sábado, octubre 16, 2010

El árbol

Por Angelo Negrón

Estacionó su auto y la observé caminar hacía mi. Su caminar danzarín y muy altivo enarboló mis sentidos. Parecía modelo de pasarela y mi admiración creció un poco más cuando me abrazó en uno de esos inmortales apretones. Me dio un beso que más bien fue un roce de labios y me tomó de la mano para que nos adentráramos al parque. Después de pasar el área de los columpios subimos varios escalones y allí estaba el verdadero entretenimiento del lugar: Su bosque.


Pintura por Stephanie M. Negrón
Se respiraba paz y sosiego. Transitamos por una vereda hasta que decidimos apostarnos a un lado de un viejo árbol. Nos sentamos en una banca y platicamos. Fue muy poco lo que teníamos que decirnos con palabras. Estábamos al tanto de a que veníamos. Deseábamos besarnos. Besarnos mucho. Que fuésemos uno en un lugar como ese; calmado, lleno de energía natural. Me besó y su beso no fue un tímido roce sino la tormenta que esperábamos. Nos levantamos de la banca y caminamos hacía el árbol. Saltamos algunas raíces hasta llegar al tronco. Allí la acorralé y me acorraló. Beso tras beso nuestros pensamientos fueron desertando este mundo y…

…el árbol comenzó a moverse. Ahogamos el grito de miedo al ver que el árbol se abrió dejando ver su corazón y la corteza que indicaba cuantos años compartidos entre humanos y él existían. Muchas imágenes llegaron en el brillo de sus anillos: Capa tras capa la corteza se movía dejándonos ver a otros amantes…

…primero vimos a una mujer taina y a un mulato. Estaban llamándose por lo bajo con sus nombres. Ella lucía ropas de cacica y respondió al nombre de Yuisa. Él, Pedro Mejías, la rodeó con sus brazos y poco a poco la poseyó...

…después de esa imagen el tronco abierto nos dejó ver a un anciano cavando un hueco donde sembrar las cenizas de su amada…

…saltó a una pareja de recién casados tallando sus nombres a cuchillo en la corteza. Vimos sus nombres aún tallados allí a pesar de que las ropas que usaban denotaban que eso había sucedido hacía más de un siglo…

…luego dos adolescentes buscando sus bocas en la timidez de un cálido beso…

Imagen tras imagen el árbol, nos ofreció una gama de episodios relacionados con visitantes a aquel lugar.

Al cerrarse el tronco todo pareció volver a la normalidad. Y digo “pareció” porque notamos que las aves cantaron más fuerte, el viento fue más placentero, la paz que se respiraba nos decía que si nos desnudábamos allí, podríamos amarnos sin ninguna intromisión humana. De pronto el árbol movió sus ramas y dejó caer miles de hojas verdes. Boquiabiertos observamos al árbol y luego nos miramos. Nos invitaba a utilizarlo de confidente. Sus hojas serian nuestro lecho y sin darnos cuenta nos abrazamos.

Envueltos en nuestros brazos y sedientos de amor nos lanzamos al suelo. Nos desvestimos por completo. Desnudamos carne y espíritu. Comenzó a llover a cantaros y nos percatamos de que la lluvia no mojaba; acariciaba. La tierra pareció abrirse y engullirnos. Nos convertimos en raíces del árbol. Entrelazados, ella y yo, lo escuchamos latir.

— Un árbol con corazón — dije yo.

— Un corazón con raíces — mencionó ella.

A pesar de estar enterrados y ser soportes del árbol nuestros cuerpos zigzagueaban amándose con vehemencia absoluta. Ella arqueó su espalda ante el desvestir cercano de la humedad sensible de su interior. Y se desnudó, no quedó gota que la vistiera…Yo por mi parte fui, literalmente, un volcán. Enterrados allí, en aquel paraíso, nuestros besos no cesaron, sino que se convirtieron en la caricia obligada y en el renacer de nuestras ansias…

Rato después de la lluvia; la luz que se colaba por las ramas nos despertó. El prodigioso árbol aún danzaba. Las raíces despedían brillantes destellos dejando una estela de armonía. Ambos miramos agradecidos al árbol y coincidimos en que nosotros estaríamos en el desfile de eventos que mostraría a alguien más. Al unísono nos pusimos de rodillas y rendimos respeto, cual si fuera un dios, al milenario árbol en cuyas raíces dos almas gemelas acababan de ser parte misma de la naturaleza…

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* El Arbol y la mariposa. Pintura realizada por Stephanie M. Negrón cuando tenía 10 años.

3 comentarios:

Wanda Cortes dijo...

La verdad que me gusto mucho el giro que tomo la narracion cuando el arbol comenzo a abrirse... tremendo.

Mariela Martinez Gonzalez dijo...

Está bonito y todo; pero que a mi no me trague ningun arbol.

Angelo Negrón Falcón dijo...

Gracias Wanda. El árbol está en el parque Junghans en Bayamón por si quieres darle una visita…Aunque no creo que sea el único que exista con tales atributos…Un abrazo.
http://www.recreationparks.net/PR/bayamon/parque-junghans-bayamon