por Carlos Esteban Cana
Rosa Montero, foto por Lisbeth Salas, Editorial Alfaguara |
Cuentos verdaderos (Alfaguara, 2024). |
Rosa Montero presentó recientemente su libro Cuentos verdaderos que más allá de lo que aparenta el título tales cuentos son un conjunto de crónicas y reportajes que escribió de 1978 a 1988 para el periódico El País de España. Ciertamente para Rosa Montero el periodismo es un género literario porque se sirve de ciertas estrategias narrativas y creativas que suelen utilizarse en la escritura de ficción para capturar la atención del lector; desde la primera hasta la última línea. Publicado bajo el sello Alfaguara, Cuentos verdaderos, se une a otros títulos de esta escritora madrileña que, en conjunto, dan mayor permanencia a escritos que, de otra forma, no trascenderían más allá del impacto efímero de la noticia del momento.
La loca de la casa |
En esta edición del boletín, aquí en Confesiones, comparto en su totalidad el escrito “Rosa Montero y el arte de la novela, en sus propias palabras”. El mismo, que conserva su tono coloquial, nació tras escuchar a la escritora española en la Escuela de Comunicación Pública (hoy Facultad de Comunicación e Información) de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, cuando presentaba su libro La loca de la casa en el 2004.
Rosa Montero y el arte de la novela, en sus propias palabras
Historia de mujeres (Alfaguara, 1995) |
“Cuando me dices que soy una persona transgresora, es que me siento rarísima, no son categorías. Las personas no nos dividimos en categorías ni te puedes poner una medalla o una chapa que diga yo soy transgresora, yo soy modesta, yo soy callada. Somos muchas cosas a lo largo de nuestra existencia y en cada uno de los momentos de nuestra vida. Por otro lado, yo creo que todos los seres humanos somos transgresores. Al final de uno de los libros que se llama Historias de mujeres, la última línea dice: “Con este libro aprendí que la normalidad es lo que no existe”. Ayer yo hablaba con Norma (Valle) en su programa de radio, y decía que hay un equívoco en el mundo sobre lo que es lo normal. Escribiendo Historias de mujeres (porque escribir es una manera de pensar y los libros te enseñan muchas cosas), tuve la conciencia más clara que nunca de algo que ya sospechaba antes y es esto que te estoy diciendo: que hay un equívoco con la palabra normalidad. Creemos y nos cuentan que lo normal es aquello que le sucede a la mayoría de la gente, pero en realidad y casi siempre que se utiliza esta palabra no se refiere a lo que le pasa a la mayoría de la gente, sino que se refiere a lo normativo, es decir, a la ley. Y muchas veces esa ley no la cumple nadie, en realidad. O sea, que es una entelequia, la normalidad es una entelequia, la normalidad no existe. Yo creo que si pones el microscopio sobre los seres humanos, sobre los individuos, todos somos transgresores. O sea, todos nos salimos de la norma, todos somos heterodoxos en algo, todos somos raros, todos nos sentimos raros, todos nos sentimos distintos, todos nos sentimos distintos al debe ser, al debe ser normativo, al debe ser de la normalización que además va variando con las épocas y va variando con las sociedades y va variando con los grupos sociales que estén en los momentos. Así que desde ese punto de vista yo creo que somos transgresores, unos más o más visibles, otros menos. Otra transgresión es más oculta. Hay sociedades donde la transgresión si es visible te cuesta la vida, y en otras te cuesta otras cosas que no es la vida pero que son graves. Tenemos la suerte de vivir en sociedades democráticas que son mucho más permisivas, no estamos en el Afganistán de los talibanes, ¿verdad? Pero aún así hasta en el Afganistán pues resulta que cuando todo estaba prohibido las mujeres se organizaban para dar clases a las niñas. ¡Eso era una enorme transgresión! ¡Imaginaros, dar clase a las niñas allí en esa sociedad era una enorme transgresión! Lo conseguían y lo hacían. Se dio clases clandestinas a las niñas durante años en el Afganistán de los talibanes”.
La loca de la casa (Alfaguara, 2003). |
“La loca de la casa. Cómo fue que la imaginación se
apoderó del libro cuando yo lo que había querido hacer al principio era un
ensayo sobre lo que es escribir. Lo de escribir libros es una cosa de lo más
caprichosa, de lo más enigmática, de lo más misteriosa. La verdad es que
siempre cuando me preguntan: “¿Cómo escoge los temas de sus novelas?” Pues
siempre contesto que yo no escojo las novelas, sino que las novelas me escogen
a mí. Las novelas, en general, son los sueños de la humanidad. Para el escritor
también son como sus sueños. Es decir, la novela tiene la misma relación con el
escritor que el sueño con el soñante. Entonces es un sueño diurno del escritor
o de la escritora. Son imágenes que se te meten dentro de la cabeza sin que tú
las controles; imágenes, pensamientos, sentimientos, emociones. A veces las
novelas nacen de un corpúsculo, de un grumo ínfimo que yo lo llamo el
huevecillo y que es algo diminuto, que pueden ser cosas muy raras. De vez en
cuando es un rostro que ves en la calle. Te trataré como una reina, que es mi tercera
novela surgió así: del rostro de una mujer que vi una vez en un bar de Sevilla;
en un bar de mala muerte y completamente cutre y terrorífico donde ella estaba
sirviendo copas detrás de una barra, del mostrador. Y que cuando terminaba de
servir copas en ese bar terrorífico y de mala muerte se quitaba el guardapolvo
y debajo llevaba un traje de tejido sintético espantoso, azul brillante, con
unas pestañas postizas
enormes; una mujer como de 40 años. Y entonces se iba a
un piano con caja de ritmo, de esos en los que aprietas un botón. Entonces se
iba ahí y se ponía a tocar y a cantar como si fuera una animadora de hotel de
lujo. La pobre resultaba tremendamente patética en ese lugar tristísimo, fuera
de lugar y de sitio, con su traje sintético. Y al mismo tiempo resultaba
tremendamente conmovedora porque verdaderamente sabía tocar el piano, ¿Y qué le
había pasado en la vida a esa mujer
--habiendo tenido obviamente otros sueños y otros deseos y otras
ambicionas en su vida-- para terminar ahí? Hay vidas que se viven y hay vidas
que atropellan. Hay gente que es atropellada por la vida como a quien le
atropella un tren, ¿no? Entonces esta mujer era evidentemente una persona
atropellada por su existencia. Y claro, podía haberme acercado y haberle preguntado
cómo era su vida pero me parecía muy cruda, muy dura. Entonces en vez de hacer
eso me inventé su vida y así surge esa novela. ¿Por qué me conmovió tanto? Pues
no sé. Resultaba conmovedora pero puedes ver gente así que no se te quede
adentro. Esa se me quedó adentro y me obligó, me obligó, me obligó a escribir
una novela sobre ella”.Te trataré como una reina (Seix Barral, 1983)
Bella y oscura (Seix Barral, 1993) |
“Otras novelas surgen de una frase que
se te enciende dentro de la cabeza, de repente. Cosas increíbles. Una novela
que se llama Bella
y oscura surgió de una frase que se me iluminó como si tuviera neón
que dice: Hay un momento en que todo viaje se convierte en una pesadilla. Y esa
frase empezó a torturarme, empezó a obsesionarme y me obligó a escribir una
novela también. Imaginaos si no es muy enigmático. Y además fijaos que yo tardo
como tres o cuatro años en escribir una novela. Y durante ese tiempo, el primer
año y medio, la mitad del tiempo pongamos, lo paso desarrollando la historia en
montones de cuadernitos que llevo siempre. Tengo siempre en el bolso
cuadernitos. Tengo cuadernitos en casa, por todas partes. Entonces voy
desarrollando la historia, empiezo a poner notas. Ya, a medida que va avanzando
la historia, cada vez es más compleja. Ya llegas a escribir todo eso a mano,
llegas a escribir escenas concretas y tal. Y ya al final de esa etapa, de la
etapa del cuaderno pues es que tengo toda, toda, toda la novela completamente
hecha. Además yo soy muy arquitectónica. Me interesa muchísimo la estructura de
las novelas, hay otros autores que no lo son. Autores maravillosos que no son
arquitectónicos, pero yo sí soy de ese tipo. La estructura de la novela me es
importantísima; entonces construyo que el detalle que hay en la primera página
tenga que ver con una cosa que viene en la página 327. Y que haya una simetría
y yo no sé qué. Las estructuras son importantes. Al final de esa primera parte
ya sé que va a tener 37 capítulos; que cada capítulo va a tener tantos
personajes; que va a pasar esta acción en concreto; que además hago mapas de
las estructuras; hago montones de fichas; trabajo de papeles y papeles que
lleno siete mesas y tal. Y cuando ya lo tengo todo clarísimo me siento en el
ordenador. Empiezo otro viaje de la escritura en sí de año y medio y cambia
completamente. Entonces en vez de tener 37 capítulos tienes 42, un personaje
principal desaparece, un personaje secundario se convierte en el personaje
principal, uno se muere en mitad del segundo capítulo, y así, ¿no? Porque las
novelas son organismos vivos que te van enseñando. Ya te digo son como los
sueños, te van enseñando en cada momento; en cada momento por donde quieren ir.
Y lo que tiene que aprender el escritor. Una cosa fundamental que tiene que
aprender el narrador es liberar a sus personajes. Sí, a sus personajes. Liberar
la historia. A mí me costó muchísimo aprenderlo como nos cuesta a todos los
escritores porque al principio el novelista joven es un novelista verborreico.
Siempre lo hemos sido, yo lo he sido también, desde luego. Y que intenta
decirle al mundo todo lo que sabe; el novelista joven escribe de lo que sabe.
Cuenta todo lo que sabe, cuenta, cuenta y cuenta. Y el novelista adulto escribe
de lo que no sabe que sabe. Es decir, el novelista adulto comienza a
desaparecer, a difuminarse como
individuo consciente y da una historia que no es una historia suya, sino que
son historias que le atraviesan y le empiezan a salir. No sé si me he explicado
bien. Librarte de eso, de la presión de tu propio conocimiento, de la presión
del yo, la presión de tu propia historia, de tu propia biografía. La verdad es
que cuesta mucho aprenderlo. Yo lo aprendí con mi tercera novela Te trataré como a
una reina, esta que os he dicho que surgió de la visión de esta
mujer del bar. Y fue gracias a que quería dejar de contar cosas que estuvieran
dentro de mi mundo y que estuvieran cerca de mi realidad, pues decidí escribir
una novela que cultivara el feísmo. Escoger una historia que no tuviera nada
que ver conmigo; escoger personajes como esta mujer que bordea el
analfabetismo, la falta de control sobre su propia existencia, sobre su
realidad. Entonces, a pesar de ser personajes tan lejanos a lo que uno aspira a
ser además y que es muy difícil pues llegar a identificarme, llegarme a sentir
dentro de ellos, como le pasaba a Flaubert, ¿verdad? Esa fue la vía de Flaubert
también. Yo creo que es una guía buena para los escritores jóvenes a la hora de
buscar la universalización”.Rosa Montero, foto por Daniel Mordzinski
Madame_Bovary (1857), de Gustave Flaubert |
“Hay dos maneras de llegar a los valores universales. Una de ellas es partir de algo que no tiene absolutamente nada ver contigo, de personajes que son absolutamente antitéticos y luchar tanto para profundizar con ellos que llegues a esa zona magmática que llevamos todos los seres humanos en nuestro interior y que ya es la zona común; porque si bajas muy dentro de ti llegas a romperte en donde todos somos iguales. ¿No? Puedes escoger a esos personajes que no tienen nada ver contigo y llegas a luchar para entenderlos y meterte. Que sería el caso de Flaubert con su Madame Bovary, que recordareis que se pasó como cinco o seis años, y escribía cartas desesperadas porque decía: “¿Qué hago yo escribiendo sobre estos burgueses de mierda?” Decía exactamente así: “No les entiendo. No me importa nada. ¿Por qué me he metido a escribir esta novela?” Y al final, cuando termina de hacer su maravilloso libro, por otra parte dijo esa frase famosa de “Madame Bovary soy yo”, que por lo que he visto además es una frase apócrifa y que no la dijo nunca. Pero que no importa, aunque sea una frase mentirosa y que no la dijera nunca es una frase verdadera porque, sin duda, se sentía así. Sin duda sintió que Madame Bovary era él”.
En busca del tiempo perdido 1913 a 1927 de Marcel Proust |
El corazón de las tinieblas (1899), de Joseph Conrad |
Rosa Montero en el 2003 |
“En principio quise hacer, diez o quince años atrás, un libro teórico, cuando surgió el huevecillo de La loca de la casa, sobre lo que era escribir y de repente apareció el título del libro en mi cabeza, que es una frase de Santa Teresa de Jesús: “La imaginación es la loca de la casa”. Entonces me di cuenta que no estaba escribiendo un libro sobre la creación literaria, sino que estaba escribiendo un libro sobre la imaginación, y la imaginación de todos porque la imaginación es la que nos permite vivir a todos la vida de cada día. El ser humano es un ser fundamentalmente fabulador. Y también un libro sobre la locura porque aunque la imaginación es salvadora, ésta bordea la locura. La frontera de la imaginación es la locura. No conozco a ningún ser humano que no haya tenido miedo a la locura, porque forma parte de nosotros. ¿No? Y es un libro, por lo tanto, también sobre la pasión amorosa que es la locura socialmente admitida. La única locura que se admite socialmente. De hecho, por eso se dice “me volví loco por esa mujer”, “me volví loca por ese tío”. O sea que es la única locura socialmente admitida. En fin, que se convirtió en otra cosa. Y se convirtió además en un juego narrativo. Ni siquiera era un ensayo, era una especie de artefacto narrativo que yo ofrezco al lector, lo invito a que juegue conmigo el juego de la imaginación”.
El corazón del tártaro (Espasa, 2001). |
“Yo creo que uno se desnuda
totalmente, pero no de una manera literal, no de una manera realista. Yo, por
ejemplo, a mí no me gusta nada escribir en mis libros sobre mi propia vida. Así
como Conrad hay ese otro tipo de escritores que pueden ser enormes y maravillosos,
que de su propia vida hacen un símbolo universal. Pues esa no es mi vía. A mí
no me gusta hablar de mis propias historias. Una de las cosas maravillosas que
te ofrece el hecho de ser novelista es que te permite vivirte en otras vidas y
es lo que a mí me interesa. Así que mis libros no tienen nada que ver,
aparentemente, pero nada que ver; El corazón del tártaro, Bella y oscura, o La hija del caníbal,
tampoco tienen nada que ver conmigo, aparentemente. Pero en el fondo,
simbólicamente, tiene todo que ver. Te desnudas de una manera simbólica pero
eso es muy difícil de desentrañar. Incluso para ti que lo has escrito, muchas
veces no sabes por qué has escogido ese personaje y no otro. ¿Qué representa
para ti? ¿Por qué te persiguen determinadas obsesiones? Muchas veces no lo
sabes. Las novelas son como los sueños de la humanidad y la relación del
escritor con la novela es como la del durmiente con el sueño. Tú cuando sueñas
por la noche, de repente puedes soñar que te salen unas alas rojas en la espalda
y que vuelas por encima de Pekín. Bueno, eso no tiene nada que ver con tu vida.
Ahora bien, durante ese sueño, tú sientes unas emociones poderosísimas. Por
ejemplo, puedes tener ese sueño y estar
llorando a lágrima viva con una
angustia enorme o con una gran tristeza o puedes estar felicísimo o estar
muerto de risa o puedes estar con miedo. Montones de emociones, a lo mejor
fortísimas, mientras estás soñando. ¿Por qué son esas emociones tan fuertes?
Porque verdaderamente ese sueño significa algo muy profundo tuyo. Es una parte
de tu psiquis más profunda que está saliendo a la luz bajo esa forma
metafórica. Pues con las novelas pasa igual. O sea, que lo que yo cuento tú lo
lees y, desde luego, harás muy mal si adjudicas eso que cuento a mi vida, en la
superficie, en el detalle, en la anécdota. Ahora en el significado profundo
metafórico, simbólico, nos desnudamos todos, muchísimo. Escribir una novela
para todo escritor es como sacarte un pedazo de hígado. Absolutamente. Es algo
que viene de la parte tuya más profunda”.La hija del caníbal (Espasa, 1997).
“Aunque publiqué desde muy joven como periodista, porque empecé a trabajar con 18 años como periodista, empecé a escribir mucho antes como narradora. Escribía ficción desde los cinco años, cosa que es bastante común. Muchos novelistas, muchos escritores hemos empezado a escribir en la niñez. Entonces siempre he escrito ficción. Y de hecho, yo hice periodismo y me dediqué al periodismo porque cuando llegó el momento de escoger un trabajo, algo para ganarme la vida, pues escogí el periodismo escrito; siempre escrito porque estaba cerca de mi gran pasión que era escribir. Ahora de que el periodismo me hiciera conocida porque empecé a trabajar en el periódico El País, que tuvo un gran éxito tras la muerte de Franco; surgió tras la muerte de Franco y entonces se convirtió en un gran éxito editorial y arrastró a la fama a una serie de periodistas que trabajábamos ahí siendo muy jóvenes. El hecho de que ese trabajo periodístico me hiciera famosa muy joven yo creo que me facilitó el hecho de publicar, eso sí. En aquel momento sobre todo era muy difícil publicar. Mucho más que ahora. O sea que, desde ese punto de vista, sí me facilito. Pero vamos yo estoy segura de que hubiera publicado antes o después con más o menos dificultades, pero que hubiera publicado también. Yo sé qué hubiera publicado antes o después. (El periodismo) me lo facilitó, quizás me hizo publicar antes. Así que algo de influencia… todo lo que hacemos tiene influencia. Claro, en lo que somos. No podemos imaginar lo que somos quitando una parte de tu vida y, sobre todo, una parte tan importante como la parte profesional que tanto tiempo y tanto trabajo te ha llevao”.
“Creo que es un grandísimo error abandonar un trabajo para dedicarte a vivir de la narración, de la ficción. Yo creo que la narrativa debe de ser un ámbito de absoluta libertad; es muy difícil mantener esa libertad. Ya tienes enormes presiones del ruido del mercado, de la presión para vender, para entrar en las listas de superventas; tienes que emplear una cantidad de esfuerzo increíble para contrarrestar esa presión, esos cantos de sirenas. Y si encima a eso le añades la presión tremebunda económica de tener que vender esa novela para comer y pagar la hipoteca… Pues entonces estoy segura, estoy segura, vamos, de que no escribes con la misma libertad. Te digo que yo tardo como tres o cuatro años en escribir una novela; pues si viviera de eso, evidentemente, a lo mejor, al año y medio publico una novela porque necesito un adelanto. Y publicaría una porquería porque no estaría hecho, porque no estaría maduro. Y también el tema. Es que cuando escribes tienes que olvidarte de las exigencias del mercado, pero si tienes que comer de eso seguro que te planteas: ¿Esto se va a leer? ¿Esto es demasiado arriesgado? Así que enorme rollo. Creo que un escritor que decide vivir de su escritura, y conozco casos, es una de las grandes posibilidades de acabarse como escritor. Así que hay que vivir de otra cosa. Yo en mi cosa del periodismo. Pero hay escritores que han sido todo tipo de cosas: médicos, ingenieros, carpinteros, cualquier cosa. Y creo que hay que mantener ese trabajo. Por eso yo sigo con el periodismo. He trabajado full time como periodista durante 25 ó 26 años, y ahora hace seis o siete años me despedí del periodismo. Y, afortunadamente, me he quedado con un contrato de colaboración lo cual me permite mayor libertad”.
“Tengo una columna en la última página, una vez a la semana. Un artículo largo en el suplemento dominical, dos veces al mes. Un artículo en el periódico Clarín, largo, una vez al mes, Clarín de Argentina está sindicado en otros periódicos de Latinoamérica. Y luego hago entrevistas y reportajes. No sabéis lo que trabajaba antes, como una salvaje; aparte de que estás escribiendo una novela. Lo que soy es una ‘curranta’ como una galeota, estoy todo el día atada al ordenador como el galeote al banco del remo. Por ejemplo, estaba escribiendo una novela, Temblor, y te llamaban y te decían: “Vete a Rusia que se está hundiendo”. Era en el tiempo de Gorbachov y te pasas un mes en Rusia haciendo unos reportajes. Entonces en una situación como esa tienes que vaciar la cabeza de la novela. Y cuando vuelves es que te has ido de la novela completamente. Y te pasas mes y medio o dos meses escribiendo los reportajes que te encomendaron, completamente afuera. Es que la novela ha desaparecido de tu cabeza. No has podido ni pensar en ella, porque además el trabajo periodístico es muy absorbente como tú bien sabes. Entonces pues, efectivamente, eso es muy turbador para tu escritura. De todas maneras se escribe así. Yo he escrito la mayoría de mis novelas así. Y no sólo yo. El 99% de las novelas que se han escrito en el mundo, se han escrito a las cinco de la mañana y en la mesa de la cocina, por así decirlo. Antes de irse a trabajar y que los niños están durmiendo y tal. Novelas de hombres y de mujeres. La escritura de novelas siempre ha sido vocacional y muy trabajosa, y compaginada siempre con otras cosas”.
“Es una cosa interesante este tema, porque la gente tiene una visión, una percepción del mercado muy distorsionada. Se cree que el escritor es esa cosa pues rutilante que sale en los medios de comunicación, en las televisiones y que va y que viene. Pues no, eso no es ser escritor. Si quiere ser eso está muy equivocado. No sólo no vas a ser buen escritor. Si alguien quiere ser escritor tiene que saber que consiste en escribir a las cinco de la mañana en la mesa de la cocina y punto. Y eso es ser un novelista. Eso hay que tenerlo claro, pues resulta que ganas un montón de dinero pero como abogado que es tu trabajo durante el día. Con la escritura no se gana dinero, salvo tres o cuatro, muy pocos y es como una lotería; siendo novelista no se gana dinero”.
“A veces gano dinero con la novela. Pero de todas maneras muy poco. He tenido la suerte de tener un montón de éxito y de vender un montón, pero de todas maneras ganas muy poco relativamente. Primero porque escribes una novela cada cuatro años. Segundo porque lo que se gana, obteniendo mucho éxito es muy poquito. Y divídelo entre los cuatro años. Es ridículo. Sobre todo en lengua española y todavía en la nuestra que es muy grande. No te digo yo en otros idiomas. Bueno, y te traducen pero las traducciones normalmente se venden muy poco. Realmente no se puede escribir con la idea de hacerse millonario y de hacerse ni medianamente rico. Vive de otra cosa y gana tu dinero de otra cosa”.
“Para mí el periodismo es un género literario. Aunque en mi caso lo asumo como una profesión pero, sin duda, el periodismo escrito es un género literario. Ser lo que yo soy que es reportera que hace entrevistas, hace crónicas, reportajes, artículos, pues eso es un género literario. Y puede ser tan grande literariamente como la poesía, el drama, como el ensayo y la ficción. Por ejemplo, A sangre fría de Truman Capote es un pedazo de libro enorme; y puro y duro es un reportaje. O sea que, desde ese punto de vista, la cuestión es hacer bien el género. Incluso yo creo que hay periodistas que no son novelistas y que hacen periodismo literario que es un género en sí mismo. Pero me estoy acordando ahora, por citar solamente un ejemplo clásico, de Larra que es nuestro escritor romántico español más importante y sólo hizo periodismo. No hizo nada más que periodismo. Era un escritor que realmente lo sigues leyendo 150 años después y es delicioso y es maravilloso. Eso sí, es muy raro el escritor que cultiva un solo género. Normalmente son ensayistas y poetas como Octavio Paz y tal. Yo, por mi parte, me considero una escritora que cultiva el ensayo, la ficción y el periodismo. Y para mí el periodismo es mi trabajo y ese trabajo pertenece a mi ser social. Mi pasión, sin embargo, donde está mi corazón realmente es en la ficción”.
***
Carlos Esteban Cana comenzó su labor como periodista cultural a finales de los 80s en Senderos, revista del pueblo de Cataño dirigida por el escritor Angelo Negrón Falcón. En 1991 conoce al escritor Antonio Aguado Charneco en las Peñas literarias del Hotel El Convento, quien se convertiría en su mentor literario. En ese mismo año conoció a Amílcar Cintrón, Juan Carlos (Quiñones) Fret-Alvira, Rodrigo López Chávez y Joel Villanueva con quienes fundaría la revista y colectivo Taller Literario. A lo largo de la década y tras una segunda serie durante la primera década del nuevo siglo, Taller Literario se convirtió en un importante referente en las letras boricuas. Después y simultáneamente a la presencia y gestión cultural del colectivo, Carlos Esteban Cana se especializó como productor de contenido (mucho antes de que el término se acuñara) de ahí su labor como editor del boletín “En las letras, desde Puerto Rico”, reproducido en diferentes bitácoras como: Confesiones, de Angelo Negrón; Bocetos de una ciudad silente (ahora Silencios de papel), de Ana María Fuster Lavín; y Buscando la luz al final del túnel, de Caronte Campos Eliseos, entre otros. En esa dirección y con el paso de los años Cana ha desarrollado columnas con un perfil muy específico, entre ellas “Breves en la cartografía cultural”, “Aquí, allá y en todas partes”, “Crónicas urbanas” (para Diálogo Digital de la Universidad de Puerto Rico) y colabora en plataformas como "Cultureando en Puerto Rico" y “Servicios de Prensa Cultural”. Gracias a su trabajo para Global Voices (2014-2017), red mundial de periodismo ciudadano, su trabajo se ha traducido a más de 10 idiomas. Cana cuenta con estudios a nivel graduado de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ha trabajado durante 10 años en canales PBS (WMTJ Canal 40 –1994 al 1999- y WIPR canal 6 –2004 al 2009-). También se ha desempeñado como: coordinador de publicaciones para la Oficina de Comunidades Especiales (1999-2000); Director de Comunicaciones de la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico (2001); Coordinador Editorial y de Actividades de la Oficina de Revistas del Instituto de Cultura Puertorriqueña (2002-2004); Coordinador de Medios de El Sótano 00931 (2003-2008) por invitación del escritor y director de la revista Julio César Pol; Periodista cultural para El Post Antillano (2012-2015); Corrector y Redactor para El Visitante de Puerto Rico (2012-2016); Redactor especializado para Pro Arte Musical (2014-2015); y Crítico de libros para diversos programas de Radio Universidad de Puerto Rico (2011-2016). La obra creativa de Cana está dispersa en periódicos, revistas académicas y en diversas antologías como: De alisios y pamperos (Abrace, 2007); Estancias del sol, Selección de cuentos de Las Antillas Hispánicas (Sociedarte, 2007); Los rostros de la hidra (coedición Isla Negra Editores y Publicaciones Gaviota, 2008); Antología del Certamen Nacional de Poesía José Gautier Benítez (2006-2012); Los nuevos caníbales vol. 3, Antología del Microcuento del Caribe Hispano (Isla Negra Editores, 2015); La era de la brevedad (Editorial Areté Boricua, 2021) y Nos volvimos a pasar/We Crossed Again (Editorial Colibrí, 2023). Carlos Esteban Cana tiene dos libros publicados: su 1ra colección de microcuentos, Universos (Isla Negra Editores, 2012); y una selección de 29 cuadernos de poesía titulada Testamento (Publicaciones Gaviota, 2013). Sus libros Catarsis de maletas (cuentos) y Ya confiesas algo de tu tiempo y el mío (poesías) --que en el mercado español se titula "No os quiero enamorar pero os leo así"-- circularán en las librerías en el 2024. Desde el 2016 su audiolibro "Un poeta en su propia voz" está disponible en la plataforma de contenido en audio Ivoox. De igual manera diversos videos en los que el escritor declama su propia poesía o es entrevistado por diversos medios están disponibles en YouTube. Actualmente Cana se desempeña como Community Manager en Redes Sociales y recién concluyó una Bibliografía a modo de Curriculum Vitae que comprende más de tres décadas de servicio cultural (1989-2023) que hasta la fecha se extiende por 128 páginas.
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