lunes, diciembre 25, 2006

Disfraces

Por Angelo Negrón



Toda la noche he estado despierto. Primero porque el insomnio me ataca. Lo hace gracias a un padecimiento neurológico que, según dice el doctor, se me quita con estas pastillas. Yo no las quiero. Me hacen alucinar. Por eso las escondo debajo de la lengua y las boto por la ventana sin que mami se de cuenta. Segundo, y más terrible aún, porque estoy reclamando en silencio a mis padres por mentirme. Busco la manera de exigirles que no lo hagan. Especialmente a ellos que llevan tiempo diciéndome que mentir no es bueno, es pecado y me meterá en problemas.

Sin embargo, me engañan. Después de tirar la pastilla por la ventana asegurándome que caiga lejos en el pasto, veo a mi mamá. Sé que se acerca por sus pasos que, aunque sigilosos, no son encubiertos por los otros ruidos de la noche que ya conozco muy bien. No la esperaba. Escondo el libro que me acompaña y cierro los ojos al mismo tiempo. Mi madre se asoma por la puerta y apaga la luz. Nos mira en la oscuridad. Esperando algún movimiento que nos delate. Mis ojos están acostumbrados a la oscuridad y a los sonidos nocturnos. Escucho sus pasos alejarse con prisa y extraño que no sea papi el que se presente. Él siempre lo hace; no importa la hora, se asoma a vernos dormir.

Me preocupa y quiero saber de que se trata. Mi error me lleva a descubrir a mis padres en la sala. Ellos no me ven. Ambos depositan cajas envueltas con papel de regalo en la falda blanca del árbol plástico de navidad. La sorpresa es mayúscula y el pensamiento de que la mentira existe en mi casa es colosal. Medito en la mentira de hacer pensar que me tomaba las pastillas y dormía. Comparado con esto; ningún diablito vendrá a castigarme ya. Tal alivio no se compara a la tristeza de que, contrario a lo que me han dicho ellos y todos; Papá Noel no existe.

Los espero despierto. Miro, por primera vez con tristeza, los juguetes envueltos en papel de colores raros. Consumo la galleta mordisqueada y el medio vaso de leche. Mis hermanos despiertan y la casa se llena de algarabía. Los turnos al baño esta vez son más cortos; se lavan la mitad de los dientes o aguantan las ganas de usar el inodoro. Todos empiezan a mirar las cajas envueltas y se preguntan entusiasmados que les habrá traído el mágico ser. Yo los observo parsimonioso, con estas únicas ganas de contarles lo que he visto para sacarlos de su error. Estoy a punto de hacerlo; decirles que la magia no existe. Me detiene el “buenos días” de mami y el “Dios los bendiga” de ambos. Mis padres llegan al pie del árbol y nos miran detenidamente a los cinco; buscan quien no se ha cepillado los dientes. Siempre saben, no sé como, de tan sólo mirar.

Hacemos una oración; eso siempre ha sido costumbre: en la mañana, antes de cada comida y en la noche. En especial el veinticinco de diciembre; llegada de nuestro niño Dios. En medio de la oración; justo cuando decimos “no nos dejes caer en tentación” me ataca otra pregunta. ¿Será mentira lo de Papá Dios también? Casi lloro, pero me aguanto.

Abrimos los regalos. G.I. Joe se yergue en mis manos, digno contrincante de Kent el de Barbie. Mi madre, inteligente más por madre que por vieja y conocedora de cada uno de nuestras formas de ser, se acerca a mí.

— Te noté distraído en la oración, ¿qué sucede?
Aunque el frío recorre toda mi espalda me armo de valor. Miro al suelo primero, luego a su cara. Allí sus ojos ya estudian mis ojeras y mi nerviosismo.

— Es que… ya sé quien es Santa Claus — le digo aún temeroso de sus reclamos y dispuesto a reprocharle por su mentira.

— ¡Ah siiii! — me dice arrastrando las i mientras yo asiento con la cabeza — entonces — prosigue — el año que viene no recibirás regalos.

— ¿Por qué? —
le inquiero yo

— Veras — me dice — la magia de Santa se acaba justo en el momento en que descubres a sus ayudantes.
Miro a mis hermanos, yo tengo siete años y soy el tercero. Mi hermano mayor me lleva cinco años y tiene en sus manos un guante nuevo de “baseball”. Le hecho un vistazo a la estrella de Belén que prende y apaga adornando la punta del árbol. Escucho las carcajadas de todos mientras estrenan todos esos juguetes. En segundos recuerdo las veces que me han dicho que existen miles de niños que no reciben nada porque a Santa no le da tiempo, le falta el dinero, se portaron mal o como me sucede ahora; descubrieron quien es papá Noel. Me tiemblan las piernas, logro sentir que me sudan las manos. Mientras, mi madre me come con la vista esperando respuesta. Vuelvo a observar a mis hermanos y los juguetes que carga cada uno y atino a balbucear decidido: Sé quien es Santa.

— ¿Aja? — comenta mi padre que esta detrás de mi.

— Sé quien es Santa Claus — vuelvo a explicar.

— ¿Quién es? — pregunta mi madre cruzándose de brazos.

— Es… es… — le digo sonriendo mientras agarro con fuerza al G.I. Joe — Es un señor barbudo, regordete y que se viste de rojo…




Pintura por Stephanie M. Negrón (9 Años)
Relato publicado inicialmente en Bocetos de una ciudad silente de Ana María Fuster Lavín.

domingo, diciembre 17, 2006

Piel Celeste

Por Angelo Negrón 




Ella habita este mundo y el otro, el terrenal y el astral. Su espalda está adornada por alas de terciopelo que logran que ambos nos elevemos.
En su desnudez puedo apreciar el brillo de siglos de experiencia. Su cabello danza ante el embestir de mi cuerpo y ella misma propicia que el placer logre magnitudes siderales. El brillo de sus ojos me ciega y un collar de flores despide el olor de sueños furtivos. Su verticalidad me atrapa. Mis ojos, lengua, dedos, sexo; todo yo, me transmuto en amanecer de pasiones, en alborada de jadeos y ansias renovadas…

Rodeo su cintura con mis brazos; busco aprisionarla en mí; convertirla en cómplice de mi lujuria; bautizarla enamorada de mí y no del destino. Música que acompaña lo que soy cuando penetro sus adentros y tropiezo con su mirada. El agua en su interior es fresca y bebo con admiración de su sabor. Me voy de fiesta a sus pezones que erectos se bañan en agua de rosas y los muerdo delicadamente queriendo dejar marcas de mi paso y presencia en ellos. Mordisqueo su intimidad con la misma intención; ser el dueño. Patentizando mi propiedad y eliminando cualquier duda que quede flotando en el edén de donde ella es oriunda.

En su ser tiene el mío bellos instantes y… eternos paradigmas. La pasión con la que nos amamos se demuestra en besos para nada furtivos. Caricias subidas de tono y muy bien diseñadas en el fragor de la espontaneidad. La miro morderse los labios mientras sus ojos se cierran y sus manos se acarician a si misma en la justificación de nuestra existencia. La veo llena de placer mientras sus dedos se pierden en el abuso y consumo de esa única droga que nos gusta: el placer.

Seguimos sanando pasados y redescubriendo presente. Cada caricia se convierte en comienzo y el amor se amplifica a magnitudes que tal vez sólo ella comprende, pues yo me pierdo en gemidos y en desesperación. Deseo estallar en cuanto la descubro desnuda: ser precoz en su interior no hago más que tocarla y el deleite de esta sensación es tal que me descubro viviendo placeres que no tienen comparación con el mundo terrenal. Ella es un ser celeste, me lo dijo y le creí, me lo demuestra por instantes eternos. Hecho un vistazo de nuevo a su espalda; descubro que si no fuera por la forma de sus alas la describiría como un hada y no como un ángel. Sus alas; convertidas en su mirada: me rodean, me levitan. Espasmos en su piel. Soy el eterno humano y ella el ángel: ambos inmortalizados por el amor; ambos enamorados de nuestros placeres y del aire que respiramos juntos. Somos cada uno la parte faltante del otro y en mi devoción busco cosechar flores que sigan adornando su cuello y embestidas que acaricien su interior demostrando que la carnalidad puede acompañarse de amor…

Levitamos juntos…es tan delicioso que apenas puedo abrir los ojos…sonrío…Lo hago mientras reconozco que a nosotros los mortales nos toca padecer por siempre si un espíritu celeste nos hace el amor…

jueves, diciembre 07, 2006

Divagando...

Por Angelo Negrón

— El amor nos enternece a tal grado de no necesitar nada más que no sea el beso o las caricias de ese ser que nos envuelve en la pasión más pura. Nos conmueve en el éxtasis increíblemente hermoso de la ternura sin igual de dos cuerpos entregándose a la tarea de ser uno. Cuando eso sucede debo gritar sin miramientos los sentimientos que guardados en el corazón sólo desean estar siempre pensando de igual manera. Es que los recuerdos guardados en mi memoria me traicionan a cada momento. Veo tu cuerpo sobre el mío en la danza sin igual de las olas y la desesperación de no verte me contrae el pecho. El hormigueo me envuelve en sensaciones desprovistas de tus labios. Por eso, en esta noche fría, luego de haber vivido en las fronteras tridimensionales de tu cuerpo, te extraño más que nunca. Te deseo como jamás pensé desear algo o alguien. Si al menos escuchara tu voz. ¿Sabes? Tan sólo sentir tu cabello rozar mi rostro me enloquece. Ver tus ojos me apasiona llevándome al punto mayor de excitación. Transportándome a rendirme sin derecho a replicar y a decir otra cosa que no sea tu nombre una y otra vez. Así que: ven, regresa a mí, abrázame como si fuera la vez primera, como si fuera la última vez. Reconozco que Dios en su misericordia no me dejara morir de amor. Él está en estos momentos bendiciendo con alegría este sentimiento tan puro y tan humano. ¿Acaso no sabe él en su divina grandeza que eres mi otra parte? ¿Acaso olvidó que eres un ángel de alas grandes destinada a convertirme en lo que soy realmente? No. Él está de acuerdo, sino ¿por qué permitir todo este descubrirnos constante? ¿Te admiro? Sí. Definitivamente sí. Has hecho que entienda. También soy un ángel. De tus enseñanzas se desprende. He aprendido lo suficiente como para alcanzar algunos escalones que estén más cerca a la entrada de nuestra próxima vida. Sin temor me atrevo a decirte que estaremos juntos siempre, tú y yo, juntos en el futuro que nos depara nuestro mundo inconcluso, nuestro cielo inmediato. ¿Cómo lo sé? Es fácil reconocerlo. Sé que sabes la respuesta. Sólo me preguntas para probarme. Aún así, te contestaré ahora mismo.

Cuando me llevas al cielo, que es a cada momento en el que estoy a tu lado, identifico el árbol en medio de tu mente paraíso. Me voy encaramando en él. Pruebo el néctar de tu sabor. Sé que puedo regresar sin sentirme pecador a pesar de haber saboreado más de una manzana, a pesar de no querer regresar al mundo terrenal del que me has salvado. Luego en plenitud de soledad recuerdo cuánto he vivido a lo largo de mi vida. Redescubro a cada instante lo amargo de no haberte tenido desde los comienzos de mi pasado lejano. Cuando, en la búsqueda de tus besos y en la necesidad de descubrir tu cuerpo, creí equivocadamente amar a alguien más. Dejando grabado en cada piel poseída la firma o la huella de una colonización inconclusa.

...Y me encontraste. ¡Enhorabuena! Alma gemela de ojos hermosos que un día me descubriste en la soledad de un cuarto lleno de gente que hablaban temas triviales. Me salvaste para demostrarme cuanto puede amarse a través de las palabras, de la distancia, de un beso y de la entrega de la pasión. Me hiciste descubrir también como dos cuerpos pueden al unísono perderse en el luminoso mundo del placer. Ven e ilumíname nuevamente. Deseo saciar mi vida de ti. Seducirte al grado de que puedas ver, en este simple mortal al que ayudaste a ser un ángel, alguien que fue creado para ti...

Sonríe. Siempre sonríe. Con lo que has logrado no hay espacio en este momento en tu rostro para una sonrisa al revés. Mira que la felicidad que acompaña mi ser es tanta, gracias a ti, que podría con ella salvar a más de un planeta si se me escogiera para tal misión. Si bastasen mis plegarias para que tu felicidad fuera eterna; creo firmemente que serias feliz por siempre. Así que en esta oración que ahora elevo le pido al divino creador que te bendiga siempre y que vuelva a bendecir nuestro amor.

Refúgiate en mí. Concentra tu mirada en mi ser. Sigue con el maravilloso hechizo que has logrado para mi vida. Es un encanto poderoso el de tu pasión. Recuerda que necesito seguir siendo un naufrago que descubre tus pechos y los confunde con las islas por colonizar. Desde allí reconoce que puede llegar a la humedad que lo salvara cada vez que llegue al rincón de tu placer. Una vez más; gracias por entrar en mi vida.


Al terminar de leer estas palabras en voz alta sus ojos estaban bañados en lágrimas. Miró hacia todos lados como buscando pensamientos nuevos en otros lugares lejanos y fuera de su mente. Los encontró en donde se supone buscara primero: en su alma y en el recuerdo. Prosiguió hablándole a su amada:

—“Escondí estas palabras. Jamás te las leí antes. Estoy arrepentido de ello. Debí decírtelas desde que comencé a escribirlas. Además de este escrito, tengo otros. Los suficientes como para haber salvado lo nuestro. Ahora me parece una estupidez no habértelos entregado o leído. Ahora es tarde. Has dejado de amarme y yo no he dejado de amarte ni un sólo instante. Es tan sólo que nunca me atreví hablarte de esta manera. Si me lo permites volveré cada vez a leértelos. Esta necesidad de que me escuches es genuina. Posiblemente pierdo mi tiempo. Tal vez te apiades de mí y logres de alguna manera perdonarme por todo lo que te hice pasar. Sí. Reconozco que debí hacerlo mucho antes. Cuando lo necesitaste. Existieron tantas veces. Como aquella en que fuimos a aquel retiro para salvar lo nuestro y yo sólo atine a maldecir cada instante de tu compañía. A criticar cada charla como si no fueran dirigidas a salvarme de perderte. Tú, aún así, seguiste luchando por que tuviera sentido nuestra relación. O en aquel momento en que estábamos de vacaciones y me dediqué a beber licor en vez de compartir contigo el romanticismo que te embargaba por aquellos hermosos atardeceres. ¿Y qué me dices de cuando estabas embarazada de nuestro primer bebe? ¡OH Dios! Sé que te fallé vida mía. Tantas veces que ahora recordarlas me causan gran dolor. No te pido que comprendas algo que yo mismo no entiendo. A ti te derrumbaban cada una de mis acciones y volvías como ave fénix a retomar el vuelo. No importó las veces que te ignoré. Las veces que, en lugar de ser un romántico contigo como en verdad soy, sólo atiné a llevar mis palabras a un papel y esconderlos donde no los encontraras. ¿Por qué? Ya sabes que no lo sé. Lo peor de todo es que nunca lo sabré. Si sé que en tu misericordia de enamorada me perdonaste en más de una ocasión pues: ¿Cómo explicar todo ese tiempo que estuviste conmigo a pesar de mi actitud? No pienses que estoy recriminándote el que te hayas ido. Lo entiendo completamente. Fui precisamente yo quien te empujó a hacerlo. Más bien, me recrimino a mí mismo. Debí darme por completo y no lo hice. Si pudieras regresar conmigo. Te daría todo lo que soy en este instante. Es tarde, lo sé, ¿Por qué te esmeras en recordármelo? ¡OH! Perdóname ya estoy gritándote de nuevo. Jamás debí gritarte y menos sin razón. Como todas aquellas veces en que no estaba de acuerdo o simplemente no quería estarlo con tu manera de pensar y terminaba gritándote mi incomprensión. Incluso tantas palabras malsonantes que no debiste escuchar de mí nunca. Siempre has sido inteligente para estas cosas. Comprenderás de qué te hablo cuando sólo me resta decirte que te amo. Esperaré lo necesario para que me perdones y pueda demostrarte que cambié, que en verdad, cambié. Espero que tú puedas amarme aún. A pesar de todos los momentos amargos que te hice pasar. Fueron suficientes como para que te fueras de mi lado y a los brazos de otro hombre. ¡Que ignorante fui! Pensé que eras exclusiva para mí. Que no habría alguien que pudiese enamorarte llenándote de palabras que yo no utilicé cuando era debido. Dándote verdadero amor. En ese momento fue cuando más me necesitabas. Si al menos hubiese utilizado las miles de palabras que lo que sentía por ti me hicieron escribir en lugar de dejarlas guardadas en el baúl de mi auto y engavetadas en mi corazón. Debieron salir de mi garganta y no de la boca de un intruso. No... No creas que te guardo rencor. Ni siquiera le guardo rencor a quien te llevó consigo. ¿Qué culpa tuvo de ver en ti lo que yo no reconocí en tantos años? Si debo ser sincero: La verdad es que ninguna...

Debo irme. Aquí te dejaré este escrito. Perdona si la tinta está algo corrida. Fueron mis lágrimas. Hace tanto tiempo que no los leía que hoy, mientras lo hacía, no pude evitar llorar. No sé si me escuchaste. Imagino que es lo menos que quieres hacer. Los dejo aquí para que los leas. Volveré cada vez a leerte con la esperanza de que me perdones y podamos volver a compartir. Porque de algo estoy seguro. Yo soy tu alma gemela. Y vuelvo a mencionarte que reconozco que es algo tarde. Ya abandonaste el mundo terrenal. Sé que las hojas son tu techo y el cielo tu hogar. Y ante esta lápida de mármol gris, con la que nuestros hijos decidieron adornar el recinto de tu cuerpo, oraré por que me perdones de nuevo. Espero me permitas ser lo que nunca fui y debí haber sido...

Tomando su bastón el anciano se levantó de la banqueta frente a la tumba gris de su amada. Se colocó el sombrero al salir del campo santo. Se perdió entre miles de transeúntes que, como pensó, en ese instante estaban perdiendo la oportunidad de pedir perdón, abrazar al ser que aman o simplemente dejar escapar de sus almas los sentimientos que procuramos esconder innecesariamente.

Ella le escuchó en todo momento. No sabía que en el lugar dónde se encontraba se podía llorar hasta ese instante en el que sintió lágrimas rodando por sus mejillas.

—“Amado mío” — dijo mientras acariciaba los papeles sobre su tumba y el viejo tomaba su bastón —“Tienes razón, ya es tarde, si al menos hubiese sabido que esas palabras iban dirigidas a mí y no a otra mujer. Sin que lo supieras, yo las leí: Miles de palabras que jamás brotaron de tu boca. Pensé que se las escribiste a alguien más. Cometí el error de callar y no preguntarte al asumir que era así. Por eso cuando llegó alguien que me valorizó me sentí atraída por su amor. Nunca dejé de amarte. Yo también sé que eres mi alma gemela. No sólo te esperaré por siempre sino que te acompañaré, cariño mío”.

Diciendo esto se transformó en viento y fue al encuentro del viejo para acariciarle el rostro y el alma como pudiese...

viernes, diciembre 01, 2006

Palabras Ocultas

Por Angelo Negrón




Que el mundo es un sinnúmero de actividades mal olientes distribuidas de forma certera y
Un caos total a la misma vez no es novedad para mi. Más bien me he dedicado a ser
Imitación perfecta de todos aquellos que me rodean en una sociedad donde no se ha
Erradicado aún la creencia en dioses paganos o en el verdadero Dios. Por lo menos, una
Rosa sigue siendo el regalo de amor perfecto para un amor nuevo, o viejo, no importa si el
Olvido ha sido la fuente de la dejadez o el anonimato de un gran secreto.

Ir de aquí hasta allá en esta vida que supone nacimiento y muerte al mismo tiempo; con
Resúmenes de acontecimientos convertidos en recuerdos activos o escondidos.

A veces recuerdo. Ahora lo hago. Como siempre. Como antes. Con igual intensidad.

Lentamente iré buscando en el subconsciente de esta mente mía. Sé que la encontraré y
Amarte de nuevo será la forma de no seguir siendo una copia de esta odiosa sociedad.

Buscaré también en la espalda de mi corazón. Lo sé, allí todavía viven latidos que, aunque
Languidecidos, siguen siendo destinados a tu persona. Te amé tanto alguna vez, pero el
Orgullo ganó la partida. El “que dirán” le ganó a nuestro amor, a tus besos, tu cuerpo, tus
Gemidos y a toda aquella admiración mía por tu mente paraíso. No debió ser así, fuiste la

Única que logró hacerme sentir de verdad la pasión del amor verdadero y de los placeres
Extremos de la carne. Nadie como tú, pero tuve que hacerlo; me obligué a olvidarte.
Me doy cuenta de que no debió importarme la maldita gangrenada sociedad. Si pudiese
Inventar la forma de que nos acepten. Sobre todo mis hijos. Sería difícil hacerlos entender.
Amo a otra mujer les diría. Serían infelices al saber mi secreto. El secreto de… su madre.

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Así es. Quiero ir a la bloguemia. De hecho el próximo diez de diciembre estaré en Punto Fijo en el centro de Bellas Artes de Santurce compartiendo con otros blogueros. Podremos escuchar lo que tienen que decir:
Yolanda Arroyo, Yiara Sofía , Isabel Baterria entre otros talentos del patio. Para mas información pulsa aquí