lunes, marzo 04, 2024

En las letras, desde Puerto Rico: Don Manuel de la Puebla en la memoria

por Carlos Esteban Cana

Manuel de la Puebla, foto Daniel Mordzinski

Don Manuel de la Puebla fue un Quijote de las letras. Su labor de servicio y gestión cultural fue tan grande, a través de publicaciones periódicas, editoriales y medios de comunicación, que en ocasiones no ha permitido que se valore en su justa perspectiva su propia obra literaria. Aunque esto que he mencionado no nos debe llevar a error, pues Manuel de la Puebla recibió galardones continentales como el Premio José Vasconcelos en el 2001 y homenajes importantes por el colectivo De-Generaciones o el PEN Club de Puerto Rico. Fue, sin duda, mi mentor cuando emprendimos la aventura de dirigir Taller Literario, y por eso ese carácter de continuidad y de inclusión que fue norte en la revista y el colectivo. Así que, de una u otra manera, le debo mucho a don Manuel y es inevitable que cada cierto tiempo vuelva a las conversaciones que sostuvo con este servidor, a sus poesías, a su mirada oceánica sobre estética y poética en sus prólogos, análisis y ensayos. Don Manuel nació en Palencia, España, el 1 de enero de 1926 y con el paso del tiempo se convirtió en una personalidad transatlántica; un imprescindible embajador iberoamericano que llevó la poesía a su máxima expresión, de una u otra manera, durante los 95 años que habitó este planeta. 

A continuación, “En las letras, desde Puerto Rico” comparte unas reflexiones de don Manuel acerca de la poesía y cuatro poemas suyos que formaron parte de un reportaje incluido en Taller Literario #8 titulado “Esa fidelidad a la poesía: Don Manuel de la Puebla, en sus propias palabras”. También se incluye, como cierre, su poesía “Mujer llave”.  


Francisco Matos Paoli, Magaly Quiñones y Manuel de la Puebla. 1985. 

“Yo creo que siempre la poesía es una forma de defenderse frente a las condiciones poco amistosas, poco favorables, que encuentran las personas dentro de la sociedad contemporánea. La poesía es como un refugio; muchos poetas lo han expresado y es evidente. Pero en esto hay que evitar una mera contemplación narcisista; el poeta tiene que estar comprometido con su tiempo, con los problemas, y, especialmente, con las personas que tienen menos voz y con las víctimas de la sociedad y la época”.

“Yo creo que no es una característica de nuestra época la torre de marfil, así como se sintió en las últimas décadas del siglo XIX. Yo veo en los poetas contemporáneos, mas bien un verdadero compromiso con su entorno y los marginados. El mismo compromiso personal que los obliga a definirse, a hacer que su poesía sea un arma de carácter activo frente a toda agresión que constantemente se recibe del ambiente, de los que tienen el poder, de los que administran el dinero, de los que distribuyen las armas, en fin, los que de una forma u otra condicionan la vida del escritor”.

Cinco poemas de Manuel de la Puebla

 

LA SOMBRA TUTELAR

 

Búscame aquí, tan solo y aturdido, madre.

Pon tu mano en mi frente, palpa

la FIEBRE, el miedo, la mudez de la ternura;

todo lo que agoniza y cae precipitadamente.

He llegado hasta aquí -¿no estaba en tu regazo?-

sombra o cordero de un enigma:

no sé si ha sido el ÁNGEL,

invasión subterránea,

si el mismo Dios ha creado este litigio.

Mide la hondura del vacío y la infinita

soledad del alma;

la pesadumbre CÓSMICA sobre mis hombros, la violencia

que todo lo unifica, aplastándome.

 

Tenía el corazón alimentado de cercanías:

desvelada la mente por la LUZ temprana,

-en su querencia puesta-

y ahora soy lo negado, vida que huye.

 

Búscame aquí. Acógeme

como una sombra fresca para mi fatiga.

 

(Tal vez un niño ciego

puede llevar mis pies por los antiguos pasos).

 

 

POÉTICA

 

No pienses para quién labras la PIEDRA;

domina su aspereza, el lento

pareo de la LUZ y de los golpes

del cincel, y que el estudio baste

a tu contento. No apresures

el orden de los días y sus noches

con el FUEGO

QUEMANTE DEL RELÁMPAGO.

La catedral finada y la custodia

de fina orfebrería,

en donde BRILLA EL ORO altivo

del ingenio,

sean la pausa.

Estiliza la imagen. Subordina

lo frívolo. Argumenta

con simetría el rostro de la idea,

y las palabras: exiguas,

-laboriosos delfines

que acceden a la LUZ y la manejan,

como quien baja un ASTRO

ante la misma puerta del asombro.

 

 

NO DE LÁGRIMAS

 

No de lágrimas o despojo

del nido destrozado sea mi verso.

No de nieve.

Con la fibra del roble y del perfume

del pino sea hecha

la palabra incorruptible.

Pugne como la vida

que llamea en las puntas de la rama;

como la alondra bajo el azul

sostenga el vuelo.

Pido la desnudez del pez

y el tono

del agua que musita entre la hierba;

la limpieza del espejo

en la mañana.

 


NO ME ASUSTA


¿Cómo será la cópula
del tiempo y del no tiempo que es la muerte?
¿Será un desmayo dulce
el vértigo del pájaro que cae en el vacío?
¿Será la frustración del ansia o la victoria
en el agotamiento último de la carrera?
¿Será un azoramiento,
posadura lasciva sobre el cuerpo silente
el cumplimiento frío de vieja profecía?...

No sé si por cumplida o rigurosa
llega como lechuza
a chupar el aceite de la lámpara
asfixiando la llama humeante.
No sé si lo que quita es robo
o es un recaudo justo por el préstamo del fuego…
viene certera, posa
los labios afiebrados en los labios fríos,
hace de las historias una sola historia
e inscribe en el legajo del olvido el nombre de la víctima…

Cumplida o rigurosa, no me asusta
que de noche y a solas sea
su venida sin pacto, su arrogante
argumento de fuerza o doloroso alumbramiento.


MUJER CON LLAVE

Sube desde la fuente del suburbio

con su cántaro de agua

para la sed de los trabajadores.

Es fuerte; mujer negra, de pies útiles

como la entrega del mensajero.

Por el servicio de los que edifican

ha renunciado a la fiesta,

al brillo de las sedas y demoras. Todo lo hace

con estilo de madre o de novia,

como si creara el día benigno sobre el mar salobre.

No reclama carruaje;

no humilla con sudor al pobre hermano

ni lo esclaviza.

Sólo contra el bochorno y la injusticia cae su maza.

¡Con qué ciencia se impone a la fatiga

y lleva de la mano la alegría!

Sobre sus hombros anidan palomas

que van y vienen,

comunican pueblos distantes

o llevan, simplemente, la frescura

del vuelo a los viandantes.

 

Había una muralla imbatible

y un río turbulento la distanciaba,

pero como posee la llave de la casa grande,

entra y sale de las asambleas

honrada y aclamada.

Aquél silencio que amparó la noche,

hoy tiene poetas para la reivindicación.

Su regazo es como una playa. Su sonrisa

condena la tristeza de la historia.

De sus manos proletarias brota un tiempo nuevo

de zafras y camino.

 

Los días por venir serán su retrato.

 

 

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