y un río turbulento la distanciaba,
pero como posee la llave de la casa grande,
entra y sale de las asambleas
honrada y aclamada.
Aquél silencio que amparó la noche,
hoy tiene poetas para la reivindicación.
Su regazo es como una playa. Su sonrisa
condena la tristeza de la historia.
De sus manos proletarias brota un tiempo
nuevo
de zafras y camino.
Los días por venir serán su retrato.
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