por Carlos Esteban Cana
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Margarita Pintado Burgos con las ediciones recientes de sus poemarios. Agosto 2024. |
Las primeras poesías que leí de Margarita Pintado
Burgos fueron las que publicó en el blog colectivo Derivas.net, hace más o
menos veinte años. Desde ese entonces su obra despertó mi interés y durante
estas dos décadas he seguido su trayectoria. En el 2012 publicó su primer libro
titulado Ficción
de venado con la editorial La Secta de los Perros (que fue reeditado
en el 2024). Tres años después, su manuscrito Una muchacha que se parece a mí recibió
el Premio dePoesía del Instituto de Cultura Puertorriqueña y fue publicado por
el sello editorial del ICP en el 2016 y reeditado por Ediciones Alayubia en el
2023. En esa misma dirección, la editorial estadounidense Casa Vacía publicó en
el 2022 su poemario Simultánea, la marea. También en ese año
Margarita Pintado Burgos nació en Bayamón en 1981. Es profesora de Lengua y Literatura en la Universidad Point Loma Nazarene, en San Diego California. Durante 16 años se ha ocupado de reseñar la obra de escritores caribeños. Desde hace cinco años dirige, junto a los escritores Juan Carlos Rodríguez y Ángel Díaz Miranda, la revista cibernética Distrópika que tiene como eje temático la poesía actual. Cabe destacar además que Pintado Burgos es autora de la novela bloguera Ping-Pong Zuihitzu, escrita a cuatro manos con el escritor Lorenzo García Vega.
Hace tres semanas tuve el privilegio de saludar a la poeta y verle declamar sus poesías en el Poets Passage durante La Guagua de la Poesía, evento que formó parte del encuentro de poetas La onda expansiva: Poesía puertorriqueña 1970-2000; coordinado por los escritores José Luis Vega, Vanessa Droz y Aurea María Sotomayor.
*
de su libro Simultánea, la marea:
Espantar
unos pájaros
Llego a la playa para espantar unos pájaros.
El aire azul me devuelve el recuerdo de tu rostro
limpio y humillado, como pidiendo perdón.
Mis ojos se acostumbran
a la devastadora claridad. Pretendo saber
en dónde empieza el cielo, en dónde la tierra,
en dónde nuestra historia.
No me alarmo cuando el horizonte se desprende
cuando corroboro que levita
mirando con horror hacia el barranco de agua y de luz
que lo define.
Pero yo he llegado hasta aquí para espantar
unos pájaros, y acaso tu rostro, el recuerdo
de tus ojos y unos pájaros. Sus graznidos
de sal y de azul picoteándome el vestido imaginario
que me pongo cuando -------- i s l o --------
cuando desdibujo mi costa ya lejana, tu costado
ya desierto, mientras sigo espantando siempre
los mismos pájaros en una playa
color azul helado, retirándole el pan
al recuerdo de tus ojos, variación de pájaro silente
desolada
he seguido, separando la paja del trigo, la ola
de la espuma, la visión de la retina
para verme sin espejos,
rota pero íntegra, iluminada por la contundencia
fabricada de un reflejo.
*
de su libro Ficción de venado:
Ficción
de venado
Fue
Casi
Como ver a un venado
Saliendo del agua
Y querer tener sed.
Fue
Cómo decir
Eso último
Arrastrado por el mar.
Absurda ofrenda.
Fue
Como un venado
Nadando por los siglos
De los siglos
En secreto y como en fuga
Corroborando cuentos chinos
De niños isleños
Melancólicos siempre
Ante todo lo que traiga
La marea.
Fue verlo salir
Y saber que era
Mentira.
Pues los cuentos
Siguen siendo cuentos.
Y los ojos mienten.
Y las cámaras mienten.
Y las voces
Atravesadas por el viento
Seguramente
Mienten.
Porque los venados
No existen.
No así.
No en una isla.
No nadando en playas.
No mojando el viento
Con sus patitas frágiles
Temblorosas.
No, no así.
No con esos ojos grandes.
Con toda esa tristeza marrón.
Arena mojada.
Visiones, yo lo sé.
Yo lo digo porque sé:
Que no hubo nunca
Un venado mojado,
Inquieto y como desnudo
Saliendo de ninguna
Playa.
*
un poema inédito:
Lo
que me rodea
Trato de hacer poesía con lo que observo.
Después de leer un poema de Wallace Stevens
sobre un arreglo de flores, quise intentar algo
parecido, para tomar vuelo.
No busco imitar al gran poeta, aunque quiero
que me salga un gran poema. No es terapia
tampoco lo que busco. Pero me gustaría trazar
una salida, una ruta. O quizás lo que busco sea
“simplemente” hacer literatura narrando
la escasez que me rodea.
Una vez enfrentado en la página, el vacío
revelará su potencia.
Entiende, lector, que mi banalidad es pura,
entiende que mi fe se alimenta de lo pequeño,
de la duda del ojo que, sincero, se desnuda.
De modo que me siento y decido empezar
con tareas sencillas como describir eso
que yo siento me acompaña o vigila, por ejemplo:
la cortina transparente movida por un viento
que siempre me sorprende, sus flores blancas
alardean de una luz que ahora yo hago mía.
Detrás están las ramas pegadas a la cerca,
sus manitas verdes desesperadas ante el viento
que arrecia.
Frente a mí hay un espejo, su marco blanco
me contiene y me agrada. Me sorprende
la amabilidad con la que recibe mi reflejo.
Mis pies descansan en un mueble verde menta
que compré ayer para inaugurar la habitación.
Es suave y parece más caro de lo que es.
También está la lámpara de piso que compré
en Goodwill por cinco dólares, barata y elegante,
no sabe interactuar con los demás objetos
que ocupan mi lugar.
Por último, está el jarrito de cristal con las rosas
de papel que elegí. Son falsas y hermosas, color
melocotón. Cuando las veo reflejadas en el espejo,
en armonía con el mueble verde menta y las cortinas
que mueve el viento, me lleno de cierta paz.
Todas estas cosas pretenden ser la suma de mi yo.
Por eso escribo sobre ellas. Para que sepan que aquí
la que manda
sigo siendo
yo.
*
y de Ficción
de venado:
Bosquejo
del llover
El bosque. Decir el bosque. Proponer una música.
Tallar
la brisa.
Ver un paisaje. Ver llover. Sin lluvia, pero con
llover.
Con ese llover que siempre ocurre cuando lenta, suave,
tan hecha de minúsculos trozos de un aire que no pesa,
me digo que veo llover. Me lo repito, junto a la
ventana,
que va a llover. Que voy a ver llover.
Avanzar la idea de la lluvia antes de que. El aguacero
siembre
todas
sus dudas.
Lloverse sobre el llover. Dejarse llover.
Ver llover. Decir que veo llover.
Hasta que llueva.
Hasta que lluvia.
Hasta que.
Hasta.
***