La noche que conversé y conocí a Alfredo Villanueva fue memorable. A pocos escritores les he podido sacar tanto en una breve entrevista. Aunque esa visita lo instalaba nuevamente, de forma cercana, en el circuito literario del patio, Villanueva venía realizando su obra poética y cultural de forma consistente, desde mediados de la década del 80 en Nueva York. A la hora de acercarme a su hoja de ruta, encuentro que son referentes importantes títulos como El imperio de la papa frita, Pan errante o Mala Leche, por mencionar sólo algunos.
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Esa noche, entre copas de vinos y un grupo selecto de amigos, la poeta
Etnairis Rivera se refirió a Alfredo Villanueva como un escritor que luchaba
con el tiempo con una especie de nostalgia; un creador que levantaba su voz,
con cierto anarquismo, contra fundamentalismos de cualquier tipo. Y así es. Es
evidente la irreverencia visceral en la poesía erótica de un artista que
disfruta coleccionar cristales de diferentes lugares.
Pero no hablemos más, dejemos que el propio poeta nos hable de aquellas
lecturas que le apasionan, del significado que le da a la poesía, de lo que
implica ser escritor. Alfredo Villanueva es el invitado en esta edición de “En las letras, desde Puerto Rico”.
Alfredo
Villanueva: Yo he querido escribir una poesía que yo llamo somática.
Esto es
que se escribe, como yo digo, con cuatro tintas. Siempre he dicho que
yo escribo con sangre, semen, sudor y lágrimas. Digo que no es con el corazón
que se siente, sino con el estómago. Porque cada vez que yo siento una emoción
muy fuerte a mí lo que se me encoge es el estómago, no el corazón. Yo creo que
para escribir hay que sufrir bastante, y si no se tiene una vivencia muy fuerte
uno termina ensartando palabras que pueden ser muy buenas pero que no
comunican. Porque el acto de la comunicación se da cuando la persona que lee
siente que la persona que escribe le presta su garganta, le presta su voz para
poder decir algo. El cumplido más grande que le hace un lector a un poeta es cuando
le dice: “Me hubiera gustado escribir eso”, o “usted ha dicho algo que he
sentido toda la vida”, “usted ha escrito algo por lo que yo he pasado”.Alfredo Villanueva. Foto por Alberto Martínez Márquez.
Yo digo que yo soy más Mallarmé. Para mí es la flor que está ausente en todo el
ramillete. La poesía tiene que ver mucho con las ausencias, con los vacíos, con
los agujeros. Pero son ausencias que son presencias porque viajan con uno todo
el tiempo. Uno no puede dejar de recordar, ¿no?; para
mí es muy importante. La poesía comienza en el cuerpo, no en la mente; no en el logos, en el soma. Una de mis líneas
favoritas de aquella obra de Tenesse Williams es: No recuerdo el rostro pero las manos me son
familiares. Nosotros somos un
cargamento de trazas de otros que nos han impactado, y las cargamos. La ventaja
del poeta es que puede recuperar esas trazas; y otros a través del poeta
encuentran las trazas de ellos mismos.
Fotografia por: Claudia B |
Siempre he dicho, nadie se acuerda de un poema completo pero se acuerda
de un fragmento de poema. Y ese fragmento del poema le estalla una y otra vez. Tú
puedes estar 20 años después de haber leído lo que llamo un poema cursi: Este domingo triste
pienso en ti, y de repente llega un domingo que estás triste, piensas dulcemente en alguien y ese poema te vuelve
a salir, y tú te quedas como ¡Auch! Te
duele. Porque la poesía que es buena duele, duele por que es como un cuchillazo
que le dan a uno, porque la memoria hace que uno recupere. Yo vivo obsesionado
por fragmentos de poemas. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. La noche está estrellada y ya no está
conmigo. No tiene que ver con el idioma, es cualquier poema que tú hayas podido leer en
el original. Tú te quedas con una de esas líneas y la llevas toda la vida
contigo. Cuando menos tú lo esperas salta de nuevo y vuelve a ser vigente.
Inicios,
influencias y lecturas
Cuando yo comencé a escribir aquí en Puerto Rico hubo una poeta muy
famosa en su época del grupo Guajana, no era del grupo Guajana como tal sino que
era la musa de los guajanos que me dijo que yo tenía que quemar toda mi poesía
porque no estaba escribiendo poesía política. Yo no tenía la madurez para
escribir poesía política. En ese momento Mercedes López Baralt me había
regalado para mi cumpleaños un libro llamado Cuatro poetas españoles que tenía a
Gabriel Celaya, a Blas de Otero, creo que a Alberti y a José Hierro. Y a ese yo
le tengo que añadir un quinto que es Emilio Prado. Yo, de repente, encontré que
eso me salvó… Me salvó de Darío y me salvó de Lorca, que yo creo que son las
influencias más terribles que hay sobre todos los poetas. No porque sean malos
sino porque uno los llega a imitar como esclavos. ¿No? Yo empecé por la poesía
intimista. Después con mis estudios de literatura, Wallace Stevens. Sobre todo Wallace Stevens,
más que nadie; Whitman, Eliot, el Dante que lo
leí a muerte con un profesor de la Universidad de Puerto Rico. Hablé de los simbolistas, Mallarmé, Verlaine. Pier
Paolo Pasolini que mucha gente no lo ha
leído como poeta. Yo tuve la suerte de que me obligaron a leer, casi a punta de
pistola, a los herméticos italianos. Y para mí fue una revelación Ungaretti, Quasimodo,
lo que yo llamo poesía seca, no poesía mojada. Poetas en los que triunfaba la
imagen sobre la palabra. No eran sentimentales pero dolían muchísimo más. Unas
cosas tan labradas, tan bien hechas, y no digo yo que eran cerebrales: es la imagen. Lo más importante es que uno tiene que
decir algo. Escribir por escribir a mí me deja frío. Yo quiero comunicar, y yo
creo que eso es lo que define mi poesía, la comunicación. Lo más importante en mi vida es que venga alguien que no conoce de
poesía y me diga: “Yo sentí eso que usted escribió”.
Alfredo Villanueva,. Foto por Alberto Martínez Márquez. |
A mí me han criticado mucho mi poesía homoerótica, por ejemplo, y sin embargo cuando yo leí sobre la muerte de mi compañero hubo gente que se atacó a llorar en el auditorio. Yo me quedé como ¡Wow! ¿Qué es esto? Y vino una señora y me dijo: “Gracias por compartir tu dolor con nosotros”. Porque la muerte no tiene sexo y es una experiencia universal; y yo que he visto morir a tanta gente. El amor no tiene que ver con sexo. Cuando yo le escribo un poema a un cuerpo que tengo al lado, con el que he vivido por un montón de años y que todavía no conozco, pero a quien ya le he jurado fidelidad o hecho un compromiso. Y lo digo así: aquí hay un extraño. Yo creo que todo el mundo, en los matrimonios, llega una noche en que se despierta y mira ese cuerpo al lado y dice: “¿Éste quién es? o ¿Ésta quién es?” Pero aquí me quedo. Ya no queda más remedio. Aquí estamos y llega ese conocimiento de que son dos extraños que van a estar juntos para siempre.
Sobre
sus libros
Cada libro es un libro muy especial. Tengo un
libro llamado Grimorio (Colección Murmurios, 1988), que es un
libro de magia y una gramática, ese es muy especial porque yo intenté universalizar
mi experiencia. Es muy importante En el imperio de la papa frita (Editorial Colmena ,1989), que es mi primer poemario político
sobre la situación colonial de Puerto Rico. Pero, en realidad, cada libro es
importante y yo no dejo a mis libros atrás. Hay
poetas que escriben y se olvidan del libro y, sin
embargo, en mi caso, mis libros forman una secuencia. Cada uno añade a lo que
han dicho los demás. En los recitales, por ejemplo, no puedo leer nada más que
lo último, sino que tengo que leer un poquito de todo.
A Ana María (Fuster Lavín) le agradezco
infinitamente que no importa lo escabroso que yo escribiese me ha publicado en
Borinquen Literario. Yo creo mucho en el Internet. De hecho, tengo dos libros
que no están publicados en papel. Se pueden bajar gratis del Internet, y mi
intención, mi ‘mala leche’ (como yo llamo a uno
de los poemarios), es regalar la poesía. Porque
ya me cansé de cargar con libros en la maleta. No hay nada más subversivo que
decir: lo mío se reparte pero no es comercial. Ahí los editores se mueren. A mí
me cuesta treinta dólares poner un libro en internet, lo puede bajar todo el
mundo y en estos tiempos la gente puede entrar a las bibliotecas digitales.
Como puertorriqueño, y yo lo proclamo a todo tren, es fascinante que me estén
leyendo en diferentes partes del mundo. A veces me da gracia porque yo llego a
Puerto Rico y se me conoce ahora, pero hace
tiempo se me lee afuera. Tengo contacto en todos lados y eso es muy importante.Alfredo Villanueva. Foto por Alberto Martínez Márquez.
Sobre
el concepto de generaciones en la literatura
Primero que todo no creo en la vaina de las generaciones. No hay poetas
viejos y poetas jóvenes: hay poetas. Y yo creo
que todos nosotros jamás dejamos de aprender unos de los otros. Yo todavía,
cuando escribo y se me queman las pilas, agarro mis poetas y aprendo de nuevo.
De manera que no veo el por qué de esta división artificial. A mí me encanta
trabajar los nuevos o los que comienzan a formarse porque yo he cometido toda
clase de errores en la poesía y sé dónde están en los peligros. El diamante hay
que pulirlo para que brille. Tú escribes con inspiración después de estar tres
días trabajando en ese poema… ¡Perdón! ¡Nada de tres días, toda la vida! Yo
tengo poemas que escribí hace treinta años atrás que cuando los leo nuevamente
los cambio. Y yo creo que es lo más importante. La artesanía es el alma del
arte.
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