Por Carlos Esteban Cana
Y cuando hablamos de este tipo de poesía muchos remiten su memoria a los poemas de San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús. Pero el océano que impulsa esa textura poética es más amplio y trasciende la época de tales escritores místicos. Esa experiencia creativa, muchas veces labrada en el silencio, tiene presencia milenaria; no se detiene a través de los siglos. Y en diferentes momentos, en épocas disímiles unas con otras, ha dado destellos singulares bajo otras etiquetas como poesía confesional, poesía humanística o poesía sacra, según la nomenclatura adecuada para el estudioso de turno.
Por lo anterior hemos encontrado páginas memorables que trascienden la inmediatez del tiempo en poesías de José Luis Martín Descalzo, Pedro Casaldáliga, Jesús Tomé o Ernesto Cardenal. Y no es extraño que así suceda pues estos poetas fueron sacerdotes o estuvieron vinculados en su formación a órdenes y congregaciones religiosas. Y, de igual manera, el espíritu creativo secular, ha dado espacio y lugar a cierta búsqueda ontológica a través de imágenes vinculadas a fuerzas y energías trascendentes. Eso lo podemos encontrar en poetas como Juan Ramón Jiménez, Amado Nervo, Rabindranat Tagore, León Felipe, José Hierro y Gonzalo Rojas, por mencionar solo algunos. Todos ellos han dejado poemas sublimes que conmueven a lectores sedientos de esa indagación íntima y metafísica.
Aquí en Puerto Rico tenemos, en poetas de todas las generaciones, muestra de ese diálogo continuo con lo sagrado y lo espiritual. Luis Lloréns Torres, José P. H. Hernández, Luis Palés Matos, Francisco Lluch Mora, Félix Franco Oppenheimer, Evaristo Ribera Chevremont, Manuel Juglar Cacho son algunos poetas nacidos durante la primera parte del siglo XX que indagan, de una u otra forma, eso que gravita lo trascendente. La apoteosis poética la encontramos, sin duda, en la obra de Francisco Matos Paoli. Basta con mencionar algunos títulos de su vasta bibliografía para tener una idea de su renovada búsqueda a través de su fe católica: Decimario de la Virgen, Hacia el hondo vuelo, La caída del ángel, Así mi hermano Francisco de Asís y El cerco de Dios, entre otros.
En esa misma dirección, en generaciones de escritores más recientes que hacen su obra después de los años 70, podemos mencionar a poetas como Manuel de la Puebla, Jaime Marcano y Ángel Darío Carrero.
Dice Juan Carlos Rodríguez en su ensayo Dios
en la poesía española del siglo XXI: “Examinar la conducta del homo religiosus, como ya apuntó
Mircea Eliade, supone contemplar el compromiso del hombre con lo absoluto. En cierto modo, ese es el poeta”. Y
hacia esa mirada contemplativa propia del poeta dirigimos nuestros pasos a
través de un breve florilegio de poemas y versos de escritores que, de una u
otra forma, han estado vinculados a Puerto Rico.
de Manuel de la Puebla
TODO
de toda la belleza
que se vive
en un pacto de
amor, en el milagro
que transforma la
noche y la distancia.
Por ti fue el UNIVERSO,
EL FUEGO DE LA
ESTRELLA Y SU MIRADA,
semejantes al pan.
El
sueño, con sus altos
palomares.
la alegría, en su
mar; las barcas
a punto de partir,
y el cielo
como un dios
cotidiano
sentado a nuestra
mesa.
Por ti la historia
ÍGNEA sobre el pétalo,
el eco de los
ASTROS, el gemido
puerperal de la
tierra
con su ciclo de
miedos y alegrías.
Todo, por ti,
reunido y acabado.
***
de Ángel Darío Carrero
Señor,
tú hablas
y yo lo convierto en
palabra.
Mi poema
es una traición
que se repite,
un plagio
desvergonzado
al que doy mi firma.
Señor,
tú callas
y yo amo las palabras.
***
de Jaime Marcano
El soneto que sueña nuestro amor
El soneto que sueña
nuestro amor
la Gracia lo soñó
en mirada bella,
al concebir la lumbre de una estrella
en el
fuego sublime de la flor.
Soneto que escribió
con tierna mano
el Espíritu Santo
en el misterio
de la noche.
Criatura del salterio
del nocturno
silencio de lo arcano.
Novia mía del campo
en primavera,
busca desnuda en
caminar profundo
esa eterna canción
enternecida.
Está en tu corazón,
en la ribera
del mar, desde el
principio de este mundo,
como un lirio en el
alba de la vida...
***
de Hugo Mujica
Desde donde partí
al final,
cuando me encuentre sobre un andén
de trenes que no paran,
de viajeros
que miran sin decirme adiós
con las
manos
habré llegado
hasta donde siempre estuve;
al niño descalzo que
contempla la lejanía
temblando en la playa
al borde de la vida
a la urna de la espera.
al final, cuando la
desnudez
sea otra vez inicio
pido morir como mueren los mendigos:
meciendo la soledad del mundo
en el hueco
de la mano.
de Jesús Tomé
De
todo lo que fue nada se pierde
del
seno de lo eterno que se oculta
viene
a la viva luz de lo visible,
y
regresa a lo eterno de su origen.
Lo
que existió y ha de existir
por
siempre jamás, por un momento
se
hizo tiempo en el tiempo declinable;
pero
será por siempre lo que ha sido.
Y
yo seré por siempre, reintegrado
con
todo lo que escapa del recuerdo,
con
todo lo que amé, con lo invertido
en
sueños, esperanzas y deseos.
Todo
me espera allí. Cuando regrese,
seré
lo que ahora soy, lo que ya he sido.
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