Por Angelo Negrón
Tomo una esfera mediana
de la mesita de noche y la dejo caer por la curvatura de su espalda. Al
contacto con su cuello le roba una pequeña carcajada. Es el frío atacando lo
caliente, cosquillas que serán parte de juegos previos. El color plateado rueda
y parece copiar las propiedades de su piel. Los diminutos bellos se erizan en
señal de aceptación y regocijo. Lo que comienza así, con un masaje matinal,
promete ser el preámbulo de un día armonioso, pero voraz.
Al ver detenerse la canica plateada en el
triangulo lumbar mi dedo se encarga de darle movimientos concéntricos que
jueguen con su espalda baja. Tomo tres esferas, esta vez algo más pequeñas, y
las remojo con chocolate. Me encargo de que estampen surcos de la golosina por
su espalda para que mi lengua se encargue de ser la protagonista de su próximo masaje.
Si bien el dulce no es necesario para saborear su piel, hoy estoy con necesidad
de azúcar (tal como anoche fue necesaria la sal al borde de la copa de tequila).
Repito el deslizamiento
de las múltiples esferas: Unas han estado sobre hielo, pero otras (las menos) las he untado con vainilla, almíbar
y chocolate. Las dedico todas a recorrer, rompiendo los surcos de dulce
formados antes y creando otros. Las cosquillas que generan le siguen robando suspiros. He de
confesar mi espera de que las palabras
que voy diciéndole mientras masajeo, sean también parte de su afrodisíaca respuesta.
Mi lengua sigue el camino
dejado por los pequeños globos y me empalago de los sabores, mas no de su piel.
Froto con mis manos embadurnadas de aceite esencial. Ella siempre ha preferido
el azahar y le regalo una buena dosis de flores de naranjo destiladas. Voy
alternado caricias con golpecitos que liberen al musculo de cualquier tensión. Me
dirijo a sus pies y los remojo con aceite de lavanda. Las uñas de su dedos tiene
esmalte y figuras de pequeñas estrellas.
Sigo y envuelven mis manos sus rodillas donde otra vez, con suavidad, pero con
firmeza, acaricio.
Me mudo a sus muslos y
allí me disfrazo de paciencia. Deslizo el talón de mi mano aplicando presión.
En movimiento de abanico trabajo en lograr hacerle escapar gemidos. Sin prisa
ya he llegado hasta sus nalgas. Le ofrendo las caricias que le gustan. Esas en
las que mis manos catan sus formas con dosis fusionadas de suavidad y fuerza.
Propago el aceite y mis dedos hacia al frente y en reversa; a manera de luna
llena a veces, en forma de luna menguante otras. Dibujo siluetas en su espalda
e incluso escribo mi nombre buscando patentizar su piel. Anoto mentalmente que
haré lo mismo con su pezón izquierdo, por aquello de saberlo tan cercano a su
corazón, pero luego me doy cuenta de que
además de su alma quiero disfrutar de su mente paraíso. Registrarla con
derechos reservados, pero libre y que en su autonomía seamos uno con el
universo…
Pauso; veo su rostro, sinónimo conmigo en el deleite
de las caricias. Sus ojos son dos islas paradisíacas y su boca, plisada de goce,
se muerde así misma. Desesperada requiere más juegos previos que retarden el
placer y le sumen sueños a nuestras ganas… Cumplo su mandato mientras sonrío enarbolado
de satisfacción…
Angelo Negrón es narrador, bloguero y asiduo fanático de la
twitteratura. A finales de la década del 80 funda y dirige la revista Senderos.
Durante los años siguientes sus cuentos serán conocidos en las páginas de la
revista Taller Literario. Ha sido publicado también en Revista Púrpura, Revista
Cruce, Revista Inopia (N.o 03 Año II) y en Cuentos puertorriqueños en el nuevo
milenio, antología que recoge 50 cuentos de 50 narradores puertorriqueños
contemporáneos, publicado por la editorial Libros de la Iguana. Además forma
parte de la antología de micro relatos eróticos “Sensaciones y sentidos"
de Diversidad Literaria en España (2014). Desde el 2005 mantiene el blog
Confesiones. Tiene publicados sus libros Causa y efecto (cuentos) y Ojos
furtivos (novela), bajo el sello de Publicaciones Gaviota.
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