por Carlos Esteban Cana
La literatura tiene muchas bondades –eso solía repetir en este plano el narrador Antonio Aguado Charneco-, y entre esas bondades suele prodigar frutos la literatura que indaga en las profundidades de la existencia humana en busca de sosiego y serenidad. Así lo testimonia la obra de escritores y escritoras de todos los tiempos, desde Séneca a Walt Whitman, de Marco Aurelio a Jorge Luis Borges. Dice otro Antonio, el español Antonio Ballesteros González: “Desde siempre, el ser humano ha buscado y perseguido con afán el gran tesoro interior de la serenidad. En una época como la que vivimos, envuelta en el marasmo de la ansiedad y la prisa, […] muchas personas sufren el vacío que produce la sensación de pérdida del sosiego y la quietud. Es por ello necesario indagar en las causas y consecuencias que se han derivado de esta inquieta búsqueda, acaso tan antigua como la conciencia de ser de la propia humanidad”.
Pedro Salinas en su poemario La voz a ti debida.
XIV
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres
¡Qué alegría más alta:
vivir entre los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra;
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia,
iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
“Yo te quiero, soy yo”.
Antonio Machado en Proverbios y cantares.
XXI
Ayer soñé que veía
a Dios, y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía…
Después soñé que soñaba.
XXV
Las abejas, de las flores
sacan miel, y melodía
del amor, los ruiseñores;
Dante y yo –perdón, señores–
trocamos –perdón, Lucía–
el amor en Teología.
XXVII
¿Dónde está la utilidad
de nuestras utilidades?
Volvamos a la verdad:
vanidad de vanidades.
XXIX
Caminantes son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino:
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
XLIV
Todo pasa y todo queda;
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.
Juan Ramón Jiménez en el poema El ser uno de su libro La estación total.
que sólo me escuche yo dentro.
Yo dios
de mi pecho.
(Yo todo: poniente y aurora;
amor, amistad, vida y sueño.
Yo solo
universo).
Pasad, no penséis en mi vida,
dejadme sumido y esbelto.
Yo uno
en mi centro.
También ese Juan Ramón Jiménez reflexivo se manifiesta en el poema El viaje definitivo, incluido en sus Poemas agrestes, 1910-1911.
…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo será nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará nostálgico…
Y to me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
Y cierra esta selección la conocida poesía del escritor mexicano Amado Nervo que lleva por título En paz.
Muy cerca
de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
Cierto, a
mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin
duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…
Amé, fui
amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
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