domingo, diciembre 18, 2011

En las letras, desde Puerto Rico: Periodismo y literatura en voz de Rosa Montero, Laura Restrepo y Elena Poniatowska

por Carlos Esteban Cana

Comentaba recientemente Javier Darío Restrepo, Director del Consultorio Ético de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, ante un auditorio de comunicadores en Puerto Rico, que el periodista continúa siendo irremplazable, particularmente, por la calidad de su trabajo. En tiempos en los que los medios se sirven de avances tecnológicos, incluso para transformar roles tradicionales en la cadena de información, aquel periodista que haga entender lo que pasa, que ofrezca antecedentes y ponga en contexto los hechos, es siempre necesario, apuntaba el veterano periodista, experto en ética. Y es que el buen periodista, ese que renueva constantemente su compromiso de hacer pensar, explicar lo que sucede e interpretar la voz de las comunidades, se diferencia de inmediato con respecto a otros seudo-comunicadores que habitan los medios. Quizás ese perfil que destaca al verdadero periodista se debe a una ética personal y propia que desemboca en eso de ser persona. Bien lo ejemplificó Kapuscinski cuando título Los cínicos no sirven para este oficio al libro que se ocupaba sobre el buen uso del periodismo.  

A lo largo de mi experiencia como escritor y periodista cultural he reflexionado sobre los puntos de contacto entre la literatura y el periodismo. También he consultado las valiosas reflexiones del Dr. Eugenio García Cuevas (Periodismo crítico, cultura y literatura),  Jorge B. Rivera (El periodismo cultural), y Susana Rotker (La invención de la crónica). Por lo anterior, no tengo dudas acerca de los beneficios que esa relación simbiótica deja en quien aspira a crear mediante la  palabra. Hablo, por supuesto, de los que asumen su vocación literaria como un modo de vida. No de aquellos que pretenden hacer del oficio del escritor algo cercano a la farándula, con todo lo que eso implica. Pero dejemos que otras voces compartan algunas impresiones sobre los contactos entre literatura y periodismo. En este espacio escucharán las voces -porque leer es una forma de escuchar- de Rosa Montero, Laura Restrepo y Elena Poniatowska, tres reconocidas escritoras del orbe iberoamericano que se han desempeñado como periodistas. Estas impresiones se desprenden de diversos conversatorios en los que estas autoras han compartido con el público lector boricua. 


 Rosa Montero: Para mí el periodismo es un género literario. Aunque en mi caso yo lo asumo como una profesión pero, sin duda, el periodismo escrito es un género literario. Si eres un director de periódico no, pero ser lo que yo soy que es reportera, hacer entrevistas, hacer crónicas, hacer reportajes, hacer artículos, pues eso es un género literario. Y puede ser tan grande literariamente como cualquiera de los otros: como la poesía, como el drama, como el ensayo y como la ficción. ¿No? Por ejemplo, A sangre fría de Truman Capote que es un pedazo de libro enorme, pues es un reportaje, puro y duro es un reportaje.  O sea, que desde ese punto de vista la cuestión es hacer bien el género. Claro, hay periodistas espléndidos y periodistas malísimos, como hay novelistas espléndidos y novelistas malísimos, y luego medianos, más medianos, menos… de todo. Incluso yo creo que hay periodistas que no son novelistas y que hacen periodismo literario, o sea, que eso es un género en sí. Es muy raro, además, el escritor que cultiva un solo género. Normalmente pues son, yo que sé, ensayistas y poetas, como Octavio Paz. Yo me considero una escritora que cultiva el ensayo, la ficción y el periodismo. Lo que pasa es que luego, dentro de lo que cultivas, cada uno tiene puesto el corazón en un lado. Y realmente donde está mi pasión es en la ficción, y el periodismo es mi trabajo y pertenece a mi ser social. Pero me estoy acordando ahora, por citar solamente un ejemplo clásico, de Larra que es nuestro escritor romántico español más importante y sólo hizo periodismo. No hizo nada más que periodismo. Un escritor que realmente lo sigues leyendo 150 años después y es delicioso y maravilloso.

Laura Restrepo: Hoy en día pues ya llevo diez años escribiendo novelas de ficción pero en ese momento, cuando escribí La isla de la pasión, mi único oficio era el de periodista (un oficio además interrumpido porque yo había tenido que salir al exilio, estaba en México) y tenía que basarme en reportajes, tal como mi oficio me lo indicaba y por eso la novela está basada en hechos reales. Es una novela, si se quiere, histórica. Ahora, ¿dónde termina la realidad y donde empieza la ficción? Y viceversa. Como periodista, cuando tú investigas, la realidad te da una serie de pautas, te da una serie de datos, pero tú te vas haciendo una composición del lugar que no necesariamente te la verifica o te la corrobora la propia investigación. Comienzas a buscar la pieza que te falta del rompecabezas y, sin embargo, tú tienes la certeza (trastornada, asunto de lógica) la idea de cómo debió ser. Como quien dice hay una pieza que falta pero el contorno de las piezas vecinas te dicen cómo es esa pieza. En el periodismo es contra la ética poner esa pieza ahí. Porque tú no tienes como respaldarla con los datos de la investigación. La ficción, en cambio, te permite hacer eso. Imaginar cómo pudo ser. Te da la licencia para completar.

Elena Poniatowska: Yo he escrito a lo largo de la vida libros de testimonios, que no son precisamente novelas. La noche de Tlatelolco es un libro de testimonio. Son las voces entretejidas de toda la gente que vivió o que fue testigo de la masacre de 300 personas en una plaza que se llama la Plaza de las Tres Culturas porque están ahí la cultura pre-hispánica, los restos de pirámides, la iglesia de Santiago Tlatelolco, colonial y los edificios muy modernos. Entonces es un libro de voces entretejidas, de gritos, de dolor, de gente que incluso huía de la plaza (que fue como una ratonera) y fueron balaceados por detrás. Porque llegaron a los anfiteatros y también a los hospitales gente que tenía heridas de balas en la espalda, en los glúteos, en las piernas, y que fue herida mientras iban corriendo, es decir, a mansalva, a traición, por detrás. Eso fue en el 68 y en ese año se celebraron las olimpiadas en mi país, entonces recuerdo mucho a una edecán, una niña de 23 años, preciosa, con apellidos alemanes, se llamaba Regina. Y esa niña, que la fue a recoger su padre en el anfiteatro, a la morgue, tenía a lo largo de toda la columna vertebral seis balazos, quiere decir que le dispararon seis veces, y tenía todo el pecho destrozado por balas expansivas que nunca se debieron utilizar. Entonces este crimen no es una novela, es un verdadero crimen sobre el cual quise hacer un testimonio. Pero los otros libros son de historia oral, como el del terremoto de 1985 que fue atroz pero que también da mucha esperanza por la fortaleza de la gente. Y otros como Fuerte es el silencio, también sobre como los paracaidistas toman las tierras en mi país, los desaparecidos políticos, los ángeles de la ciudad, aquellos que vienen a la cuidad durante una época y son pordioseros. Y, por otro lado, están estas novelas que ya son novelas más de ficción, como podrían ser Paseo de la reforma, Tínisima, aunque Tínisima está basada en la vida de una fotógrafa mexicana, y los cuentos del libro De noche vienes. Pero siempre, como soy periodista, hay una base de realidad, hay una base de verdad, porque yo creo que ningún escritor escribe en ficción pura. Siempre hay un personaje que lo marca a uno, que recuerda a uno lo que dice. Yo creo que uno siempre escribe ficción a partir de la realidad.

2 comentarios:

Wanda Cortés dijo...

Lo comparto, Angelo!! Un abrazo.

Carlos Esteban Cana dijo...

Gracias, hermanito. Es un privilegio que difundas en Confesiones mi periodismo cultural.