miércoles, abril 27, 2011

EN LAS LETRAS, DESDE PUERTO RICO

(Adiós al dramaturgo y narrador Gerard Paul Marín)

por Carlos Esteban Cana


     En medio del efervescente mundo literario puertorriqueño ocurren eventos que no deben perderse en el anonimato. Por lo anterior, es importante notificar el fallecimiento del dramaturgo y narrador Gerard Paul Marín, autor de obras emblemáticas del teatro boricua como “Cuentos, cuentos y mas cuentos” y “Al final de la calle”. Marín, de 90 años, falleció el pasado 14 de abril de 2011.

     En una ceremonia llena de amigos, entre los que se encontraban la poeta Magaly Quiñónez, la guitarrista Nélida Cortés, y personalidades del ambiente teatral como Victoria Espinosa, Rosa Luisa Márques e Ivonne Petrovich, el escritor fue recordado con alegría y serenidad por su viuda, la poeta Lilliane Pérez Marchand. Por su parte, el polifacético artista Antonio Martorell compartió anécdotas acerca de la amistad que le unió por muchos años con la familia Marín-Pérez.

     Gerard Paul Marín fue además un prolífico narrador. Sus cuentos se encuentran dispersos en periódicos y revistas del País. Por tal motivo, En las letras, desde Puerto Rico hace un llamado al Instituto de Cultura Puertorriqueña para que le rinda el merecido homenaje con la publicación de su obra narrativa y teatral.

     Conocí a Marín en una serie de conferencias, auspiciada por Taller Literario en la Escuela de Comunicación Publica de la Universidad de Puerto Rico, a finales de la década del 90. Y desde ese entonces no era extraño encontrar a Gerard Paul y Lillianne en momentos y lugares donde la creación se daba cita con el compromiso. Fue un verdadero placer conocerles. Descanse en paz, Gerard Paul Marín.

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Carlos Esteban Cana es comunicador y escritor. Fundador de la revista y colectivo Taller Literario, un espacio de democratización en las letras puertorriqueñas. Se ha desempeñado como coordinador editorial, periodista cultural independiente, y ha laborado además en la industria televisiva. Su obra creativa se ha publicado en revistas y periódicos nacionales como El Sótano 00931, Ciudad Seva, Narrativa Puertorriqueña, Letras Salvajes, CulturA, Diálogo y El Nuevo Día, entre otros. En lo que se refiere al ámbito internacional su narrativa y poesía ha sido publicada por Escaner Cultural, Zona de Carga, Palavreiros, Abrace y el Boletín de Nueva York, entre otros. Recientemente algunos de sus cuentos han sido traducidos al italiano. Ha participado, además, en diversos medios de comunicación reflexionando acerca del panorama cultural en el País.

sábado, abril 09, 2011

Elementos


Por Angelo Negrón

Fuego:

      El que sentiré en mi alma y mi piel cuando te haga mía. El calor es tanto que quema en las entrañas y se eleva mi parte vulnerable de sólo mirarte. El ímpetu tiene tanta proporción que las venas quieren lograr ebullición y juntarse al coro de pensamientos lujuriosos que me acompañan. El deseo de tocar tus pechos envueltos en brasas de placer y mi intención de poseer las mil formas y sabores de tu sexo encendido logran que se derrita el hielo milenario de mis frías y solitarias noches. Mi boca perdiéndose en la tuya y las chispas que despedirá nuestra piel capaz de encender el gigantesco carbón del amor de un solo amague. Nosotros somos aves fénix, capaces de morir y renacer en vivo fuego, en candela de pasiones, ven ahora y quémame con tus gemidos; calcíname con tus besos, incinérame con la llama de tu amor...

Tierra:

     Tú acostada, yo a tu lado, estudiando las dimensiones de tu cuerpo, buscando en cada promontorio, en cada isla el supuesto continente perdido que me dará sustento. En ti sembraré la simiente y cosecharé pasiones. Me deleitaré con cada uno de tus puntos cardinales. Me mudaré seguido. Por tiempos viviré en tu norte, por momentos en tu sur y siempre tendré mi vida en el meridiano de tu piel. Misma que no acabo de descubrir completa pues en mi ardua colonización termino por perderme en tu mirada apasionada, equivalente a la dueña de todo mi ser. Por ti se hace polémica la duda: ¿Quién, si no yo, debe ser el dueño del lugar donde nos amaremos sin medida? Sí, soy inmigrante en tu cuerpo, pero garantizo que llegué para quedarme. Excavaré hasta profundizar en las ansias que te llevan a desear ser poseída... Que te llevan a dictaminar que se busque entre tu piel las riquezas ocultas que guardas por experiencias pasadas y por codicia de amar... Cultivaré apetito en tu rasurada oquedad. Comeré de los frutos que me brindan tus adentros y como volcán que derrama su lava derretida crearé nuevas razones para que me ames más...
 

Agua:

     Torrente que acompañará a tu verticalidad antes, durante y después de recibir la pasión que me envuelve. La saturación no es sólo tuya, también es mía. Confundida, nuestra lluvia placentera descenderá acoplada a las paredes de tu intimidad como catarata que es regalo de las entrañas de la mujer que más he amado. Hembra dispuesta a comportarse celestialmente y que juega con el hecho de saberse naturaleza dispuesta a socorrerme. Me lanzarás a la playa donde, al amarnos, dejaremos de ser plurales para convertirnos en singular. Con besos mojados y lengua poseedora aparecerá el sol a la hora del cíclico acontecer de dejar de ser agua para convertirse en nube. Luego se transformará, otra vez, en el liquido de vida que calma mi sed. Inúndame con tu sabia. Mi vida necesita dejar de ser árida ante la ilusión de que una mordedura tuya llegue a los poros de mi piel reseca y a mi porción erguida en espera persistente. Cual búsqueda constante del rocío que hábilmente ha permanecido sellado por la inquietante forma de labios vaginales y que conservas para mí, en un molde húmedo y caluroso. Estás a la espera del asalto de mi lengua o de la dilatación de mi extremidad que, llena de terminaciones nerviosas, sólo desea sumergirse en tu humedad. Seré barca o pez, no importa. Seré lo que tú quieras que sea sólo por bucear en tus siete mares. Sólo por aprender a bailar la danza de tus olas. Encallaré en tus arrecifes y coexistiré paciente ante la espera de tu marejada. Serás gotas de lluvia que bajando de la montaña llegarán al mar de mis placeres. Y en el océano de tus protuberancias, mismas que deseo acariciar sin mesura, sobreviviré a la soledad...


Aire:

     Espacio en que amarse será fácil. El viento azotará nuestros cuerpos de manera sublime y la ley de gravedad nos ayudará en nuestro intento de amarnos. Y es que dicha ley exige que tu cuerpo aunque suba tenga que bajar. Conveniente será esta ordenanza. Buscaré que subas y bajes en movimiento constante para darte y darme placer libre y decisivo. Nuestra respiración a veces agitada, a veces pausada, sólo será el anuncio de los sentimientos antes ocultos y de fantasías logradas. Los suspiros serán elocuentes formas de atraer paz a la caída de un imperio que lograste erigir para luego derrumbarlo con las sacudidas persistentes de tu sexo encendido. Justo después de lograr derrocarlo volverás a constituirlo con la excusa de terminar verlo consumido en el movimiento zigzagueante de tu boca. Definitivamente Dios creó a Adán cuando depositó aire sobre el barro, pero a mí me has creado tú. Cuando anhelé por vez primera que el suspiro de tus ojos me envolviera y que tu lengua fuera mía en la esencia de besos huracanados, en las ventiscas, en los envoltorios de tus pechos... Es que también para mí guardaste una manzana. Me la ofreciste en el momento preciso, justo cuando tus vientos se encargaron de derrumbar el árbol, justo cuando olvidaste al hombre nacido del barro... Ser nuevo en tus ganas, creado a tu perfil y parecido, creado por ti, diosa que piensa que ha sido expulsada del paraíso donde yo mismo te llevaré cuando nuestros cuerpos estén en posición horizontal. Desalojada sólo por sustraer dos manzanas y por demoler el manzanero al que no se te permitió subir. De allí te transformarías en brisa, en aura o lo que es más, desde allí podrías haberme visto antes, en el principio de los tiempos, cuando se determinó que yo soy el alma que es gemela contigo...

     ...Juntos...

     Inhalaremos ansias. Exhalaremos pasiones hasta que en loco desvarío peleemos contra los molinos de la saciedad. Incluso cuando insaciables nos percatemos de que el amor es perpetuo y que se renueva, una y otra vez, más allá de nuestros cuerpos. En el cántico de nuestros ancestrales besos. En recurrentes caricias que añoran ser puestas de nuevo en uso y diseminadas entre el pelo y los dedos de los pies, entre derecha e izquierda y sobre todo en el clítoris hermoso de tu floral belleza añadiéndole el aguijón constante de esta abeja que soy y que sólo se alimenta del polen de tu pasión.

Tú:

      Eres el quinto elemento. Ese que busqué en pieles ajenas, en almas equivocadas, en el sinnúmero de pasiones vanas y en la fornicación desvergonzada de mi cuerpo. Eres fuego que quema, tierra que entrega simiente, agua que calma mi sed de pasiones y aire que arruma con su caricia mis instintos más románticos.

... En ti reposan todos los elementos unidos. Eres un alma que tiene el privilegio de convertirse en piel y no sólo transgredir las leyes de la física, sino también derrocar los muros que puedan existir en mi vida vacía. Ven y lléname con tus ansias de combatir la soledad que te quebranta. Hazme el amor, una y otra vez. Conviérteme en tu quinto elemento, complementémonos en ese hermoso vaivén que es el amarse. Colmémonos de caricias, de besos y abrazos. Seamos uno, volvamos a empezar. Con las ansias que nos rodean podemos lograr que tenga sentido la extracción de la costilla de mi antepasado para que fueras habitante en el paraíso y que allí me esperases para asistir juntos frente a la fogata o al volcán, delante de la montaña o a las islas, frente al mar o a la cascada o dentro del huracán de nuestro apetito de lujurias donde podremos escuchar en sinnúmero de ocasiones el te amo que saldrá de nuestros labios y que obligados estamos predestinados a escuchar...

     Estruja en mi rostro la caricia de un beso. Defiéndeme del aislamiento y de la locura de saberme el soñador de sueños aplazados a la espera de tus caricias. Conviérteme a la devoción de admirarte cada vez más, de saberme perdido entre el fuego, tierra, agua y aire que representa tu alma...

¿Quinto elemento?

         Eres eso y más...



sábado, abril 02, 2011

Leyendo Avalancha de Yolanda Arroyo Pizarro

Por Angelo Negrón

     Con prisa abres el sobre que ha llegado por correo. Yolanda Arroyo Pizarro te envía su libro Avalancha y tú, aunque ansioso por leerlo, te detienes en la portada. ¡Excelente!— piensas — mientras te mojas los labios con la lengua y acaricias la cubierta del libro casi sin darte cuenta. Ves cuatro manos que cómplices se interponen entre tu mirada y un cuerpo desnudo. Lees el título: Avalancha. Te parece poderoso, pero no dejas de ligar. Buscas algún indicio adicional de erotismo y descubres que las manos parecen ser femeninas. Te preguntas el porqué a la gran mayoría de los hombres les parece muy erótico dos mujeres desnudas teniendo sexo. Concluyes que es un dos por uno en la visión machista que desde niño te inculcaron. Rememoras películas equis a temprana edad del tema hasta que ves los anillos. ¿Esos anillos le dan seriedad al asunto? No es que el sexo entre mujeres no sea serio, es que si están casadas consideras otra historia que tal vez, sólo tal vez, se aleje de las películas equis que tuviste como altar en esa época. Llegas a la pantalla en el ombligo y regresas al título del libro y al nombre de quien lo escribe: Yolanda Arroyo Pizarro.

     La conociste en una comunidad virtual bajo un seudónimo; sabías que era Puertorriqueña por los detalles de su biografía, pero jamás pensaste que vivió allí, al final de la calle donde te criaste y que la viste alguna que otra vez. Sus letras te llevaban a pasear y casi al mismo tiempo en que visitabas la página azul de Internet comenzaste a leer en un blog a una Yolanda a la que también admiraste por su forma de unir palabras. No tardaste en recibir la confesión de que el seudónimo y Yolanda eran una y quedaste perplejo ante la idea de lo pequeño que puede parecer el universo y de que ambas, el seudónimo y Yolanda, se unieron para duplicarse la admiración. Vuelves a la portada y a mojarte los labios. Disimulas un conato de erección, al menos, mientras te alejas del apartado postal. Al encender el auto, te ves obligado a bajar el volumen de la radio. Quieres comenzar a leerlo, pero miras el reloj y sabes que debes ir a trabajar. En el tradicional transito mañanero, allí en el semáforo que está antes de la cárcel federal, te da con abrir el libro. La foto de la portada se repite esta vez ampliada y divisas mejor el amago de vellos e imaginas las manos acariciando; perdiéndose en placeres o simplemente permitiendo ver lo que ocultan.

      Lees en tinta azul, lo haces en voz alta y como si tuvieses compañía, lo que Yolanda te escribió. Te tutea y te echas “guille” de que esta escritora reconocida, con varios excelentes libros a su haber, y una de las escritoras latino americanas más importantes menores de 39 años del Bogotá 39, se dirija a ti de manera tan casual. Vas a pasar la página para curiosear más, pero un insistente claxon te devuelve a la realidad: El semáforo cambió a verde. Aceleras. Llegas a tu trabajo y no puedes evitar llevar contigo el libro. La contraportada tiene fragmentos que hablan de lo que encontrarás dentro y decides ir al servicio sanitario para sentarte y ojear algo más en horas laborables. Pasas con prisa, esta vez la portada, parte del paratexto y llegas a la dedicatoria: Penetrante, como lo que hasta ahora has visto de este libro. Saltas al Índice: es una invitación más a evitar la parsimonia. Te bebes el epígrafe y adviertes que el primer cuento se llama como el libro. Empiezas a leerlo, pero escuchas que tu secretaria te avisa por intercomunicador que tienes llamada, y con desasosiego sales del sanitario y gastas el día entre excell, power point, reuniones y llamadas telefónicas. De hecho la hora de almuerzo, que pensabas podías aprovechar para continuar con el libro, la pasas con un cliente que no deja de hablarte de lo precario de la situación económica del país.

     El reloj dicta las cinco y sales a afrontar el tapón de la tarde. Por suerte es viernes y llegas a tu hogar después de varias peripecias. Cenas con tu familia, platicas con tu esposa y tu hija de catorce años un buen rato y luego juegas con muñecas con la de cuatro. Te retiras a descansar. Utilizas el mueble reclinable de tu cuarto de estudio. Abres el libro, buscas la pagina trece. Las palabras de Yolanda te van arañando por dentro.

     Avalancha te prohibe descansar. Manteniéndote al filo de la butaca vas de sobresalto en sobresalto. Distingues a la protagonista caminar hacia ti acariciando las paredes y no osas siquiera pestañear porque sabes que, si te quedas dormido, te chupará los pezones. Luego, reconsideras y disimulas el sueño para ver si corres con tal suerte.

     Borealis logra que llores. Tan crudo y real comprendes las imágenes que desfilan en esa historia y haces lo de siempre que algo ataca tu tranquilidad: Mirar al otro lado buscando que no duela tanto y te escapas a otra parte de ti.

     Montar las olas te lleva al resiente tsunami en Japón. El título te ha hecho recordar las imágenes de la gigantesca ola, del terremoto y hasta de la planta nuclear quemándose. Pronto comprendes según vas leyendo que este es otro tsunami, otro terremoto y que lo que se quema son las vidas de los participantes. Su final es tal como te gustan y su trama presenta verdades complejas que te dan contra la pared de las circunstancias. Esas que, lamentablemente cada vez más, leemos en la primera plana de los diarios.

     Estallido de besos rojos te adentra a otro mundo, a uno que no conoces. Lo has visto de lejos. En el cine, en el mall o en el área de Anime de Borders. Los góticos y los emos combinados con la sociedad; juntos pero no revueltos. No los conoces, pero los aceptas. Te parecen diferentes; rebeldes, pero ¿quién no lo es a esa edad? ¿Quién te dijo que debías dejar de ser rebelde? Vives al tanto que si fuera por ti estarías bailando todavía electro-boogie con tenis Puma de gamuza y cabetes de colores fluorescentes o serías un cocolo a lo Eddie Santiago y su Lluvia, tus besos fríos como la lluvia.

     Si bien en tu época te invitaron más de una vez a delinquir y no aceptaste, sabes también que las veces que te invitaron no fue para defender una creencia idealista, política o religiosa y si para lograr hacer dinero fácil y te preguntas que hubiese sido de ti si hubieses aceptado participar, o si la razón para delinquir fuera la misma que le dieron a los muchachos del Cerro Maravilla, ¿Qué hubieses hecho?

     No pensarte es el consabido decir de alguien que te piensa y te da con buscar en You Tube a Ricardo Arjona y a su Realmente no estoy tan solo, ¿Quién te dijo que te fuiste? Si uno no está donde el cuerpo, sino donde más lo extrañan…y van por tu mente amores del pasado, esos que piensas que no olvidarás jamás, por más que sigues tratando de olvidar y es que ahí está la clave: Sigues recordando mientras insistes en olvidar.

     Las ballenas grises hacen que llores de nuevo. Esto a pesar de que ya lo leíste cuando ganó el Certamen Pepe Fuera de Borda en Argentina. Reconoces que esta historia, como las demás de Yolanda, ha sido escrita de forma artesanal. Como si al escribirlas las fuera fabricando escogiendo y utilizando materia prima de alta y exclusiva calidad.

     Golpe de Gracia te atrapa con los pantalones abajo porque piensas que nada te sorprenderá ya después de Las Ballenas Grises. El cuento te arrastra a un mundo marginado y descubres que Yolanda logra nuevamente hacer que tengas que tomarte unos minutos para recobrar el aliento. Cuando llegas al desenlace pareces un asmático sin su terapia. Si alguien se acerca a ti y te oye, pero no te mira; podría pensar que mueres o te masturbas. Buscas la forma de salir del trance. Vas a la nevera y llenas un vaso de cristal con jugo de naranja. Lo bebes mientras orinas. Te lavas las manos y la cara, cepillas tus dientes y miras tus ojeras en el espejo. Te acaricias la mejilla y te rozan los tocones de una incipiente barba. Te afeitas. Queda un cuento y estas retrasando su lectura. Te preguntas si leerlo en la noche o simplemente comenzar de inmediato pues te das cuenta que lo tienes debajo del brazo a la usanza de un devoto religioso cuando carga su Biblia. Caminas hacia los dormitorios de tus hijas. Las ves dormir plácidamente. Sonríes orgulloso y cierras la puerta con cuidado de no hacer ruido.

     Te recuestas en la butaca de nuevo. Abres el libro: página 123: Asian Jelly. El sabor a menta en tu boca disimula bastante el ácido del jugo de naranja y cruzas por el erotismo de una pareja mientras se somete una a la otra. No puedes diferenciar quien es la sometida y quien somete porque: ¿Acaso la obediencia no es un tipo de sometimiento? ¿Con ella sometes a quien te somete? Y retornas con este cuento a la foto de la portada. El elevado erotismo y su juego sexual van liberando el jovenzuelo que fuiste en la mañana anterior cuando recibiste el libro, pero relees el cuento buscando un lugar donde tú encajes. Te das cuenta que en ese mundo no existes, que una zona de tres a tu edad y ante los tabúes que aún existen en ti jamás pasará y que personajes como ese tienen vida propia. Tú serías la parte que Yolanda recortaría en la primera revisión. Cuando se diera cuenta que no sirves en esta historia siquiera para vender el Jelly, mucho menos para comprarlo. Sin embargo sabes que Yolanda escribe novelas y consideras que te gustaría ser ese personaje fisgón que por una ventana mira deseoso una escena como la de este cuento, o ser el personaje que es invitado como espectador de dos mujeres que lloran al unísono la complacencia de tenerse.

     Miras el reloj: Son las cinco y dieciséis. Colocas Avalancha en el anaquel junto a los otros libros de Yolanda. ¿Qué le dirás cuando la veas? Conociéndola no puedes decirle simplemente que es extraordinaria, una persona que ya sabe que lo es necesita escuchar algo más. Meditas. Tú no eres un crítico literario. No le dirás nada: la abrazarás; ella sabrá lo que significa…

     El insomnio ha sido agradable y le echas un ojo al cuerpo desnudo de tu mujer que te invita a despertarla. Lo intentas, pero te rindes ante la promesa de que si la dejas dormir serás recompensado. Te acuestas a su lado. La escuchas respirar tranquila mientras tu alma está repleta de acontecimientos. El libro de Yolanda sigue penetrando en tus adentros mientras enciendes la televisión y miras un programa grabado de noticias. Wanda Rolón y sus comentarios sobre Ricky, Ana Cacho y el caso Lorenzo, La huelga de la Universidad de Puerto Rico, Maripily y Alomar, Rolandito Salas Jusino el niño que se llevaron hace tiempo de la urbanización donde vives, trescientos asesinatos en los primeros tres meses de lo que va de año, el tsunami de Japón, la guerra en Libia, Angelo Millones, Elizabeth Taylor descansa ya y no obstante reconoces que unas noticias tienen que ver con el libro y otras no, igual lo piensas vivamente. Soluciones, buscas soluciones. El mundo necesita un remedio.

      Escudriñas debajo de la almohada el control remoto y apagas el televisor, pues encenderlo no funcionó para que tu esposa abandonara su descanso. Quedas a oscuras y cierras los ojos. Los abres y los cierras buscando dormir hasta que en el techo de tu cuarto divisas amagos de luz provenientes de una ventana entreabierta. Casi amanece. Dormirás, lo sabes. Lo que no sabes es con qué soñarás. Demasiadas imágenes en tu mente. ¿Veras como unos labios te persiguen para chuparse tus pezones? ¿Serás algún niño víctima de la trata de personas? ¿Tus manos olerán a carne asada de perro con tal de pertenecer a una pandilla de criminales? ¿Una de tus hijas será Emo-gotica-terrorista? ¿Padecerás Alzheimer? ¿Rolandito aparecerá algún día? ¿Prefieres Jelly o whip cream? ¿Queda alguno de los dos en el refrigerador?

      No importa: Ya ganaste: Dormirás, tendrás pesadillas o sueños mojados, despertarás y serás recompensado…





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Angelo Negrón: Sus cuentos han sido publicados en la revista y colectivo Taller Literario y en Revista Púrpura. Forma parte de Cuentos Puertorriqueños En El Nuevo Milenio, antología que recoge 50 cuentos de 50 narradores puertorriqueños contemporáneos. Tiene varios libros inéditos de relatos a los que le ha dado por título: Entre el edén y la escoria, Sueños mojados, Confesiones y Causa y efecto. Además una novela titulada: Ojos furtivos.