martes, marzo 20, 2012

Sexto Sueño y el arte de la novela: breve conferencia de Marta Aponte Alsina



por Carlos Esteban Cana

Ya sea desde los linderos editoriales o desde su propia narrativa la presencia de Marta Aponte Alsina marca la literatura de los últimas décadas de literatura puertorriqueña. Fiel a sí misma, y a partir de la publicación de Angélica Furiosa a principios de los 90, Aponte ha creado un universo novelístico de relieve con títulos como El cuarto rey mago, La casa de la loca, Vampiresas, Sexto sueño y El fantasma de las cosas. No ha necesitado de festivales ni de agentes literarios para lograr lo suyo. Desde la artesanía cotidiana de la disciplina, sin aspaviento, ha levantado una obra firme.

Dentro de esa obra, Sexto sueño tiene un lugar de privilegio, y será de ese libro y del oficio del novelista que la voz de Marta Aponte Alsina se escuchará en este boletín, En las letras, desde Puerto Rico. Estas reflexiones fueron ofrecidas por la escritora en medio de un conversatorio auspiciado por el Proyecto del Fomento del Quehacer Literario, dentro del taller de Apreciación Literaria dictado por la poeta y narradora Marithelma Costa.
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Marta Aponte Alsina: Hay escritores que escriben, decía el otro día un amigo, sobre lo que saben. Y otros que escriben sobre lo que no saben, y yo trato de escribir siempre sobre lo que no sé y lo que no he vivido porque lo que he vivido y lo que sé no me interesa para nada. Y, desde luego, son formas indirectas. Pero si nos vemos nosotras como escritoras hay como una búsqueda de libertad. Yo creo que eso es fundamental en la escritura, un espacio alterno, otro mundo posible.

En Sexto sueño yo escribí sobre un asesino. Quizás algunos de ustedes habrán oído de este señor, Nathan Leopold, que vivió unos años en Puerto Rico después de pasar 34 años en prisión, y no creo que haya aprendido muchas cosas buenas en prisión. Su caso es uno complicado. Lo cierto es que se trató de una especie de asesinato experimental en los años 20. Él y su amigo matan a un niño del barrio nada más para probar que podían hacer un crimen perfecto. Un asesinato planificado como un experimento. Una de estas cosas horrendas que han marcado la historia del siglo XX. Percibimos como que el crimen es una especie de metáfora del siglo pasado.  

El capítulo que leeré más adelante tiene que ver también con la figura de Sammy Davis Jr. Ya ustedes saben, el bailarín, Sammy Davis, que era hijo de mamá puertorriqueña, tuvo un espectáculo en Puerto Rico y Leo fue, en efecto, el empresario que lo contrató para ese espectáculo en beneficio del hospital de Castañer. Creo que ese capítulo es de lo más liviano de una novela que es bastante grave como escritura, bastante pesada. Había que armar una trama entre estos dos personajes, por una parte el ex-presidiario que además era un hombre genial que sabía muchos idiomas, que enseñaba en la Universidad de Puerto Rico, participó en experimentos en la cárcel, se carteaba con Albert Einstein, tenía una escuela para ex-presidiarios en la cárcel. Y entonces, por otro lado, la figura espectacular de Sammy Davis, del Rat Pack, el tipo frívolo con la sonrisa siempre a flor de labios. Aunque aquí también lo presento como un hombre muy torturado, por su vida: el racismo, todas esas experiencias de discrimen, la persecución, su misma conciencia política que a veces representaba conflicto entre su mundo frívolo del espectáculo y su origen racial por el estatuto de los negros en Estados Unidos y en todas partes. Entonces ¿Cómo juntar a estos dos seres? Además de hablar un poco, ¿qué hacen? Y a mí se me ocurre que uno trata de hacer que el otro baile. El baile se convierte en una expresión liberadora para ambos. Sammy era zapateador, hacía el tap dancing y trata de enseñarle a Leopold, que era un hombre pesado en todo el sentido de la palabra: un hombre bajito pero grueso, muy serio, introvertido, intelectual. ¿Cómo un hombre así se libera y baila? La escena trata de expresar este reto entre ambos.

Leopold, en la novela no aparece nunca rehabilitado totalmente como se pregonaba aquí en Puerto Rico; que era un filántropo, que se arrepintió de lo que hizo. Yo no lo presento de esa manera porque me parece que la cárcel, en el caso de él y en muchos casos, no es un escenario de rehabilitación sino todo lo contrario. Hay que tener una fuerza de voluntad. Hay que entrar libre para salir más libre. Y en el caso de él pues fue otra cosa. Él escribió sus memorias carcelarias y también son muy impresionantes. Pero yo quería presentar a este hombre ya envejecido, siendo una figura pública en Puerto Rico, que se casó aquí con una norteamericana que era florista. Y entonces ¿qué se le ocurre a Sammy Davis? Invitarlo a bailar. Un desafío. Y ese reto se da entre ambos. De pronto este hombre (que era ornitólogo y desde niño, antes de matar al muchacho, había matado 3,000 aves y las había disecado) que había dicho: “Pero, caramba… ¿por qué me atraen tanto los pájaros y los huesos ecos?”  Dice: “Caramba, es que bailar es liberarse y los seres que yo quiero son libres. Tienen ese vuelo, pero yo no puedo. ¿Acaso puedo?” Y viene el reto, el hombre se desmaya y por poco se muere. Todo ese capítulo es un contrapunto entre Leopold y Sammy Davis. Pero es, nuevamente, el baile como una expresión de vuelo, de libertad, incluso de alteración de la personalidad. Dejo de ser yo y me alejo de la tierra, salto y vuelo. Es un capítulo cómico realmente.

Dentro de mi obra, Sexto sueño es el libro menos guiado. Me parece que eso es bueno, que los personajes se apoderen de los espacios y que hablen. Los personajes se tienen que imponer porque si no, no funciona. También hay como una especie de tensión entre la narradora, Violeta, que es otro personaje ficticio, y Leopold, que trata como de domesticar esa violencia, entre la senilidad y el ritmo. Y de eso se trata la novela, de un criminal que se aplatana. A mí me gusta el verbo aplatanar, que es muy antiguo además, lo usaba Betances y todo, se aplatanó.

Cuando se escribe, pues yo creo que todo sirve para escribir. Digo, cuando se hacen ficciones ¿verdad? Y también cuando se escriben testimonios porque se pueden contar las experiencias vividas de montones de manera, y el escritor o la escritora escoge una y excluye otras.  Escribir es como seleccionar y excluir. Y entonces si se trata de personajes que existieron pues evidentemente uno quiere averiguar si escribieron, los datos que hayan registrado; se hace un proceso de todo eso. Pero de pronto, el mismo organismo empieza como a rechazar los datos y rehace todas esas historias y todos esos hilos de otra manera, para integrarlos a la trama que a uno le interesa.

En la documentación todo sirve, la experiencia de una compañera de trabajo, algo que se ve en la calle. Todo de alguna manera sirve, es como algo aleatorio. Tú encuentras objetos y los vas integrando ahí, después que tengas como el río, como la trama, como algo que está encaminado en la narración. Y son etapas que pueden ser o sucesivas o simultáneas porque uno realmente nunca termina de investigar hasta que dice: “¡Ya, ya tengo esto y ya no me importa lo que haya pasado! No me importa que sea cierto o falso. Yo voy a escribir las cosas como las ve el narrador o la narradora que inventé”.

Un libro siempre es ficción aunque parta de experiencias, porque es esto, es papel, es tinta sobre papel, son palabras. Y entonces con esas palabras se supone que tú comuniques algo y se las envíes a un lector. Y la memoria también transforma. El olvido es inevitable, entonces está esa lucha entre el olvido que es necesario, el olvido que hay que superar, y hay que rescatar las cosas que pasaron y la memoria que reconstruye todo. De modo que, incluso, en las historias, en lo que pasa por historia hay una reconstrucción y hay una narración, hay una invención, una imaginación y en eso, de alguna manera, hay ficción siempre. Aunque partas de un documento, incluso en la escritura de la historia. Y si no, no se podría contar. De todos modos es irrecuperable. Pasó. Está muerto. Pero quizás uno lo que quiere es precisamente rescatar y recuperarlo y dejar algo sobre eso. Que no desaparezca del todo. La memoria todo lo transforma. El recuerdo es una fábrica de cosas, es una maquina. Pero sí hay documentación. Por lo menos yo lo veo así.

2 comentarios:

Marta Aponte Alsina dijo...

Gracias, Ángelo.

Angelo Negrón dijo...

Marta: Es un honor.