viernes, septiembre 30, 2011

En las letras, desde Puerto Rico: Escritores y producciones culturales en los medios.

por Carlos Esteban Cana

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En una visita a Puerto Rico Laura Restrepo apuntaba sobre la importancia del encuentro entre escritor y lectores. Sin duda uno de los espacios que garantizan ese grato encuentro son los programas culturales producidos en diferentes medios de comunicación. En Puerto Rico, desde hace mucho, los escritores acceden al espacio mediático, ya sea por invitación o por iniciativa propia. Gustavo Agrait, por ejemplo, en la televisión de los 70’s, era ese tipo de intelectual público del que ha reflexionado Silvia Alvarez Curbelo. Otro antecedente importante se da con el programa Puntos de Partida realizado por Enrique Laguerre, para WIPR radio durante la década del 50. Por otro lado diversas entidades culturales, como el Pen Club de Puerto Rico bajo la dirección de Nilita Vientós, tuvieron su espacio en la televisión de antaño. Otros programas de entretenimiento y cultura como El Show de Tommy tuvieron como invitados a escritores, como lo fue el caso del escritor costumbrista Abelardo Díaz Alfaro.  
Sin entrar en el espacio de la prensa escrita, en el Puerto Rico contemporáneo han dejado huellas profundas en la televisión los programas Cultura Viva, conducido en su primera temporada por Millie Gil y por Cordelia González en la segunda, y particularmente, En la punta de la lengua, producido por Caridad Sorondo y Gil Raldiris, que se ha convertido en la gran embajada mediática de los escritores del País. En las ondas radiales se destacó Tardes de Tertulia, producido por las escritoras Maira Landa y Awilda Caez. En Radio Universidad, el medio que más impulsa proyectos culturales, podemos destacar varias producciones que le dan espacio destacado a la creación literaria como Cantar America, conducido y producido por Jorge Medina, Agenda de Hoy con la periodista Norma Valle, Piedra, papel y tijera, con Rafael Josué Vega, y que en pasadas temporadas tuvo como productores a los periodistas Pablo Arroyo León, Ana Teresa Toro y Yeniffer Alvarez Jaimes.

Recientemente medios y plataformas cibernéticas vienen a ocupar ese valioso espacio mediático que por diversas razones se ha ido reduciendo. El Internet y otros adelantos tecnológicos como la fotografía y el video digital se complementan y van permitiendo otras vías de exposición a los escritores, unas que trascienden incluso los límites tradicionales. Por lo anterior, podemos decir que las redes sociales, las bitácoras o espacios como Youtube y Google, representan nuevas coordenadas de acceso mediático para quienes buscan la atención del público lector.

sábado, septiembre 24, 2011

Tacto

Por: Angelo Negrón ©
 
 
   Hoy volví a recordarla. Hace ya bastante tiempo que la había escondido en esas neuronas que tratas de ocultar para proteger a tus ojos de diluvios y a tu corazón de palpitaciones extenuantes. El subconsciente ataca de maneras extrañas. La mente es poderosa aliada, pero también puede ser enemiga cruel. El recuerdo vino en una banca. Una de esas que encuentras en los parques: De las que tablas de madera son sujetadas por dos bases de acero…

   Nos conocimos en este mismo parque gracias a que la lluvia nos obligó a guarecernos debajo del mismo paraguas: El mío. Ese día atravesamos el parque y nos reíamos cada vez que teníamos que brincar un bache. Llegó el momento en que no encontramos paso, a menos que literalmente nos sumergiéramos hasta los tobillos. Decidimos esperar a que pasara el chubasco y la química fue perfecta. Lo que comenzó como una charla trivial se convirtió en un continuo flirteo. Le siguieron salidas al cine, almuerzos, cenas, la opera, vinos, flores, llamadas telefónicas y nada de besos. Habíamos actuado con la parsimonia de quien nada tiene que perder y la verdad no fue porque yo lo dispuse, sino porque ella me habló de una reciente ruptura y necesitaba tiempo.

    ...permití que escuchara mis pasos. De esa forma, cuando al colocar mis manos en sus ojos y le preguntase a manera de juego de quien se trataba, sabría que era yo. La noche anterior nuestra conversación giró, y juro que lo hice magistralmente, hacia la entrega, el buen sexo, el amor y terminamos deseándonos como nunca. Tanto que concordamos en que el momento en que seriamos uno había llegado. Para tal encuentro planificamos que la recogería en la banca donde esperamos que bajara el aguacero la vez que nos conocimos. Nuestro primer beso debía ser allí y luego buscaríamos una habitación donde amarnos. Simplemente coincidimos en que éramos el uno para el otro.

   Nunca olvidaré la fecha: 24 de septiembre de 1991. Mis manos arroparon sus ojos y no llegué a preguntarle nada. Las aparté al sentir como se me humedecían los dedos. Estaba llorando. Al avanzar a preguntarle qué sucedía me abrazó. Fue uno de esos abrazos en que te estrangulan de una forma maravillosa. Aunque no dejó de llorar sentí su cálido cuerpo y no pude evitar estremecerme, primero de placer, luego por un hilillo de tristeza. No le pregunté nada. Sabía que ella sería quien decidiría cuando hablar. Presentí que necesitaba algo más que algunas palabras de aliento y que mi presencia podría reconfortarla. Tal vez —pensé en ese momento — volvió esta mañana con su ex y teme decírmelo. Ella seguía llorando y yo comencé a conjeturar tantas versiones de lo que podría ser que llegó el momento en que no soporté más y le pregunté por lo bajo si podía ayudarle. No contestó. Seguía abrazada a mí y me percaté de que se había quedado dormida de tanto llorar.

   Al despertar, gracias a varias carcajadas de niños transeúntes, me soltó como si no supiera donde estaba. Volvió a abrazarme. Algunas lágrimas mojaron el bolsillo de mi camisa. La aparte con delicadeza y puse mis manos en sus hombros mientras la miraba fijamente con curiosidad. Dijo lo lamento, con los ojos aún llorosos, y luego se enjugó las lágrimas con la manga de su chaleco. Esquivó mi mirada y miró hacia los niños que ya jugaban en el sube y baja. Su rostro se volvió de piedra por unos segundos. Como si fuera un síntoma de bipolaridad, su cara fue cambiando. De ser la mujer más sufrida comenzó a sonreír y a ser la misma que conocí. Era histrionismo puro. Algo turbado le seguí la corriente. Admiró la habilidad de un niño al poder cruzar con sus manos por la escalera horizontal, me dijo que le gustaban mis zapatos y que la noche anterior se había acostado temprano con la intención de sentir que amaneció más rápido para así poder verme. Advirtió en mi rostro la interrogante de lo que sucedía y no pudo más que explicarse un poco.  

   — Lo lamento — dijo sin quebrársele esta vez la voz — Lamento tanto —prosiguió — que me hayas visto llorar. Quiero que estés tranquilo. No eres tú, se trata de mí.

   Me explicó que no deseaba hacerme daño. Se estaba enamorando de mí y sabía que lo nuestro podría ser hermoso, pero a la vez reconocía que llevaba muy poco tiempo conociéndome y a la vez que acababa de pasar por una relación tortuosa. No deseaba para nada cerrar cicatrices desquitándolas en otra relación tan pronto. Mientras más hablaba yo menos entendía. La noche anterior nos prometimos el primer beso, ella misma escogió el lugar para el acontecimiento. Y allí estábamos. Le dije que podía esperar. La deseaba, pero la deseaba por amor. Podíamos conocernos mejor y formalizar lo nuestro.

   Se negó rotundamente. Besó mi mejilla al tiempo en que se ponía de pie y trató de escapar. Le tomé de la mano y la detuve. Esta vez fui yo quien la abracé con desesperación. Me apartó con ternura. Besó mis parpados y me pidió comprensión. Se alejó llevándose mi calma, dejando en mí su perfume y la caricia de tres tiernos besos: Uno en la mejilla, otros dos en cada párpado cerrado; como si besara mis ojos deseosos de ser su otra parte. En la vida todo es ritmo. Andamos en la búsqueda de otro corazón que sea capaz de latir al unísono con el nuestro y por eso no me rendí.

   Me dediqué a llamarla y fui rompiendo la distancia poco a poco. Por fin, logré volver a verla. Aceptó mi invitación a cenar. Yo mismo prepararía la cena. Es algo que nunca había logrado hacer bien, pero deduje que habría tiempo para burlarnos de mis faenas domésticas. Eso si: Me aproveché de su gusto por el violín. Contraté a tres violinistas que interpretaron, en mi casa, sus melodías preferidas. A la luz de velas aromáticas y de una pizza recién ordenada, gracias a que el pollo en salsa de guayaba que preparé parecía más gelatina que otra cosa. Volví a la carga con esto de hablar sobre sentimientos compartidos. Ella miró a los violinistas y se acercó a mi oído. Lo rozó con sus labios al decirme: Ellos terminaran pronto y se irán; estaremos solos. Sonreí al mismo tiempo que guiñaba un ojo a uno de ellos como seña de que terminaran. Se despidieron con nuestro aplauso y los acompañé afuera para pagarles y acelerar su despedida.

     Sorpresa mayúscula la que me llevé al entrar. Ella había colocado las velas en el suelo. Dibujó con ellas una flecha que apuntaba a mi habitación. Miré hacia arriba en señal de agradecimiento a Dios. Lo hice mi cómplice. Había hablado tanto con Él que era imposible no me hubiese ayudado.

   Y me ayudó. Al entrar en mi cuarto ella estaba en una butaca que acostumbro usar para leer. Me dijo ven aquí, por lo bajo, como quien no quiere ser escuchado por nadie más. Con discreción caminé hacia ella. Disfruté aquellos segundos de sus ojos mirándome con lascivia. Justo antes de llegar ella se levantó y acariciándome el pecho me empujó suavemente hacia la butaca. Me ordenó quedarme sentado y se mudó a mi cama. En ella, se acostó y me dijo:

   — Hoy haremos el amor. Tal vez de una forma distinta a lo que esperas. Por eso promete que seguirás mis deseos al pie de la letra.

   — Claro que si. Lo prometo — casi le interrumpí.

   — Entonces — continuó — Si no haces lo que te diga. Me iré de aquí sin mirar atrás siquiera.

    Pensé que era parte de sus juegos previos para enarbolar mis sentidos, pero pronto descubrí que hablaba muy en serio. Me pidió que me quedara sentado en la butaca y comenzó por desnudarse. Poco a poco me dejó apreciarla. Se acariciaba el cuello y se mordía los labios provocativamente. Me puse de pie para acercarme y su orden fue clara: Quédate sentado. Obedecí mientras divisaba en su espalda, a la altura de los hombros, pecas que me hicieron recordar el espacio sideral. Más al sur me enfoqué en sus nalgas y cuando logró quitarse la última pieza que nos estorbaba me exigió que me desnudara. A la prisa comencé a desabotonar mi camisa. Me miró con desaprobación. Demandó que lo hiciera tal como ella: Despacito. La observaba relamerse y tocarse sus senos. Mi erección palpitaba. Justo cuando estuve desnudo, se levantó de la cama y volvió a empujarme a la butaca. Se sentó en el borde de la cama para que estuviésemos más cerca y extendió sus pies hacia ambos lados dejándome plena visión de su verticalidad mientras se acariciaba. Húmeda, perfecta a mis intenciones quería devorarla y se lo informé. Otra negativa de su parte que añadida a sus gemidos hizo aumentar mis ganas de poseernos. Regalándome placer visual comenzó a tocarse también sus pechos en una sincronía tal que mis manos se escaparon hasta la dureza que pujaba por atención entre mis piernas.

    — Siiii —
dejó escapar entre gemidos en señal de aprobación.

   Los movimientos concéntricos de sus dedos sobre el clítoris hinchado y encargándose de pezones mojados por su propia saliva era magia pura. El espectáculo de mi vida. Se movía en la cama, ocupándose en regalarme diferentes posiciones, pero siempre mirándome a los ojos, como si buscara leerme los pensamientos. Observé dos veces espasmos que avisaban su viaje a derramar los jugos sagrados del placer y antes de su tercera vez me ordenó con voz, esta vez suplicante, que le dejara ver cuánto la deseaba. 
 
   — Quiero poseerte — le dije.

   — Ya nos poseemos amor — contestó — eso hemos estado haciendo desde que nos conocimos. Nos estamos poseyendo justo ahora. A tacto y sentimiento. Vamos, viaja conmigo — prosiguió — deseo verte viajando a mi lado. Seamos uno. Vamos: Haz que sea fuerte y abundante como lo nuestro.

   Abría su boca y acariciaba sus labios. El movimiento de sus dedos en su rasurada oquedad se hizo vertiginoso. Sus palabras, sus gemidos y la visión de verla tocándose lograron romper las barreras que me había impuesto ante la certeza de que llegaría el momento de estar dentro de ella. Gemimos de placer casi al mismo tiempo, yo primero, ella segundos después.
 
   Tuve una de las secciones de amor más eróticas de mi vida y no la toqué y no me tocó. Cuando traté de acercarme siguió en el plan primero:

   —Nada de eso amor. Quédate en la butaca, por favor. Sigue disfrutando. Sigue en este viaje.

    Seguí con su juego. Concluí que en los caminos del amor, estas experiencias ayudan a mantenerlo vivo. Ya habría tiempo de abrazarnos.

   Estaba equivocado. No existió un abrazo, ni siquiera un apasionado beso, ni en ese momento ni después. No la volví a ver. Esa noche nos quedamos dormidos, bueno no, yo me quedé dormido. Ella aprovechó, escribió una nota donde agradecía mi amor, pero debía despedirse. Me exigía que no la buscara. Que era lo mejor para ambos. No me convenció. La busqué. Fue en vano. Esa misma noche tomó un avión y su madre no me quiso decir a donde. Luego de intentos inútiles de sacarle la verdad y de hasta un detective que más bien me robó los pocos ahorros que tenía tuve que resignarme y olvidarla junto a todos los pensamientos que se agolpaban en mi mente en la búsqueda de la verdadera razón para su abandono. Interrogantes que comenzaban en desamor, lesbianismo, bipolaridad, matrimonio y que terminaban en defenderla bajo la certeza de que sus palabras eran ciertas. Ese mensaje en el que hablaba de una relación tortuosa recién acabada y sus ganas de no herirme debía ser real.

   ...veinte años después. Sentado en esta banca que sé no es la misma, pero está en el mismo lugar, lloro su ausencia en mi vida. Aquí donde esperamos aquella vez que la lluvia cesara, aun a sabiendas de que existían otros caminos por donde cruzar el parque sin mojar el interior de nuestros zapatos, la recuerdo. Y es que acabo de enterarme de la razón que tuvo para escapar.

   Un detective que contraté hace unos años y al que había olvidado pues trabajaba por comisión, me envió un informe redactado, en ingles, por unos colegas suyos en Pensilvania. El cartapacio contenía todo lo necesario. En el encontré su foto, diferentes direcciones donde había residido o trabajado en esos años y lo que me dio la respuesta al enigma que había dejado ella en mi vida con su partida.

   Así es. Encontré una copia de su acta de defunción grapada a otra copia algo borrosa, pero en la que la fecha y el resultado se leen claramente: 24 de septiembre de 1991: Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida: Positivo.

jueves, septiembre 15, 2011

En las letras, desde Puerto Rico: nueva edición del Baquinoquio rinde tributo al poeta Edwin Reyes

por Carlos Esteban Cana


La nueva edición del Baquinoquio, acontecimiento anual que celebra el genio creativo del pintor Roberto Alberty “Boquio”, se efectuará el sábado 17 de septiembre de 2011, a partir de las dos de la tarde. Evento que inicia en el Antiguo Cementerio de Carolina y culmina con un tradicional brindis en el Bar El Pulguero será dedicado en su vigésima sexta edición al poeta y cineasta Edwin Reyes. Y para promover el evento el Comité Amigos de Boquio ha reproducido artículos en los que personalidades del mundo cultural se han expresado acerca del autor de El arpa imaginaria. Incluimos en esta edición de En las letras, desde Puerto Rico, algunos fragmentos de los mismos.

La catedrática de la Universidad de Puerto Rico, Mercedes López Baralt, recordaba en Edwin Reyes, poeta y mitógrafo: “Era costumbre de Edwin -en nuestra larga amistad de cuatro décadas- estrenar muchos de sus poemas en mi casa. Gocé de privilegio tal con las antenas de la belleza en estado de alerta, como gozaría él las enseñanzas performativas de su amigo y mentor El Boquo, deconstructor al azar, a quien bautizara con lúcido humor como gourmet de lo insolito. Todavía lo veo sentado en el sofá de mi apartamento de Hato Rey, leyendo con la intensidad sin límites de su pasión, a la que sólo le ponía bridas su reverencia ante el misterio. Y oigo su voz inolvidable, poderosa y tierna de matices. […] Celebré con júbilo el nacimiento de “La muerte del poeta”; también con gratitud sorprendida, al conocer que mi entrañable amigo me lo había dedicado. Este gran poema es, con su amistad sagrada, el mejor regalo que pudo hacerme Edwin Reyes.”  

Por su parte, Marisa Rosado, alma y corazón del Centro Cultural Casa Aboy, rememora en Edwin Reyes Berríos en mi memoria el momento del deceso del poeta: “Ese día triste releí, entre otros, su poema Oficio cuyo final dice: escribo, canto, no cesa/ mi empeño de hacer las cosas como me dictan las rosas exactas de mi cabeza/ y ya no me he de rendir/ ni me matará la muerte/ con la vida he de ser fuerte/ y a la vida he de rendir cuentas/ a la hora de morir. Edwin rindió sus cuentas el 9 de enero y el miércoles 5 de septiembre de ese año, acogiendo una idea de mi esposo Efraín Rosado el día que fuimos a Ciales a sembrar sus cenizas, en homenaje póstumo nombramos la Sala de Actividades de la Casa Aboy con el nombre de Edwin Reyes Berríos. Edwin fue un fiel y solidario colaborador de nuestros esfuerzos desde los inicios de este proyecto cultural en el año 1975.”

El poeta y novelista Rafael Acevedo, en enero del 2001, desde las páginas de En rojo se expresaba: “Queda decir que el homenaje mayor es agradecerle la palabra. El poeta, quien tiene ese don de asumir las palabras como si fueran la carne y la sangre, puede añadir sabiduría. Una cierta luz como la que ocurre cuando el sol reconoce su ocaso. Un deseo incontenible de vivir y decirlo todo para que nadie se quede sin saber y sentir. Quedan sus libros que van de la ternura del padre a la sencilla gloria del amante y el guerrero (que son iguales).”

Para concluir esta edición de En las letras, desde Puerto Rico, en la que nos hemos unido al merecido homenaje que el Comité Amigos de Boquio rinde a Edwin Reyes con su evento, incluimos dos poesías de reconocidos escritores del País. La primera pertenece al juglar del pueblo Eric Landrón, la segunda al poeta vinculado al colectivo Guajana, Edgardo López Ferrer, y finalizamos con ese gran poema de Edwin Reyes al que hizo referencia Mercedes López Baralt titulado “La muerte del poeta”.

Al hermano Edwin Reyes
      Eric Landrón
Decir Edwin, es decir

Maestro y hermano.
Coraje, riesgo y Pasión de fogaje,

Poeta del vértigo y de los laberintos,

Piloto de los misterios picaflores o en picada,
Frutero de la vida agria y dulce,

venenosa y nutritiva,
y de las verdes, Edwin, por las maduras.

Cineasta entusiasta
de historias con más comienzos al vuelo

que inquietantes finales felices.
Inquilino de los Destinos sencillos y campeadores.

Profanador de tumbas lapidarias de los íconos,
Blasfemo de la injusticia venerada en otros templos.

Cazador
de los pasos de los sabios ancianos,

de las semillas que derrotan a los desiertos,
de las lluvias torrenciales de la alegría,

del dolor incrustado que reta, esculpe, zarandea y enseña,
y del Genoma Humano serpenteando

como chorro esquivo de incienso y fuego
en el alma eterna.

Decir a Edwin, es decir,
Corsario de la ternura

para el abordaje de los sueños.
Mordiendo, perpetuo y entre dientes,

un puñal de amapolas

en el paladar de los sentidos,

y con un mar abierto y liberto

azotando, incólume,
al viento, al sol y al salitre

entre ceja y ceja.
 

A la memoria de Edwin Reyes

                                          Edgardo López Ferrer

¿Quién habita

el aire
de tu madrugada,

compañero?
¿Será la austeridad

de tu mirada
otra luz

de tu cantar sereno?
¿Quién anda

por la noche
que inventaste

para la tierna luz
de tu palabra amada?

¿Será la piedra
dulce tiempo

en el fulgor
de tus manos?

Sólo sé
que el dolor

es un abultado espejo;
que la memoria

es otro juego
de la nada;

y que
de tanta vida

ardida
la luz es ya

tu música soñada.

La muerte del poeta
                                       Edwin Reyes

por la calle de San Sabastián
bajo un lento río de luz

una curva profunda
por la que va flotando

el cuerpo luminoso de Ofelia
 
ni un perro se mueve en la tarde

sobre los adoquines azules
va formándose un charco

de prematura noche
Ofelia es un lirio

adormecido por la muerte
cuando pasa por el Colegio de Párvulos

una monjita la ve pasar
y se estremece al sentir

esa súbita ráfaga de belleza
dorar las rejas del portón

debe ser una puta en La Perla
piensa la monja

y se persigna bruscamente
Efraín El Loco iba doblando la esquina de San Justo

con su fiero turbante de apóstol
y su violenta mano de amigo

cuando el suave cadáver de Ofelia
le pasó por delante

¡es la virgen! rugió el loco
y cayó de rodillas sollozando

los ojos abrasados por el resplandor del cielo
el poeta estaba más abajo

en la acera de Tony’s Place
solo   tomando una cerveza

con un hermoso libro de las cartas
de Henry Miller a Hoki Tokuda

pensaba en el amor precisamente
mientras miraba el río prodigioso de la calle

que tanto le hacía añorar
el ya lejano río de su infancia

fue entonces cuando notó el fulgor sereno
del cadáver de Ofelia que bajaba

lo reconoció enseguida

por el aura fatal de su hermosura cabeza de niña
el poeta tembló de dolor

pero más quiso contemplarla
de pie a la orilla del río la vio pasar y la quiso

soñó que era otro río el que pasaba
intentó detenerla con sus manos y ya no la vio más

al otro día

los alumnos del Colegio de Párvulos
hallaron posado en la acera

un libro cubierto de rocío
y más allá

un puñado de flores extrañas
esparcido por los adoquines

de la calle de San Sebastián

domingo, septiembre 11, 2011

Anillos

Por: Angelo Negrón ©

     La amé desde que la razón me hizo soñar a la mujer perfecta. Me dediqué a buscarla en otros cuerpos hasta que un día, de forma inesperada,  se acomodó a mi lado en la librería. Comenzó a hablarme como si me conociera de toda la vida. Hablamos de Pablo Neruda y Mario Benedetti, de lo mucho que se tardaba en construirse el Tren Urbano y de su receta preferida para  hacer un buen “limber” de crema. Esa tarde se convirtió en noche y tuvieron que echarnos de la librería cuando se disponían a cerrar sus puertas. Intercambiamos números telefónicos y nuestras direcciones electrónicas. Nos despedimos con un apretón de manos, de esos en los que, en vez de apretar, acaricias.

     Estuve toda la noche y el día que siguió pensándola. Su rostro y su dulce voz me remontaban a placeres ocultos. A pesar de que no quería  lucir como un desesperado o abalanzado, la llamé. Y escucharla sonreír, al enterarse de que era yo quien hablaba, me conmovió. Luego de los saludos de rigor y de mencionar lo bien que la pasamos el día anterior le indiqué que la llamaba para invitarla a una tertulia de literatura esa misma noche. En ese momento nos enteramos que la casualidad hubiese hecho que nos conociéramos, pues ya estaba invitada por una amiga a asistir y precisamente estaba comprando una botella de vino que llevaría para la actividad. Nos prometimos brindar por el destino y aproveché para invitarla a almorzar. Accedió con gusto.

     En menos de una hora llegué a su encuentro. Ofrecí llevarla a varios restaurantes y ante su negativa explicó que ese día no se le antojaba nada sofisticado. En plena capital no escogió un restaurante de manteles blancos y copas de cristal, de hecho nuestro techo fueron las ramas de árboles y el almuerzo un par de “Hot Dogs” comprados a la orilla de la carretera. Satisfechos y felices dimos un paseo por la capital. Visitamos varias galerías en las que compartió conmigo su conocimiento sobre arte hasta que nos despedimos con la promesa aun viva del brindis.
     
     Fui el primero en llegar al apartamento donde se celebraría la actividad. Me correspondía llevar una bandeja de entremeses y se la entregué al anfitrión. Le ayudé a colocar las sillas y el atril desde donde se declamaría poesía, cuentos y ensayos. Poco a poco fueron llegando los demás invitados y comenzó la actividad con mi desespero de no verla llegar.  Las primeras  poesías de amor que escuché sólo me remontaron a su rostro y por primera vez en mi visita a ese tipo de actividad me aburrí. Sólo me encantó escuchar de boca de uno de los escritores - Carlos Ramón Cana - su escrito publicado en la edición numero cuatro de Taller Literario titulado: “El Ruiseñor y el almendro” que trata sobre un árbol derrumbado por inescrupulosos y un ruiseñor muriendo también en su defensa. Tal vez me satisfizo porque la tristeza del escrito competía a la par con lo que yo sentía al no verla entrar e iluminar aquella fiesta de palabras. No pude disimular más mis ansias de verla y sin que acabara la actividad me marché.

     Llegué a mi casa y me conecté a Internet. Le escribí un e-mail que denotaba mi preocupación de no verla en la actividad según lo planeado y expliqué mi insistencia en llamarla al celular que aparentemente estaba fuera del área de cobertura. Me quedé dormido sintiendo celos al pensar que tal vez alguien me ganó la partida, pero sabiéndome un enamorado platónico que exigía al universo se me concediera tan hermosa mujer.
    
     El ruido del teléfono logró despertarme. Al contestar descubrí que su linda voz era necesaria para mis amaneceres. Mientras escuchaba su disculpa me di cuenta que no hacia falta que lo hiciera, el sólo escucharla había renovado en mí la felicidad que creía perdida. Se excusó explicándome que la llegada de sus padres la envolvió y no pudo asistir. Según me explicó: vivía y trabajaba en la Gran Manzana.  Sólo llevaba dos semanas de vacaciones por acá. Debía volver al trabajo en varios días. El encuentro con sus padres se debía a que ellos volvían de un paseo en crucero por el Caribe, mismo que ella desistió de disfrutar porque no visitaba desde hacia varios años la isla y deseaba  pasarla en Puerto Rico. Esto me frustró sobre manera. Entendí que no tendría tiempo de conquistarla. Me sorprendió el hecho de que no me relatara los detalles el día antes. Bueno, yo tampoco le había preguntado, nuestra conversación fue tan amena que tales detalles pasaron desapercibidos. Estuvimos hablando por horas. El numero celular que me había dado era de tarjeta y no lo pensaba recargar así que me facilitó esta vez el numero telefónico de la casa donde se estaba quedando.
    
      Mi invitación al bosque forestal y a la playa en domingo fue tomada con algarabía. Cuando llegamos a una de las muchas cascadas del bosque, ella empapó su rostro del agua fría y cristalina. Admirados de la natural belleza y tranquilidad del lugar decidimos pasarla allí todo el día. Renunciando a nuestro pensamiento de incluir la playa en el viaje bordeamos las rocas y caminamos a favor de la corriente del río. A pocos minutos escogimos un buen lugar donde tender una sabana y sentarnos a platicar, leer poesía y consumir lo que ella misma preparó: pollo a la jardinera con un sabor tan extraordinario que le pregunté si trabajaba como “chef”. Entre dialogo y risas comenzaron las miradas furtivas. Miramientos que deduje eran de aceptación y me abalancé a robarle un beso. Su respuesta fue divina. Varios besos después mis manos buscaron palpar su cuerpo y un empujón me hizo saber que debía disminuir la velocidad. Luego de varias explicaciones que detuvieron mi animo de hacerle el amor allí mismo, me conformé con más besos, con perderme en su mirada y admirar su belleza.
    
      Le rogué al cielo que me diera la oportunidad de más tiempo para seducirla y como si me hubiese escuchado el mismo Dios y hubiese decidido que no, ella me explicó que debía regresar en los próximos cinco días y que no quería enamorarse. Le pregunté si estaba comprometida y su respuesta me robó una sonrisa. Ella mencionó que su relación anterior había sido año y medio antes y que esperaba que mis besos fueran parte de su próximo compromiso. Para demostrarle que mi interés era genuino me quité mi sortija de graduación y se la fui midiendo hasta dejarla en el dedo  pulgar que fue donde le sirvió. Ella me dijo que no podía aceptarla. Le indiqué que la conservara como un préstamo. Yo iría a buscarla, no sólo a la sortija sino también a ella, a la primera oportunidad. Recordamos que días antes habíamos prometido brindar por el destino y le quitamos la tapa al vino tinto. Debo confesar que le añadí al brindis algunas palabras. Brindé por sus ojos, por sus labios, por su hermosura y  su sonrisa. Ella Brindó por nosotros y supe que sería de ella para siempre.
     
     Luego de ese compartir en el río, nos convertimos en inseparables. Mi hermano me  consiguió un certificado medico que señalaba que sufría conjuntivitis y los días siguientes aproveché para estar con ella. Visitamos todos los puntos de interés y me llevó a conocer a sus abuelos. El día del aeropuerto ambos nos despedimos llorando con la promesa de escribirnos y volvernos a ver. Descubrí de lo que hablaba cuando dijo que se iría en cinco días y no quería enamorarse cuando extrañarla no fue para nada divertido. Comenzamos a escribirnos por Internet y hasta por correo. Llegaban cartas a diario con su perfume y yo no me detuve pues, ante esa mujer tan divina,  pude ser yo mismo sin pensar en que alguien me podría tildar de cursi. Palabras de amor, discos compactos, sorpresas envueltas. ¡Hasta le envié sus galletas preferidas por correo! 
    
     Transcurrieron dos meses y medio desde que ella partiera. La llegada de mis vacaciones fue un aliciente y la oportunidad de verla. Septiembre sería un mes que no olvidaría nunca. Mi intención era darle una grata sorpresa. Todo estaba, como decía el Chapulín Colorado, fríamente calculado.  Llegaría a la Gran Manzana el día de su cumpleaños. Después de algunos abrazos y besos le exigiría que me devolviera mi sortija de graduación. En su lugar le pondría un aro de compromiso justo en el momento de pedirle que fuese mi esposa.

Llegué a Nueva York de madrugada. Seguí las recomendaciones de un vecino que vivió muchos años allí y de tren en tren llegué hasta el edificio donde ella trabajaba. El trayecto fue largo y me arrepentí de no haber tomado un taxi. Cuando traté de entrar un guardia me detuvo y exigió mi identificación de empleado. En el poco inglés que aprendí en mis años de escolar le expliqué mis intenciones. Él me dijo que entendía mi situación, pero no podia dejarme pasar pues erán las ocho y cuarenta y cinco y aún no habrían al público. Que si deseaba esperara a que abriera el complejo de oficinas o que le diera la información de ella. Él trataría de que bajara hasta donde yo la esperaba y sería sorpresa de todos modos. Acepté que me hiciera el favor de conseguir que viniera a mí. Justo cuando le dije su nombre y número de piso escuchamos una terrible explosión seguida de gritos de pánico en la calle. El guardia  me empujó hacia fuera y volvió a entrar.
     Yo miré hacia arriba y la humareda que salía del edificio continuo era infernal. Asustado por la suerte de mi amada entré al edificio. Todos corrían hacia fuera y busqué su rostro entre la gente que salía. El guardia me reconoció y volvió a insistirme que saliera. Ante mi negativa se enfureció y comenzó a maldecir en inglés. Las palabras obcenas son lo primero que uno aprende de cada idioma y entendí cada uno de las que profirió. Le devolví algunos improperios que sólo lograron que comenzara a empujarme hasta la salida. No pude hacer nada contra sus empellones y furioso salí a buscar un teléfono público. Los cercanos estaban ocupados por transeúntes que explicaban la explosión a no sé quien y esperé desesperado a que liberaran alguno. Al conseguirlo la llamé y contestó ella misma. Al escuchar mi voz comenzó a decirme lo mucho que se alegraba de oírme y que me extrañaba.

     Las sirenas de los carros de bomberos o policias y los gritos de lamentaciones de los transeuntes opacaban lo que me decía y la interrumpí. Le pedí que saliera del edificio. Cuando le expliqué que acababa de ocurrir una explosión en el edificio de al lado se quedó callada demostrándome que no entendía lo que le decía. Resumiéndole le expliqué que había venido a visitarla y que estaba afuera. Ella comenzó a gritar de la felicidad y me dijo que bajaba enseguida. Le añadió un “te amo y ..."  lo demás no llegó a decirlo o no llegué a escucharlo. Justo en ese instante un avión secuestrado por terroristas se estrelló contra su edificio.

En las letras, desde Puerto Rico (Serie Conversaciones fragmentadas)

Antonio Aguado Charneco hace comentarios sobre su novela LuzAzul y su manera de construir los personajes

por Carlos Esteban Cana

Entre las múltiples conversaciones que tengo grabadas con el narrador Antonio Aguado Charneco, encontré en mis archivos una que se ocupa de la novela LuzAzul, título que circula en estos momentos por las librerías bajo el sello de Isla Negra Editores. Como dice el propio autor, en esta novela los amores cruzados, ambiguos e inesperados habitan constelaciones de una trama que se desarrolla en medio de una huelga universitaria. Me consta que pasaron años de corrección y retoque para que este nuevo título de Aguado Charneco estuviera disponible. Lo mismo ocurrió con la novela Anacahuita: Florespinas, publicado por La Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Pero Tony, incansable y entusiasta como siempre ha sido, en su argot riopedrense, apunta al respecto: “El desierto se cruza paso a paso y cada paso nos acerca más a la meta.”

Antonio Aguado Charneco: LuzAzul es una novela relativamente corta. No sé como hablar de ella sin ser anticlimático porque no quiero dar a conocer la clave, el secreto de la trama. Estamos acostumbrados a novelas heterosexuales, muchísimas. De un tiempo para acá se han realizado novelas que tocan la problemática del prejuicio, de la homofobia, de los talantes diferentes, de los amores sáficos, lésbicos y homosexuales, pero muy pocas tratan de la bisexualidad. Y en torno a eso es que gira la novela.
Cuando uno construye un personaje, como escritor uno aspira y procura que de las páginas salga esa mano que agarre el corazón del lector. Es como decir que Enrique Laguerre nunca picó caña, ¿verdad? y, sin embargo, escribió acerca del obrero de la caña como nadie. Lo que hace falta es ser observador. Atreverse a hacer preguntas. Porque algunas de las amigas y conocidas que admiten ser bisexuales, que luego prefieren no ponerse ninguna etiqueta pero que aún así admiten ser bisexuales, yo les pregunto, ¿y cómo llegan al orgasmo? Entonces ellas me explican las diversas formas en que lo logran. Muchas experiencias en la novela no son mías, sino que son vicarias. Y por otro lado, ese tanteo que uno hace hacia esas personas se hace sin prejuicio alguno pero siempre curioseando, y muchas veces te encuentras que no se molestan, son muy pocas las que se incomodan cuando se les aborda sobre esa temática tan tabú, que cada vez lo es menos gracias a Yocahú. Entre una cosa y otra contestan tus preguntas y tú vas estructurando. Pero aquí sigue dándose ese fenómeno de la literatura en el que las cosas siguen por su propio cauce. Tú intentas enviarlo por otros márgenes pero ese personaje se rehúsa a seguir las pautas que el autor le dicta. Como que va por su propia ruta, y a fin de cuentas uno dice ¡Ah, pal carajo, pues sigue por ahí! En los cuentos eso ocurre en menor grado por la brevedad del género.
También, entre medio de las dos orejas hay un archivo propio en el que, ocasionalmente, tú escribes algo como un trazo, como un boceto, por el cual crees que te vas a dejar llevar y no siempre ocurre así. A veces tú planificas un personaje como personaje protagonista y acaba siendo antagonista. Tú planificas un mero actante, un personaje de segunda, y él solo se impulsa a primer plano. ¡Pues, jódanse, repártanse como quieran, coño, yo no me voy a poner pulsear con eso!
El que escribe muy pocas veces calca una persona de la vida real hacia un personaje literario. Casi siempre lo que hace es que lo arma, lo monta. Yo puedo montar un personaje con unas características tuyas y otras mías, y de esa amalgama saco alguien que tiene de ambos pero que no es exactamente ninguno de los dos. Los personajes muy pocas veces, creo, son un calco de alguien. Muy contadas veces. Casi siempre es eso, ese armar el rompecabezas. ¡Táquete, y ahí sale el personaje!  
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Antonio Aguado Charneco nació en Arecibo, tierras del Cacique Jamaica Aracibo, señor de las márgenes de Abacoa. Es narrador efectivo en la traslación del lector al mundo primordial, manejador del vocablo taíno y guerrero experimentado en las lides de construir episodios del mundo original de nuestros antepasados, como les llamaba Corretjer. Sobresalen en su obra con fuerza y realismo mágico las novelas Bajarí Baracutey: el taíno de la cueva (1993), mención honorífica en el certamen del Ateneo; Anacahuita: Florespinas (2006, EDUPR), primer premio en los Juegos Florales de San Germán. Así como Ouroboros: seis cuentos galardonados (1985), premiado por la UNESCO y Sendero umbrío –cuentos- (1997). Entre sus obras inéditas destacan las novelas Guarocuya (3ra de la saga indigenista); Mediomundo (en torno a unos inmigrantes de Islas Canarias); LuzAzul (de temática erótica) y las colecciones de cuentos: Narcocuentos; Al sur del ombligo; Flores de muerte (relatos de Méjico); Cuentos con Zeta; Hálitos del Averno (antología) y Soseiva Sotaler en los Umbrales Umbríos. También tiene varios libros de ensayos.

domingo, septiembre 04, 2011

En las letras, desde Puerto Rico: Envío, coda, y, a modo de posdata, los rostros del collage

por Carlos Esteban Cana

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A manera de posdata. José Luis Vega finalizó su prólogo a la antología de cuentos Reunión de espejos con un Envío y coda. De igual manera hago lo propio. Envío y coda. A Alejandro Tapia, a Manuel Alonso, a José Gautier Benítez y Rivera, a Cayetano Coll y Toste, a Luis Lloréns Torres, a Miguel Meléndez Muñoz,  a Antonio S. Pedreira, a Concha Meléndez, a Margot Arce de Vázquez, a Nilita Vientós Gastón, a Enrique Laguerre, a Julia de Burgos, a Luis Palés Matos, a Abelardo Díaz Alfaro, a René Marqués, a Emilio Díaz Valcárcel, a José Luis González, a Pedro Juan Soto, a Cesáreo Rosa Nieves, a José Emilio González, a Julio César López, a José Ferrer Canales, a Francisco Matos Paoli, a Ricardo Alegría, a Juan Antonio Corretjer, a Evaristo Rivera Chevremont, a José María Lima, a Hugo Margenat, a Vicente Rodríguez Nietzche, a Marina Arzola, a Juan Martínez Capó, a Angelamaría Dávila, a Clemente Soto Vélez, a Armindo Núñez, a Manuel Joglar Cacho, a Manuel de la Puebla, a Joserramón Melendes, a Pedro Pietri, a Edgardo Sanabria Santaliz, a Marta Aponte Alsina, a Eugenio García Cuevas, a Jesús Tomé, a Josean Ramos, a Nelson del Castillo, a Ana Lydia Vega, a Luis Rafael Sánchez, a Eric Landrón, a todos los que están antes y entre ellos. A cada una de estas personalidades va mi mayor admiración por lo que su obra significa para la cultura puertorriqueña. Cada uno de ellos serían, además mi auditorio perfecto para mostrar mis respetos, quizás otro Envío y coda, a los que, como agua que fluye inagotable, han venido después y día a día, provocan o registran nuestra crónica cultural y literaria.

Es claro que hay varias de estas personalidades contemporáneas que son polifacéticas y la tentación de nombrarlos a todos, en cada uno de los géneros que se destacan, es palpable, pero hagamos esto como si de la carátula del Sgt Pepper’s Lonely Heats Club Band se tratara, con la diferencia de que la selección sería responsabilidad de mis cuatro intereses: el creativo, el crítico, el periodista y el gestor. Ojo, que si hay ausencias notables es que, probablemente, algunas de esas ausencias, sean los propios protagonistas de mis entrevistas.

Los rostros poéticos de la esfera boricua que trasladaría al collage creativo serían Vanessa Droz, Magaly Quiñones, Mayda Colón, Amarilis Tavárez, Federico Irrizary, Yván Silén, Yvonne Ochart, Etna Iris Rivera, Aurea María Sotomayor, Edgardo Nieves Mieles, Noel Luna, Madeline Millán, David Capiello, Jaime Marcano Montañez, Juan Carlos Rodríguez, Michelle Rodríguez, Javier Ávila, Xavier Valcárcel, Hjalmar Flax, José Santos, Irizelma Robles, Iris Mónica Vargas, Chloé Georas, Yarisa Colón, Angel Antonio y Neysa Jordán. Ese mosaico que correspondería a la creación estaría incompleto si no se incluye aquellos escritores se dedican a la narración y al ensayo. Los rostros seleccionados serían Emilio del Carril, José Manuel Solá, José Pepe Liboy, Stefan Antonmattei, Emmanuel Bravo, Luis Negrón, Rafa Franco, Juanluis Ramos, Vanessa Vilches Norat, Magali García Ramis, Camilo Santiago, Jackeline Rivera, Lourdes Vázquez, Eduardo Lalo, Pedro Cabiya, Bruno Soreno, Max Resto, Marithelma Costa, Francisco Font.

Los seleccionados para configurar esa dimensión que hace arte con el registro de la crónica cultural y el periodismo que se ocupa de la literatura serían: Caridad Sorondo y Gil Raldiris por las producciones televisivas En la punta de la lengua y Las rutas del Quijote; Ángel Darío Carrero por su serie de entrevistas a personalidades del ámbito cultural; Mario Antonio Rosa por su trabajo con el catálogo de Isla Negra Editores y las páginas de En rojo del semanario Claridad; Millie Gil por la creación y lo que significó el programa televisivo Cultura Viva para los escritores del País; Ana María Fuster por la página cibernética y revista de medios Borinquen Literario; el equipo de periodistas que, de una forma u otra, se ocupan de lo literario y cultural y dan lustre al periódico El Nuevo Día (Tatiana Rivera, Ana Teresa Toro, Carmen Graciela Díaz, Carmen Dolores Hernández y su hijo, también cineasta, Luis R. Trelles, y Alejandro Carpio); En El Vocero merece distinción particular Jorge Rodríguez. Radio Universidad cuenta con programas valiosos que atesoran nuestra cultura literaria como: Agenda de hoy con la periodista Norma Valle; Piedra Papel y Tijera conducido y producido por Rafael Josué Vega, y que en temporadas anteriores tuvo a los periodistas Ana Teresa Toro, a Pablo Arroyo León y Yeniffer Álvarez Jaimes en roles similares; Nelson Vera por su crítica de libros en Las Noticias;  Melanie Pérez y Mayra Santos por el programa En su tinta; El maestro Antonio Martorell y Rosa Luisa Márquez por Uno, dos , tres, probando. En Diálogo, Peri Coss sentó las bases para ese periodismo de excelencia (que luego ha desarrollado en propuestas como Paliques y 80 grados), parámetro que continuó en su más reciente época el periodista y poeta Marcos Pérez, en el suplemento Desafío destaca Mariana García Benítez, y en el equipo de redacción Hermes Ayala. En el periódico Primera Hora se ha ocupado con respeto hacia la cultura literaria la periodista Olga Román, también podemos mencionar a Héctor Aponte Arlequín,

Entre los gestores, esos que tienen o han tenido en sus hombros gran parte del acontecer literario durante los últimos 20 años, estarían: Nina Valedón y Loretta Collins por la revista Tongüas; Awilda Castro por los diversos y dinámicos eventos literarios que por un lustro marcaron el principio de la década anterior; Nicole Delgado por la revista Zurde en el área oeste y la fundación junto a Xavier Valcárcel de Atarraya Cartonera; Vilma Bayrón por toda la gestión que generó el Proyecto del Fomento del Quehacer Cultural; Luis López Nieves por ser el fundador, arquitecto y mentor del Programa de Escritura Creativa de la Universidad Sagrado Corazón; Julio César Pol por ser el corazón de El Sótano 00931 durante su primera época, gestor de la emblemática reunión de escritores De-Generaciones y editor (junto a Loretta Collins, Nicole Cecilia Delgado y este servidor) de la antología Los rostros de la Hidra; Manuel Martínez Maldonado, como Presidente de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña y miembro de la Junta del Pen Club, ha sido responsable de importantes visitas de escritores internacionales como Luis Antonio de Villena y Francisco Brines; Miguel Algarín por la fundación del Nuyorican Poets Café; Alberto Martínez Márquez por su enorme labor, ya sea desde la antología que realizó junto a Mario Cancel (que dio perfil mayor a los escritores desarrollados en la década del 80) El límite volcado, o los medios radiales y regionales en el área oeste, o desde publicaciones cibernéticas como Letras Salvajes o El Poeta Invitado; Carlos Roberto Gómez por la enorme contribución que representa el catálogo de Isla Negra Editores para la literatura en Puerto Rico durante los últimos 20 años; a Ángel Matos, creador de la publicación En la orilla y organizador diversas peñas literarias como Amurallados;  Rafa Acevedo por la selecta editorial La secta de los perros; Samuel Medina por la revista y el proyecto editorial Agentes Catalíticos; Dalia Nieves por la Feria Internacional del Libro; Axel Alfaro e Isabel Batteria por el registro original y creativo que se desarrolló en la bitácora Derivas, que aglutinó un grupo de interesantes creadores; Leticia Ruiz y Abdiel Echevarría por la revista y colectivo Identidad; Gloria Tapia por el catálogo de publicaciones periódicas que la Oficina de Revistas del ICP ha ofrecido a lo largo de los años con propuestas como CulturA, ICePé cómic, Resonancias y la continuación de la emblemática y legendaria Revista del Instituto de Cultura, fundada por Ricardo Alegría y coordinada actualmente por la escritora Beatriz Santiago Ibarra; Elidio la Torre por el catálogo de obras que Terranova Editores ha levantado durante la primera década del siglo XXI, lo que le ha permitido además rescatar textos valiosos como El canto a la locura de Francisco Matos Paoli o Poemas de la muerte de José María Lima; Myrna Nieves, por ser una de las fundadoras del Boricua College en Nueva York y organizar de forma consecuente la Serie Invernal de Poesía por tres lustros; Mairym Cruz Bernal por la fundación del grupo Puertas, por la estrecha vinculación con el comité organizador del Encuentro Internacional de Escritoras (eventos que tienen puntos de contacto con los magnos eventos coordinados por Loreina Santos Silva) y por sus talleres de literatura confesional, cantera inmensa de nuevas voces poéticas; Marcos Reyes Dávila por una labor monumental con la revista Exégesis, similar a la que levantó Nilita Vientós en Asomante-Sin Nombre y Manuel de la Puebla en Mairena-Julia; a Víctor Federico Torres por continuar la quijotesca labor de Josefina Rivera de Álvarez con su Diccionario de Escritores Puertorriqueños bajo el sello editorial de Plaza Mayor; Pedro López Adorno por los inmensos Papiros de Babel;  Adolfo Jiménez Corretjer, investigador incansable de la tradición de revistas culturales y literarias en Puerto Rico; Juanmanuel González y Zuleika Pagán por ser el motor de la nueva etapa del Sótano 00931, lo que ha transformado a la revista-colectivo en un proyecto editorial; Yolanda Arroyo por tener en Boreales el prototipo de blog cultural en el que existe una mesa amplia para su obra y la de otros escritores. Arroyo además desarrolla una intensa labor con la fundación de una editorial, una revista y certámenes literarios; los libreros del casco de Río Piedras, una de las arterias importantes en la cultura literaria del País: Marvia López y José Luis Figueroa de la Librería Isla, Norberto González de la librería que lleva su nombre, Arnaldo González de la Librería Mágica; y Alfredo Torres de La Tertulia (con su sucursal en El Viejo San Juan); Roberto Ramos Perea por su continua labor, desde todos los frentes, en el Ateneo Puertorriqueño, y ahora desde las ondas mediáticas; Yara Liceaga por la serie de eventos Poetry is busy; Jessika Reyes por el colectivo de lectores Letras Robadas, grupos necesarios para la circulación de obras del patio; Mareia Quintero Rivera por la fundación de la Maestría en Gestión y Administración Cultural de la Universidad de Puerto Rico; Néstor Barreto por su contante tránsito desde avenidas creativas poco frecuentadas que ha culminado en el 2011 en la creación de una nueva editorial que lleva el nombre de Colección Maravilla;  Miguel Ayala, gestor de la bitácora Panaceas y placebos, Guarionex Morales, director del conjunto coral de música sacra Orfeón San Juan Bautista y Brenda Hopkins Miranda prestigiosa compositora y pianista de jazz, por ser músicos intensamente relacionados con la literatura.

En la dimensión que correspondería a la crítica y los intelectuales, colocaría en esa carátula  rostros tan diversos de humanistas que, en algunos casos, no se tomarían un café en la misma mesa. Personalidades como los de Luis Felipe Díaz, Iris Zavala, Rubén Ríos Ávila, Ramón Luis Acevedo, Arturo Echavarría y Luce López Baralt, Juan Gelpí, Lilliana Ramos Collado, Mario Cancel, Mercedes López Baralt, Nivea de Lourdes Torres, Rafael Bernabe, Fernando Picó, Carlos Pabón, Pedro Reina, Juan Duchesne, Carlos Vázquez Cruz, Ché Paraliticci y Manuel Clavell Carrasquillo podrían ser incluidos.  

A ellos y a los que están entre ellos. Y lo repito, a ellos y los que están entre ellos, a los que no pude nombrar pero que tienen una obra valiosa y provocativa para figurar en esta carátula, que ya por la cantidad de nombres y diversidad de personalidades podrían ocupar no una, sino dos carátulas. Y también a los apalabrados del futuro, a los creadores que vendrán después.

Y finalmente a quienes son y han sido parte esencial de Taller Literario durante 20 años. Sí, mi gente, It was twenty years ago today, y sus asociados: Tony Aguado, Amílcar Cintrón, Angelo Negrón, Wanda Cortés, Juan Carlos Fred Alvira, Nilda Soto, Rodrigo López Chávez, Yvonne Petrovich, Carlos Ramón Cana, Adamaris Zambrana, Yareliz Torres, Edison Viera Calderón, Joel Villanueva (QEPD), Luis Pérez, Ángel Parrilla, Jesús Matos, Felito Rodríguez, Buyi Caraballo, Franqui Figueroa... … …

¡Y ya! Detengo los dedos, cómplices traviesos con trazos y fragmentos de memoria, que han continuado su incesante fluir entre las diversas letras y códigos, porque de no hacerlo tendría que soltar el teclado y gritar: “I got blisters on my fingers!!!!”

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Carlos Esteban Cana intenta Ser.

sábado, septiembre 03, 2011

En las letras, desde Puerto Rico: invitación a la nueva temporada

por Carlos Esteban Cana


Hay personas y medios que no le dan verdadero valor al periodismo que se ocupa del panorama creativo de un país. Sin embargo, estoy seguro que ejercer el oficio de periodista cultural, por mi parte, ha sido la mejor inversión que he realizado en mi vida. De una u otra forma el creador, el narrador, el poeta, el lector que intento ser ha sido fortalecido con las múltiples conversaciones que he tenido a lo largo de los años con cuentistas y novelistas, con poetas o ensayistas, humanistas o académicos, editores o libreros. Ya fuera desde las sencillas ediciones de Senderos en 1988 (¡Gracias por la oportunidad, Angelo!) en Cataño, en Taller Literario durante los 90’s, en la Oficina de Revistas del Instituto de Cultura Puertorriqueña después, como invitado a El Sótano 00931, en las páginas de Diálogo y otras publicaciones, impresas y cibernéticas, que esporádicamente reproducen mis colaboraciones, he sentido el placer de colaborar con la crónica cotidiana que ilustra el universo amplio y diverso de las letras en Puerto Rico.

Asalariado o no, agradecido de la remuneración cuando la hubo o desde esta vocación que no se mueve por el lucro. Incluso cuando fui parte del proyecto San Juan en Comunidad, precedente de lo que hoy es ese valioso medio que conocemos como Prensa Comunitaria. Tampoco puedo pasar por alto los años que pasé detrás de los controles de canales televisivos especializados en oferta cultural. Por lo antes mencionado puedo asegurar que nada era ripio, nada era pérdida de tiempo o conformismo ante las circunstancias imperantes. En algún lugar leí, creo que de Roger Chartier, que la inversión que hace un sujeto cuando se acerca e interesa en la cultura es difícil de ver y de palpar, pero está ahí, más allá de lo que a simple vista se observa.

El radio de acción del periodista cultural es amplio y vasto, por eso las entrevistas, por eso las reseñas, por eso el análisis, por eso el deseo de darle voz a los que aún teniendo una propuesta de valía se les excluye con pretextos cargados de prejuicios o por otros accidentes ajenos a la obra. Afortunadamente, desde la periferia y la distancia, incluso desde el margen, uno ve mejor. Por otro lado (y esto le ocurre a muchos y muchas colegas  de cuyos nombres no quiero acordarme) es difícil servir cuando uno se cree el centro permanente alrededor de cual giran todos los demás. Creo, eso sí, en la mesa redonda, amplia, en la polifonía de voces que devela el perfil macro con cada uno de sus matices. El periodismo cultural que intento hacer aspira a esos horizontes.

Puntializado lo anterior, les doy la bienvenida a un nuevo ciclo de En las letras, desde Puerto Rico. En esta nueva etapa desarrollaremos diferentes series, unas que abarcan acontecimientos importantes en la cultura puertorriqueña, otras que se ocupan de escritores y escritoras internacionales, o en la trayectoria de algún autor particular. Algunos escritores conversarán sobre sus libros, otros sobre su vida, unos lo harán con discreción, otros con un susurro cercano al silencio. Pero todos, de una forma u otra, dialogarán, ya sea mediante entrevista, a través de un fragmento de conferencia o desde una reseña lírica de lo que se transcribió de las ondas mediáticas. Aquí los invitados, los que invito a formar parte de nuestra crónica cultural no integran un club homogéneo. La diversidad creativa es la energía que mueve la aguja de la brújula.

A continuación una muestra de lo que viene. No están todos los que son, ni son todos los que están, pero este inventario puede darle idea a usted de la infinidad de personalidades que conversarán con nosotros desde este boletín. Póngase cómodo en su butaca que viajaremos por el amplio universo de la creación literaria.

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En el 2011 se cumple una década del fallecimiento de la escritora Olga Nolla, y nosotros hemos querido rendirle homenaje recordándola en su propia voz, con su sonrisa a flor de piel, escuchándole hablar de su obra, en sus propias palabras.

Olga Nolla: Ramón Luis Acevedo ha dicho que utilizo la narrativa como recurso poético. Digo, ésa es mi intención. Mi intención es utilizar en poesía la narrativa como un recurso adicional, de la misma manera en que utilizo la historia en la narrativa como un recurso literario. Porque cuando yo me acerco al mito de la fuente de la juventud en El Castillo de la Memoria y tomo a Juan Ponce de León, con su propio nombre (no cambio nombres ni nada, es el mismo personaje histórico), pero asumo que encuentra la fuente de la juventud, estoy violando la historia porque sabemos que nunca la encontró. Se murió como se murieron todos, pero yo asumo que la encuentra. Mi propósito es asumir el mito y violarlo como una excusa para hacer un recorrido por la historia de Puerto Rico por 400 años. El lector me sigue con ese personaje que no muere y regresa a Puerto Rico donde vivió por 400 años. Así puedo entonces unir un poco, a manera de atar cabos sueltos, la historia e intrahistoria y nuestro proceso como pueblo, nuestra formación nacional. Estoy usando la historia literariamente para construir literatura.

Che Melendes, por su parte, ha conversado con este servidor en varias oportunidades. Recuerdo muy bien la primera ocasión cuando los humanistas Eugenio García Cuevas y Rubén Soto organizaron un magno homenaje a su obra. Este fragmento, sin embargo, fue fruto de una entrevista que le cursé en la Librería Isla. En la misma hacía comentarios acerca de su libro Senotafio.

Che Melendes: Senotafio es un sepulcro para la ausencia de algo, es algo, un homenaje a una ausencia, y estos poemas que se han acumulado son un canto a los poetas hacedores de eso que es la poesía, que para nosotros es impactante.

Néstor Barreto, quien acaba de inaugurar una nueva editorial que lleva el nombre de Colección Maravilla con un flamante catálogo de nuevas y veteranas voces como lo son Carlos López Dzur, Neysa Jordán y Bruno Soreno, hizo lo propio cuando nos habló de su libro :

Néstor Barreto: La metáfora dominante en es la espesura, el matorral. Yo le llamo la asimetría atrópica o también le digo anatropía, y su animal emblemático, totémico, es el ruiseñor.

Magaly Quiñones es una de las principales poetas del País. Cuarenta y dos años han pasado desde la publicación de su primer poemario Entre mi voz y el tiempo. Con una producción activa y consistente, creyendo cabalmente en su oficio, Quiñones se ha colocado como un referente obligatorio cuando de la poesía contemporánea se trata. En este fragmento seleccionado nos habla de sus inicios.

Magaly Quiñones: Yo empecé a escribir desde bien pequeña. Ya a los ocho años  tenía mi libretita de poemas escondidita en las gavetas. Cuando estaba ya en escuela superior conocí a una poeta arecibeña que se llamó Carmen Alicia Cadilla. Carmen Alicia me dio la confianza de que lo que había escrito tenía valor.

A través de los años, infinidad de escritores internacionales han visitado las costas boricuas por diferentes motivos, unos para promocionar sus libros, otros para ofrecer seminarios y talleres. A continuación adelantamos algunos comentarios de varias de esas personalidades.

Nunca se me olvida una frase lapidaria de Laura Restrepo acerca de que no hace a la tarea del escritor acercarse al poder. Decía la autora colombiana: “Hay que mantenerse lo más alejado posible”. Cuando promocionaba su novela La isla de la pasión, reflexionaba sobre el arte de escribir y apuntó lo siguiente:

Laura Restrepo: Tú escribes para las tripas, con toda la pasión y le dedicas horas. Yo me tardo tres años de investigación, de cuántas horas de trabajo que da hasta pena confesar. Yo escribo y escribo. Yo no le quiero poner adjetivo a su propia cosa. La literatura es escribir.

La española Rosa Montero visitó la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico (de donde soy egresado) y conversó sobre el arte de la novela.

Rosa Montero: Las novelas son como los sueños de la humanidad y la relación del escritor con la novela es como la del durmiente con el sueño. Tú cuando sueñas por la noche, de repente puedes soñar que te salen unas alas rojas en la espalda y que vuelas por encima de Pekín. ¿No? Bueno, eso no tiene nada que ver con tu vida. Ahora bien, durante ese sueño, tú sientes unas emociones poderosísimas. Puedes tener ese sueño y estar llorando a lágrima viva con una angustia enorme o puedes estar felicísimo, muerto de risa o puedes estar con miedo. ¿Por qué son esas emociones tan fuertes? Porque verdaderamente ese sueño significa algo muy profundo tuyo. Es una parte de tu psiquis más profunda que está saliendo a la luz bajo esa forma metafórica. Pues con las novelas pasa igual. O sea, que lo que yo cuento tú lo lees, y, desde luego, harás muy mal si adjudicas eso que cuento a mi vida, en la superficie, en el detalle, en la anécdota. Ahora en el significado profundo metafórico, simbólico, nos desnudamos todos, muchísimo. Escribir una novela para todo escritor es como sacarte un pedazo de hígado. Absolutamente. Es algo que viene de la parte más profunda tuya.

La mexicana Elena Poniatowska es una de esas escritoras que siempre son necesarias para todo un pueblo, para toda una nación. En varias ocasiones, en la última década, a visitado el país, y en todos esos eventos ha dejado una huella inolvidable entre quienes la escucharon. Aquí, cuando resumía parte del asunto de su novela La piel del cielo y reflexionaba acerca de la situación de la mujer.  

Elena Poniatowska: Las mujeres se completan a sí mismas ¿no? No necesitan a nadie más para ser, y eso yo creo que es una de las grandes victorias, no del feminismo, pero sí de la grandes victorias de la evolución de las mujeres, ¿no?, que la mujer vale por sí sola, se completa sola y le da un sentido a su vida que no es de dependencia, es de libertad. Y eso es importante, porque un ser libre, realmente, es un ser que merece el respeto de todos.

Pero volvamos a los escritores nacionales, aquellos que nutren las arterias de este boletín. Sin lugar a dudas Marta Aponte Alsina va construyendo una obra que sobrevivirá el paso del tiempo (aseguro que no necesita de agentes literarios). Sexto Sueño es una prueba de lo anterior. Una novela en la que los personajes se apoderan de los espacios y hablan por sí mismos. Sexto Sueño, su penúltima entrega editorial, es la historia de un criminal que trata de domesticar la violencia que le habita. Fue precisamente en una sesión del Taller de Apreciación Literaria que ofreció la poeta y narradora Marithelma Costa, donde Aponte Alsina conversó sobre esta novela. En este pequeño fragmento escuchamos a la autora referirse al proceso de documentación:     

Marta Aponte Alsina: En la documentación todo sirve, la experiencia de una compañera de trabajo, algo que se ve en la calle. Todo de alguna manera sirve, es como algo aleatorio. Tú encuentras objetos y lo vas integrando ahí, después que tengas como el río, como la trama, como algo que está encaminado en la narración. Y son etapas que pueden ser o sucesivas o simultáneas porque uno realmente nunca termina de investigar hasta que dice: ‘¡Ya! ¡Ya tengo esto y ya no me importa lo que haya pasado! No me importa que sea cierto o falso. Yo voy a escribir las cosas como las ve el narrador o la narradora que inventé.’

Durante ese mismo evento, auspiciado por el Proyecto para el Fomento del Quehacer Literario, los talleristas escucharon además a la escritora de literatura infantil Rocío Costa, quien habló de las particularidades del género.

Rocío Costa: Lo que pasa por lo regular es que a los niños se les ve como menores, toda esa cuestión de la palabra pueril. Mucha literatura trata a los niños como que no saben. Y, sin embargo, son maravillosas las cosas que nos dicen. A veces hay gente que plantea que a los niños se les debe tener como protegidos de los problemas, pero los niños se dan cuenta de todo, absolutamente de todo. Y una de las cosas que yo creo que debía hacer la literatura es hablar de los problemas que tienen los niños.

Lo refrescante y curioso de muchas de estas conversaciones es que no pierden vigencia. Las complejidades inherentes a nuestro ambiente editorial provocan que los escritores intenten trascender lo inmediato en sus propuestas porque, en ocasiones, se puede morir en el intento de publicar el libro de turno. Sucede entonces que algunos autores desarrollan una capacidad inmensa para esperar, esperar y esperar a que el editor le atienda. Hace varios años cuando Ángel Matos, poeta y gestor cultural, concertaba el junte de los amurallados en la sede de la Fundación Nacional para la Cultura Popular en el Viejo San Juan, conversó conmigo acerca de lo que con el tiempo sería Barcos de papel, libro que actualmente circula en las librerías del patio. Con su forma característica de comunicarse, apuntó cuando le preguntamos qué le ocupaba en esos momentos:

Ángel Matos: Me ocupa el mar, me ocupan mis crisis existenciales que están a flor de piel. Todo para mí es una excusa para crear. Así que ahora yo estoy gozando con mis crisis existenciales.

Me une una estrecha amistad con la escritora Iris Mónica Vargas. Ella me dio el privilegio de formar parte de la publicación cibernética El viaje del poeta. Una complicidad creativa que, sin duda, me ha permitido crecer en el oficio. El fragmento de entrevista que comparto a continuación me trae su nombre a la memoria. Quien hablará no será ella, sino el escritor Juan Carlos Rodríguez, autor del excelente poemario Rehén de otro reino, de la Editorial Tiempo Nuevo. En esa ocasión él ofrecía un recital junto a Noel Luna y Javier Ávila en la librería Cronopios. En ese evento, con grabadora en mano, fue que conocí a la poeta. Aquí un extracto de lo que me comentó Juan Carlos en aquel recital.   

Juan Carlos Rodríguez: Hay poetas en el pasado de los que nos hemos estado nutriendo, algo evidente en las conversaciones con los compañeros Noel (Luna) y Javier (Ávila); estamos hablando quizás de Aurea María (Sotomayor) que había llegado a esa síntesis, a poetas como Hjalmar Flax, ciertamente.

Por su parte, Noel Luna, autor de poemarios como Teoría del olvido y Música de cámara se ha ganado el respeto de la crítica especializada por el cuidadoso cultivo de las formas clásicas. En esa misma velada, que fue auspiciada por los organizadores del Certamen de Poesía del periódico El Nuevo Día, Luna nos comentó:

Noel Luna: Por lo regular se piensa en las formas clásicas justamente como formas agotadas, en la medida en que han sido trabajadas largamente. Sin embargo, las formas, más allá de ser límites estrechos, aunque lo son, son más que nada máquinas de hacer literatura.

El catálogo editorial de Isla Negra Editores representa parte de lo más granado de las últimas dos décadas de cultura literaria en Puerto Rico. El editor y también poeta Carlos Roberto Gómez ha realizado en sus páginas una especie de confederación donde convergen escritores de las tres Antillas Mayores. Dentro de ese catalogo resalta Cada vez te despides mejor, de José Pepe Liboy, como uno de los libros más importantes de la pasada década, título que demandó lo mejor de la capacidad de Gómez como editor.

Carlos Roberto Gómez: Un comentario que voy a hacer sobre lo que es la edición de una obra dispersa. Recolectar a duras penas la obra dispersa de Pepe Liboy nos tomó dos años. Y todavía hay cosas por ahí que me imagino que él ni sabe donde las puso.

Al igual que Liboy, otro autor que goza de un prestigio destilado a través de los años es Antonio Aguado Charneco. Sin prisa pero sin pausa este escritor arecibeño es creador de la primera trilogía tainista del Caribe. La triada Bajarí Baracutey, Anacahuita, y Guarocuya ha sido premiada en diversos certámenes por su excelencia. A partir de este mes de agosto, y comenzando con LuzAzul, novela que tiene como telón de fondo una huelga universitaria, varios títulos de Aguado Charneco circularán en las librerías. En una de nuestras múltiples conversaciones, a las que por tácito acuerdo nunca ponemos punto final (una especia de conjura contra el destino), Tony, como se le conoce, nos habló de la confección de los personajes.

Antonio Aguado Charneco: Cuando uno construye un personaje, como escritor uno aspira y procura que de las páginas salga esa mano que agarre el corazón del lector.

Antes de Casquillos existió un libro más discreto titulado Comunión antropoética. Poesías como Panes y peces, Pequeños bodigos, Corbatas y Si te digo niña, entre otras, se han desprendido con facilidad de sus páginas y han quedado impregnadas en la memoria del lector. Este libro fue la excusa que nos permitió conversar con David Capiello Ortiz acerca del proceso que define a un escritor. Con una muestra basta.

David Capiello Ortiz: No hay escritores si primero no son lectores, y los espacios se leen, las personas se leen, las situaciones se leen. Como parte de mi trabajo como lector yo tengo que ir a esos espacios y leer esos espacios. Algo tan sencillo como vivirlo, leerlo, es parte de mi proceso y mi responsabilidad como escritor.

Si existe un poeta capaz de hacer belleza del ejercicio de la lectura lo es Mario Antonio Rosa. Hace tiempo que este autor nos debe una recopilación de las reseñas y prólogos que ha realizado a lo largo de los años. Ya sea en la prensa escrita, en el internet, o en las páginas de un libro, la reflexión sagaz de este escritor ha focalizado su mirada en la obra de los escritores que emergen durante los últimos 20 años. Dejemos que el propio Mario nos hable del placer que le provoca la lectura.

Mario Antonio Rosa: Es como cuando tú lees el poema que le escribe Federico a Ignacio Sánchez Mejía, La sangre derramada. Tú cierras los ojos y lo puedes sentir, y puedes ver toda esa situación cuando el toro, prácticamente, masacra a Ignacio, lo mata en la cornada. Entonces tú ves todas esas imágenes como en una película. Siempre se da una situación de que tocas el libro y sientes lo que te puede decir. Si no te dice nada no lo abandonas, lo pospones hasta que llega el momento que ese autor, ese libro, te puede decir algo.

Otro escritor que destiló con entusiasmo su pasión por la lectura lo fue Alfredo Villanueva. Radicado en Nueva York este poeta boricua ha impactado la Gran Manzana desde 1985 con títulos de contundencia como lo son El imperio de la papa frita, Pato salvaje o Mala leche.

Alfredo Villanueva: Siempre he dicho, nadie se acuerda de un poema completo pero se acuerda de un fragmento de un poema. Y ese fragmento del poema le estalla una y otra vez. Tú puedes estar 20 años después de haber leído lo que llamo un poema cursi Este domingo triste pienso en ti y de repente llega un domingo que estás triste, piensas dulcemente en alguien, y ese poema te vuelve a salir, y tú te quedas como ¡Auch! te duele. Porque la poesía que es buena duele, duele por que es como un cuchillazo que le dan a uno, porque la memoria hace que uno recupere. Yo vivo obsesionado por fragmentos de poemas. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. La noche está estrellada y ya no está conmigo. No tiene que ver con el idioma, es cualquier poema que tú hayas podido leer en el original. Tú te quedas con una de esas líneas y la llevas toda la vida contigo. Cuando menos tú lo esperas salta de nuevo y vuelve a ser vigente.

Si de críticos académicos hablamos, Luis Felipe Díaz tiene un lugar destacado en nuestro panorama cultural. Sus libros Modernidad literaria puertorriqueña y La na(rra)ción en la literatura puertorriqueña , entre otros, son referencia obligada para quienes quieren profundizar en el conocimiento de la literatura puertorriqueña. Podríamos hablar largo y tendido sobre su obra, pero hagamos pausa para escucharle.

Luis Felipe Díaz: El texto crítico también es un texto poético. No deja de ser poético. Ahora, ¿hay más poesía y menos poesía? ¿hay más conciencia de metáfora y menos conciencia de metáfora? Mientras menos conciencia de metáfora hay en cuanto a contenido e ideología, más poético se es. La poética, creo yo, es bien subliminal.

Es inevitable no ser consecuente, insistir con las mismas preguntas, debido a que las respuestas que dan los escritores son diversas y múltiples, incluso sobre un mismo tópico. La poeta Mayda Colón publicó en el 2008 un texto ambicioso en lo que a propuesta estructural se refiere. Dosis es el título del libro que provocó nuestra conversación. Y en esa oportunidad le pregunté sobre aquello que le definía.

Mayda Colón: Tú me das a escribir un poema de amor y a mí se me cuelan las calles en él. Yo no tengo opción. Yo no tengo alternativa. Yo creo que si algo me puede definir a mí misma sería la escritura social.

No importa lo que el sujeto, ese que siente pasión por la creación apalabrada ejecute como oficio para sobrevivir, siempre esa vocación de escritor se rebela y revela como algo central y no subordinado en su propia vida. Acerca de eso comenta el poeta y fundador del Sótano 00931, Julio César Pol.

Julio César Pol: La vocación mía de escritor es igual de importante como la mía de economista. Una vez, en una entrevista de radio, me lo preguntaron y contesté que me parecen dos partes indispensables de lo que yo soy, de lo que me constituye.

En esa misma dirección escuchamos al novelista Antonio Skármeta reflexionar acerca de su rol como intelectual. Apreciado en Puerto Rico, este narrador chileno es recordado por su participación en diversos programas de la serie En la punta de la lengua, que producen de manera encomiable Caridad Sorondo y Gil Raldiris. En una de sus visitas, Skármeta presentó en la Universidad de Puerto Rico el libro Vía crucis y redención del calvo del poeta Eric Landrón, en otra ocasión fue el invitado especial en el relanzamiento de un disco compacto de Silvia Rexach, en el que la compositora interpretaba sus propias creaciones. En esa ocasión nos dijo:

Antonio Skármeta: Soy un intelectual que le gusta la gente, que le gusta acercarse a los lectores. Y mi tarea como intelectual, como hombre latinoamericano, como una persona chilena política, es justamente ampliar los horizontes. Ampliar los horizontes de imágenes que se le ofrecen a la gente para mantener alerta su sensibilidad, despierta su imaginación, y eso la literatura lo puede lograr de maravillas.

Y para quien piensa que hacer periodismo cultural no conlleva riesgos, comparto con ustedes parte de una amena conversación que sostuve con la conocida narradora argentina Angélica Gorosdicher.

Angélica Gorosdicher: Todos mis libros son distintos. Lo que pasa es que la marca de la ciencia ficción es muy fuerte. Yo no escribo literatura realista. No puedo. No me sale. Siempre pasa algo. Siempre empieza todo muy suavemente y, de repente, le doy con el fierro al lector en la cabeza. Y bueno, lo jodo. ¿Qué quieres que le haga? Porque hay algo que interviene allí que no tiene nada que ver. Y Dios me libre y me guarde, no me vayas a hablar de realismo mágico porque te pego.

Son muchas las experiencias que atesoro de esas y otras conversaciones. Y repito, no son todos los que son ni son todos los que están. En las próximas semanas los lectores del boletín En las letras, desde Puerto Rico, si lo permite el Universo, podrán disfrutar de forma íntegra lo que hemos presentado a modo de muestra, y escucharán, sorpresivamente, otras voces que por razón de espacio no hemos incluido. Nos vemos pronto y salud para todos.
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Carlos Esteban Cana es comunicador y escritor. Fundador de la revista y colectivo Taller Literario, un espacio de democratización en las letras puertorriqueñas. Se ha desempeñado como coordinador editorial, periodista cultural independiente, y ha laborado además en la industria televisiva. Su obra creativa se ha publicado en revistas y periódicos nacionales como El Sótano 00931, Ciudad Seva, Narrativa Puertorriqueña, Letras Salvajes, CulturA, Diálogo y El Nuevo Día, entre otros. En lo que se refiere al ámbito internacional su narrativa y poesía ha sido publicada por Escaner Cultural, Zona de Carga, Palavreiros, Abrace y el Boletín de Nueva York, entre otros. Recientemente algunos de sus cuentos han sido traducidos al italiano. Ha participado, además, en diversos medios de comunicación reflexionando acerca del panorama cultural en el País.