domingo, enero 17, 2021

En las letras, desde Puerto Rico: Edgardo Santaliz a través del tiempo

 por Carlos Esteban Cana

 

Esta es una de las entrevistas que valoro mucho porque me la concedió el escritor Edgardo Sanabria Santaliz, que fue mi profesor de español en mi primer año en la Universidad de Puerto Rico. Y como Sanabria Santaliz ya era un escritor reconocido a finales de los 80, fue también el primer Narrador de Grandes Ligas que conocí. Recuerdo que una vez Santaliz llegó al restaurante donde yo trabajaba en el Viejo San Juan, y de inmediato saqué de mi bulto su primer libro que estaba leyendo en ese momento para que me lo autografiara. Los años pasaron y leí con placer toda su obra narrativa mientras me llegaban noticias de su servicio sacerdotal pues se hizo fraile dominico a principios de los 90. A continuación comparto fragmentos de esa conversación que tuvimos hace nueve años cuando promocionaba su primera antología personal.

La misión del escritor Edgardo Sanabria Santaliz: Buscar la belleza en Dios y buscar a Dios en la belleza.

En estos momentos en que la Universidad Central de Bayamón le dedicará el 1er Certamen Literario del Colegio de Artes Liberales y Humanidades, y que se ha publicado su nuevo libro titulado "Antes del último día" bajo el sello Isla Negra Editores, este servidor entrevista y pasa revista sobre la trayectoria del sacerdote y escritor Edgardo Sanabria Santaliz.

Nacido en San Germán en 1951, su niñez y adolescencia transitan entre su pueblo natal, la zona metropolitana en el periodo de clases y Cabo Rojo y Sabana Grande durante sus vacaciones. Estudió en la Academia Santa Mónica y fue la Misa diaria y la vida de los santos lo que fue fortaleciendo su fe. Vivir la celebración Eucarística y el momento de la consagración lo encaminaron cada vez más a tratar de imitar a Jesucristo.

Padre Edgardo Sanabria Santaliz ha sido un sacerdote escritor, un escritor sacerdote. ¿Cómo inició y ha logrado ejercer ambas vocaciones? Al respecto, dice: “Desde los seis años quise ser sacerdote y, en cuanto a la escritura, no fue hasta 1975 cuando espontáneamente me salió el primer cuento. Para mí, ser sacerdote es buscar la belleza en Dios, y ser escritor es buscar a Dios en la belleza”.

Nos explica que su identificación con la literatura comienza por medio del género novelístico. Autores como Julio Verne, Benito Pérez Galdós y Pío Baroja lo entusiasmaron a seguir descubriendo el universo de las letras. “La lectura, junto con la música clásica, eran mi forma de escapar de la vida dura”.

Ya en la etapa universitaria logró una Maestría en Estudios Hispánicos de Brown University en los Estados Unidos, y llevado por su pasión literaria llegó a la docencia: “El amor por la literatura me llevó a querer compartirla con los demás. Y el compartirla, me indujo a amarla más”.

Esa etapa como profesor en varias instituciones académicas, no impidió que su amor por el sacerdocio continuara presente y latente. “No fue hasta los 36 cuando di el gran paso, al permitirme Dios que entrara en los dominicos, orden en la que, en 1996, hice la profesión solemne como fraile y, meses después, fui ordenado sacerdote”, señala.

El género que espontáneamente exploró inicialmente como escritor fue el cuento, de ahí saldrían las narraciones que conformarían sus primeros libros: “Surgieron como dictados por una voz interior y pulidos con mucho trabajo”. En 1978 publica Delfia cada tarde, que contiene cuentos como 'Pasear' y 'Las visiones de Mariana y apoteosis'. Colección que le recuerda además a uno de sus mentores: “Le agradezco al gran José Luis González (con quien tomé un taller de cuentos) que personalmente llevara el libro a Ediciones Huracán para que lo publicaran”.

En 1984, Sanabria Santaliz publica El día que el hombre pisó la luna, libro que contiene algunos de sus cuentos más conocidos: 'Después del huracán', 'Los días de abuela', y el cuento que da nombre al mismo. Cuando habla de esta segunda colección también lo hace agradeciendo al autor de Figuraciones en el mes de marzo, Emilio Díaz Valcárcel, con quien cursó un segundo taller de cuentos y le entusiasmó para publicarlo.

Cuatro años después, en 1988, circula su tercer libro: Cierta inevitable muerte. Publicado por la editorial argentina Ediciones de la Flor, entre sus cuentos destacan 'Carmina y la noche', 'Edi en la urna' y la pieza narrativa que da título a la colección. A la pregunta de si tenía la intención de que este libro fuera más orgánico que los anteriores, contesta: “Sí, y creo que de mis libros de cuentos es el mejor debido a esa unidad temática y estilística”.


En la década siguiente Edgardo Sanabria Santaliz comienza una transición hacia el ensayo. De tal exploración salen libros como Peso pluma (1996), Quiérete mucho (2005) y, por supuesto, su participación en el conocido Tramo ancla, antología en la que fue incluido junto a otros escritores de su generación. Sobre esa nueva fase creativa, manifiesta: “La transición ocurre porque con frecuencia el ensayista utiliza elementos narrativos para ilustrar sus ideas. De ahí que considere muchos de mis ensayos lo que nombran como 'ensayos narrativos', ya que utilizan dicho mecanismo”.

Otro género literario que fue capturando su atención a través de los años fue la poesía. Incluyó algunos poemas en su libro Las horas púrpuras, de 1994. Ocho años después, en el 2002, obtendría el Premio (ex aqueo) del Instituto Cervantes por El arte de dormir en una silla de hospital, que la editorial Plaza Mayor publicó al año siguiente. Acerca de la poesía, puntualiza: “La poesía es el género de la madurez (se basa en la experiencia de vida) y es lo más difícil de escribir porque comprime, como en el cuento, las ideas y los sentimientos. Digamos que salté del cuento a la poesía cuando las alegrías y las tristezas de la vida ya no las podía expresar en prosa”.

Con 40 años como escritor Edgardo explica que para ser un buen narrador hay que amar la literatura, leer mucho, tener talento y “esforzarse por trabajar el lenguaje para decir lo que se tenga que decir”. Su pasaje favorito de la Biblia es el salmo 27: El Señor es mi luz y mi salvación: a quién temeré; el Señor es la fuerza de mi vida: quién me hará temblar.

En esa misma dirección, reflexionó que lo más que ha disfrutado de su sacerdocio es “celebrar la misa, orientar a los penitentes en la confesión y dar la unción de los enfermos a quienes requieren ese sacramento”.

 Con respecto a la presencia y acción del Papa Francisco, así como al futuro de la Iglesia, expresó: “Este Papa es sencillamente una de las grandes bendiciones que ha recibido la Iglesia a lo largo de su historia, y el futuro de esta se presenta luminoso si dejamos que el Espíritu Santo nos enseñe lo mismo que Francisco ha aprendido, instruido por el Espíritu: a ser imagen cabal del Señor Jesús”.

Otro trabajo suyo de importancia fue modernizar el lenguaje de varias leyendas de Cayetano Coll y Toste (El pozo de Jacinto y El hada del naranjal, entre otras) comisionado por la Editorial Santillana, con el fin de facilitar la lectura a los jóvenes. Tal proyecto se distribuyó primero con Alfaguara Infantil y Juvenil y en ediciones posteriores en la serie Lo que leo.

A continuación presento un desglose de lo que Sanabria Santaliz ha publicado recientemente: su antología personal de cuentos, Antes del último día (Isla Negra Editores,2015); una colección de microcuentos titulada Cuentos para mirar con microscopio (Editorial EDP University, 2016); el cuento Carlitos y la burbuja espacial (Editorial Santillana, serie Lo que leo, 2016); Leyendas de aparecidos (Editorial Santillana, serie Lo que leo, 2016); Leyendas de audacia ((Editorial Santillana, serie Lo que leo, 2016); Leyendas del destino (Editorial Santillana, serie Lo que leo, 2016); y un poemario. También cinco microcuentos suyos fueron publicados en la sección Escritor Invitado del blog Silencios de Papel editado por la escritora Ana María Fuster Lavín.



Al presente, Padre Edgardo Sanabria Santaliz, ya jubilado, ayuda los fines de semana a celebrar misa en distintas parroquias. Y como cierre a esta entrevista, recordando las diferentes etapas de su trayectoria, concluye: “El amor al arte mismo me llevó a entregarme al Dios cuya belleza se manifiesta parcialmente en el arte y cuyo poder hace que los seres humanos, al igual que él, sean capaces de crear”.

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