sábado, septiembre 29, 2012

Blog de Marlyn Cé

Marlyn Cruz ha publicado en su blog Marlyn Cé uno de mis relatos, visítenlo, su blog es una propuesta refrescante y genial que renueva con su “Intertextuales por invitación” la blogosfera puertorriqueña y las letras de este país.

Pulsa aquí para dirigirte al blog de Marlyn y leer mi relato:Chica fácil







sábado, septiembre 22, 2012

En las letras, desde Puerto Rico (Serie Conversaciones fragmentadas)

Antonio Aguado Charneco comenta su novela Medio mundo




por Carlos Esteban Cana
Antonio Aguado Charneco está por hacer temblar los cimientos creativos del País con la publicación de los Narcocuentos, libro que explora la intríngulis del narcotráfico con diferentes actores de nuestra sociedad, esto mediante el guiño creativo de la ficción. Este libro sale publicado por cortesía de Ediciones Mágica, que pertenece a la librería del mismo nombre.
Pero Aguado Charneco no detiene este año su actividad pública con Narcocuentos. Dos novelas más de este autor llegarán al público lector, esta vez bajo el sello de Publicaciones Gaviota, que pertenece a la Librería Norberto González. La primera titulada ARYANATIONS The Last Pandeza explora el mundo del fascismo y la biotecnología. En estas páginas Aguado Charneco desarrolla la acción en un mundo futuro, azotado y diezmado por un peligroso virus. Esta es la segunda novela que el autor escribe en inglés; la primera lleva por título The Bulls of Twilight.
La segunda de las novelas de Antonio ‘Ni-Yamoká’ (como gusta que le llamen), en esta temporada, se titula Medio mundo. El propio título arroja luz de las dimensiones amplias en su trama, pues la misma se despliega en lugares de España, El Caribe y América del Sur. Se trata, pues, de la saga de una familia oriunda de Islas Canarias, que busca protegerse a toda costa de unos personajes y peligros que acechan la vida de sus integrantes. Lo vertiginoso de la historia, en los diferentes episodios, tiene como resultado que aún siendo voluminosa, esta novela se lea casi de un tirón, y es que despegarse de sus páginas cuesta.
A continuación, En las letras, desde Puerto Rico, trae a sus lectores una conversación que sostuvimos con Antonio Aguado Charneco, acerca de su nueva novela, Medio mundo, que la disfruten.
Antonio Aguado Charneco comenta su novela Medio mundo
CARLOS ESTEBAN CANA: Entiendo que después de luzAzul, que recién sacaste con Isla Negra Editores, escribiste esta novela.
ANTONIO AGUADO CHARNECO: Sí. Medio mundo es la novela que sigue a luzAzul, en cuanto a fecha de creación.
CARLOS ESTEBAN CANA: Me comentaste que tiene dos partes. La primera se titula ‘Archipiélagos’ y la segunda ‘Continente’. Es una novela hasta cierto punto ambiciosa. Háblame de ella.
ANTONIO AGUADO CHARNECO: Medio mundo, sin duda, es una novela voluminosa. Abarca lo que aquí, nosotros, llamamos isleños, que son los que vienen de Islas Canarias. Y esta familia que protagoniza la trama, tiene que salir huyendo del archipiélago canario por un hecho de sangre. Pero se dan con unos antagonistas tan virulentos que hasta acá los siguen. Por eso los que van escapando cruzan el Atlántico. Recalan en Puerto Rico y como los encuentran, tienen que salir para Venezuela. Y aunque no voy a ser anticlimático en los detalles, sí te puedo mencionar que allá también los persiguen; entonces de Venezuela pasan a Colombia.
CARLOS ESTEBAN CANA: Islas Canarias… Puerto Rico… Venezuela y Colombia… En esta nueva novela el lector no se queda sediento. Estas páginas dejan satisfecho al amante de las aventuras y los viajes. Y podríamos decir que predomina un ambiente geográfico. ¿Es Medio mundo una novela geográfica?
ANTONIO AGUADO CHARNECO: Medio mundo es una novela geográfica. Se podría definir así. Y quizás gracias a esos perseguidores que son tercos, es decir, persistentes. Imagínate que dan con los protagonistas, eventualmente, en Colombia. Los antagonistas son una familia muy poderosa y rencorosa de La Gomera.
CARLOS ESTEBAN CANA: Y el final, en otras novelas tú exploras el final abierto. ¿Qué sucede al final de Medio mundo?
ANTONIO AGUADO CHARNECO: Bambalán, te dije que no iba a ser anticlimático, quien sabe si el final queda apuntando hacia un retorno. Pero eso lo tiene que averiguar el lector.
CARLOS ESTEBAN CANA: En tus novelas, Tony, siempre tienes la costumbre de introducir en lo que escribes un momento de fricción, una especie de tema prohibido; sin ese elemento me atrevo a decir que no existirían las novelas de Antonio Aguado Charneco. Tomando como punto de conversación esa premisa… ¿Cuál es el tema prohibido en esta novela?
ANTONIO AGUADO CHARNECO: Como diría el poeta juglar Eric Landrón, que suele jugar con las palabras: procuro ‘fricción en la ficción’, para causar interés en el lector. En Medio mundo el tema tabú, el tema prohibido, es el incesto. En la época que recreo no lo consideran de tal forma. Claro, ya son otros tiempos. Pero no hace tanto tiempo atrás Canarias era una población rústica, con una economía agrícola que luego se fue a menos. De ahí se inició la inmigración. También vino, lo que unos dicen que es bendición y otros una maldición: el turismo. Y hoy día la economía Canaria está basada en una industria de servicio hotelero. Pero siempre fueron comunidades rústicas con muy poco acceso o intercambio, entre unas y otras. Por esa razón era que los miembros de las familias se casaban entre sí. Incluso hay leyendas como la de La Princesa Iko, de la isla de Lanzarote, que se desposó con su hermano, y cosas así. O sea, que allá el insecto no es un tema tan tabú como se nos antoja pensar aquí. Esa es la parte más controversial de la novela; esas relaciones incestuosas que se dan entre miembros de una familia.
CARLOS ESTEBAN CANA: Narras con asombrosa verosimilitud el deporte del Salto del Pastor. Sabes, fue uno de los pasajes de Medio mundo que más disfruté. Para beneficio de los lectores, puedes hablarnos un poco de esa tradición.
ANTONIO AGUADO CHARNECO: Allá en Canarias tienen varias cosas que son muy peculiares en su cultura como el Salto del Pastor. Esas competencias de vara + palos son únicas, porque la vara palo era una pértiga que usaban los pastores para salvar, con menos esfuerzo, las desigualdades del terreno. Imagínate el escenario. Pongamos de ejemplo que los pastores tenían una colina aquí, que acaba en esta cañada y luego subía otra vez. Entonces, sin la vara, ellos tenían que pasar mucha dificultad para llegar de un punto a otro. Aunque ni siquiera se tratara de una distancia lejana, tenían que pasar trabajo en cantidad. Piensa entonces como era la cosa cuando tenían que recorrer mucho terreno. Sin embargo, con la pértiga ellos se impulsaban de una cumbre a otra, y ya estaba. Y esa costumbre pues se fue desarrollando en competencia, en un deporte competitivo.
CARLOS ESTEBAN CANA: Ya saben amigos, tres nuevos libros de Antonio Aguado Charneco llegarán a sus manos durante este segundo semestre del 2012. Por lo menos, así se lo ha trazado este escritor, uno de los autores más prolíficos de Puerto Rico en los últimos años. Recuerden sus títulos: Narcocuentos, ARYANATIONS The Last Pandeza y Medio mundo, de la cual hemos tenido una especie de adelanto en esta conversación. Ya no les digo más, desde nuestro boletín, aquí en Página 0, les deseamos bonito día y buenas lecturas.
***

Carlos Esteban Cana Escritor y comunicador puertorriqueño. Ha cultivado el cuento, el micro cuento, y la poesía. Actualmente, sin embargo,se ocupa de darle forma a sus dos primeras novelas y a un volumen de ensayos. Colaborador de varios publicaciones impresas y cibernéticas, en Puerto Rico y otros países. Bitácoras y publicaciones alrededor del planeta, como Confesiones, del narrador Angelo Negrón, reproducen su boletín "En las letras, desde Puerto Rico".


     Para el periódico cibernético El Post Antillano también publica su columna "Breves en la cartografía cultural". En verano del 2012, Carlos Esteban publica Universos, libro de micro-cuentos bajo el sello de Isla Negra Editores. Otros dos libros aparecerán durante el presente semestre. El primero titulado "Catarsis de maletas: 12 cuentos y 20 años de historia", ofrece una vista panorámica de una pasión que el autor ha desarrollado, por cuatro lustros, en el género del cuento. "Testamento" es el segundo de los libros mencionados, poemario antológico que reúne lo más representativo de su poesía; género del que Cana manifiesta: "Fue la propia poesía que me seleccionó como medio, como interprete". Cana es conocido además por haber fundado la revista y colectivo TALLER LITERARIO, que marcó la literatura puertorriqueña en la última década del siglo XX en Puerto Rico.

miércoles, septiembre 12, 2012

En las letras, desde Puerto Rico: Claudio, el huracán y un cuento

por Carlos Esteban Cana

 

Hace unas semanas que Puerto Rico se estaba preparando para la llegada o no llegada de la tormenta Isaac. Y se suspendieron clases mientras, abarrotados los supermercados, se agotaron las salchichas y productos enlatados, apenas sobrevivió una batería en la góndola, y los suministros de licor eran remedio casero imprescindible para combatir el tedio que otorga la ausencia de energía eléctrica y la ley seca.

Para las actuales generaciones boricuas, y desde 1989 con el destrozo generalizado que dejó el huracán Hugo, la llegada de un huracán implica ansiedad, tensión extrema, pero también algo de algarabía y fiesta. Para los políticos, sin embargo, la llegada de un fenómeno climático como Isaac representaba la oportunidad ideal para que la población se olvidara de las “virtudes” recientes en la gestión gubernamental. Y después de un azote como el de la victoria del NO, hace unos domingos atrás, la llegada de Isaac sonaba a gloria para estos ‘servidores del pueblo’.

Los medios, por su parte, suelen aprovechar la ocasión para hacer su agosto. Por un lado ciertas compañías incrementan sus anuncios, incluso se dan a la tarea de auspiciar durante la ‘emergencia’ cuanto informe del tiempo encuentren. Por otro lado, han sido legendarios los actos de performance televisivo de muchos comunicadores en situaciones huracanadas. Sin ningún viento mayor alrededor, muchos hacen creer al televidente que en ese preciso instante en que se está informando, es posible que una ráfaga violenta lo arranque del suelo y lo haga volar al pueblo vecino.

Pero más allá del circo mediático y de relaciones públicas que podemos mencionar cuando algo como Isaac se acerca, uno nunca puede bajar la guardia ante la llegada de un huracán. Eso sí, se supone que desde que inicia la temporada de huracanes, desde el día uno, cada ciudadano debe estar más que preparado con lo necesario para enfrentar cualquier eventualidad. Lección que aprendí de mi padre, que casi es un meteorólogo aficionado, y prepara con antelación a toda la familia para tales acontecimientos.

Mencionado lo anterior, a continuación comparto con ustedes, queridos lectores de este boletín, una anécdota relacionada a un cuento que publiqué en la primera serie de Taller Literario, que estará incluido en Catarsis de maletas (12 cuentos y 20 años de historia), libro que circulará a finales de septiembre en las librerías del Puerto Rico y por internet, gracias a Publicaciones Gaviota.

El cuento al que hago referencia se titula En ese día y tiene como trasfondo precisamente el paso de un huracán. El personaje principal lleva el nombre de un niño que conocimos en nuestra temprana juventud, el narrador Angelo Negrón y este servidor. Se llamaba Claudio y en la clase de catequesis que una vez Negrón y yo dimos, era este pequeño el que daba alma a la jornada. Extrovertido, curioso, espontáneo, este chico talentoso siempre estaba dispuesto a participar y tenía una sonrisa a flor de piel, aún siendo huérfano de ambos padres.

Años después, ya siendo un adolescente, Claudio falleció cuando ayudaba a un vecino, en medio de los preparativos usuales ante la llegada de un huracán. Creo que un cable de alta tensión hizo contacto con él. Cuando me enteré del suceso, ya estaban en curso los ritos funerarios. Por lo que siempre Claudio permaneció en mi memoria como aquel niño entusiasta que conocí. Y mientras escribía este cuento en Cataño, se me ocurrió que el niño de la historia podría llamarse como él. Sin premeditarlo, incluso el escenario final remite a un espacio similar donde ocurrió el accidente.

Como diría el novelista Antonio ‘Niyamoká’ Charneco: “La literatura tiene muchas bondades”. Y recordar, a través de los diversos pasajes narrativos, a personas singulares que han pasado por la vida, es para quien escribe un verdadero privilegio.

***

Carlos Esteban Cana es comunicador y escritor. Fundador de la revista y colectivo Taller Literario, un espacio de democratización en las letras puertorriqueñas. Se ha desempeñado como coordinador editorial, periodista cultural independiente, y ha laborado además en la industria televisiva. Su obra creativa se ha publicado en revistas y periódicos nacionales como El Sótano 00931, Ciudad Seva, Narrativa Puertorriqueña, Letras Salvajes, CulturA, Diálogo y El Nuevo Día, entre otros. En lo que se refiere al ámbito internacional su narrativa y poesía ha sido publicada por Escaner Cultural, Zona de Carga, Palavreiros, Abrace y el Boletín de Nueva York, entre otros. Recientemente algunos de sus cuentos han sido traducidos al italiano. Ha participado, además, en diversos medios de comunicación reflexionando acerca del panorama cultural en el País.

domingo, septiembre 09, 2012

Anillos

Por Angelo Negrón


     La amé desde que la razón me hizo soñar a la mujer perfecta. Me dediqué a buscarla en otros cuerpos hasta que un día, de forma inesperada,  se acomodó a mi lado en la librería. Comenzó a hablarme como si me conociera de toda la vida. Hablamos de Pablo Neruda y Mario Benedetti, de lo mucho que se tardaba en construirse el Tren Urbano y de su receta preferida para  hacer un buen “limber” de crema. Esa tarde se convirtió en noche y tuvieron que echarnos de la librería cuando se disponían a cerrar sus puertas. Intercambiamos números telefónicos y nuestras direcciones electrónicas. Nos despedimos con un apretón de manos, de esos en los que, en vez de apretar, acaricias.

     Estuve toda la noche y el día que siguió pensándola. Su rostro y su dulce voz me remontaban a placeres ocultos. A pesar de que no quería  lucir como un desesperado o abalanzado, la llamé. Y escucharla sonreír, al enterarse de que era yo quien hablaba, me conmovió. Luego de los saludos de rigor y de mencionar lo bien que la pasamos el día anterior le indiqué que la llamaba para invitarla a una tertulia de literatura esa misma noche. En ese momento nos enteramos que la casualidad hubiese hecho que nos conociéramos, pues ya estaba invitada por una amiga a asistir y precisamente estaba comprando una botella de vino que llevaría para la actividad. Nos prometimos brindar por el destino y aproveché para invitarla a almorzar. Accedió con gusto.

     En menos de una hora llegué a su encuentro. Ofrecí llevarla a varios restaurantes y ante su negativa explicó que ese día no se le antojaba nada sofisticado. En plena capital no escogió un restaurante de manteles blancos y copas de cristal, de hecho nuestro techo fueron las ramas de árboles y el almuerzo un par de “Hot Dogs” comprados a la orilla de la carretera. Satisfechos y felices dimos un paseo por la capital. Visitamos varias galerías en las que compartió conmigo su conocimiento sobre arte hasta que nos despedimos con la promesa aun viva del brindis.
     
     Fui el primero en llegar al apartamento donde se celebraría la actividad. Me correspondía llevar una bandeja de entremeses y se la entregué al anfitrión. Le ayudé a colocar las sillas y el atril desde donde se declamaría poesía, cuentos y ensayos. Poco a poco fueron llegando los demás invitados y comenzó la actividad con mi desespero de no verla llegar.  Las primeras  poesías de amor que escuché sólo me remontaron a su rostro y por primera vez en mi visita a ese tipo de actividad me aburrí. Sólo me encantó escuchar de boca de uno de los escritores - Carlos Ramón Cana - su escrito publicado en la edición numero cuatro de Taller Literario titulado: “El Ruiseñor y el almendro” que trata sobre un árbol derrumbado por inescrupulosos y un ruiseñor muriendo también en su defensa. Tal vez me satisfizo porque la tristeza del escrito competía a la par con lo que yo sentía al no verla entrar e iluminar aquella fiesta de palabras. No pude disimular más mis ansias de verla y sin que acabara la actividad me marché.

     Llegué a mi casa y me conecté a Internet. Le escribí un e-mail que denotaba mi preocupación de no verla en la actividad según lo planeado y expliqué mi insistencia en llamarla al celular que aparentemente estaba fuera del área de cobertura. Me quedé dormido sintiendo celos al pensar que tal vez alguien me ganó la partida, pero sabiéndome un enamorado platónico que exigía al universo se me concediera tan hermosa mujer.
    
     El ruido del teléfono logró despertarme. Al contestar descubrí que su linda voz era necesaria para mis amaneceres. Mientras escuchaba su disculpa me di cuenta que no hacia falta que lo hiciera, el sólo escucharla había renovado en mí la felicidad que creía perdida. Se excusó explicándome que la llegada de sus padres la envolvió y no pudo asistir. Según me explicó: vivía y trabajaba en la Gran Manzana.  Sólo llevaba dos semanas de vacaciones por acá. Debía volver al trabajo en varios días. El encuentro con sus padres se debía a que ellos volvían de un paseo en crucero por el Caribe, mismo que ella desistió de disfrutar porque no visitaba desde hacia varios años la isla y deseaba  pasarla en Puerto Rico. Esto me frustró sobre manera. Entendí que no tendría tiempo de conquistarla. Me sorprendió el hecho de que no me relatara los detalles el día antes. Bueno, yo tampoco le había preguntado, nuestra conversación fue tan amena que tales detalles pasaron desapercibidos. Estuvimos hablando por horas. El numero celular que me había dado era de tarjeta y no lo pensaba recargar así que me facilitó esta vez el numero telefónico de la casa donde se estaba quedando.
    
      Mi invitación al bosque forestal y a la playa en domingo fue tomada con algarabía. Cuando llegamos a una de las muchas cascadas del bosque, ella empapó su rostro del agua fría y cristalina. Admirados de la natural belleza y tranquilidad del lugar decidimos pasarla allí todo el día. Renunciando a nuestro pensamiento de incluir la playa en el viaje bordeamos las rocas y caminamos a favor de la corriente del río. A pocos minutos escogimos un buen lugar donde tender una sabana y sentarnos a platicar, leer poesía y consumir lo que ella misma preparó: pollo a la jardinera con un sabor tan extraordinario que le pregunté si trabajaba como “chef”. Entre dialogo y risas comenzaron las miradas furtivas. Miramientos que deduje eran de aceptación y me abalancé a robarle un beso. Su respuesta fue divina. Varios besos después mis manos buscaron palpar su cuerpo y un empujón me hizo saber que debía disminuir la velocidad. Luego de varias explicaciones que detuvieron mi animo de hacerle el amor allí mismo, me conformé con más besos, con perderme en su mirada y admirar su belleza.
    
      Le rogué al cielo que me diera la oportunidad de más tiempo para seducirla y como si me hubiese escuchado el mismo Dios y hubiese decidido que no, ella me explicó que debía regresar en los próximos cinco días y que no quería enamorarse. Le pregunté si estaba comprometida y su respuesta me robó una sonrisa. Ella mencionó que su relación anterior había sido año y medio antes y que esperaba que mis besos fueran parte de su próximo compromiso. Para demostrarle que mi interés era genuino me quité mi sortija de graduación y se la fui midiendo hasta dejarla en el dedo  pulgar que fue donde le sirvió. Ella me dijo que no podía aceptarla. Le indiqué que la conservara como un préstamo. Yo iría a buscarla, no sólo a la sortija sino también a ella, a la primera oportunidad. Recordamos que días antes habíamos prometido brindar por el destino y le quitamos la tapa al vino tinto. Debo confesar que le añadí al brindis algunas palabras. Brindé por sus ojos, por sus labios, por su hermosura y  su sonrisa. Ella Brindó por nosotros y supe que sería de ella para siempre.
     
     Luego de ese compartir en el río, nos convertimos en inseparables. Mi hermano me  consiguió un certificado medico que señalaba que sufría conjuntivitis y los días siguientes aproveché para estar con ella. Visitamos todos los puntos de interés y me llevó a conocer a sus abuelos. El día del aeropuerto ambos nos despedimos llorando con la promesa de escribirnos y volvernos a ver. Descubrí de lo que hablaba cuando dijo que se iría en cinco días y no quería enamorarse cuando extrañarla no fue para nada divertido. Comenzamos a escribirnos por Internet y hasta por correo. Llegaban cartas a diario con su perfume y yo no me detuve pues, ante esa mujer tan divina,  pude ser yo mismo sin pensar en que alguien me podría tildar de cursi. Palabras de amor, discos compactos, sorpresas envueltas. ¡Hasta le envié sus galletas preferidas por correo! 
    
     Transcurrieron dos meses y medio desde que ella partiera. La llegada de mis vacaciones fue un aliciente y la oportunidad de verla. Septiembre sería un mes que no olvidaría nunca. Mi intención era darle una grata sorpresa. Todo estaba, como decía el Chapulín Colorado, fríamente calculado.  Llegaría a la Gran Manzana el día de su cumpleaños. Después de algunos abrazos y besos le exigiría que me devolviera mi sortija de graduación. En su lugar le pondría un aro de compromiso justo en el momento de pedirle que fuese mi esposa.

Llegué a Nueva York de madrugada. Seguí las recomendaciones de un vecino que vivió muchos años allí y de tren en tren llegué hasta el edificio donde ella trabajaba. El trayecto fue largo y me arrepentí de no haber tomado un taxi. Cuando traté de entrar un guardia me detuvo y exigió mi identificación de empleado. En el poco inglés que aprendí en mis años de escolar le expliqué mis intenciones. Él me dijo que entendía mi situación, pero no podia dejarme pasar pues erán las ocho y cuarenta y cinco y aún no habrían al público. Que si deseaba esperara a que abriera el complejo de oficinas o que le diera la información de ella. Él trataría de que bajara hasta donde yo la esperaba y sería sorpresa de todos modos. Acepté que me hiciera el favor de conseguir que viniera a mí. Justo cuando le dije su nombre y número de piso escuchamos una terrible explosión seguida de gritos de pánico en la calle. El guardia  me empujó hacia fuera y volvió a entrar.
     Yo miré hacia arriba y la humareda que salía del edificio continuo era infernal. Asustado por la suerte de mi amada entré al edificio. Todos corrían hacia fuera y busqué su rostro entre la gente que salía. El guardia me reconoció y volvió a insistirme que saliera. Ante mi negativa se enfureció y comenzó a maldecir en inglés. Las palabras obcenas son lo primero que uno aprende de cada idioma y entendí cada uno de las que profirió. Le devolví algunos improperios que sólo lograron que comenzara a empujarme hasta la salida. No pude hacer nada contra sus empellones y furioso salí a buscar un teléfono público. Los cercanos estaban ocupados por transeúntes que explicaban la explosión a no sé quien y esperé desesperado a que liberaran alguno. Al conseguirlo la llamé y contestó ella misma. Al escuchar mi voz comenzó a decirme lo mucho que se alegraba de oírme y que me extrañaba.

     Las sirenas de los carros de bomberos o policias y los gritos de lamentaciones de los transeuntes opacaban lo que me decía y la interrumpí. Le pedí que saliera del edificio. Cuando le expliqué que acababa de ocurrir una explosión en el edificio de al lado se quedó callada demostrándome que no entendía lo que le decía. Resumiéndole le expliqué que había venido a visitarla y que estaba afuera. Ella comenzó a gritar de la felicidad y me dijo que bajaba enseguida. Le añadió un “te amo y ..."  lo demás no llegó a decirlo o no llegué a escucharlo. Justo en ese instante un avión secuestrado por terroristas se estrelló contra su edificio.

Cofradía de escitores de Puerto Rico invita:

Pulse sobre la foto para ampliarla.

martes, septiembre 04, 2012

Tierra Rebelde, escrita por Marioantonio Rosa


Tierra Rebelde, escrita por Marioantonio Rosa, dirigida por Angel Manuel Garcia, con un gran elenco, bajo la produccion de Samuel Andrade... Pronto gran estreno 9 de noviembre en Miami...

domingo, septiembre 02, 2012

En las letras, desde Puerto Rico: Stefan Antonmattei y Gilberto Hernandez, dos escritores que honran el oficio.

por Carlos Esteban Cana
 
Este semestre se perfila interesante en la literatura puertorriqueña con las nuevas publicaciones de los escritores Gilberto Hernández y Stefan Antonmattei. Ambos autores se han caracterizado por su disciplinada constancia en el oficio. No han tenido prisa alguna por publicar estos títulos. Lo que, a mi modo de ver, muestra conciencia plena de lo medular e inherente a esta vocación. Con ninguna estridencia, sin prisa pero sin pausa, Hernández y Antonmattei se han labrado, con el transcurso de los años, un lugar propio en el panorama; desde esa artesanía constante de crear y recrear lo escrito.
 
 
 
Escribir es una forma de mirar desde otras perspectivas la vida. A veces, en un sistema donde todo se cuantifica desde dólares y centavos, el Time is Money, parece a contra corriente con la escritura como modo de vida. Pero quien va contra lo que le dicta su alma se gana un boleto a la infelicidad perpetua.
¿Y qué se necesita para obtener formación en el oficio? Sin duda un acervo cultural, río caudaloso de formación personal y cívica, mediante la lectura de libros. Libros de todas clases, según el gusto particular. Las alternativas son infinitas: desde la narrativa de ficción, hasta lectura de temas especializados en psicología, sociología, historia, humanidades. Tampoco olvidemos la poesía y los clásicos. En fin, cualquier tema que a usted se le ocurra formular.
Pero acompañando ese acervo, que lentamente hace un total en la personalidad del autor, está la propia vida. Para poder describir, expresar con precisión un diálogo interesante, para transmitir matices de una situación climática en el párrafo de turno, hay que vivir con intensidad. En otras palabras, con los cinco sentidos en su máxima capacidad. No de otra forma se logra escribir.
A veces ocurre que los escritores trabajan en silencio. Las historias para manifestarse, en ocasiones, parecen tomar una ruta semejante a los ríos subterráneos. Están ahí, en la propia piel del escritor, pero para emerger tienen su momento particular, su kairós para nombrar un término filosófico. Y cuando salen y fluyen las palabras todo lo que parecía latente, casi detenido en algún espacio neuronal o fisura del alma, adquiere relieve, nitidez y las letras se dibujan en el papel o en la pantalla.
Por eso, la presencia de dos libros de Gilberto Hernández (titulados La vigilia de Tannhaüser, y Estaciones sin memoria) y uno de Stefan Antonmattei (con el sugerente título de Erótica con dos partes, la primera contiene 100 poesías, la segunda 60 páginas de cuentos contundentes), en medio del panorama literario boricua, colocan en primer plano lo que es tener verdadera vocación en el oficio. Mis respetos a ambos escritores por tal logro. En buena hora.