A quien pueda interesar:
Sirva la presente para informarle que efectivo hoy, 14 de
febrero de 1995, someto mi renuncia al cargo que se me impuso y en el cual me
he desempeñado por los últimos años. Mi renuncia se debe a que ya estoy cansado
de mi labor. Siempre he tenido que actuar en pro de nuestros devotos creyentes
y compañeros. Nunca he logrado beneficio alguno para mi persona, además del
dinero, tengo otras necesidades pues lo que ustedes llaman espiritualidad es
algo que estoy muy lejos de comprender.
Adelantándome al hecho de que se opondrán a mi
irrevocable renuncia me he permitido enumerarles algunas otras razones:
1. Debe estar claro que no se trata de mis honorarios. La
verdad es que no necesito dinero. Como ustedes saben mi padre me dejó una
cuantiosa herencia; gracias a ello puedo retirarme aún joven y pasar el resto
de mi vida tranquilo.
2. No he de negar que he titubeado antes de renunciar
porque siempre he mantenido buena relación con todos, y aunque no es la razón
principal, el agotamiento físico y también el espiritual me tienen obsesionado
con un largo descanso.
3. Debo mencionar que la prohibición de ustedes de
enamorarme me tiene hasta el copete. Yo también tengo derecho a sentir amor. ¡Lo
he sufrido tantas veces!
4. Nuestros fervorosos creyentes desaparecen de mi vista
cada vez que les bendigo su relación. Tienden a amarse y yo permanezco aquí
teniendo sueños mojados y eyaculaciones incompletas al no tener la carnalidad
de una mujer en mi lecho. Me quedo a imaginarme la forma en que se divierten amándose
y practicando todo lo que nosotros no podemos por culpa de un estúpido voto de
castidad y obediencia.
5. Nunca creí en la castidad. Sólo soporté ante una
filosofía platónica que lo que logró fue drenarme y derrumbó mis propias
barreras inútiles.
6. No entiendo que les pasa, si el sexo se complementa
con el amor y viceversa ¿por qué yo no puedo disfrutar de ambos?
7. Me enamoré, ya le declaré mi amor y a pesar de que mi
físico y mi estatura no son compatibles con ella y acepto que no son las más convenientes, dijo que si, que estaba
dispuesta a compartir su vida conmigo.
8. No existe vuelta atrás. Ya la hice mía y saboreé cada
centímetro de su piel. Fui suyo y me enseñó el camino a la lujuria. Deposité en
su cuerpo toda mi esperanza de días felices y noches ardientes. La abracé
contra mi pecho y los latidos de mi corazón fueron sincronizándose con los de
ella. El ritmo en que nos amamos sólo es comparable al terremoto y a la calma,
al huracán y al viento sutil o al golpe de las olas contra la costa y a la
tranquilidad del mar cuando descansa.
9. ¡No entiendo la razón por la que ustedes pretenden que
no tengamos experiencias así! ¡Es delicioso! Máxime cuando uno deja que la
locura del amor guíe las caricias y no existan prohibiciones que impidan a dos
cuerpos entremezclarse y saborearse de forma candente e ilimitada.
10. Ella sufría de soledad como yo, así que es valida
nuestra relación. La encontré con las mismas necesidades; físicas y
espirituales. ¡Si la vieran desnuda; es despampanante! Pero no la verán, pues
ella es sólo mía y me encargaré de hacerla muy feliz.
11. Este día ha sido sensacional y aunque me condenen o
muera hoy, no cambiaria mi vida entera por esta mañana en que la conocí en
cuerpo y alma. Calmando mi sed, disfrutándomela hasta el rendimiento y
renaciendo del cansancio para poseerla como ave fénix con el calor de mil
infiernos y con la ternura de mil paraísos.
Por lo tanto si deciden continuar con la plaza no cuenten
conmigo para adiestrar a alguien más. ¡Que haga lo que hice yo! Que aprenda solo.
Y no se les ocurra pedirme más tiempo pues no lo tengo. Me iré para las Bahamas
y luego a donde ella ordene. No mentiré diciendo que los extrañaré así que sin
más que agregar, me despido.
Sinceramente:
Cupido
PS: Dejé las pequeñas alas, el arco, las flechas y la
estúpida cinta roja con la secretaria de recepción. Deberían entregárselos a
San Valentín, después de todo, siempre envidió mi puesto.
¡Ah! Y no se les ocurra insinuar que tuve amoríos en
horas laborables o que esta no es la primera vez. Me enamoré apenas esta
mañana. Ella fue la enfermera que atendió y curó la profunda herida que yo
mismo me provoqué con una de las flechas.
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