por Carlos Esteban Cana
La escritora y gestora cultural dominicana Ibeth Guzmán, autora de la colección de cuentos “Yerba mala” y del libro de microrrelatos “Tierra de cocodrilos” (reseñado recientemente por el escritor boricua Alberto Martínez-Márquez), sostuvo una amena conversación con el poeta y maestro de maestros Mateo Morrison. Esto ocurrió el pasado 21 de agosto en Diálogo Académico, espacio de discusión y reflexión humanista que coordina Guzmán en República Dominicana desde 2019 y que durante la presente pandemia ha ganado un relieve mayor en las redes sociales por su versión Online que enlaza escritores y pensadores de diferentes latitudes en un enriquecedor intercambio cultural.
Para efectos de esta columna que se ocupa de la cosmovisión de los artistas y el proceso creativo, nos detendremos en el siguiente diálogo que Ibeth Guzmán y el maestro Mateo Morrison sostuvieron durante la parte final del programa. El mismo concluye con la lectura que hizo el Poeta de un fragmento de su emblemática poesía “Pasajero del aire”.
Ibeth Guzmán:
“Vamos a dejarlo en la Isla, Maestro. República Dominicana y puede poner Haití”.
Mateo Morrison:
“Vamos a decir que es una pregunta difícil”.
Ibeth Guzmán: “Yo lo sé, Maestro. Usted se la va a jugar ahora”.
Mateo Morrison: “Vamos a contestarla. Yo pienso que tenemos que leer a Manuel del Cabral. Tenemos que leer a Aida Cartagena Portalatín. Tenemos que leer y hacer que se lean y estudien. No me da tiempo para explicar por qué, pero ya habrá tiempo para eso. Creo que debemos a leer Manuel Rueda. Creo que debemos leer a Domingo Moreno Jimenes. Creo que debemos leer a Jacques Viau Renaud. Deberían ser 25 pero vamos a dejarlo en cinco”.Ibeth Guzmán:
“Yo creo Maestro que usted debe publicar como próximo libro ‘25 esenciales de
la Poesía Dominicana para escuelas’”.
Mateo Morrison:
“Me comprometo”.
Ibeth Guzmán:
“¡Se compromete! ¡Muy bien!”.
Más adelante Ibeth Guzmán amplió sus preguntas de esta manera:
Ibeth Guzmán: “Para esos maestros y maestras que nos están viendo. Y sí sabemos que tenemos unas realidades en el currículo dominicano; todos los que lo hemos trabajado y todos los que lo hemos leído (lo sabemos); hay una gran tendencia hacia promover tanto en la lectura como en la redacción los famosos textos funcionales. Entonces, digamos, que el maestro va a tener que buscar de manera autónoma esos y esas poetas esenciales para la enseñanza primaria y secundaria. Ahorita hablábamos de esos cinco grandes poetas que había que estudiar, que deben estar en el canon, sí o sí, para primaria y secundaria…”
Mateo Morrison: “Gloria Fuertes es una poeta española. Tiene un libro que se llama ‘Ni tiro, ni veneno, ni navaja’ y otros textos importantes; es sumamente importante que pueda ser estudiada”.
Ibeth Guzmán: “Maestro, usted tiene razón porque ya aquí en la caja de comentarios dice Pedro Mir, Alfonsina Storni…”
Ibeth Guzmán:
“Maestro, vamos a darle seis minutos de poesía”.
Mateo Morrison: “¿Seis minutos? Ah, pero yo puedo leer un poema
largo en seis minutos”.
Ibeth Guzmán:
“¡Se puede, Maestro! Lea”.
Mateo Morrison: “Bueno. Me detiene cuando llegue a los seis, si
me paso”.
Ibeth Guzmán:
“Si me dejan detenerlo esta gente, J
”.
Ahora sí me voy, montado en tu silencio, atravesando las
palmas que me sombrean el mundo. Ensillaré el caballo que derribó a mi abuelo,
quien trató de escapar de los grilletes de la esclavitud. Ahora sí me voy,
orillando los polos, el del Norte y del Sur, en un navío de árboles. Me iré en
ese tren en el cual las miradas de quietos pasajeros te hacen sentir distinto.
En una estrella nueva, prometo que me iré, adherido a su luz. En una
embarcación iré, con su tanque de lastre librado de guardianes. En uno de los
navíos que llegó a Troya. En el último espacio libre del Arca de Noé. Me
montaré en el primer asno que visitó el sagrado pesebre. En la botella que tiró
al mar el poeta, pasearé por todos los océanos. Mitigaré mi hambre de sueños en
las pampas y retomaré el aliento de vida en una incursión infinita a través del
Amazonas. En la punta de un avión sin piloto me trasladaré. En el barco en que
los patriotas se despidieron en el Ozama, acusados de traición. En el primer
vuelo hacia un planeta recién descubierto, haré mi travesía. En cualquiera de
las tres naos que nerviosas arribaron a estos lares, me mudaré hacia otras
tierras florecidas de nieves. En el ojo del huracán me iré a descubrir las
islas de un mar casi invisible. En uno de esos galeones donde mis ancestros
desde el mar contemplaron alejarse sus tierras. En la goleta que desafió el
tsunami y siguió navegando hacia una tranquila playa. En el claro estallido de
un volcán, yo me iré, danzando entre sus ríos de lava incandescente. Subido en
un camello, mojándome de sol. En una embarcación cargada con púrpura y
cristales me iré con los fenicios. Cabalgando en el lomo de una ballena
jorobada, navegaré las misteriosas ondas que aceleran y duplican el mundo desde
la Internet. Colgado de una cuerda que oscile sobre el orbe, caeré en el río en
cuyas raudas aguas Heráclito nadó una infinita vez. Montado en el sonido que
emitió la vía láctea. Por el grito que anuncia el parto de una nueva criatura,
yo juro que me iré. Entre aullidos, balidos, lentos mugidos, cruzaré los
campos. Por el sonido que producen las raíces al expandirse en la tierra. A
través de la Muralla china aprehenderé los misterios de Oriente y su arte. En
un deslizamiento por la Cordillera Central dormiré una siesta inolvidable. En
una bicicleta adornada de flores recorreré el universo. En la gota de agua que
define al rocío y lo puebla de enigmas. En el ataúd que pasa envuelto en la
bandera. En un triciclo lleno de frutas. En el oleoducto, que como río
subterráneo atraviesa las piedras poblándolas de vida. En un camión cruzando la
frontera con indocumentados, una madrugada de diciembre. En una lancha rápida
burlaré los asedios de la aurora. Me iré, aunque dure los 25 millones de años
que necesitó el Homo habilis para hacerse neandertal, y continuaré por las
distancias que recorrió a través de vientos y superficies multicolores hasta
que el ser humano arribara al Neolítico para poblar las diversas regiones de la
tierra. Veré la extinción del Mamut y los dinosaurios. Auscultaré en el Nilo,
el Tigris y el Éufrates, la confección de los tejidos, el desarrollo de las
artes y el despertar de las civilizaciones. Iré entre las hormigas, y cumpliré
mi castigo por violentar las leyes del tiempo y del espacio. Desde África,
Persia, Asia Menor y Turkistán observaré la caída del último vestigio de los
sueños. Inventaré el calendario solar de los aztecas que regula el tiempo de la
siembra y la cosecha del maizal divino. En el monte Sinaí presenciaré cuando
Moisés recibe la tabla donde fueron escritos los diez mandamientos. Me
recostaré rodeado de paz frente a la estatua de Buda y reinventaré con respeto
la imagen invisible de Mahoma. Saltaré sobre los techos horizontales y las
bóvedas semicirculares del arte medieval. Me detendré en la inauguración de las
olimpíadas, y Fidias me guiará para admirar la Estatua de la Noche en el templo
de Artemisa. Desde la sombra de Aquiles en Macedonia me iré a ver al hijo menor
de Príamo haciendo el amor con la esposa de Menelao, y buscaré un asiento en la
expedición organizada por los griegos; contemplaré la ligereza de Aquiles y los
suspiros de amor de Helena, acariciada hasta iniciar la hermosa guerra.