por Antonio (Ni-Yamoká) Aguado Charneco***
“Once upon a midnight dreary,
while I pondered weak and weary…”
E. A. POE
Querido amigo:
Permíteme utilizar el recurso que con tanta maestría utilizas, el de señalar la senda por la cual han de transitar tus palabras con citas y epígrafes; en Los rostros de la Hidra indicas el rumbo de tu artículo (la historia de Taller Literario) con la letra de una canción de los fantabulosos de Liverpool, y ahora yo intento hacer lo propio con el fragmento de POEma arriba expuesto.
La otra noche, el dolor físico en mi convalecencia me ahuyentó el sueño, y hurtándole tiempo al desvelo, me encontré urdiendo un tapiz en mi mente… ¡Coño hermano! hay que tener mucho valor pa’ no hacerle caso al mundo mercachifle y atreverse a ser lo que uno realmente quiere… aprendiz de Quijote en tu caso. En mi tiempo no lo tuve, y nunca llegué a intentar eso de entintarme las manos en un empeño tal, en un quebrar de alabardas, como es el inicio e insistencia de una revista en torno a las letras.
Hoy, que nos aproximamos a los 15 años del debut de Taller Literario, quiero agradecerte la oportunidad concedida de permitirme, a ratos, en algo, dar paso a aquella añeja quimera de mis años mozos; a una vez felicitarte porque “moliendo vidrio con el pecho y martillando con la cabeza” has llevado el timón de Taller Litera 10 (¿te acuerdas?) por mares procelosos, llenos de escollos y hasta pejes malos, cubeteando mareas con las manos desnudas cuando veías que la nao escoraba y hacía agua. También mis parabienes porque, cuando tu postrer suspiro (como solían decir los bolerotangos) llegue, va resultar un postre suspirado salir de este mundo con una sonrisa… recordando todas las satisfacciones de ser un sencillo, pero logrado, Quijote. Créelo… va a ser así, te lo garantiza alguien que ha percibido el rumor hediondo en las alas de la parca… hace poco, muy de cerca, la cicatriz de la cornada en mi pecho lo atestigüa.
Me despojo del sombrero ante ti, Carlos Esteban… el de K’taño.
Con envidia, mucha envidia,
Toni Aguado Charneco,
Nómada entre Santa Rita (la de Río Piedras)
y Veguitazama (la de Jayuya)
“Once upon a midnight dreary,
while I pondered weak and weary…”
E. A. POE
Querido amigo:
Permíteme utilizar el recurso que con tanta maestría utilizas, el de señalar la senda por la cual han de transitar tus palabras con citas y epígrafes; en Los rostros de la Hidra indicas el rumbo de tu artículo (la historia de Taller Literario) con la letra de una canción de los fantabulosos de Liverpool, y ahora yo intento hacer lo propio con el fragmento de POEma arriba expuesto.
La otra noche, el dolor físico en mi convalecencia me ahuyentó el sueño, y hurtándole tiempo al desvelo, me encontré urdiendo un tapiz en mi mente… ¡Coño hermano! hay que tener mucho valor pa’ no hacerle caso al mundo mercachifle y atreverse a ser lo que uno realmente quiere… aprendiz de Quijote en tu caso. En mi tiempo no lo tuve, y nunca llegué a intentar eso de entintarme las manos en un empeño tal, en un quebrar de alabardas, como es el inicio e insistencia de una revista en torno a las letras.
Hoy, que nos aproximamos a los 15 años del debut de Taller Literario, quiero agradecerte la oportunidad concedida de permitirme, a ratos, en algo, dar paso a aquella añeja quimera de mis años mozos; a una vez felicitarte porque “moliendo vidrio con el pecho y martillando con la cabeza” has llevado el timón de Taller Litera 10 (¿te acuerdas?) por mares procelosos, llenos de escollos y hasta pejes malos, cubeteando mareas con las manos desnudas cuando veías que la nao escoraba y hacía agua. También mis parabienes porque, cuando tu postrer suspiro (como solían decir los bolerotangos) llegue, va resultar un postre suspirado salir de este mundo con una sonrisa… recordando todas las satisfacciones de ser un sencillo, pero logrado, Quijote. Créelo… va a ser así, te lo garantiza alguien que ha percibido el rumor hediondo en las alas de la parca… hace poco, muy de cerca, la cicatriz de la cornada en mi pecho lo atestigüa.
Me despojo del sombrero ante ti, Carlos Esteban… el de K’taño.
Con envidia, mucha envidia,
Toni Aguado Charneco,
Nómada entre Santa Rita (la de Río Piedras)
y Veguitazama (la de Jayuya)
Antonio Aguado Charneco***
Nació en Arecibo, tierras del Cacique Jamaica Aracibo, señor de las márgenes de Abacoa. Es narrador efectivo en la traslación del lector al mundo primordial, manejador del vocablo taíno y guerrero experimentado en las lides de construir episodios del mundo original de nuestros antepasados, como les llamaba Corretjer. Sobresalen en su obra con fuerza y realismo mágico las novelas Bajarí Baracutey: el taíno de la cueva (1993), mención honorífica en el certamen del Ateneo; Anacahuita: Florespinas (2006, EDUPR), primer premio en los Juegos Florales de San Germán. Así como Ouroboros: seis cuentos galardonados (1985), premiado por la UNESCO y Sendero umbrío –cuentos- (1997). Entre sus obras inéditas destacan las novelas Guarocuya (3ra de la saga indigenista); Mediomundo (en torno a unos inmigrantes de Islas Canarias); LuzAzul (de temática erótica) y las colecciones de cuentos: Narcocuentos; Al sur del ombligo; Flores de muerte (relatos de Méjico); Cuentos con Zeta; Hálitos del Averno (antología) y Soseiva Sotaler en los Umbrales Umbríos. También tiene varios libros de ensayos.