El mapa no está
completo. Al papel, amarillento en algunas partes, le faltan pedazos. Piezas
fundamentales para descifrar códigos y símbolos. El especialista no se inmuta y
se coloca ante la lupa. Utiliza también espejuelos. No escucha especulaciones,
acertijos no fundamentados. Con paciencia escudriña. Toma notas. Se deslinda de
lo que se vocifera con fines propagandísticos. Intenta finos trazos. Un
apalabrado gesto en la descripción, y devela.
No todo lo que
brilla es oro, y cuando se trata de libros de cuentos algunos asombran por su
vestidura elegante. Pero cuidado, que lo muy vistoso puede ser solamente capota
y pintura. Sin embargo, otros títulos, quizás más humildes en su cubierta, y
sin presencia mediática, son verdaderas joyas. A veces escondidas en los
lugares más remotos y recónditos de la librería.
En 20 años se han
publicado infinidad de colecciones de cuentos en Puerto Rico. Hace poco más de
cinco años publiqué una lista que
ilustraba los títulos que considero clásicos en el género, teniendo como marco
temporal desde la década del 40 hasta la del 80. Hoy, sin embargo, me ocupa la extensa
oferta de los últimos 20 años. Esta vez intento sacar de la bruma, por estar
dispersas, piezas fundamentales que conforman el perfil editorial de las dos
pasadas décadas. Algunos de estos libros, los más recientes, se consiguen en
cualquier librería, incluso en el internet. Otros, lamentablemente, están
agotados, por lo que para poder apreciarles hay que acceder a las salas
especializadas en literatura puertorriqueña.
En los años
recientes hemos presenciado una explosión editorial debido, en parte, a los
diversos talleres que ofrecen diversas instituciones. Tanto la Universidad del Sagrado
Corazón, con su Programa Graduado de Escritura Creativa, como el Departamento
de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Puerto Rico, así como
cursos cortos en diversas instituciones educativas, en su división de educación
continuada, y otros proyectos de la misma índole auspiciados por editoriales y
otras empresas de carácter privado, llenan sus cursos con un considerable
número de personas interesadas en el arte de la palabra. Por otra parte, las
revistas impresas son, como siempre, terreno fértil, caldo de cultivo. Y el
internet, en esta era cibernética e informática, ha magnificado la dimensión de
la pluralidad. Para regocijo de unos y desconsuelo de otros.
Coordenadas hemisféricas del mapa:
los 90’s
En un escrito reciente ubicaba el marco generacional de los 90’s entre el nacimiento de Taller Literario (1993) y la publicación de la antología Los rostros de la Hidra (2008). Mucho ha sucedido en esos tres lustros. Aquí algunos datos y nombres.
En los 90’s, publicaciones periódicas como las revistas Posdata (que publicaron un emblemático dossier de la narrativa que se generaba en esos años) y A propósito convivían con las establecidas: Mairena (en poesía); y con las de carácter académico como Exégesis y la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña. En este mismo inciso ubicaríamos a las revistas Cayey y Cupey. Desde mi punto de vista, los márgenes o las vías alternas siempre han estado en mejor condición y capacidad para configurar nuevas voces creativas, y, aunque de vida breve, cuando pienso en eso y en la época, me viene a la memoria el colectivo En la mirilla.
En los noventas fueron importantes, además, la singular Piso 13, así como Libro Guía y En rojo. Los talleres de escritura eran ofrecidos en la Facultad de Estudios Generales, el Ateneo Puertorriqueño. Y en el Instituto de Cultura Puertorriqueña la cantera era propiciada por el Proyecto para el Fomento del Quehacer Literario, bajo la tutela de Vilma Bayrón Brunet. Otro espacio valioso eran los talleres de Silvia Domenech nombrados como “El poder de escribir”. Lo que antes habían hecho un René Marqués o un Pedro Juan Soto, o el mismísimo Emilio Díaz Valcárcel (que cerraba ciclo docente en esos años), lo comenzaron hacer Magali García Ramis, Edgardo Rodríguez Juliá, Coqui Santaliz, Edgardo Sanabria Santaliz, y luego Ángela López Borrero, Carmen Lugo Filippi, Marta Aponte Alsina, Mayra Santos Febres, Amílcar Cintrón, y después un Mario Cancel, un Alberto Martínez Márquez, un Emilio del Carril, una Janette Becerra en Cayey.
Taller Literario dio a conocer poetas de gran aliento creativo como Mairym Cruz Bernal, que para esos años dirigía el colectivo Puertas, y Elidio la Torre, pero la gran fuente de la revista y su fortaleza estaba en los linderos narrativos. De sus páginas saltaron nombres como Camilo Santiago, Antonio Aguado Charneco, José Manuel Solá –también poeta-, Juan Carlos Quiñones “Bruno Soreno” (quien no era un desconocido en el panorama), Ángelo Negrón, Nilda Soto Méndez, Juan Carlos Fred Alvira, Rodrigo López Chávez –hoy cineasta- y el periodista Joel Villanueva Reyes. Taller fue una revista que tuvo diferentes ríos tributarios que desembocaron en su nacimiento, desde Senderos en Cataño al curso de Teoría y práctica narrativa, ofrecido por Emilio Díaz Valcárcel en Estudios Generales, pasando por los pasillos donde tertuliábamos los estudiantes en Estudios Hispánicos y desembocando en el enorme delta que fue y es la Escuela de Comunicación Pública. Pero a pesar de su cercanía a departamentos académicos Taller Literario siempre estuvo más cerca de las calles del Paseo de Diego. Es decir, nutría parte de su propuesta con escritores que estaban más allá de los linderos universitarios, lo que una década más tarde comenzaron a fomentar los talleres personales de escritura creativa o la propia Universidad del Sagrado Corazón, bajo la rectoría creativa de Luis López Nieves. Por todo lo anterior, los escritores ya instalados en la academia, y los recién llegados pertenecientes a la generación del 80 (particularmente los egresados de Filo de juego y Tríptico), miraban con cierta suspicacia la propuesta inclusiva de la revista. Unos por la mirada jerárquica, otros porque simple y únicamente estaban interesados en mitificar su gesta generacional. Lo que al final pagaron los estudiantes que pasaron por el aula ya que sólo tenían acceso a una parte de la historia. Por esa razón escritores vinculados a Taller Literario brillan por su ausencia en antologías como Los nuevos caníbales o Mal(h)hablar. Sólo después, con la llegada de otras revistas y colectivos como El Sótano 00931 y Zurde, la gesta de Taller Literario, constante por los cuatro costados de la Isla durante la última década del siglo XX, sería valorada en su justa perspectiva.
Para la época, Isla Negra Editores comenzaba a levantar un catálogo que 20 años después de su fundación, asciende a cerca de 300 títulos. Lo que Terranova Editores iniciaría luego en la primera década del siglo XXI . Para esos años noventosos post-guerra fría, se dio en el panorama local la sonada polémica entre Mayra Montero y escritores jóvenes como Juan Carlos Quiñones (Bruno Soreno) y Pedro Cabiya (Diego Deni), entre otros. La primera, en una de sus columnas que llevaban por nombre Aguaceros dispersos, se preguntaba dónde estaban los nuevos escritores. Hacía alusión a que ella, en su momento de juventud, había solicitado un prólogo a José Luis González. Y que esperaba por los nuevos jóvenes literatos para que le solicitaran, de la misma manera, un prólogo. Desconozco si alguno de esos novísimos llegó a pedir alguna reflexión a Montero para sus libros, pero más allá del dime y direte, El Nuevo Día comenzó sus certámenes. Desde afuera y desde lejos aquella primera edición del certamen parecía fundamentarse por la creencia de que después de los 70’s no había ocurrido nada en la literatura puertorriqueña. Premisa equivocada porque nunca desde el “establishment” se tiene visibilidad completa del panorama. No sé si se deba a una ceguera inherente a la zona de confort, en la que sujetos y sujetas que conforman ese grupo tan selecto, “instalados en lugares privilegiados”, caen una y otra vez. Lo cierto es que ya sea por arrogancia o porque no quieren salir de la comodidad de sus acojinadas sillas, pierden mucho de lo que sucede en otras vías o márgenes. Ya cuando balbucean algo, eso que ven como algo ‘fuera de serie’ venía ocurriendo hacía tiempo, y pregonan como novedad el mediterráneo cuando todos sabemos que hace rato estaba descubierto. Escritores como Alberto Martínez Márquez, Mario Cancel, Elidio la Torre, y después Julio César Pol y otros, han dicho las cosas como son, y han puesto sobre el tablero las diversas fichas del ajedrez. Yo, por mi parte, he intentado hacer lo propio desde los diferentes lugares y espacios mediáticos a los que he podido acceder. En esa dirección publiqué el ensayo “Lo que es evidente” en las mismísimas páginas donde había tenido génesis la polémica. Y lo continúo haciendo desde las páginas sueltas de este boletín.
También de los 90’s es importante destacar la colección Aquí y Ahora, de la EDUPR y los inicios de la Feria Internacional del Libro. La mini-ficción estuvo representada por C.J. García, quien publicó sus Breves para videófilos en 1998. García, en relación al género micro, se convirtió en el relevo de Ricardo Alegría Pons, que fue publicado en aquella emblemática antología 17 del taller, (compilada por Emilio Díaz Valcárcel y en la estaban incluidos Mayra Montero y Edgardo Sanabria Santaliz, entre otros) y que en 1992 publicaría Crónicas sublime de la cotidianidad). Pons, a su vez, se instalaba en una tradición que tomó fuerza con las miniaturas de Pedro Juan Soto en Spiks y los aforismos del hostosiano mayor, Julio César López. Hubo que esperar hasta el 2005 para ver la primera antología del cuento hiper breve gracias a la publicación de E.M. (Edición Mínima), auspiciada por El Sótano 00931y Publicaciones Gaviotas . Actualmente Christian Ibarra (La vida a ratos) ha otorgado al género cierto registro lírico y diáfano que eleva la belleza del lenguaje a otro nivel. Por su parte, Ángela López Borrero (Amantes de dios y En el Nombre del hijo) y Marta Aponte (La casa de la loca) entran con pie derecho en la narrativa corta. Poetas como Loreina Santos Silva (Cuentos para perturbar el alma) e Yvonne Ochart (El fuego de las cosas) incursionan en el género. Benito Pastoriza Iyodo (Cuestión de hombres) y Juan Carlos Rueda (¡Todos los hombres son iguales!) continúan la senda dejada por Manuel Ramos Otero, quien revolucionaba la narrativa boricua de los 70’s y 80’s escribiendo desde una perspectiva abiertamente homosexual (lo que lograron para los mismos años, desde la poesía, autores como Nemir Matos y Abniel Marat). Entrada la década siguiente, escritores que transgreden y cuestionan el patriarcado desde esta perspectiva, como Moisés Agosto (Nocturno y otros desamparos), Emilio del Carril (Cinco minutos para ser infiel) y Carlos Vázquez Cruz (8% de desk-cuentos), encontrarán terreno fértil en los lectores. Propuestas que, sin duda, contribuyeron al cauce generado actualmente por el colectivo Homoerótica y escritores como Luis Negrón (Mundo Cruel), Max Chárriez (Delirios de pasión y muerte) y Yolanda Arroyo Pizarro (Historias para morderte los labios).
Coordenadas hemisféricas del mapa: la primera década del XXI
La primera década del siglo XXI está marcada por la presencia ineludible de El Sótano 00931. Capitaneados por Julio César Pol, esta publicación se nutría, en su grupo fundador, de escritores de Arecibo y Ponce. A nivel impreso ocuparon el lugar de Taller Literario, que aunque trabajábamos en los emblemáticos números 7 y 8, ya nos íbamos configurando más como colectivo, con nuestras tertulias ocasionales, y auspiciador de eventos literarios. Hoy, que El Sótano cumple su primera década, vemos a la distancia necesaria cómo cada uno de los integrantes irrumpió con fuerza en el ambiente literario y cultural. Los nombres de Federico Irizarry, Amarilis Tavárez Vales, David Capiello, Juanmanuel González, Sonia Gaia (Jacqueline Rivera), Robert Jara, John Torres y después Zuleyka Pagán, bajo la gesta de Julio César Pol, saltaron a primer plano. Desembocó El Sótano en seis volúmenes, tres antologías (Ciudad Paria, Edición Mínima, Puerto Rico-República Dominicana) y el famoso “Pentateuco” del Sótano-Isla Negra, conformado por los siguientes títulos: Kischt por Federico Irrizarry; Realid(h)ades por Amarilis Tavárez; Sobre todo tus silencios por González; La luz necesaria por Julio César Pol; y Fracturas del devenir por Torres. Después publicarían sus libros Capiello (Comunión antropoética), Pagán (Ankh) y Rivera (La casa en el agua), sólo Vázquez había publicado anterior a los demás, en el 2003 (Inimaginado). Actualmente El Sótano es un proyecto editorial que cuenta, entre los escritores que integran su catálogo, con la poeta Myrna Estrella Pérez (Miss Carrusel).
Mientras eso sucedía comenzaban a ser cotidianos en el panorama cultural, los eventos generados por gestores como Awilda Castro y Raúl Gorras, que actualmente continúan escritores como Yara Liceaga con su serie Poetry is busy y Lady Lee Andrews en The Poet’s Passage, o lugares como La respuesta y sus noches mensuales de poesía. Pero si hablamos de la década pasada fue De-Generaciones el acontecimiento mayor. Evento que reunió a escritores de cinco décadas diferentes. Julio César Pol (de nuevo Julio César) supo configurar el grupo rector con gestores y escritores como Alberto Martínez Márquez, Nicole Cecilia Delgado, Nina Valedón, y escritores vinculados a Taller Literario. De-Generaciones corrió las principales ciudades del País. Integrantes del Movimiento Trascendentalista, de Guajana, de Zona de carga, de Mairena, Filo de Juego y Tríptico, de Taller Literario, y otros autores, vinculados o no a colectivos o revistas, fueron representantes de este encuentro, que iniciaba con escritores que se formaron en los 50’s y concluía con quienes iniciaban su trayectoria a finales de los 90’s. Fue mi participación en este evento, como responsable de la cobertura mediática, lo que me dio el boleto de entrada al Sótano. Por invitación de Julio César Pol pude participar, no desde un espacio de liderazgo –lo que me hizo sentir aliviado- sino como uno más en el grupo. En ese tiempo fui responsable de la coordinación de medios.
Sin querer, inicié también el emblemático debate cibernético que surgió por ciertas expresiones despectivas que formuló el crítico Julio Ortega con respecto a los jóvenes poetas del País. Ajeno a que la historia tenía una pre-cuela. Todo terminó desembocando en el Ateneo. Esa noche el crítico implicado rectificó posiciones, tanto que terminó su alocución mencionando al Sótano 00931, y un poeta mejicano dio cátedra de lo que es hablar con conocimiento y erudición. Hugo Gutiérrez Vega ofreció una de las más conmovedoras conferencias acerca de la literatura puertorriqueña, que he escuchado. Al final de la velada, sin embargo, tuve que enfrentar un intento de censura cuando, en la parte de preguntas y respuestas, me apagaron el micrófono desde la consola con el claro propósito de que no continuara. Sucedía que, en esos instantes, yo compartía algunas reflexiones que varios escritores, como Rafael Acevedo, Ana María Fuster, Yván Silén, Elidio la Torre y Mario Antonio Rosa, entre otros, habían formulado como parte de una cadena de correos electrónicos, que llegó a difundirse hacia diferentes partes del hemisferio. Curioso por demás que al final de la velada se arremolinaran en torno a mí, los escritores más jóvenes en el auditorio. En lo puntualizado no estaba solo. Después, Julio César Pol hizo acopio de la información, y Eugenio García Cuevas, como editor de Diálogo, publicó una cuidadosa y equilibrada selección cronológica, que develaba como ocurrió el intercambio, y la importancia del mismo.
Luego vino el boom de las bitácoras, y el colectivo Derivas impuso su presencia como plataforma amplia y diversa, creativa y original. De la mano de Axel Alfaro e Isabel Batteria, una serie de escritores publicaban con cierta regularidad. Aún están disponibles las ediciones especial que desarrollaron, tituladas Pulp, Cursi y Transversa. Entre los que integraban el equipo editorial figuraban Margarita Pintado, Mayra Rivera Rivera y Raquel Albarrán. Luego, nombres como Yolanda Arroyo, Jocelyn Pimentel, Xavier Valcárcel (que fundaría con Nicole Cecilia Delgado la valiosa propuesta Atarraya Cartonera), María de Lourdes Javier, José Borges y Ángelo Negrón, entre otros, fueron importantes a la hora de popularizar y fomentar el uso de bitácoras o blogs como espacios validos para forjarse una trayectoria propia, sin necesitar la bendición de “consagrados”. Lo que siempre intentábamos desde las páginas de Taller se convirtió en norma, y el espacio se democratizó. Así que no sería irracional preguntarse por los libros que saldrán de estas bitácoras. Todavía está por verse el impacto que han tenido las redes sociales, como Facebook o Twitter, en la difusión literaria.
La lupa focaliza en las piezas
Todo es nuevo y nada lo es. Aravind Anyathaya (Lajas) y Elidio la Torre (Septiembre), siguen los pasos de la Ana Lydia Vega de Falsas crónicas del sur. Sheila Candelario publica un libro híbrido (Instrucciones para perderse en el desierto) en el que la narrativa y la poesía conviven en las mismas páginas, propuesta que también había explorado Eduardo Lalo con su Libro de textos en 1992 y Edgardo Sanabria Santaliz con Las horas púrpura (1994). Si fue difícil configurar uno de los libros más emblemáticos del catálogo de Isla Negra Editores y de la literatura puertorriqueña, Cada vez te despides mejor de José “Pepe” Liboy, también guardó cierta complejidad toparse con la versión soterrada de Vindicación del miedo, de Camilo Santiago. En esta misma dirección, el santo grial del futuro le podría corresponder a libros que recojan, por ejemplo, la ciencia ficción de J.A. Bonilla, o las miniaturas metaforizadas de Juan Carlos Fred Alvira. Lo mismo apuntamos acerca de los claro-oscuros pasajes narrativos de Rodrigo López Chávez. Queda por ver que se hará con la centena de historias lúdicas realizadas por Ángelo Negrón, o con los relatos históricos de Amílcar Cintrón , y con las narrativas lunares de Sonia Gaia (Jacqueline Rivera). Tampoco podemos dejar de lado las propuestas que, con el paso de los años, hemos ido examinando de forma fragmentada o soterrada. Este ejercicio me permite asegurar que se colocarán en primer plano nombres como Stefan Antomattei, David Caleb Acevedo, Ana Teresa Toro, Sergio Carlos Gutiérrez , Axel Alfaro y Cezanne Cardona . Con estos nombres la apuesta está echada.
Sin duda, el canon actual se transforma en esta década y el nombre de Francisco Font irrumpe con dos títulos de excelencia: Caleidoscopio y La belleza bruta. Experiencia similar a la que Mayra Santos Febres experimentó en los 90’s cuando publicó Pez de vidrio y El cuerpo correcto. En el 2003, un veterano narrador de excelencia publica con seudónimo. Juan Carlos Quiñones “Bruno Soreno”, autor visceral e irreductible, que recientemente rompió el silencio tras el título que lo convirtió en escritor de culto, Breviario, vuelve a los lectores con Todos los nombres el nombre. Con el mismo aliento mítico y con cierto hálito lirico a lo René Marqués, se mueve la narrativa deliciosa de Emilio del Carril (Cinco minutos para ser infiel) y la de Rubis Camacho (Cuentos traidores). Nuestras fuentes confirman que Daniel Nina, autor de Charlie Gorra Strikes Back (1996) y aquí representado por la colección En tránsito y otros relatos, se ocupa actualmente del género ensayístico y afirma que no quiere volver a la narrativa corta. Lourdes Vázquez, constante y laboriosa, es reconocida en el Certamen Internacional de Cuentos Juan Rulfo y configura el libro La estatuilla. Con Alaska, una colección para nada insular, Rafa Franco gana el Certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña al mejor libro de cuentos en el 2006. Hugo Ríos Cordero, autor de Marcos sin retratos y A lo lejos, el cielo, es una presencia ineludible en el panorama desde que fue premiado en el Certamen de Cuento de El Nuevo Día (2002), tal como ocurrió en los 90’s con Juan López Bauzá. En esta selección es imposible ignorar el trabajo de Ana María Fuster Lavín. A lo largo de la década, la gestora de Borinquen Literario, no se cansa ni se agota, y vemos como su narrativa ha ido madurando. Tras las verdades caprichosas y el réquiem adquieren corporeidad inusual los Bocetos de una ciudad silente.
De los ya consagrados siempre esperamos algo. Antonio Aguado Charneco viene con la serie Docenas del hornero, con los Narcocuentos a la vuelta de la esquina. Los editores deberían ‘molestar’ de igual manera a Luis Rafael Sánchez, a Edgardo Rodríguez Juliá, a Luis López Nieves, a Magali García Ramis, a Edgardo Sanabria Santaliz, a Ana Lydia Vega y a Marta Aponte, para que suelten novedades en narrativa corta. De autoras como Vanessa Vilches, que nos regaló un libro redondo con Crímenes domésticos; de Sofía Irene Cardona, que da cierto aliento quijotesco a El libro de las imaginadas con respecto a la polifonía que configura el universo narrativo; de Yolanda Arroyo Pizarro, que particularmente con Ojos de luna dio un libro cuidado de la A a la Z; de Christian Ibarra haciendo de la mini ficción una obra de arte; y de Juan Luis Ramos, quien expulsa en Reyerta TV (y en otros cuentos inéditos) lo aséptico al lenguaje cuentístico, lo que le confiere la irreverencia y ‘suciedad’ necesaria para devorarnos con placer un libro de completa vitalidad; de cada uno de ellos esperamos más. Esta lista no contempla libros y autores que se estrenaron y destacaron durante el 2010, algunos producidos por empresas editoriales emergentes como La Secta de los Perros, Aventis y Agentes Catalíticos. Lina Nieves (Waltzen), Rubis Camacho (Cuentos traidores) Pablo Juan Canino (Mi hija es García Márquez), Luis Negrón (Mundo cruel) y Manolo Núñez Negrón (Cuentos del vértigo), serán evaluados, quizás, para la próxima selección. La que cubra del 2010 al 2030. J
Recopilaciones como las que se han realizado con la obra de Manuel Ramos Otero y Emilio Díaz Valcárcel son más que necesarias, pero es importante que no se trabajen a la ligera e incluyan estudios y valoraciones que contextualicen la importancia de estos escritores.
Es imperativo
puntualizar que lo que verás aquí, lector, es una mirada general, una vista
panorámica al amplio universo de libros de cuentos, publicados en Puerto Rico
durante un periodo de 20 años. El mismo inicia en 1989 y culmina en el 2009. Por
lo anterior, serán otros trabajos y otros espacios los que me permitirán, o le
permitirán a otros, compartir esa mirada minuciosa, que se detenga título por
título y autor por autor. Puntualizo, eso sí, que los libros incluidos en esta
selección se caracterizan por lo ameno (con cuentos que te capturan y no
permiten que los abandones), el buen uso del lenguaje y otros aspectos como
estilo y originalidad. Al final incluyo, para quien desee indagar más en el
tema, una breve bibliografía.
*
Libros de cuentos
(1989-1999)
Mujeres trasplantadas
Julia L. Ortiz Griffin
Editorial Edil
1989
El fuego de las cosas
Yvonne Ochart
Editorial de la
Universidad de Puerto Rico
1990
Falsas crónicas del sur
Ana Lydia Vega
Editorial
1991
Tristes aunque breves ceremonias
Tomas López Ramírez
Editorial
Cultural
1991
Crónica sublime de la
cotidianidad
Ricardo Alegría Pons
Ediciones
Compromiso
1992
Cuentos del sí y del no
Coqui Santaliz
Edición de autor
1992
Sobre esta difícil tierra
Félix Córdova Iturregui
Ediciones Huracán
1993
Las horas púrpura
Edgardo Sanabria Santaliz
Editorial Cultural
1994
Las noches del riel de oro
Magali García Ramis
Editorial
Cultural
1995
Pez de vidrio
Mayra Santos Febres
Instituto de Estudios
Ibéricos
Universidad de
Miami
1995
Amantes de dios
Ángela López Borrero
Editorial de la
Universidad de Puerto Rico
1996
Cuestión de Hombres
Benito Pastoriza Iyodo
The Latino Press
1996
La fea de los mil rostros
hermosos
Gisela Paoli
Editorial de la Universidad de Puerto Rico
1997
La sustituta y otros cuentos
Juan López Bauzá
Editorial de la
Universidad de Puerto Rico
1997
Sendero Umbrío
Antonio Aguado Charneco
Editorial
Guamareiito
1998
Breves para videófilos
C. J. García
Isla Negra Editores
1998
Historias tremendas
Pedro Cabiya (Diego Deni)
Isla Negra Editores
1999
La casa de la loca
Marta Aponte Alsina
Sopa de letras
1999
Libros de cuentos
(2000-2009)
La verdadera muerte de Juan
Ponce de León
Luis López Nieves
Editorial Cordillera
2000
Septiembre
Elidio La Torre Lagares
Editorial Cultural
2000
¡Todos los hombres son iguales!
Juan Carlos Rueda
Endikú Ediciones
2000
Ya vienen a buscarme
José Manuel Solá
Ediciones Bairoa
2001
Breviario
Juan Carlos Quiñones (Bruno Soreno)
Isla Negra
Editores
2002
Lajas
Aravind Enrique Adyanthaya
Isla Negra
Editores
2002
En tránsito y otros relatos
Daniel Nina
Isla Negra
Editores
2002
Marcos sin retratos
Hugo Ríos Cordero
Isla Negra
Editores
2003
Cada vez te despides mejor
José Liboy Erba
Isla Negra Editores
2003
Estriptís y otros despojos
Javier Bosco
Ediciones
Callejón
2003
La estatuilla
Lourdes Vázquez
Editorial
Cultural
2004
Cuerpos sin delito
Walter J. Mucher Serra
Publicaciones
Gaviota
2004
Intento dibujar una sonrisa
Mario Cancel
Terranova Editores
2006
8% de desk-cuentos
Carlos Vázquez Cruz
Cambridge
BrickHouse Books
2006
Nocturno y otros desamparos
Moisés Agosto
Terranova
Editores
2006
Cinco minutos para ser infiel
Emilio del Carril
Editorial
Pasadiso
2007
Alaska
Rafael Franco Steveens
Instituto de
Cultura Puertorriqueña
2007
Ojos de luna
Yolanda Arroyo Pizarro
Terranova
Editores
2007
Bocetos de una ciudad silente
Ana María Fuster
Isla Negra
Editores
2007
La belleza bruta
Francisco Font
Editorial Tal
cual
2008
Crímenes domésticos
Vanessa Vilches
Norat
Editorial Cuarto
Propio
2008
El libro de las imaginadas
Sofía Irene Cardona
La Editorial
2008
La vida a ratos
Christian Ibarra
Aventis
2008
Reyerta TV
Juanluís Ramos
Agentes Catalíticos
2009
*
Recopilaciones
Antología personal
José Luis
González
La Editorial
1990
Cuentos de buena tinta
Manuel Ramos Otero
Instituto de
cultura puertorriqueña
1992
tos completos
Emilio Díaz Valcárcel
Editorial
Alfaguara
2005
Bibliografía
Revistas
Taller Literario (Primera serie), Colectivo Taller Literario, Carlos Esteban Cana, director, 1992-1999.
*
Posdata, Número extraordinario 10-11, Dossier Narrativa joven, Cuba/ Puerto Rico
1995.
El sótano 00931, Colectivo literario. Julio César Pol, director, Volúmenes I-V
2000-2005.
Derivas.net, editores Axel Alfaro e Isabel Batteria.
Antologías
El rostro y la máscara, 1989, Isla Negra Editores .
Mal (h) ab (l) ar, Edición al cuidado de Marcelino Resto y
Mayra Santos Febres
Fundación puertorriqueña de las humanidades, 1997.
Te traigo un cuento, compilador Luis López Nieves, Editorial Universidad de Puerto Rico
1997.
Los nuevos caníbales, edición a cargo de Carlos Roberto Gómez, Isla Negra Editores.
Expresiones, Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 2003.
Cuentos de oficio, Antología de cuentistas emergentes, Mayra Santos-Febres, editora,
Terranova Editores, 2005.
Cuadernos del taller, Proyecto para el
fomento del quehacer literario
Instituto de
Cultura Puertorriqueña, 2000, 2005.
En el vientre de una isla, Taller El barco de Tinta China, Amílcar Cintrón Aguilú
Co-edición Bianchi editores y Ediciones Pilar, 2006
***
Carlos Esteban Cana es comunicador y escritor. Fundador de la revista y colectivo Taller Literario, un espacio de democratización en las letras puertorriqueñas. Se ha desempeñado como coordinador editorial, periodista cultural independiente, y ha laborado además en la industria televisiva. Su obra creativa se ha publicado en revistas y periódicos nacionales como El Sótano 00931, Ciudad Seva, Narrativa Puertorriqueña, Letras Salvajes, CulturA, Diálogo y El Nuevo Día, entre otros. En lo que se refiere al ámbito internacional su narrativa y poesía ha sido publicada por Escaner Cultural, Zona de Carga, Palavreiros, Abrace y el Boletín de Nueva York, entre otros. Recientemente algunos de sus cuentos han sido traducidos al italiano. Ha participado, además, en diversos medios de comunicación reflexionando acerca del panorama cultural en el País.
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