Por Angelo Negrón
Hermosa tonada la que me brinda tu nombre. Me encanta escucharla justo al alba y seguir llevándola conmigo hasta el anochecer. Ver como el sol se sumerge en el horizonte y desaparece dejando el rastro de la alegría de ver las diez estrellas a las que bauticé justo como tus padres te nombraron a ti.
¡Anoche te soñé! Tus labios entreabiertos pedían la continuidad de un beso sin fin y tus manos se perdían entre caricias subidas de tono. En el rincón de nuestra habitación se colaban rayos de luna y en las paredes se reflejaba la sombra de alguna nube que deseaba opacar la belleza de nuestro astro favorito. ¿La luna es un astro? No lo sé, pero tú debes serlo…Eres mi constelación predilecta. Si sigues besándome así serás ritmo de mis deseos, alma de mis sentidos. En tu interior se afloran las mejores caricias y en tu piel se exteriorizan los pensamientos del amor que añoré desde mis vidas pasadas…
Hermosa tonada la que me brinda tu nombre. Me encanta escucharla justo al alba y seguir llevándola conmigo hasta el anochecer. Ver como el sol se sumerge en el horizonte y desaparece dejando el rastro de la alegría de ver las diez estrellas a las que bauticé justo como tus padres te nombraron a ti.
¡Anoche te soñé! Tus labios entreabiertos pedían la continuidad de un beso sin fin y tus manos se perdían entre caricias subidas de tono. En el rincón de nuestra habitación se colaban rayos de luna y en las paredes se reflejaba la sombra de alguna nube que deseaba opacar la belleza de nuestro astro favorito. ¿La luna es un astro? No lo sé, pero tú debes serlo…Eres mi constelación predilecta. Si sigues besándome así serás ritmo de mis deseos, alma de mis sentidos. En tu interior se afloran las mejores caricias y en tu piel se exteriorizan los pensamientos del amor que añoré desde mis vidas pasadas…
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