Por: Angelo Negrón ©
Interceptaré mis sueños justo a tiempo. Cerraré mis ojos para concentrarme en la idea de que son simples suposiciones. El desden de intercambiar sentimientos por palabras hermosas y cuidadas de errores de volumen y verdades me ataca. Desnudar el alma para definir emociones es algo que innecesariamente sucede como una constante. Pienso en la pasión y descubro que es algo excelente y compartido, medito en el amor y al hacerlo; dialogo con la felicidad. Un pie en el cielo y otro en la tierra. Su cuerpo es el paraíso y mi mente juega trucos con las sorpresas que se reflejan en infinitas miradas y besos de miel. Sentirla ajena y a la vez tan mía es desesperante.
Mientras somos niños nos pronunciamos muchos sueños con fe e intensidad. Cuando adultos también es así; sólo que ahora sufrimos por que tales fantasías no se convierten en realidad inmediata. Nuestros sueños ahora más bien son ruegos. Antes eran esperanza; ahora son pedidos.
Ilusión que me atrapa y me abandona. De forma física me posee y luego al alejarse se olvida de quien representa en mi vida; persiste en poseerme y desertar. Total; las quimeras que inundan mi corazón no son las que lo hacen latir; mi alma late por ella…
Ella…su nombre sigue siendo la alucinación mayor, la realidad por momentos. Alivio de mis rencores; parsimonia del humor con el que no decreto mis pensamientos en voz alta. Fuimos uno, somos uno y seremos uno. En la inmensidad de la vida o en la parquedad de la muerte los instantes de recordarla son y serán la invariable que denoten mi existencia y mi no existencia.
¿Me ama? Pretexto que surge en la espera de verla llegar y que se olvida inminentemente la sueño, la tengo en mí o la miro. Su cuerpo es el calor que necesito y su alma el latido al unísono de mi vida misma.
Jamás podré olvidarla; sea amándola con el mismo ímpetu o recordándola con cariño y agradecimiento infinito. Ya está inmortalizada. Es parte de mi mente entera. Vive no solo en la parte del iceberg que puede el mundo ver. También vive y es fundamento de la parte sumergida.
Ella es: Consiente y subconsciente. Espontánea y vivaz se apoderó de mi amor, de mis creencias, de mi fe, de mi vida; de mis sueños…
Mientras somos niños nos pronunciamos muchos sueños con fe e intensidad. Cuando adultos también es así; sólo que ahora sufrimos por que tales fantasías no se convierten en realidad inmediata. Nuestros sueños ahora más bien son ruegos. Antes eran esperanza; ahora son pedidos.
Ilusión que me atrapa y me abandona. De forma física me posee y luego al alejarse se olvida de quien representa en mi vida; persiste en poseerme y desertar. Total; las quimeras que inundan mi corazón no son las que lo hacen latir; mi alma late por ella…
Ella…su nombre sigue siendo la alucinación mayor, la realidad por momentos. Alivio de mis rencores; parsimonia del humor con el que no decreto mis pensamientos en voz alta. Fuimos uno, somos uno y seremos uno. En la inmensidad de la vida o en la parquedad de la muerte los instantes de recordarla son y serán la invariable que denoten mi existencia y mi no existencia.
¿Me ama? Pretexto que surge en la espera de verla llegar y que se olvida inminentemente la sueño, la tengo en mí o la miro. Su cuerpo es el calor que necesito y su alma el latido al unísono de mi vida misma.
Jamás podré olvidarla; sea amándola con el mismo ímpetu o recordándola con cariño y agradecimiento infinito. Ya está inmortalizada. Es parte de mi mente entera. Vive no solo en la parte del iceberg que puede el mundo ver. También vive y es fundamento de la parte sumergida.
Ella es: Consiente y subconsciente. Espontánea y vivaz se apoderó de mi amor, de mis creencias, de mi fe, de mi vida; de mis sueños…