Alguien me ve y grita
Alguien me ve y grita:
¡silencio!
ahí viene un poeta
con palabritas arenosas
yo sonrío
desconoce si vengo de la playa
o el desierto
de Instante de vida
He caminado
He caminado con los estudiantes
por la justa causa de quien recuerda
por qué Sócrates tomó la cicuta
El delirio colectivo por una ilusión propia
es palpable dentro del corazón ajeno…
Se trata de mirar más allá
de los molinos de vientos
Ser Shakespeare de regreso al teatro
Cervantes en la mente de un Borges
apalabrando susurros oníricos
en la tercera parte del Quijote
Estos días
hombro a hombro
los jóvenes universitarios
han consignado la bendita locura
de plasmar versos de solidaria hermandad
en sus acciones cotidianas
después del fin de la historia
o teorías que buscan sus mitos
en la ciencia ficción
hoy
entre discursos vacuos
al servicio de divisas enormes de campañas
esta juventud de ‘revoltosos’ entonan
para nuestros oídos
las canciones necesarias…
de 38 o la urgencia
del día
Certeza
Y hace unos instantes me encontraba cual animal herido,
sufriendo, lastimado; eterna parecía la agonía. Infinita. Interminable. Sin
embargo en ti, aún habitaba un resquicio de piedad; una minúscula grieta de
humanidad. Y gracias a tu desamor, esa bendita bala certera, verdadera, el
dolor cesó. Desde ese preciso segundo una sutil bruma transformó el ojo, la
mirada. Y la silueta fragmentada era celaje, presagio de lo que ahora puedo
ver. No sé si es la venerable figura impermanente de la muerte o la presencia
elocuente de Dios acercándose. La única certeza es que tiene tu imagen y
semejanza.
de Versos apócrifos
para la innombrable
El dolor y la soledad
El dolor y la soledad
han sido fieles,
tras la partida
no hay día que se resguarden,
ni calor intenso
ni lluvia frenética y desproporcionada
que les anime
a tomar alguna licencia
por vacaciones o enfermedad,
incluso ahora
mientras tecleo
aquí están
asegurándose el tono irreverente de mis versos,
fruto insolente de su consejo mordaz,
yo, por mi parte, no doy más
ruego indulgencia
si este poema deja
cierto sabor a decepción y desconcierto.
de Deshilando la
esperanza
Y después
queda la poesía
© Carlos Esteban Cana
***
Carlos Esteban Cana Comunicador y escritor. Nació en Bayamón, Puerto Rico, pero se crió en el pueblo costero de Cataño. Fundador de la revista y colectivo Taller Literario, publicación alternativa que marcó la última década de creación literaria boricua en el siglo XX. Ha trabajado en el Instituto de Cultura Puertorriqueña como Coordinador Editorial, Director de Prensa para la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico y como Coordinador de Medios para el encuentro de escritores De-Generaciones. Su periodismo cultural ha sido publicado en periódicos y publicaciones como Dialogo, Cayey, CulturA, El Nuevo Día y Resonancias, entre otras. Fue parte del colectivo El Sótano 00931. Colaboró con el poeta Julio Cesar Pol, junto a Nicole Cecilia Delgado y Loretta Collins, en la antología Los rostros de la Hidra. Su periodismo cultural es reproducido en diversos espacios y bitácoras cibernéticas, con columnas como: Breves en la cartografía cultural;Aquí, allá y en todas partes; Crónicas urbanas y el boletín En las letras, desde Puerto Rico, en bitácoras como Confesiones, Solo disparates: buscando luz al final del túnel, Panaceas y placebos, Boreales, Revista Isla Negra y en periódicos como El Post Antillano. Tiene tres libros publicados: Universos (micro-cuentos); Testamento (antología poética; una selección de 46 cuadernos) y Catarsis de maletas (cuentos). Actualmente reside en la Ciudad de Nueva York y desarrolla la plataforma multi-mediática Servicios de Prensa Cultural. Para Carlos Esteban Cana profesar creación y cultura es como recibir oxígeno; vehículos que le permiten ejercer su libertad.
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