por Carlos Esteban Cana
A continuación compartimos una muestra
de lo que presenciamos. En una segunda entrega de este boletín conversaremos
con José Miguel del Valle acerca de su trayectoria y de los motivos que detonaron
el proceso creativo de esta obra.
Silenciosa, casi sagrada,
el caminar sobre sus pétalos rotos,
como quien pisa memorias
de algo que alguna vez fue bello.
Cada paso la acerca al abismo,
cada crujido es un rezo que se olvida.
Ella, mentira vestida de pureza,
una figura de altar,
donde la fe y la falsedad se
confunden.
Representación de la iglesia,
símbolo tallado en mármol frío.
Su piel: sagrada, blanca como la
hostia.
Sus trazos: dibujados por manos que
temen
al deseo.
Sus adornos: bañados en miel,
como si el oro pudiera esconder el
temblor
de la carne.
Era la única luz entre las sombras
cansadas
de la capilla,
una llama en medio de la piedra
húmeda,
una presencia que daba sentido al
incienso,
al murmullo de los rezos sin fe.
Pero, ¿era inocencia lo que brillaba
en sus
ojos,
o la mentira que crece como musgo en
los
muros del templo?
¿Fue alguna vez salvación,
o siempre fue sacrificio disfrazado de
redención?
Hoy muere su mirada de esperanza.
Se apaga como un vitral al anochecer.
Y en su lugar, nace el dolor:
el grito silencioso
de quien entrega sin entender,
de quien pierde sin haber tenido.
De sus ojos caen semillas rotas,
fragmentos del alma que ya no
volverán.
Su flor no se marchita: es arrancada,
por manos suaves que creen hacer el
bien,
por voces que susurran salmos
mientras sellan su destino.
La historia se repite.
Y las estrellas, testigos cansados,
guardan
silencio.
Porque saben que cada flor que muere
es una verdad que la historia nunca
contará.
https://www.youtube.com/shorts/_Bqo6hI0DE8





%20de%20Carlos%20Noriega.jpg)
%20de%20Carlos%20Noriega.jpg)










%20de%20Cezanne%20Cardona.jpg)

























.jpg)

