Foto propiedad de Vilma Bayrón |
En todos esos años vi su gesta constante e incansable en lo que se dio a conocer como el Proyecto para el Fomento del Quehacer Literario. Y supe de los talleres de memoria coordinados por Ángela López Borrero, de los seminarios incluso cibernéticos que se ocupaban del arte de perfeccionar manuscritos, ofrecidos, si no me equivoco, por la propia Vilma. Fui testigo, en primera fila, de los talleres de cuentos que ofrecieron Magali García Ramis o Carmen Lugo Filippi, y como olvidar el de apreciación literaria confeccionado por la narradora, poeta y Catedrática de Hunter College en Nueva York, Marithelma Costa. La poesía tampoco estuvo ausente en su gesta y escritoras como Dinorah Marzán, Etnairis Rivera y Loreina Santos Silva, por mencionar algunas poetas, fueron auspiciadas como talleristas por el Proyecto. Laboriosa como una hormiga, silenciosa pero incansable, sin esa estridencia que sólo busca protagonismo, Bayrón Brunet hizo de su tarea diaria, coordinando todo tipo de eventos relacionados con la literatura, no un trabajo sino una forma de vida. Tal como lo expresa el diccionario acerca de la definición de la palabra ‘gesta’ (conjunto de hechos dignos de ser recordados por su trascendencia), su obra, aún hoy, luego de años de haberse retirado del ICP, resuena como si fuera el eco de ondas tangibles. Ya sea a través de la producción editorial que estableció en series como Cuadernos de taller o los diversos servicios que comenzó a ofrecer la Casa Museo Concha Meléndez para la comunidad, Vilma Bayrón Brunet deja una hoja de ruta que marcó el horizonte cultural. Sirva esta edición especial de En las letras, desde Puerto Rico para ofrecerle un sencillo homenaje.
No queremos concluir esta introducción sin desearle salud a esta querida gestora cultural. Esperamos además que las palabras que gentilmente nos obsequiaron escritoras que le conocieron, permitan entusiasmo y aliento para sus futuros proyectos. Ahora, escuchemos, porque leer también es una manera de escuchar, a Vilma Bayrón Brunet en sus propias palabras.
Vilma Bayrón Brunet: “En primer lugar tengo que aclarar que no es una iniciativa personal mía. Cuando yo entré a formar parte del cuerpo de funcionarios del Instituto de Cultura Puertorriqueña, a mí me dieron una lista de tareas que tenía que llevar a cabo, y entre esas estaba la coordinación de talleres literarios. O sea que la labor no la traje yo al instituto, ya estaba dada, por lo menos en el papel. Yo la asumí y lo único que he hecho es cumplir con mi deber como funcionaria. Lo cogí con mucho beneplácito, firmé la hoja y me puse a trabajar.”
Vilma Bayrón Brunet: “En primer lugar tengo que aclarar que no es una iniciativa personal mía. Cuando yo entré a formar parte del cuerpo de funcionarios del Instituto de Cultura Puertorriqueña, a mí me dieron una lista de tareas que tenía que llevar a cabo, y entre esas estaba la coordinación de talleres literarios. O sea que la labor no la traje yo al instituto, ya estaba dada, por lo menos en el papel. Yo la asumí y lo único que he hecho es cumplir con mi deber como funcionaria. Lo cogí con mucho beneplácito, firmé la hoja y me puse a trabajar.”
“Pero sí
traía un bagaje anterior y conocía, por supuesto, de lo que se había hecho
antes en talleres y lo que se sigue haciendo en iniciativas particulares y
esporádicas, que es quizás la nota que trataríamos de hacer desaparecer, que no
fuera un hecho esporádico, que tuviera una estructura más homogénea y
continuada, que es lo que en Puerto Rico a veces es sumamente difícil.”
“Yo traía un
bagaje. Antes de llegar a Puerto Rico, tuve una experiencia muy peculiar
relacionada con la importancia y trascendencia de los talleres literario. En
Nueva York, en mi estancia en Nueva York, entré a un grupo que funcionaba
fundamentalmente a base del concepto del taller literario que fue el grupo
Racatá del Colegio Hostos. Yo estaba allí en la Universidad de Nueva York
haciendo estudios doctorales, pero me incorporé rápidamente a este grupo bajo
la tutela de Orlando José Hernández, y estaban, entre otros, Juan Manuel
Rivera, de vez en cuando Yván Silén se colaba por allí. Había muchísima gente,
y acabé siendo la coordinadora de esos talleres en un momento dado, entonces
eso fue una experiencia fundamental para mí. Esencial. Compaginé una cosa con
la otra cuando llegué al Instituto, y como te digo, no lo impuse yo, me lo
propusieron a nivel teórico y lo único que hice fue ponerlo en la practica.”
“Se ha hecho
prácticamente de todo. Lo que se ha intentado hacer, y un poco para responder a
la necesidad que se percibe en el público que responde a las propuestas, es
sencillamente organizar un espacio que pueda propiciar y facilitar las
necesidades de tanta gente para expresarse. Y no solamente con el taller como
cartera de posibles nuevos valores literarios, sino también talleres enfocados
a la formación de un público lector, y esto es sumamente importante porque nos
hemos dado cuenta de que esa necesidad existe a través de la misma experiencia.
Esa puede ser una diferencia fundamental con respecto a otros esfuerzos. Ha ido
surgiendo, lo único que hacemos es atenderlo. La función del taller literario,
obviamente, no puede terminar o enfocarse exclusivamente en el lanzamiento de
nuevos escritores, sino que hay muchos otros motivos para realizar un taller.”
“Las personas
que acuden a un taller, todos ellos no han sido luego escritores, pero sí son
personas con una genuina afición por la literatura, y eso también hay que
tenerlo en cuenta, eso es un servicio que se puede ofrecer. Aunque esas
personas no se dediquen profesionalmente a la literatura también necesitan un
espacio, necesitan formarse, necesitan desarrollar una destrezas para poder
apreciar mejor la obra de los escritores profesionales, y eso lo tenemos en
cuenta. Tanto es así que organizamos talleres expresamente de apreciación
literaria, exclusivamente para obtener ese objetivo. Talleres a los cuales
también llegan futuros escritores porque ellos necesitan, a su vez, esa
formación como lectores, o sea, que todo está entremezclado.”
“La perspectiva
de los talleres se ha ampliado muchísimo. Se ha ampliado tanto que hay personas
que acuden a estos talleres por unas necesidades de expresión literaria que
puede tener cualquier persona, en cualquier sitio. Una persona que intenta
escribir poemas, y no pretende ser un escritor famoso, lo que quiere saber es
cómo se escribe un poema bien escrito. Entonces ¿por qué negarle esa opción?
Queremos abarcar las máximas posibilidades dentro del interés general que pueda
crear la literatura, porque la literatura es un campo que todavía está un poco
a la retaguardia con respecto a otras artes. Se atiende poco. Fuera del ámbito
universitario apenas hay lugares excepto ciertas iniciativas particulares.”
“Los talleres
a su vez tienen una función importante porque permiten a los escritores la
oportunidad de relacionarse con su público. Y otras muchísimas necesidades
vinculadas al taller, no nos quedamos en el taller. El taller es el inicio de
un panorama más amplio. Junto al taller van actividades de lecturas literarias,
las tertulias que estamos dando en la Casa Concha Meléndez, seminarios que
organizamos. También apoyamos a los escritores que publican sus libros y
quieren presentarlos, respaldamos las iniciativas de los que promueven
publicaciones colectivas. Al finalizar los talleres de creación pretendemos
publicar algunos libros. La idea no es exclusiva nuestra, existen muchísimos
sitios, hay lugares dónde existen escuelas de letras que tienen prácticamente
este mismo esquema. Y que se dedican, sí, a dar una oportunidad a aquellas
personas que les interesa aproximarse a la literatura como posibles escritores
futuros o a ese otro público que tiene esa afición.”
Foto propiedad de Vilma Bayrón |
“Queremos
también aproximarnos a géneros menos cultivados. Talleres de poesía pues
obviamente se dan. Hay unas cuantas formas de expresión literaria que son menos
frecuentados por la mayor parte de las personas, y nos atrae la idea de
proponérselos como opción. La idea de que la gente que quiere escribir se
percate de que, por ejemplo, el concepto de memorias es uno muy adecuado para
esa persona que quiere dejar un testimonio de ciertas experiencias vividas. Eso
nos resultó pertinente.”
“En el
pasado, antes de que yo entrara al ICP, Abelardo Díaz Alfaro había ofrecido un
taller, también se hizo la publicación del libro 17 del taller (fruto del taller
que ofreció el escritor Emilio Díaz Valcárcel de 1976 a 1977 y que contaba
entre sus talleristas a Edgardo Sanabria Santaliz, Mayra Montero y Ricardo
Alegría Pons). Nosotros, por nuestra parte, hemos establecido la continuidad.
Yo comencé organizando talleres de poesía que dirigió Loreina Santos Silva. De
ahí salió una agrupación llamada Hontanal que estuvo funcionando un montón de
tiempo, y salieron unas cuantas publicaciones de poetas individuales. Hubo una
época en que no delimitábamos los grupos, por lo que a veces habían hasta 200
personas en un mismo grupo porque la afición por la poesía en este país es
realmente enorme. Aunque no nos combinan bien los elementos de tener, por un
lado, un público ávido de poesía y, por otro lado, los editores que patrocinan
de forma limitada al género y no tienen la conexión directa con ese público que
disfruta la expresión poética. Hay una falta de comunicación, tenemos que
coordinarnos mejor y en eso tenemos que trabajar más.”
“El panorama de
participación es muy variado en estos talleres y nos parece que es lo mejor que
puede pasar. Se requiere una gran madurez en la literatura, aunque hay
excepciones (Rimbaud, Vargas Llosa aquí en latinoamerica, que se iniciaron muy
jovencitos y demás) pero lo habitual, lo normal, lo esperable e incluso lo deseable
es que la obra literaria implica y conlleva madurez. Claro, madurez dentro de
la trayectoria literaria, ¿verdad?, no es la idea de que uno pues madura por un
lado sin tener ninguna relación con la literatura. Hay que familiarizarse con
lo que se ha hecho, hay que irse formando. Obviamente, que para que una obra
literaria sea más lograda lo normal es que sea un proceso lento, contrario a
otras artes.”
“También han
ofrecido talleres Magali Ramis, Ángela López Borrero, la serie de talleres de
poesía terapia que desarrolló Dinorah Marzán. Ese taller, por ejemplo, explora
la necesidad del ser humano de expresarse a través de la palabra. Hemos tratado
de abordar la literatura respondiendo también a la solicitud de las propuestas
que nos han hecho los escritores.”
“Hay muchas
anécdotas que puedo compartir, particularmente algunas de esos talleres de
Dinorah Marzán. De cierta manera lo que se logra después del taller permanece,
lo que se me ha parecido maravillosamente afortunado y necesario. En esto que
hacemos uno trata de relacionarse con el otro porque esto significa que tú te
das de alguna forma a los demás. En el Proyecto para el Fomento del Quehacer Literario
me siento que estoy, no solamente ganando un sueldo. De hecho, se me olvida que
estoy ganándome un sueldo y casi no me importa el sueldo que me pagan. Y, al
final, siempre se nota eso, ese trabajo que nos une más allá de la cuestión
meramente laboral.”
***
Vilma Bayrón Brunet, la discreta
por Marithelma Costa
En los círculos
artísticos suelen encontrarse dos tipos de personas. Por un lado, están las
contundentes, las que hacen girar las cabezas al llegar a una reunión, ya sea
por sus atuendos, por el volumen de su voz, o por sus personalidades
extrovertidas y desbordantes. Del otro se hallan las de signo diametralmente
contrario, aquellas que al entrar en la sala lo hacen con discreción, pues
saben que no constituyen ni el centro del universo ni el de los allí reunidos;
sino alguien que viene a aprender, a gozar o a aportar.
Vilma Bayrón Brunet
pertenece a la segunda categoría. La conocí cuando estudiaba en Nueva York, y
ya practicaba la discreción aguda e inteligente. La comencé a tratar en los
talleres literarios que se organizaban en Hostos Community College, y en el
círculo de amigos del poeta Clemente Soto Vélez.
Al llegar a Puerto
Rico e integrarse en el Instituto de Cultura Puertorriqueña, su discreción,
tenacidad e inteligencia se encauzaron en la gestación de proyectos literarios.
Talleres de creación y apreciación literaria, de escritura de memorias, de
edición de textos. Grupos que se reunían en la sede del I.C.P., en la Casa
Concha Meléndez, y hasta en la misma red, cuando eran cibernéticos. Tuve el
honor de impartir el de apreciación literaria y siempre la vi al pie del cañón,
resolviendo los problemas sin necesidad de reconocimientos; con la íntima
seguridad de la labor bien cumplida y la infinita recompensa de ver el
efecto que sus esfuerzos producían en quienes participaban en aquellos
inventos.
Y el golpe de ola de
aquel tsunami literario que ayudó a abonar Vilma Bayrón Brunet, cristalizó en
el colectivo Letras Robadas, grupo que se reúne, no ya en el I.C.P., sino en
los parques y espacios públicos del país. Ese amor al hecho literario, ese
deseo de compartir en grupo y con el corazón abierto el fulgor de la palabra
escrita, creció gracias a la discreta, la rebelde y la tenaz Vilma, una persona
que no se da por vencida ante la barbarie. Que lucha con su corazón de
oro. Que he tenido el privilegio de conocer desde hace varias décadas,
algo que me da muchísima alegría, alegría que se multiplica por poderla
compartir hoy
aquí.
Mi vida cambió
por Jessika Reyes
El Proyecto del Fomento
del Quehacer Literario que dirigió Vilma Bayrón durante muchos años fue una
experiencia fundamental en mi vida. A partir del momento que tomé el primer
taller (2004) con la reconocida escritora Carmen Lugo Filippi mi vida cambió.
El taller no sólo me ayudó en el proceso de escritura sino que me unió a
personas que, al igual que yo, amamos las letras. Muchos de los cuentos que
allí escribí fueron premiados y se abrieron muchas puertas para mí. Por otra
parte, el grupo de lectura Letras Robadas, el cual dirijo hace dos
años, también surge de una de esas reuniones y del vacío que dejó en nuestras
vidas la cancelación de dicho proyecto. Con este breve testimonio quiero hacer
ver que la obra de Vilma va más allá. Su trabajo dejó semillas que fueron germinando
con el paso del tiempo. Muchas de esas semillas se convirtieron en escritores y
escritoras reconocidos, premiados, publicados y respetados. La labor de Vilma
ayudó a formar escritores; su compromiso avivó la pasión literaria. Gracias,
Vilma
Lo digo ahora y lo repetiré siempre
por
Yvonne Denis Rosario
El quehacer de la literatura puertorriqueña tiene a su
haber muchísimas manos, que han aportado a fomentarla y fortalecerla. Vilma
Bayrón convirtió las de ella en muchas más y atrajo entonces en la creación
literaria talentos que si no fuese por ella no los conoceríamos.
Bayrón me abrió los brazos a la poesía y a la
narrativa. En los talleres gratuitos del Instituto de Cultura Puertorriqueña,
la poesía que dormía en mí despertó entusiasmada y profunda. No era para menos,
allí estaba dirigiéndome la poeta Etnairis Rivera y en la narrativa la
escritora Marithelma Costa. Vilma fue la que tuvo la gran visión de traer gente
comprometida con nuestra literatura y ponerla a la disposición de los noveles
escritores.
A Vilma le debo mucha de mi creación por su gran
apertura. Mi quehacer literario tiene también su nombre y es algo que debí
decir hace tiempo, pero lo digo ahora y lo repetiré siempre.
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