sábado, marzo 18, 2006

Desnudez

Por Angelo Negrón

La fantasía merodeaba la habitación. Lujuria y pensamientos daban vueltas junto al abanico de techo. El ruido de los autos en la avenida cercana no osaba acallar gemidos y miradas de deseo. A la izquierda; el cuarto de baño aún exhalaba el vapor del agua caliente que disfrutamos juntos. Enjaboné su espalda, lavé su cabello, afeité sus piernas y nos besamos por mucho rato debajo de aquellas gotas que hervían menos que nuestras ganas…

Sus manos acercaron mi boca a su pecho y me atacó con sus pezones. Bebí de su deseo. Mis manos buscaban acariciar su recién rasurada oquedad, pero ella me detenía, lo sé, para exasperar mis ansias. Cerró la llave que le daba paso al agua y con ello, ante el pensamiento de la cercanía de su entrega, mi erección palpitó en pos de la búsqueda de su contraparte. Saboreé sus senos, acaricié su cabello mojado y las gotas que corrían por su cuerpo me llevaron consigo por el recorrido de su piel. Rodó la cortina y alcanzó las toallas. Nos miramos. Sin pronunciar palabras decidimos no utilizarlas y meternos mojados a la cama. Al salir de la tina, busqué ver su rostro en el espejo y el empañamiento no me dejó. Desvié mi mirada y enfoqué sus nalgas que en clásico caminar se divertían con mi antojo de acariciarlas. Llegamos a la cama: Horizonte disfrazado de verde menta. Abrazados pasamos por aire, viento y tempestad.

Por primera vez no utilizábamos una habitación de alquiler por lo que carecíamos de la prisa habitual. Estaríamos, (por fin), juntos durante aquella y dos noches más. La sensación de que cuando amaneciera y abriera mis ojos me encontraría con el ser más transcendental de mi vida me dio los bríos para poseerla varias veces. Justo cuando se catapultó en placeres y me dio permiso para abandonarme a los míos; le dije un enfático no. Quiero y necesito — le mencioné — que continúes sintiendo placer. Ella sonrío y sus ojos brillantes por placeres sueltos me convencieron de que tomé el camino correcto a la lujuria. Su múltiple orgásmica respuesta fue precedida de verdaderos gritos de delectación y de algunas lágrimas de felicidad. El agua de la regadera que quedaba en nuestros cuerpos se mezcló con el sudor compartido y me bebí sus lágrimas en clásica poesía centinela. Saboreé sus sollozos y también sus goces. Nos agotamos, pero no nos saciamos de amor. Su mirada era idéntica a la mía: pura complacencia. Se quedó dormida obligada por ese sutil sentimiento que queda después de haber compartido el alma.

Pasó largo rato y yo seguía despierto. Fue un insomnio ineludible. La había escuchado tantas veces decir que dormía desnuda. Ahora estaba a mi lado soñando, tal vez conmigo o con quien sabe que. Mantenía la hermosa sonrisa que la caracteriza en sus labios. Obviamente yo no relegaría de alimentar mis ojos con su desnudez y nutría mis deseos con ganas de despertarla por sorpresa. Que al abrir sus ojos me hallara probando de su pistilo. Pero, se veía tan hermosa allí, desnuda y protegida por mí. En ese momento nació la idea. Me atacó por mucho rato. Peleaba conmigo ese miedo a ser descubierto haciendo algo incorrecto, pero pudo más el morbo de lo prohibido y me aparté silencioso. Busqué dentro de la maleta: la encontré entre mis ropas y el ruido que hizo el lente óptico al encender la cámara no fue suficiente para que me descubriera. Eliminé el destello del flash, no sólo era muy riesgoso sino que no haría falta; existía suficiente luz. Enfoqué y disparé. Estuve despierto toda la noche. Cada vez que se movía creaba una nueva pose para mí y yo, insatisfecho, quería más…

Ella abrió los ojos varias veces y juro que cada vez que observaba esos dos luceros mi vida se iluminaba. Comencé por hacer lo mismo. Cerraba mis ojos para tener esa sensación al abrirlos de encontrarla a mi lado. Desde entonces cada vez que estábamos juntos lo tomé por costumbre. Aquellas tres noches no volvieron a repetirse. Al principio me sentía algo culpable de haber tomados las fotos sin su consentimiento, pero por suerte me negué a borrar lo que considero uno de mis tesoros. Ese secreto que es sólo mío y que nadie puede quitarme: el de fantasear con la mujer amada, inventándomela aún a mi lado, justo después de ansias compartidas. Las fotos son tan reales que al colocar el disco compacto donde las resguardo y verla modelando exclusivamente para mí en el monitor de la computadora; distingo su piel y rara la vez puedo evitar verlas repetidamente mientras mis manos se regodean en placeres para nada solitarios.

Luego, amplío su rostro y acerco el mío al monitor repitiendo aquello de cerrar los ojos y abrirlos despacio para disfrutarla más aún. Me hace tanta falta mirarla, sentirla, escucharla y complacerla. Ahora, que ella no coexiste a mi lado en minutos de oro, guardo con orgullo y recelo a la amante perfecta en la forma digital de tres punto dos mega píxeles. Ahora, que ella se alejó de mi vida me alegro de haber grabado en una memoria artificial lo que nunca podré suprimir de mi conciente y subconsciente pues es indeleble. Definitivamente nunca borraré de la memoria aquellas tres noches con sus madrugadas; no, nunca olvidaré su hermosa desnudez...

jueves, marzo 09, 2006

Tú y ella

Por Angelo Negrón
 
 
 
 
En un día soleado, y ante tu ausencia, te busqué en la naturaleza de mi derredor.
Miré hacía todos lados y lo que vi, aunque hermoso, se distanciaba de tu belleza sin igual. Entonces decidí dejar de buscarte y poner mi mente en blanco. Me recosté en el suelo y comencé a concentrarme. El sol se colaba entre palmeras y yo sólo atinaba a pensarte cada vez más sin lograr olvidarte…

Opté por caminar hasta la orilla y buscar en la arena algún caracol que me dejase escuchar en sus adentros el sonido del océano. Y fue en ese momento que me llené de sorpresas pues la naturaleza me habló. La primera palabra que dijo fue:

 
Parece que había visto las lágrimas que corrían en mi Alma y que sólo hablaban de ti. Me invitó a desahogarme escribiendo en su piel lo que yo sentía. Así lo hice. Escribí:

Y ella preguntó:

 
Comencé a reírme sin control al ver que entendió que mi pregunta había sido dirigida a ella y no a ti. Entonces; me preguntó si yo estaba:

 
le dije: más bien estoy:

 
con su belleza. Me dijo que ella era más hermosa que tú y dije:
 
 
al descubrir seguridad en mi negación, preguntó:


Reconozco — mencioné — que eres la madre naturaleza, pero de quien te hablo es de un ángel que supera todo lo que cualquier humano haya sentido por ti.

 
Al escucharme decir esto, las olas se agitaron, los vientos soplaron con fuerza y hasta retumbaron varios truenos. Entonces gritó:


Yo sólo contesté:
— Soy el alma gemela de ese ángel que te supera en belleza…

Preguntó insistentemente:

 
Al contestarle que sí, todo se volvió calma. Le comenté que la amé desde niño y como niño aún la amaba, pero como hombre sólo te amaba a ti…
— ¡Quiero saber el nombre de ese ángel! Exigió de pronto, escríbelo en mi piel en este mismo instante. La complací… Cuando terminé de escribirlo; lo borró sin disimular su rabia…
 
Comencé por dibujar en su piel la sensación que sentía en mi estomago cuando te veía:


Y luego: la teoría de que un corazón atravesado por una flecha es símbolo de amor fue lo que se me ocurrió para explicarle que cupido ya nos había flechado.

Cuando escribí:
comencé a saltar con desvarío, las huellas impregnadas en su piel así me delatan…

Descubrió tanta sinceridad en mi alegría que decidió borrar toda nuestra conversación y no se dio cuenta que con ello me ayudó…

Logré sacar una foto tuya de mi bolsillo y mostrarla al cielo. Cuando Naturaleza la observó exclamó:
 

Al darse cuenta de que admiraba tu belleza por si misma trató de cambiar el tema, pero no pudo. Estaba impresionada. Me aconsejó que no perdiera el tiempo en tratar de poner mi mente en blanco nunca más. — Es más gratificante —dijo con melodiosa voz — pensarla. Recuerdala seduciendote y vice-versa.



En ese instante, me mostró la forma de encontrarte y conciente de que era tiempo de que sólo mi corazón hablara; Naturaleza guardó silencio y pareció aplaudir y regocijarse con nosotros…
 
 
Llegué buscándote en los alrededores y por eso la Naturaleza logró inmiscuirse. Debí buscar en mi interior, allí has estado desde el principio de los tiempos, desde antes de haber bailado sobre mí; la danza de las olas. También podría verte en cada lugar al que miro y escribir tu nombre sobre piedra para que sea difícil de borrar, pero tu nombre esta grabado en mi corazón con tinta indeleble y nadie
ni nada, excepto nosotros dos, podrá desaparecer tal sentimiento.



Te amo, que se muera de envidia el universo. Reconozco que tú también me amas. Juntemos pues el poder de esta pasión y compartamos a plenitud este mundo terrenal que se ha convertido en el hogar predilecto de nuestras almas.
 
La madre naturaleza, bendecirá nuestro amor, sólo es cuestión de tiempo…




viernes, marzo 03, 2006

Deseo

Por Angelo Negrón

Me dirijo a ella en la distancia. Extrañándola vivamente. Con el placer de saberme afortunado y tal como si estuviera frente a mí en este instante de soledad extrema. El recuerdo de sus besos, de sus pausadas y a la vez desenfrenadas caricias sólo logra estimularme a tal grado que no dispongo de mi conciencia en esta mañana fría en que no está a mi lado físicamente y me entero que anoche, en sueños, decidió visitar paredes llenas de cuadros pictóricos sin mí. Los celos envuelven mi mente. Mi corazón se niega a aceptar el no tenerla como debió ser en vidas pasadas y como será en vidas futuras al reconocerla como mi alma gemela; mi otra parte.

La amo... Lo reconozco; mi alma esta a la par con los vientos de su pasión y mi cuerpo ansia su cuerpo acoplado de tal forma que podamos ser uno mas allá de toda gravedad; mas allá del infinito próximo. Diversas preguntas invaden mi curiosidad. Mi mente las piensa:

— ¿Volverás por fin a mis labios? Mi boca suplica por tus besos.

— ¿Regresarás a mi cuerpo? Otrora fui mío y ahora soy sólo tuyo.


¡Mírenme! ¡Mi vida danza evolucionando ante la llamada de su cuerpo! Ahora me doy cuenta. ¡Lo confieso! Estuve equivocado al pensar que yo no estaba presente mientras ella observaba el arte plasmado en aquellas paredes. ¡Si! Me llevó con ella desde el mismo día en que besó la comisura de mis labios.

— ¿Saben? ¿Que estoy preguntándoles? ¡Claro que lo saben!

Ella es hermosa en verdad; su rostro me trae fascinado y su cuerpo me obsesiona con el arte de hacer amor. Su cabello se desliza por mis dedos y se siente divino acariciar la piel de su ser a la que le estorbe la ropa.

¡Que me ame! Necesito amarla y que en loco desvarío sienta el roce de su cuerpo sobre el mío... Siempre he agradecido lo que hace por mí. La forma en que me demostró y me demuestra su adoración; la manera en que me cuida. A veces pienso que ella desconoce cuanto deseo corresponderle igual. Me he pasado diciéndole que la amo más de lo que ella me ama. Lo he dicho como una competencia sana porque en realidad sé, y no se lo digan a nadie, que ella es un espíritu celeste; un ángel de alas grandes que miró hacia abajo y me encontró sufriendo despierto de soledad. Compadeciéndose me brindó su ternura infinita; su amor eterno. Pude, entonces, dejarle saber que la amo. Fue fácil. Solamente dije la verdad:

—Te amo cielo y más de lo que te has enterado aún... más de lo que sé reconocer yo mismo...Siempre; siempre seré tuyo…
En ese momento sus alas me abrigaron. Aún me abrigan y gozo del disfrute que representa el regalo de sus besos. Ahora pretendo que me conceda un deseo, (Uno de miles), se lo contaré al viento para que le llegue mi voz en esta súplica sincera. Y por si el viento no cumple, por si no le lleva mi mensaje; lo diré en voz alta. Tal vez ella me escuche y logre que mis requerimientos se conviertan en una promesa cumplida…

— Amor; este es mi deseo: Escápate una noche, deseo ver contigo el amanecer, no sin antes haber apreciado la luna llena brillando sobre tu cuerpo desnudo...