martes, junio 18, 2024

En las letras, desde Puerto Rico: Magaly Quiñones celebra 55 años de trayectoria poética

por Carlos Esteban Cana

Crece el movimiento que respalda a la poeta boricua Magaly Quiñones para el Premio Nobel de Literatura

La escritora Magaly Quiñones celebrará 55 años de trayectoria poética en la librería Casa Norberto el viernes 28 de junio a las 7:00 p.m. El evento contará con la participación de personalidades de la cultura puertorriqueña que declamarán su poesía. También se ofrecerán noticias acerca del movimiento que respalda la nominación de Quiñones al Premio Nobel de Literatura. Desde Argentina, Chile, Canadá y España las muestras de apoyo se han dejado sentir. La más reciente ocurrió hace en octubre en el marco del XV Encuentro Internacional de Mujeres Escritoras en Arica, Chile. Allí las participantes respaldaron su nominación al Nobel y escucharon la videoconferencia “Un claro batir de alas: Mujer/Caribe. Identidad y género en la obra de Magaly Quiñones”, ofrecido desde Argentina por la periodista Alessandra Hernández. 

La poeta Magaly Quiñones en el programa televisivo Un Buen Día

La escritora Magaly Quiñones cuenta con 20 libros publicados en más de cinco décadas. Entre los que destacan Nombrar (1982), Razón de lucha, razón de amor (1989), Sueños de papel (1996), Patio de fondo (2004) y Pasión y libertad (2008). También Quiñones ha tenido como misión compartir la poesía con niños y jóvenes dedicándoles poemarios como Mi mundo: palabras de niños (2004), Poemas para los más pequeños (2006) o Quiero una noche azul (2007). 

Magaly Quiñones entrevistada recientemente en WIPR TV


Personalidades del mundo de la cultura en Puerto Rico y en la Gran Manzana han manifestado públicamente su endoso a la candidatura de Quiñones al Premio Nobel de Literatura. Entre ellas, Myrna Nieves, escritora, editora y promotora cultural en la Ciudad de Nueva York. Expresa Nieves: “Me complace apoyar la nominación de la escritora Magaly Quiñones para el Premio Nobel de Literatura. Magaly se destaca por su prolífica obra que incluye poemas, cuentos para niños, ensayos y reseñas publicados en revistas, antologías y periódicos internacionales. Ha publicado veinte libros de su autoría y continuamente participa en congreso y festivales de poesía en varias partes del mundo. Frecuentemente asiste a eventos literarios en Nueva York y otros lugares donde la diáspora puertorriqueña vive y labora, y se destaca por su invariable apoyo a los esfuerzos de la misma por tener una presencia literaria en Puerto Rico. La exquisita calidad de la obra lírica de Magaly Quiñones es impresionante. Se distingue por sus poemas pulidos y contemplativos, que muestran una capacidad admirable para dirigir una mirada meditativa a su interior y una gran sensibilidad para describir y analizar lo que ocurre en su entorno. Su sofisticado lenguaje poético, muy puertorriqueño, demuestra un firme arraigo cultural, conciencia de la historia y una rica gama de vocablos, matices y expresiones. Ha sido para mí un honor conocerla como persona y disfrutar su magnífica obra”. 

Antonio Martorell
En esa misma dirección se ha expresado el artista Antonio Martorell, quien fue homenajeado con el Lifetime Achievement del National Puertorican Day Parade en el 2023: "Conozco la vida y obra de la poeta Magaly Quiñones desde finales del setenta del siglo pasado. Tuve el privilegio de crear la portada para su primer poemario en esa época. Me entusiasmó entonces, como ahora, su inspirada capacidad para evocar en el lector visiones y sensaciones que hacemos nuestras. He seguido su notable trayectoria a través de los años y constatado que su primera y promisoria obra continúa un feliz desarrollo que enriquece las letras puertorriqueñas y el idioma español. Por lo tanto, la recomiendo encarecidamente al Premio".

Elsa Tió
También la escritora Elsa Tió, importante gestora cultural puertorriqueña que se ha desempeñado como subdirectora de la Fundación de las Humanidades y presidenta del PEN CLUB Internacional de Puerto Rico: "Magaly Quiñones es parte de una tradición de poetas que con voluntad de orfebre trabaja con calidad su verso y la palabra. Cultiva con entusiasmo y magia los poemas para los niños, ofrece talleres en las escuelas públicas en su misión por sensibilizar a la niñez. Sin embargo, su poesía de adulta incluye con lirismos los temas más acuciantes y relevantes del país y, de muchas maneras, las de este mundo, tinto en sangre, que aspira a la paz, a la conservación del ambiente y de la naturaleza. Endoso su candidatura y nominación al Premio Nobel de Literatura por su amor a esta gran lengua desde la que crea con imaginación, esmero y constancia por más de medio siglo, con sus pies en la tierra, pero sus ojos mirando a las estrellas"


Magaly Quiñones Exposición Biblioteca Lázaro



Magaly Quiñones durante la bohemia Laro y sus amigos en el Poet's Passage del Viejo San Juan. 4 de noviembre de 2023. Larophoto

Poemas y plumazos -Yolanda Hernández


 

sábado, junio 15, 2024

Breves en la cartografía cultural: La escritora Jennifer García Acevedo traza la actualidad colombiana a través de la poesía de 26 escritores

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Carlos Esteban Cana

Libros de la escritora Jennifer Garcia Acevedo




Jennifer García Acevedo
Lo más reciente de la escritora, tallerista y gestora cultural Jennifer Acevedo Acevedo es la antología "Poemas de un País al Sur" bajo el sello Libre Acceso Ediciones. En esta ocasión, la autora de los poemarios "Escribir de lo invisible", "Escribir lo invisible" e "Incertidumbre del nombrar" se sumerge en el amplio panorama de la poesía colombiana contemporánea para seleccionar 26 poetas representativos de la actualidad de su país. El volumen cuenta con un detallado prólogo de la propia Jennifer García Acevedo.

Sobre la antología expresa Jennifer García Acevedo: "Mi gratitud a Libre Acceso Ediciones y a su director el poeta Víctor Raúl Jaramillo por esta publicación de POEMAS DE UN PAÍS AL SUR, antología de autores colombianos contemporáneos que gentilmente colaboraron con sus textos. Gracias especialmente a Víctor Raúl por el gran trabajo de revisión y edición y a todos y cada uno de los poetas aquí presentes. Celebremos una vez más la poesía que aún nos acompaña en las voces de quienes siguen manteniendo en alto su luz y su verdad".

"En el siguiente enlace  https://victorrauljaramill.wixsite.com/libreaccesoediciones/poes%C3%ADa-1 podrán acceder a la antología, con poemas de: Juan Manuel Roca, Mery Yolanda SánchezPedro Arturo Estrada,Víctor Raúl JaramilloJuan Diego TamayoMarie SancherCamila Charry NoriegaFredy Yezzed, Lucía Estrada, Andrea Cote BoteroHenry Alexander GómezRobert MaxCarolina DávilaLuis Arturo RestrepoJorge Valbuena, Fátima Vélez, Santiago EspinosaTania Ganitsky, Carlos Andrés Jaramillo, Yenny LeónCamilo Restrepo MonsalveMichael Benítez Ortiz, Wilson Pérez, Jorge Carreño, Stefhany Rojas Wagner y Luisa Masiel".


Poemas de un País al Sur, selección y prólogo Jennifer García Acevedo

viernes, junio 14, 2024

En las letras, desde Puerto Rico: Carlos Vicéns o la poesía como huella, horizonte y perfección

 por Carlos Esteban Cana




Conversar con el poeta, músico, fotógrafo y académico Carlos Vicéns es sumar páginas a un libro futuro, como el que publicó Arcadio Díaz Quiñones a mediados de los años 70 sobre una conversación que sostuvo con el escritor José Luis González; con Vicéns la poesía sería la gran protagonista de esa soñada publicación. Y es que desde Octavio Paz no he visto tal grado de vinculación entre estética, lenguaje y contenido que suma al artefacto poético como en Carlos Vicéns. Y, sin duda alguna, la crítica especializada así lo confirma. Algunas de las voces más autorizadas han valorado, de una u otra forma, su impecable poesía: Francisco José Ramos, Luce López Baralt, Noel Luna, Marcelino Canino-Salgado, Andrés Bermúdez y podríamos seguir nombrando. Me atrevo a decir que con la presencia de Carlos Vicéns en el panorama literario boricua del siglo XXI hay un antes y un después. Con Raíz de la ausencia, escrito entre 2008 al 2013, ya en su cuarta edición (Editorial Distancias, 2021) y La dicha de lo inacabado, publicado en el 2020 y que circula actualmente en su segunda edición (El Taller Blanco Ediciones, 2022), Carlos Vicéns ha llevado la poesía a su máxima expresión. Por esto y más las puertas que propician y subvencionan la excelencia creativa, literaria y poética se abren, como es de esperarse, a su paso y a su favor. Más de tres décadas de rigurosa formación y disciplina contextualizan su ejercicio cabal como artista y creador. Carlos Vicéns nació en San Juan, Puerto Rico, en 1982 y desde este punto parto para continuar un diálogo que comenzó hace nueve años (en el 2015) cuando me concedió una entrevista para Diálogo, periódico digital de la Universidad de Puerto Rico. Agradezco al poeta esta segunda oportunidad.

Raíz de la ausencia es un libro que se ha transformado con el paso de los años… Como autor que eres de Raíz de la ausencia, ¿nos puedes hablar de la base del proceso creativo que lo hace posible?

Raíz de la ausencia, de Carlos Vicéns
– Hacia 2009 se materializó Raíz de la ausencia, mi primer libro de poemas. Las ediciones de 2013, 2015 y 2021 han sido más bien obsesiones con perfeccionar algo que, a mi entender ahora, no conoce perfección. Incluso, llevé a cabo otras versiones de ese libro que asimismo edité, diseñé, monté y jamás publiqué. Añadía ciclos. Eliminaba poemas. Cambiaba títulos. Reconfiguraba el orden. A veces buscaba una rigurosidad cronológica. A veces evitaba la narrativa lineal relacionada con las vivencias que impulsaron los textos. A veces sólo quería modificar la fisicidad del libro. Creo que, durante esos doce años de retratarlo, lo que estaba deseando era volver a esa sensación catártica, irrepetible, que experimenté cuando abandoné la primera Raíz. 

Doce años separan Raíz de la ausencia de su siguiente libro, La dicha de lo inacabado… ¿en qué se diferencian y qué, si algo, permanece en ambos?

La dicha de lo inacabado
– Leo La dicha de lo inacabado como un texto de transición. Fue casi mi segundo libro por el hecho de que todavía carga algo del primero. Se trató de una antología. Contiene doce poemas de Raíz. Todo lo demás, en su mayoría, no se había publicado antes. Luego le siguió su segunda edición en 2022. En ella aproveché y añadí diez poemas que no había difundido en un libro hasta ese momento.

La dicha es un texto en el cual comencé a experimentar con otro tipo de voz, con otros gestos, con otras formas… como poesía en prosa, por ejemplo, que llevaba mucho tiempo contemplando la idea de ensayarla. Por eso recalco lo transitorio de ese libro. Lo imagino como un puente que estoy cruzando, un portal que me está llevando al próximo proyecto, una mano que me está sacando de Raíz y me está situando sobre otro presente, este presente.  

Sabemos que también Carlos Vicéns es músico… ¿Qué le ha dado la música a su poesía? Y, en esa misma dirección, ¿qué le ha dado el Carlos Vicéns poeta al Carlos Vicéns músico?

– Cuando tenía catorce, tal vez quince años, me decidí por la poesía y la música. Comencé a tocar piano, a componer piezas de memoria sin saber de música, a escribir poemas sin saber de poesía. Al pasar del tiempo fui descubriendo de lo que se trataba. En 2010 obtuve dos bachilleratos de la Universidad de Puerto Rico: uno en Filosofía y lingüística de la significación poética en el área de Estudios individualizados del Departamento de Estudios Interdisciplinarios; y otro en Piano del Departamento de Música. Por otro lado, he sido muy discreto a la hora de poner a dialogar ambas disciplinas. Llevo practicando música y piano alrededor de veinticinco años. He pensado muchas veces en hacer algo más que impartir clases. Y ha sido durante estos últimos cuatro años que vengo a contemplar, más en serio, un proyecto musical. En cambio soy más impulsivo con la poesía. No sé por qué pero me veo más en la constante urgencia de materializar con palabras lo que me hace falta y necesito decir.


Doctor de Hispanic Languages and Literature de la Universidad de Stony Brook… ¿Cómo el artista convive con el académico?

– Muy buena pregunta. Me recuerda a un aforismo de Juan Ramón Jiménez que desconocía hasta que lo escuché en una entrevista que le hicieron a José Ángel Valente, quien lo citó. Dice: “Meter a un poeta en la academia es como meter a un árbol en el Ministerio de Agricultura”. Mis años de bachillerato y maestría en la UPR fueron gratos y hubo algo de intercambio entre mi trabajo artístico y lo que la academia me estaba ofreciendo. Ahora, estos seis años acá en Stony Brook han sido un verdadero ejercicio de integridad. He aprendido de sobra, pero bajo presiones y dinámicas diferentes. Si me hubieras hecho esa pregunta antes del doctorado, es probable que te contestase otra cosa. En estos momentos… no sé hasta qué punto “el artista convive con el académico”. Pienso que la persona que es artista y estudiante doctoral (incluso doctor y profesor) más bien sobrevive la academia… siempre y cuando no pierda de perspectiva el lugar donde se encuentra y cómo operan estos circuitos institucionales, especialmente en Estados Unidos. Claro está, estoy partiendo de mi experiencia. Tal vez eso no sea así en otro contexto.





¿Qué opinión le merece los talleres de escritura creativa? ¿Son útiles?

– Los talleres de escritura creativa son interesantes. Creo que tienen el potencial de darle forma a una comunidad. Muchas veces desembocan en una serie de intercambios que son cruciales para gestionar proyectos y demás. Siempre se aprende algo de ellos. No obstante, dudo que un taller funcione como una máquina para hacer poetas. Para mí la poesía ha sido una huella que he ido concientizando en el transcurso de mi vida. Es posible que un taller de escritura creativa sea útil para concientizar esa huella, pero es menos probable que la cree. 

¿Si alguien le pide que le recomiende escritores para formarse como poeta a quiénes mencionaría?

– Eso depende mucho de la sensibilidad de cada cual. Sugiero leer de todo hasta que se atine con textos que sintonicen con su sensibilidad. Se irán entablando diálogos con esos textos. Con el tiempo la sensibilidad seguirá transitando y en ese tránsito seguirán llegando otros textos, otros diálogos. Se formarán constelaciones, patrones de lecturas. Se cuestionarán l0s diálogos pasados. Se volverán a algunos de ellos. Se trata del tránsito de la poética de cada cual. Yo comencé leyendo a Julia de Burgos, Lorca, Bécquer, Storni, Baudelaire, Vallejo. Entonces llegó la vanguardia dadaísta y surrealista, Angelamaría Dávila, José María Lima, Paz, el grupo español del 27, Pizarnik, Dylan Thomas, Pessoa. Luego apareció Che Melendes, Lispector, Juarroz, Césaire… Así sucesivamente seguirán emergiendo otras lecturas y otras conversaciones. Sugiero también leer un poco de filosofía y crítica literaria. No es una necesidad, pero encuentro constructivo enterarme de esos otros puntos de vista. Por ejemplo, para mí ha sido formativo leer a Gaston Bachelard, Walter Benjamin, Francisco José Ramos, Frantz Fanon, Susan Sontag, Gayatri Spivak, Jacques Derrida, Édouard Glissant, Giorgio Agamben… 

Desde su perspectiva… ¿cuáles son los libros que usted considera imprescindibles para conocer la poesía puertorriqueña?

– Bueno, aquí hay mucha tela para cortar y advierto que no pretendo abarcarlo todo ni me limitaré nada más a libros. Haré referencia a poetas y a obras que he leído y de momento recuerdo. Si se me pasa algo, mis disculpas de antemano. A la obra de Julia de Burgos es imprescindible volver. El ciclo de Filí-Melé de Palés Matos es otro al que regresaría. Ahora, habiendo ya mencionado esas dos figuras, a mi entender obvias, hay mucho más por conocer y apreciar en torno al repertorio que nos ofrece la poesía puertorriqueña. La obra poética de Clara Lair, Juan Antonio Corretjer, Francisco Matos Paoli, Hugo Margenat, Marina Arzola, Clemente Soto Vélez, Graciany Miranda Archilla, Evaristo Ribera Chevremont, Violeta López Suria, Nimia Vicéns: indispensables. Más libros como Animal fiero y tierno (1977) y La querencia (póstumo, 2006) de Angelamaría Dávila: imprescindibles. Fuera de trabajo (1977) de Esteban Valdés: intachable. El pájaro loco (1972), Los poemas de Filí-Melé (1976), El miedo del Pantócrata (1981) de Iván Silén: vitales. La obra poética de Pedro Pietri, Tato Laviera y el movimiento Nuyorican: irremplazables. La poesía de Edwin Reyes, Luis Antonio Rosario Quiles, Salvador Villanueva, Roberto Alberty Torres el “Boquio” y Elizam Escobar: inolvidables. La obra de Che Melendes, incluyendo Poesiaoi: Antolojía de la sospecha que editó y publicó en 1978: esencial. La poesía de Olga Nolla (ver De lo familiar, 1973), Etnairis Rivera (ver Wydondequiera, 1974), Iris Zavala (ver Que nadie muera sin amar el mar, 1983), Áurea María Sotomayor (ver Operación funámbula, 2019), Ivonne Ochart (ver El libro del agua, 1996), Marigloria Palma (ver La noche y otras flores eléctricas, 1976), Vanessa Droz (ver La cicatriz a medias, 1982), Lilliana Ramos Collado (ver Proemas para despabilar cándidos, 1981), Magaly Quiñones (ver Razón de lucha, razón de amor, 1989), Giannina Braschi (ver El imperio de los sueños, 1988): más que imprescindibles. La sílaba en la piel (1982) de José María Lima: una obra maestra. La generosa antología Papiros de Babel (1991) que el poeta Pedro López Adorno elabora: un tesoro en contenido.





No puede faltar Invitación al polvo (1991) de Manuel Ramos Otero y que no se me pase la obra poética de Mayra Santos Febres (ver Poesía casi completa, 2021), Rafael Acevedo “Al Rafah” (ver Libro de islas, 1989), Juan Carlos Quintero Herencia (ver El hilo para el marisco, 2002), Eduardo Lalo (ver Necrópolis, 2014), Noel Luna (ver Hilo de voz, 2005), Ángel Darío Carrero (ver Perseguido por la luz, 2008) y Servando Echeandía Colón (ver Variaciones, 2011). Adentrándonos al repertorio más reciente, pienso en José Luis González “Gallego” (ver Residente del Lupus, 2006), Urayoán Noel (ver Boringkén, 2008), Mara Pastor (ver Poemas para fomentar el turismo, 2011), Eddie Ortiz-González (ver Estrategias de combate, 2018), Sylvia Figueroa (ver En este lugar se respira, 2020), Nicole Cecilia Delgado (ver Periodo especial, 2019), Irizelma Robles (ver El templo de Samye, 2020), Roque Salas Rivera (ver Antes que isla es volcán, 2022), Rubén Ramos Colón (ver La expansión de los cuerpos, 2019), Andrés Bermúdez (ver Umbría llama, 2023), Marta Jazmín García (ver El único refugio son los párpados, 2020), Margarita Pintado (ver Ficción de venado, 2012), Xavier Valcárcel (ver Fe de calendario, 2016), Yara Liceaga (ver El mundo no es otra cosa, 2014), Amanda Hernández (ver La distancia es un lugar, 2020), Cristina Pérez Díaz (ver From the Founding of the Country, 2022)… y no sigo para no recaer en lo exhaustivo. Eso sí, ahora mismo se está escribiendo y publicando en abundancia. Creo asimismo imprescindible esas otras lecturas, si es que se quiere realmente seguir conociendo nuestra poesía.



            

¿Qué le ocupa en estos momentos, a nivel artístico?

– En estos momentos estoy ocupado con varios proyectos y puedo mencionar tres de ellos. El primero es un libro de poemas en el cual voy a integrar, a modo de experimentación, algo de mi trabajo fotográfico. Es un texto en progreso que me entusiasma cada día más. Otro de los proyectos en el tintero está relacionado con música y videografía. Llevo cuatro años montando algunas piezas musicales con la expectativa de publicar algo de ese material utilizando formatos alternos. El tercer proyecto que ando contemplando es el de publicar mi tesis doctoral o, por lo menos, parte de la misma.

¿Qué otra disciplina artística, si alguna, le gustaría explorar?

– La fotografía y el cine. 

¿Le gustaría escribir poesía en otros idiomas?

– Sabrás… muchos de mis primeros poemas fueron en inglés. Recuerdo que en mi adolescencia también intenté escribir, en ese idioma, una especie de libreto basado en una serie de sueños que estaba teniendo en aquel momento. Eso cambió cuando empecé a leer más poesía en español. Podría volver al intento de escribir poemas en inglés. Otra posibilidad sería la autotraducción, que no es mala idea. Eso sí, por ahora seguiré utilizando la lengua con la que aprendí a ensamblar, antes que poemas, los primeros balbuceos de mi vida. Creo que hay algo interesante y bonito en eso, especialmente si se trata de poesía.


Críticos comparten sus impresiones acerca de la poesía de Carlos Vicéns.






domingo, junio 09, 2024

En las letras, desde Puerto Rico: Apuntes para una posible lectura de Poemas de estación de Imayrín Padua Sotomayor

por Carlos Esteban Cana

 

Aquí comparto con usted, estimado lector, unas impresiones sobre Poemas de estación, segundo libro de la escritora puertorriqueña Imayrín Padua Sotomayor publicado por la editorial Los Libros de la Iguana en el 2021. Sírvase de leer estos apuntes como prefiera: antes de su acercamiento a las páginas de este poemario o después que haya concluido su lectura. Iremos pieza por pieza, estación por estación, en un ejercicio que nos permita puntualizar algunos aspectos del libro. Yo estaré sentado cerca de las ventanas de este tren que se mueve impávido a su destino. También tengo a la mano un pequeño radio que prenderé a ratos como enlace melódico al contenido del libro. 

Imayrín Padua Sotomayor








La primera estación

De entrada, en la parte inicial la primera poesía, Poema de estación, ofrece al perfil de exilio y nostalgia cierto aire de ironía: Y por más guirnaldas/ que cuelgues, quien se guinda eres tú. / Atrapado en un jingle, / cuando juraste por el burrito sabanero, / que no irías camino de Belén. / Puerto Rico en la distancia/ se convierte en quimera, en paraíso, en utopía. En una voz lírica que además de ir trazando la textura de la atmósfera se sabe a sí misma como emisora. Y por eso la razón del verso final: Seguiremos transmitiendo. Lo que abre la puerta del lector a una probable continuidad entre las piezas que conforman este poemario, como un “log” o bitácora de programación. La siguiente pieza, Promesa, tiene impregnada un aire de impromptu temático al que se podría regresar durante el proceso de lectura, como para ir palpando los entendidos que privilegia la Poeta: Seremos lo que somos, mientras/ brille el Sol, mientras sonría la luna, / mientras el amor se asome. / Seremos entonces los últimos locos, / los que nunca claudicaron, / los que siempre volverán. Aun teniendo ese himno con potencia en los versos de Promesa, la siguiente poesía, El miedo de crecer, suma otro exilio, el de hacerse adulto, el de crecer: Mejor les valdría/ seguir siendo niños, / disfrutando de las cosas pequeñas, / (para mí las más grandes). / Yo no quería, pero es irremediable crecer. Y con esa inevitable sentencia confiesa lo que a fin de cuentas quería evitar: que la cotidianidad monótona/ no acaparase mi vida de adulta..., teniendo en el verso final un lamento por la imposibilidad de su deseo como respuesta: ¡Oh, cuánto lo pedí!

Imayrín Padua Sotomayor junto a su hija Camila y su padre el escritor Reynaldo Marcos Padua.

Semilla abre un apartado en esta Primera Estación para trazar perfiles de personas amadas por la Poeta. Los sencillos versos dedicados a su hijo más pequeño bien podrían cantarse como nana: Echa raíces dentro y fuera de mí. / Crece libre, fuera de ti. / ... Se siempre honesto, como el nombre/ que te di, Ernesto.  La siguiente pieza va en esa misma dirección, esta vez versando sobre el impacto que ha tenido su primogénita Camila (nombre que da título a la poesía) en su vida: Cuando naciste, Camila, / no fue que terminaron mis problemas:/ nació mi voluntad de resolverlos. / ... Gracias, hija hermosa por darme a luz, / el día que naciste.

Antonio Cabán Vale, El Topo
 En los versos de La isla bonita, que cierra la primera parte, las imágenes se presentan fragmentadas como remembranzas que van dando idea al lector de un paisaje boricua en una típica postal que suma referencia a la cadencia final que destila esa emblemática canción que casi todos los boricuas cantamos de memoria: Verde luz de Antonio Cabán Vale, El Topo. Lo que nuevamente arroja claridad al concepto de Estación no tan solo como un espacio de llegada o salida, sino como un sistema de aparatos e instalaciones que sirven para emitir un mensaje, sea un medio de comunicación o una computadora; recursos tecnológicos que le quitan pesadez y le dan cierta liviandad a la experiencia de quien tiene que viajar fuera de su país.


La segunda estación

Lady Madonna-The Inner Light (1968), The Beatles
Nostalgia que tiene ecos con el Lady Madonna de Los Beatles de 1968, solo que la voz lírica aquí se nombra poeta tanto al inicio como al final: Es difícil ser poeta,/ pretender que te inspira el paisaje urbano/ donde las bocinas sustituyen el canto/ de los pájaros, y en las tardes te deleitas/ entre los automóviles/ compartiendo un interminable tapón/ que te recuerda día a día/ que no llevas la vida que habías planeado para ti. 

Bonita for Success plantea la encrucijada que se le presenta a la mujer del siglo XXI en ciertos entornos laborales: Solo tenías que mostrar/ la cara bonita en ropa apretada, / como si aquí no ocurriera nada, sonreída. Aunque un giro de tuerca final en los versos muestra cómo prevalece el respeto propio: Y allí estuve yo/ en mi reality check, / entregando mi carta de renuncia/ a fin de, cuanto menos, salvar mi dignidad. En Hechizo, la voz lírica sí se nombra mujer que, como Julia de Burgos en varios de sus poemas, reflexiona con cierto aire de desaliento ante el destino que le ha tocado vivir: No soy quien parezco ser. 

Imayrín Padua Sotomayor
Por otro lado, la próxima pieza Tijeras está construida en tres partes y adquiere su relieve sonoro en sus versos cortos, de seis a siete sílabas, pues le suma cierto ritmo a la lectura. Aquí, sobre todo, es la segunda estrofa la que se distancia de las poesías anteriores y concretiza la esperanza: Y entonces... / verás el paraíso, / oirás la voz de Dios; / sonreirás a los pájaros, / beberás agua eterna. Mientras que la última estrofa clarifica lo que hizo posible esa visión: Porque yo.../ no pude estar sola, / no quise seguir ciega, / ...adolecía de amaneceres, / prescindía de ilusiones, / requería más poesía/ y necesitaba un para qué. En la poesía Aquello la Poeta sigue transmitiendo un tono de liviandad, a modo de leitmotiv que sintoniza con lo que había establecido en el poema Promesa de la primera parte: Seremos todo aquello/ que dejemos atrás: La inocencia de la infancia. / La rebeldía de la adolescencia. / La locura de la juventud. / La madurez en las horas bajas. / ... Seremos todo, seremos uno. / Seremos lo que somos, una y otra vez.

En La vida se parece la repetición de la cláusula “la vida es” sirve como especie de mantra para que la voz lírica establezca (y se convenza a sí misma) de que más allá de los contrastes, incluso extremos, es inherente a la existencia cierto sentido que le da valor, que hace que merezca la pena: La vida es un balón que no logramos patear. / La vida es una canción trillada. / La vida es preguntar ¿para qué?.

Concluye esta segunda parte la pieza La rabia una pieza que sube el volumen a lo transmitido. En estos versos encontramos vitalidad similar a la poesía Loca de Amarilis Tavárez Vales y el tono irreverente de algunos poemas de Alberto Martínez Márquez. Así expresa su fuerza esta última pieza: La rabia te impulsa, te guía, te mueve, / Lo sé; no me deja hacer yoga, / me ha roto rosarios/ y ha apagado velas delicadas. // La rabia me abraza y no me suelta. / Se cuelga y me roza la espalda/ mientras me guiña un ojo, traviesa. // ... La Rabia, mi rabia, esta cabrona rabia/ es todo lo que tengo/ (son mis signos vitales, pip) // ... Arde, arde que me quema. // ... ¡Maldita rabia! / puta rabia, / rabia cierta, / de no ser por la razón/ sería tu sierva.
 

Alberto Martínez Márquez                                                                                            Amarilis Tavárez-Vales

La tercera estación

 Esta estación nos sintoniza, en primer lugar, con un poema de amor: Compás de espera. Es una composición que remite en sus versos a dos direcciones. La posibilidad y el futuro por un lado, y a la espera y el momentáneo silencio por el otro: Tú eres la promesa oculta/ de todo lo que temo, / de cuanto amo en silencio/ y en secreto. Esto remitido a un receptor al que sin reservas se interpela: Si quisieras, tendrías la luna/ en mí [...]// Tendrías de mí la eterna sonrisa. Un recurso que destaca de Compás de espera es la adjetivación para precisar qué obtendría ese sujeto del deseo de la voz lírica: ... la luna/ ... pequeña, precisa y concisa. // ... la eterna sonrisa, perfecta Monalisa.

 La próxima poesía es Fénix. Ya desde el inicio a través del título el lector es dirigido a la trascendencia. La primera sección del poema es una descripción del suplicio vivido: Raspé tan profundamente mis heridas/ que de mis venas corrió fuego. / Mi corazón estalló en mil pedazos/ quedando lo que de mí restaba. Luego la voz lírica apalabra un proceso de transformación: Me volví aire, vapor, una etérea entidad ambulando... Hasta que se nombra fénix y todo lo que implica ese culmen que tiene, sin embargo, cierta gradación en la textura emocional de “ser sobreviviente”. Es una poesía confesional que presenta contraposiciones porque mientras el yo lírico se va irguiendo y recomponiendo a la misma vez admite que por tal razón está condenada a respirar fuego/ todos y cada de mis días. Y en esa dirección continúa la última parte de la pieza quizás nombrando metafóricamente el ejercicio de voluntad cotidiana necesario para continuar después de haber tocado fondo. 

Imayrín Padua Sotomayor


En Hojitas amarillas la pincelada artística del título da cierto giro circular a la estructura del poema porque al final se hace referencia al otoño. Hay un Tú que es instalado en los versos por un Yo que sostiene una hipotética conversación: Yo te digo, la vida en colores sería, / en realidad, en blanco, negro y mil tonos de gris. / Tú dirías, no, que la vida es una amalgama de colores innumerables. Es decir, se establece una dualidad entre una visión monocromática que remite a lo sobrio repetitivo antepuesta a lo vivaz y diverso. Y ese Yo, en su soliloquio, se hace sentir mediante la decepción en un rito a modo de despedida: Te despido, con el frío que trae la indiferencia/ de un otoño vivido a pulmón.

Imayrín Padua Sotomayor, foto por Angel Matos.
 Sigue el poema Por ti que exhibe erotismo en sus versos; el proceder de la amada con el amado
sintetizada en una poderosa estrofa. De ahí pasamos a la penúltima poesía de esta tercera estación que es un homenaje de Imayrín Padua Sotomayor a su madre Pilar. En estos versos la poeta juega con el nombre de su progenitora y el título gracias a esa metáfora central de fortaleza a la que remite: Columna. Culmina esta sección la pieza Neón que se instala dentro de la tradición de poesías que nombra en detalle el proceso en el que todo se degrada, solo que aquí esas ruinas son urbanas. Aunque hay que puntualizar que el lector recibe claras señales de que la cartografía descriptiva es también acerca de los sujetos que bajo la luz de neón transitan la ciudad, a quienes la Poeta dirige una advertencia final: Pero ¡cuidado!, que todo es ilusión. / En cualquier apagón nos roban los ojos ficticios/ y al mirar por la ventana, todo se volverá penumbra, / hedor, miedo y colecta frenética de vicios. Valdría preguntarse el valor que tiene en Neón el concepto “modernidad” como brújula hacia una dimensión más allá de sí misma que es la que permitiría a fin de cuentas contemplar, analizar o palpar bajo esa luz artificial la crisis de la propia modernidad. Lo que haría de esta poesía un oxímoron perfecto ya que a partir de la tradición el lector estaría llegando a los límites de la propuesta mediante el crisol de la posmodernidad.


La cuarta estación

 La última estación del poemario inicia con Cuarto menguante que destaca no tan solo por ser una misiva de la amada al amado, esto teniendo como premisa los dos puntos al final del verso inicial (Si tuvieras otros sueños:); también por la fluidez del lenguaje en la enumeración que prevalece en toda la pieza. Y tampoco pasa desapercibido la impronta de ese título ambiguamente sugerente que nombra esa fase lunar.

La siguiente poesía, Nicotina, establece una danza entre las disquisiciones de la voz lírica y el acto de fumar que es eje central y recurrente. Sirviéndose de la fuerza visual y el acto de observar incluso se ironiza sobre entendidos heredados del patriarcado: Observó con miedo que/ el cliché de mi vida, / no es tal príncipe azul/ de caballo blanco. La sincronía entre este ritual de despedida nombrada ya en esta parte del poema como “prolongada posdata” culmina con el acto de visualizar tras el humo “una oruga muerta” en la última colilla.

 

Horacio                        Garcilaso de la Vega                        Walt Whitman                    Rubén Darío              Juana de Ibarbourou

En Vitrina, el tercer poema en esta sección, tenemos un daguerrotipo de mujeres jóvenes y bellas que sirve a la voz lírica para versar y reflexionar sobre la huella que deja en esos hermosos rostros y cuerpos el paso del tiempo. Con esa materia prima en la estrofa se presentan de inmediato las referencias a la tradición: como raíces y tronco la locución latina Carpe diem (aprovecha el día) del poeta romano Horacio, y de ahí las muchas ramas de un frondoso árbol que se extiende en poesías y poetas como Soneto XXIII de Garcilaso de la Vega (En tanto que de rosa y azucena), Carpe Diem! de Whitman, Juventud, divino tesoro de Rubén Darío o La hora de Juana de Ibarbourou. En Vitrina Padua Sotomayor suma a ese tópico literario fragmentos de la música popular que transforma: Míralas que linda vienen. Míralas que linda van. / Ellas son las nenas lindas del pueblo, / la más bonita del salón. La hija de aquella señora, / qué tal vez fue mi mamá. / Se sabían hermosas, pagaron el precio [...]/ Envejecer, caducar, expirar como fruto/ ante quienes lo habrían de degustar. 

En el penúltimo poema titulado Moreno la poeta sigue la misma dirección que estableció en Vitrina. Aquí también se sirve de un género musical, en este caso la rumba, para apalabrar un homenaje a su esposo. Con eso como propósito la voz lírica manifiesta su dominio del ritmo mediante una serie de versos que terminan en palabras agudas mientras va hilvanando una oda a la afrodescendencia que incluso puede declamarse teniendo como telón de fondo instrumentos de percusión: En la rumba de nuestra existencia/ no hay paso para la improvisación. / Virgo es tu signo, el trabajo tu pasión. / Trajiste a mi vida tu esencia, cadencia y tesón. / Negras tus manos, rojo tu corazón. / Pepitas de café tus ojos, boquita de melón beberé. / [...] Gracias negrito mío por llevarme de la mano, / que no me olvide un te amo ni despierto ni dormido.

Juan Ramón Jiménez
 “La cuarta estación” cierra, y también el poemario, con el poema Volveré. En cierta parte esta pieza comparte el tono que destila El viaje definitivo de Juan Ramón Jiménez, aunque es importante puntualizar que los versos de Volveré no tienen como base la ausencia sino el regreso. Una poesía en la que el lector palpa una hermosa textura de himno. Un himno en el que no hay reproche sino agradecimiento y liviandad: A todos los sabores, en todos los momentos/ a eso volveré. / A la noche estrellada, a la cama tibia, / al rincón de tus zapatos, a esa esquina favorita, / al final, en todos los momentos, / A eso volveré.

 

Después... de volver a mirar de reojo el contenido

 

Tras la última página se detiene el tren y salgo afuera rememorando algo del libro. Poemas de estación se titula y leo en voz alta el nombre completo de la poeta: Imayrín Padua Sotomayor. Algunos transeúntes me miran de inmediato. Y yo vuelvo a colocarme los audífonos del pequeño radio transistor que prendí a ratos mientras leía este poemario durante el camino. Un poemario, este poemario que tengo ahora en mis manos, valioso como esos cuencos de cerámica reparados, fragmento a fragmento, con barniz de oro.

Poemas de estación (Los libros de la Iguana, 2021), de Imayrín Padua Sotomayor



 

 

miércoles, junio 05, 2024

En las letras, desde Puerto Rico: Serie Antonio Aguado Charneco en el recuerdo, conversación con Carlos Esteban Cana

 por L.E. Quirorges

Qué más se puede decir del narrador Antonio Aguado Charneco sino sumar lo que dicen de él quienes le conocieron, sus amigos. Tony, “El Gran León”, marcó a parte de la generación de narradores boricuas que emergió durante los noventa en torno a la revista y colectivo Taller Literario. Y también marcó a quienes lo leyeron después. Sus libros de cuentos Ouroboros: seis cuentos galardonados, otros tantos que no lo fueron y varios colibrís (1985) y Sendero umbrío: Nocturnario de Félix Carpo Izquierdo (1997) son lectura imprescindible para quienes quieran conocer lo mejor de la narrativa boricua de fin de siglo. De igual manera podemos hablar de sus novelas publicadas: Bajarí Baracutey: el taíno de la cueva (1993); Anacahuita/Florespinas (2006); luzAzul (2011); y Aryanation (2012). Y también de los manuscritos que ya son leyendas (por lo mucho que se habló de ellos durante su creación) y que aún esperan por ser publicadas: Medio mundo; The Bulls of Twilight; Las docenas del hornero, serie de cinco colecciones de cuentos: Narcocuentos, Mejicuentos, Pasiocuentos, Ludicuentos y Cuentos con Z; y Guarocuya: bejuco de luz, novela que cierra su trilogía indigenista-taínista. También hay otros manuscritos valiosos de los que se tienen noticia: uno sobre el refranero popular boricua, una colección de ensayos sobre la Ciudad Universitaria, de Río Piedras; y Sitroselegna, continuación de la novela luzAzul. También, tres días antes de “mudarse al otro mundo” (16 de noviembre de 2016) como diría el mismo Charneco, dejó preparada una antología personal de cuentos bajo el título de Soseiva Sotaler, con… sus relatos aviesos.



Esta serie la abrió el gestor de este blog, el narrador Angelo Negrón; hoy le toca el turno al editor de este boletín que, frecuentemente, se reproduce aquí. Para conversar lo hicimos como en los viejos tiempos cuando frecuentábamos el balcón de Tony en Santa Rita, espacio amable y generoso (gracias al propio Ni-Yamoká en su rol de anfitrión) que habíamos bautizado como la “Embajada de Taller Literario”. Hubo casabe, quesos y cervecitas. Como el calor se dejaba sentir apremió también la presencia imprescindible de un abanico muy cerca a toda velocidad. Y lo demás fue hablar y rebobinar, corroborar datos, hacer anotaciones y fluir con ese “constante entusiasmo (que ofrecía continuamente el intercambio, la tertulia); por el consistente acicate y la búsqueda de nuevas fuentes de iluminación” que nos regaló esta memoria desdoblada y compartida entre quien pregunta, quien responde y quien sirve, a fin de cuentas, como idóneo interlocutor. Con ustedes algo más del escritor boricua Antonio Aguado Charneco a través de Carlos Esteban Cana y sus recuerdos. 




¿Cómo conociste a Antonio Aguado Charneco?

Al gran Tony lo conocí en el año 1991. Eran los tiempos en los que la gestora cultural Crucie Morales era la animadora de unas peñas literarias en el Hotel El Convento en el Viejo San Juan. Vi un anuncio en la prensa del evento y hasta allí me encaminé. Sin temor a equivocarme, creo que ese fue el primer evento literario cultural al que asistí. Y allí estaba el gran Tony, conversando con los demás asistentes con su don de gente. Creo que fue esa buena onda que él proyectaba la que me animó a acercarme… Y creo también que ya en ese primer intercambio le mostré algunos de los cuentos que integrarían el primer volumen de la revista Taller Literario que saldría más adelante, y de eso habríamos hablado.

¿Cuándo piensas en Tony, como le llamaban sus amigos, que viene a tu memoria?

– Su don de gente, como ya mencione. Tony tenía la capacidad de hacer sentir bien a uno… y eso como que no lo he sentido, que yo recuerde, con mucha gente, al menos a ese nivel.

¿Cuáles son los libros y/o cuentos del “escritor residente” de Santa Rita que están entre tus favoritos?

– Es difícil contestar porque toda la obra de Tony tiene para mí un aura de algo grande y valioso… Los cuentos, sus novelas, los ensayos… no hay nada que se me quede, al rebobinar la memoria… Creo que por eso algunos escritores y escritoras –y yo entre ellas y ellos– estamos a la expectativa de qué ocurrirá con ese gran legado narrativo y creativo que Tony fue forjando durante años…

¿Recuerdas algunos consejos sobre el ejercicio de escribir que te haya ofrecido el Ni-Yamoká (término taíno que Tony utilizaba para nombrarse)?

– La mayoría de nuestras tertulias, de un modo u otro, giraban en torno al proceso creativo… Fueron tantos los consejos que en este momento lamento no ser como aquel personaje de Jorge Luis Borges que todo lo recordaba, Funes el memorioso… Pero sí puedo mencionar esa dicotomía entre el showing vs telling, entre el mostrar y el contar que Antón Chejov sintetizaba con esta expresión: «No me digas que la luna está brillando; muéstrame su destello sobre cristal roto».

¿Puedes compartir alguna anécdota con nuestros lectores acerca de Aguado Charneco?

– Fueron 25 años de amistad, “un cuarto de siglo” como diría él… A ver… cuál anécdota entre tantas… Ahora mismo en este proceso de rebobinar la memoria lo que provoca es que sonría. Ok, ya tengo una… Sin duda, tiene para mí un especial lugar en mi memoria el viaje que hicimos Tony, el escritor Amílcar Cintrón y su familia, y este servidor a Isla de Mona… Fue un viaje iniciático y sanador… Si no me equivoco fue en el año 2000 y digo que fue sanador porque durante la experiencia me sentí cuidado, protegido en esos momentos en los que, vulnerable, lidiaba con una depre de turno; esa compañera cíclica (Noche oscura del alma como la nombró San Juan de la Cruz) que, de vez en vez y de cuando en cuando, se deja sentir. Y recuerdo bien cómo Tony, Amílcar y los demás se esmeraron para que este servidor se sintiera más que bien… Eso es algo que agradeceré toda la vida…

 Tony era un apasionado a la historia y a la arqueología, y lo que fue descubriendo lo llevó a escribir una serie de novelas sobre nuestros ancestros taínos… ¿Puedes hablarnos de ese aspecto de Charneco?

– La arqueología y la historia de nuestros ancestros (también la tauromaquia) eran temas que le apasionaban a Tony. Por eso visitaba cuevas y yacimientos arqueológicos en Puerto Rico, República Dominicana y otros países cuando su trabajo en la industria hotelera se lo permitía. Y por eso a través de los años tales experiencias como “arqueólogo aficionado” fueron habitando las páginas de sus relatos y novelas…

¿Entiendes que la obra de Antonio Aguado Charneco ha sido valorada como se debe en el panorama de las letras puertorriqueñas?

– En la historiografía de la literatura puertorriqueña hay que revisitar todo debido a la cantidad de material inédito de escritoras y escritores que se ha publicado en lo que va del presente siglo… Y lo mismo ocurre con la obra inédita de Tony. que no es poca y es excelente… Me parece que hay más manuscritos inéditos, 12 más o menos, que lo que publicó en vida que fueron seis: dos colecciones de cuentos y cuatro novelas. Así que quienes fuimos amigos de Tony tenemos cierto grado de responsabilidad y compromiso con llevar a buen término ese material inédito; debemos animar y apoyar a su familia en el proceso de publicar tales manuscritos… Quizás esa sea la mejor manera de honrar al gran Ni-Yamoká. Y digo todo esto porque hubo una época en la que Tony decidió distanciarse del ambiente cultural para escribir todos los días durante años. Y lo hizo a tal punto que, en un momento dado, nosotros, sus amigos, le sugerimos que fuera publicando algunos de esos manuscritos que había terminado… Creo que de ahí sacó su determinación para publicar luzAzul con Isla Negra Editores en el 2011 y Aryanation con Publicaciones Gaviota en el 2012 que fueron sus dos últimas novelas publicadas. Así que, en lo que se refiere a publicar lo que aún está inédito, queda trabajo por hacer…

Conocemos que Antonio Aguado Charneco era fanático del buen vino, la bohemia y, por supuesto, del refranero boricua… Recuerdas algún refrán que haya acuñado, que lo haya hecho suyo…

– Tony tenía sus expresiones pintorescas… En los últimos años le daba por repetir eso de “Tú te va’ a jodé”, lo que nos hacía reír de inmediato, o “¿Qué haces, hermano rata?” Cuando hablaba de la muerte, creo que nombraba a esa dama como “La Parca”, y esto me hace recordar lo mucho admiraba la cultura mexicana y los rituales a la hora de honrar a sus muertos… También todo esto me hace recordar lo mucho que Tony admiraba La Alhambra en Granada, esa obra arquitectónica andalusí que se construyó entre el siglo XII y XIII. Lugar que también me recuerda, por supuesto, aquella hermosa composición en guitarra del Maestro Francisco Tárrega, Recuerdos de la Alhambra. Pero volviendo a Tony, ciertamente esos amores por la cultura mexicana y por todo lo que tiene que ver con La Alhambra se filtraron en magníficos cuentos que aún esperan su turno para llegar a los lectores.

A siete años de que Antonio Aguado Charneco dejara este plano (ocurrió su deceso el 19 de noviembre de 2016), y después de haber rebobinando la memoria y traer todos estos recuerdos, qué permanece contigo de Tony y a qué le darías continuidad…

– Creo que le daría continuidad a este tipo de ejercicio porque recordar a Tony Aguado Charneco me permite reconocer el impacto que su obra sigue teniendo en mí; este aprendiz de escritor que sigue aprendiendo de sus cuentos y novelas como me sucede cuando vuelvo a leer a Quiroga, a Maupassant, a Cortázar, a Borges o a Philip K. Dick. Quienes le conocimos a través de Taller Literario podemos seguir compartiendo impresiones como estas con el fin de que las nuevas generaciones conozcan también su obra.

Durante un cuarto de siglo tuve el privilegio de escuchar a Tony hablar sobre lo que implicaba entintarse las manos mientras se ejercía el oficio, y eso lo convirtió a través de los años en un verdadero mentor para este servidor. Dicho de otra manera, Taller Literario no hubiera sido lo que fue sin la presencia y continua generosidad de Antonio Aguado Charneco; algo por lo que estoy más que agradecido. Donde quiera que esté, un millón de gracias al Maestro.