―Recogimos los cuerpos de nuestros hermanos y los enterramos en fosas comunes; esperábamos algo parecido, pero no tan exagerado. Ayer éramos más de cien, hoy, pues a todos lo que ves aquí― le mencionó Mora, nuestro líder, a un periodista durante aquellos enfrentamientos que sostuvimos con los policías y los soldados del gobierno en medio de las protestas en contra del abuso ambiental por parte del gobierno y otras entidades de la elite nacional. Aquellos tiempos eran críticos para el pueblo; las autoridades se vertían completamente contra quienes protestaran directamente con sus decisiones. En días recientes, la legislatura había creado una ley especial la cual permitiría el arresto de todo aquel que se interpusiera con los trabajos de los contratistas que talaban los árboles y removían terrenos. Explicaba el legislador Santiago durante el acto de la colocación de la “primera piedra” para la construcción de un hotel de 150 habitaciones en la costa este:
―El país no se puede estancar ni dejar manipular por
estos grupos ambientalistas que lo único que quieren es parar el progreso de
nuestro país, la búsqueda de fuentes nuevas para la generación de ingresos y
dinero nuevo para las arcas de nuestro Fondo Nacional. La contracción económica que vive el país
exige un paso más agresivo y, por ende, ampliamos nuestra capacidad turística,
industrial y de viviendas ya que necesitamos habilitar hogares cerca de las
áreas de producción.
―Pero legislador― cuestionaba una periodista, ―Ciertos
grupos tienen un reclamo válido ante la deforestación y la mala planificación
de los terrenos del país, ¿cuál será su estrategia ante tales argumentos? ¿Cómo
lograrán enfrentarse a estos grupos que no dan tregua a sus acciones?―
A lo que el legislador respondió: ―Haremos todo lo
posible pensando en el pueblo entero y no en un pequeño grupo que lo que hasta
ahora ha hecho es interrumpir nuestros avances, sin ideas o soluciones concretas
a nuestra grave situación economía actual.
En las mañanas, durante días, se alcanzaban a ver
ciertos vehículos a horas exactas frente a las residencias de quienes se
manifestaban en contra de las posiciones gubernamentales e incluso hubo integrantes
de nuestro grupo que se convirtieron en fantasmas verdes en una cuevilla frente
al manantial que nos servía como cuartel donde llevábamos a cabo nuestras
reuniones. En un periodo de dos semanas fueron diez los desaparecidos. Teníamos
razones de peso para concluir que esos vehículos estacionados frente a las
casas de los manifestantes tenían algo que ver con las desapariciones. Pasaban
días en lo que algunos compañeros llegaban llorosos al enterarse de las
desapariciones o intentos de secuestros por parte de hombres con guayaberas
blancas y pantalones marrones a quienes les encantaba arrinconarnos en colmados
y farmacias y amenazarnos con tirarnos al fondo del mar.
―A Mario―, contaba
Ana, ―mientras iba al trabajo montado en su bicicleta el pasado martes, un
carro azul marino con tablilla color amarillo, le pasó por el lado dándole un
golpe con el espejo retrovisor al manubrio de la bicicleta causando que Mario
se cayera. Algunos testigos dijeron que vieron bajarse del auto a tres tipos, quienes
lo agarraron y lo metieron en el asiento de atrás del carro y se marcharon a
toda prisa. Su hermana está desesperada y su novia, ni hablar. Mario nunca
apareció.
―¡Abusadores!― gritaba Mora compungido, ―Es que esto
no puede seguir ocurriendo― concluía.
―¿Y qué haremos?― cuestionaba Ramón mientras Mora
quedaba en silencio, pensativo y mirando el fondo del manantial. Al fondo de la
“Cuevilla del Manantial”, donde estaban reunidos, Banny lloraba sin cesar
frotando sus manos sudorosas y mordiéndose los labios. Mostraba las fotos de su primo Alberto con
las piernas rotas y sin dos de sus dedos de las manos. Su frente mostraba como
si le hubieran caído a palazos. Su cuerpo lucía inflado como si hubiera llevado
días bajo el yugo del abuso. En las
imágenes se veían unas fotos sobre su cadáver en las que aparecía Alberto manifestándose
contra la planta de incineración del sur el pasado mes de febrero.
―¡Enfrentémoslos!― gritó Mora frente a un poco más de
veinticinco compañeros en la Cuevilla del Manantial tras golpear una pequeña
mesa de madera que usaban como escritorio cuando tomaban notas de los asaltos y
otros eventos en contra de los compañeros.
―Paremos este abuso, podremos perder la vida, pero no
la eternidad. El pueblo recordará, el mundo acechará a los culpables de estos
atroces crímenes contra personas y contra la naturaleza.
Los allí presentes no sabían a lo que se exponían y
para avivar su decisión, comenzaron a contar anécdotas de persecuciones,
abusos, intimidaciones y entre todo, del daño que le hacían a un país ya en
vías de deforestación y en decadencia social.
Ramón sacó una botella de pitorro, sirvió un poco dentro de unos vasos
plásticos que tenían y brindaron por lo que venía.
―Por nuestros hermanos que ya no están físicamente,
hagámosles justicia y protejamos el futuro del país― brindó Ramón.
El gobierno hacía de las suyas, jugaba con el futuro
del país impulsado por el poder imperial de los Estados Unidos. Los líderes ignoraban
cualquier advertencias; conclusiones de estudios; manifestaciones por parte de
varios sectores, tanto ciudadanas como de empresas privadas; gobernaban a sus
anchas y con una falta de respeto general a las necesidades del pueblo. A
diferencia de otros países donde los insurgentes peleaban exclusivamente por problemas
económicos o políticos, nosotros peleábamos por la tierra, por el oxígeno, por
los pulmones de nuestra gente y, ahora, por nuestros hermanos caídos. En
nuestro país construían vertederos en el norte, incineradoras en el sur,
gasoductos de este a oeste, contaminaban los sumideros, vendían los terrenos
agrícolas a compañías foráneas para el cultivo de semillas biotecnológicas
mientras se mantenían al margen los programas de reciclaje y continuaba la
importación de alimentos elaborados con químicos, prohibidos en el 80% de
Europa.
―La historia se repite― mencionaba Mora. ―Es absurdo
como al siglo XXI continúan con la misma práctica que efectuaban los Mayas y que
llevó a esa dinastía al colapso de su existencia. ¿Qué mejor ejemplo que Haití?
¿India? Sus poblaciones son enterradas por los aludes en unos casos, su tierra
era infértil en otras áreas y las sequías provocan la falta de agua y alimentos
en otras regiones. En Brasil continúan
podando gran cantidad de la Selva Amazónica, pulmón del planeta, si hacen esto,
¿a qué le van a tener respeto?
Un jueves de
madrugada, comenzaron a desatarse los encuentros entre manifestantes y
oficiales del gobierno. Fueron días caóticos. Las franjas de insurgentes se
multiplicaban en grupos pequeños. Se movían como sombras por cada recoveco de
las oficinas del gobierno. Llenaban con
gasolina miles botellas en cristal y hundían medias encendidas con fuego y las
lanzaban sobre vehículos oficiales causando incendios.
―Rodrigo, ve con Ana y forma un grupo de diez o quince
personas y vayan al muelle― Ordenó Mora.
―¿Y si esperamos a que la legislatura entre en sesión
y acorralamos las entradas y salidas del Capitolio?― preguntó Ramón quien
llevaba tres tanques de gas en su guagua con la intención de crear señuelos en
caso de que lo persiguieran. Fue el origen
de un pueblo en pura reinvindicación, harto del abuso por parte de una sociedad
elitista que actuaba como la mafia.
―Usen todas sus convicciones como motivación, si se
rinden hoy, seremos rehenes por el resto de nuestras vidas― gritaba Mora
mientras se encontraba encima de un monumento en bronce en la Plaza
Morisca. Edificios, vehículos oficiales,
oficinas de contratistas, camiones de construcción, todos recibían el castigo
de los manifestantes. Al cabo de seis
horas, las plazas se llenaban más y más por grupos de la oposición. Los
soldados junto con los policías desplegaban su fuerza con gases lacrimógenos y
mangueras de presión. En diferentes
puntos se escuchaban detonaciones, las aguas rojas corrían por las cunetas,
ambos lados sufrían pérdidas humanas.
―¡Ana! ¡Ana!― gritó Rey al ver cómo los guardias le
caían encima a macanazos hasta dejarla inconsciente.
―No podemos hacer nada por ella Rey― le decía Héctor ―corramos
al punto C, allí está el resto de los muchachos―. Por varios días el país fue
un total caos. En toda la isla hubo un
llamado a levantarse contra las imprudencias del gobierno.
El país había perdido y ganado, aunque, cuando se
pierden vidas, nadie es ganador. Unos días
más tarde, cuando el ambiente estaba menos bélico, Mora fue entrevistado por un
periodista del Canal 6:
―¿Piensa que han logrado su propósito?― Y este contestó:
―Recogimos los cuerpos de nuestros hermanos y los enterramos en fosas comunes;
esperábamos algo parecido, pero no tan exagerado, aunque nuestra voz ha ondeado
en la tierra de la sumisión. Ayer éramos más de cien,
hoy, solo los que ves aquí. Esto no se ha acabado, veremos lo que vendrá― y
caminó a paso ligero, entre unas paredes al lado sur del edificio de Recursos
Naturales hasta perderse de la vista del periodista pues vio una patrulla policíaca que pasaba cerca de donde era entrevistado.
Lc37
***
Luis Francisco
Cintrón Morales nació en San Juan, Puerto Rico en el 1976. En diciembre de 2013, publicó su primer
poemario "Microgramas de sol" bajo el sello editorial de la Casa de
los Poetas. Además ha publicado poemas y cuentos en blogs y revistas
electrónicas como Corpus Litterarum (Puerto Rico), Palabras Diversas (España), Inopia
(Puerto Rico), Monolito y Factum (México). Participó en el 6to Festival
Internacional de Poesía de Puerto Rico. Es parte de la Antología de Casa de los
Poetas 2014 con el tema de “Fronteras” (Puerto Rico), de la Antología de
Diversidad Literaria 2014 “Versos en el aire” (España), Antología de
microrelatos de Diversidad Literaria 2014 “Microterrores” (España) y de la Antología
“Palestina Poemas VIII-MPI y Poetas y Poemas con Palestina” (2014) por la
Biblioteca de las Grandes Naciones. Colaboró con columnas deportivas para el
periódico electrónico El Post Antillano. Colabora con columnas de opinión
social en el blog “Atramentum/Voces Subversivas”.
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