domingo, noviembre 23, 2008

Alfabeto

Por Angelo Negrón

Te hartarás de pensarla tanto. Los recuerdos saturarán de felicidad tu mente y de tristeza tu corazón. Buscarás en tu cuarto de estudio el refugio que no conseguirá llenar su espacio. Amontonarás libros que intentarás leer y que después de las primeras dos páginas echarás a un lado a pesar de que reconocerás que es buena literatura. Obviarás los álbumes de fotos. Es claro que no querrás ver ni su rostro sonriente, ni el cosmos de sus ojos; mucho menos los labios que tanto apeteces. Aún así, los percibirás a cada momento. Acompañaran tus memorias junto a su delicada piel y su alma; amándote en una danza inquebrantable de gemidos y miradas de pasión.
Tomarás en tus manos, como una reliquia, el marcador de libros que te regaló; ese que reproduce al universo donde juntos fueron sol y luna en eclipses de habitaciones furtivas y sabanas desgastadas. Entretenerte no será tarea fácil, ya lo notarás. Sus palabras tocarán cada curvatura del espacio que respirarás. Su carita te encantará y se acercará imaginariamente a besarte cada párpado y cada labio por separado. Te morderá el cuello y hará sonidos deliciosos en tus oídos. Creará con sus manos en tu pecho la caricia que caprichosamente deseará para sí misma. Florecerá libre y te hará dueño soberano de su cuerpo. Se atreverá a hablarte con delicadeza y rudeza a la vez, entremezclando caricias y apretones. Diluirá su mente en tu alma y se adueñará de todo tu pasado y presente sin excluir por nada tu futuro.

El libro que llamará tu atención después de que sueltes el poemario que ella te regaló será el diccionario. Deliberarás que leyendo significados de palabras lograrás cansarte y aburrirte. Lo abrirás con la certeza de que será más empalagoso que darle lectura a la Biblia cuando dicta, nombre por nombre, la descendencia de Abraham. Sonreirás cuando notes que no es ilustrado, así no te entretendrás con láminas o dibujos. Te saltarás la letra “A” pues no querrás encontrarte con la palabra amor. Menos si la palabra pueda detallar al amor verdadero, ese que precisamente sientes por ella. La primera palabra coherente que encontrarás en la “B” será Baal. Te enterarás que Baal se le designaba en la antigüedad a algún señor divino y meditarás en lo divino que es ser besado por ella.

Obviamente encontrarás las palabras cama, danza, esposo, flores, ganas, habitación, ilusión y júbilo y todas te llevaran a pensarla más. En la “K” te detendrás por un rato y casi lograrás agotar tu mente con tanta palabra extraña. Alcanzarás la “L”: libre, lazos, lluvia, llanto y aparecerá la “M”. Cerrarás el ancho libro con la seguridad de que su nombre aparecerá en letras mayúsculas y hasta su apellido adornara las páginas de esa mala idea que tendrás al decidirte por leer un diccionario. Hasta la “C” de su otro apellido estará en color oro encabezando el tercer capitulo.

Gritarás su nombre y parecerá que del viejo libro salen algunas definiciones a la atmósfera del cuarto que le ayudan al calificativo de la mujer que te trae loco con ideas: naturaleza, necesidad. Abrirás de nuevo el libro para buscar la “Ñ”, te equivocarás y lo harás en la “O”. La causalidad logrará llevarte de primera a la palabra olvidar. Maldecirás al notar que su definición será estúpida. Perder la memoria de una cosa será algo que quieras hacer y sólo recordarás más de la cuenta. Seguirás perdiendo el juicio y queriéndola como a nadie. Ser paciente es la querella que le reclamará tu corazón a tu vida. La interrogante de tu mente será: ¿qué rayos sucederá en el tiempo que unilateral estará por venir? Vacía será tu alma si la pierdes a ella. Llegas a la “W”, luego a la “X” y te desesperará el hecho de que no encontrarás en esas páginas alguna palabra romántica que describirá lo que vivieron juntos.

Conmemorarás las yemas de sus dedos rozando tus labios en la búsqueda de despertar tus ganas de besar aún a sabiendas de que esa era tu situación preferida. No podrás zafarte de tales memorias; el sonido de su voz resonará en atardeceres prestados, amaneceres distraídos por el tráfico y canciones románticas en emisoras especializadas para hacerte sufrir la lucha de olvidar lo imposible. Llenarás tu corazón de sensaciones nuevas, pero ninguna logrará colmar el espacio de solitarias lejanías de su ser. El calor de cuatro paredes cerradas en carnaval de añoranzas no superará el frío de la condena de no tenerla siempre.

Concurrirán conversaciones expuestas en caminos yuxtapuestos sobre corazones acorralados por pasados años y ante la negativa de cambiar la caída de las hojas por una vida llena de primavera. Sabrás que ella coexistirá tuya bajo condiciones de libertad incondicional y besos de miradas furtivas. Obtendrás la suerte de hablarle y escucharla en tiempo parcial sin dejar que tu espíritu agonice. Volverá a ti toda su presencia etérea y renunciarás a seguir sosteniendo el diccionario. Lo dejarás caer y chocará su carpeta dura contra el suelo que estará cubierto de pedazos del cristal del marco que habrás hecho añicos antes, cuando estrelles su foto contra la superficie enlozada de tu estudio. Mirarás al piso y notarás que el diccionario estará abierto mostrando las primeras páginas.

Por más que le huyas a la letra “A” la encontraras de todos modos. Desde tu silla descubrirás la palabra amor. Allí estará innegable la expresión que te saltarás al principio y que motivará toda la búsqueda de palabras que crees te apartarán de su recuerdo. Tomarás la foto del suelo y limpiarás los cristales. Ninguno habrá estropeado su sonrisa. Mirarás sus manos y verás que no se extenderán hacia a ti como desearás. Sus labios constarán del brillo que los caracteriza y su cabello existirá tan hermoso como siempre. Mirarás hacia su lunar claroscuro en la altura del cuello, ese que besarás con desmedida pasión sin percatarte de la pequeña partícula de vidrio que te partirá el labio.

Te preocuparás de no manchar de sangre la foto y la colocarás en el escritorio donde antes estaba; tal como innovarás su presencia dentro de tu vida. Te sentirás acompañado de miles de palabras que la describirán como lo más trascendental que le pasó y pasará a tu existencia. Sobrevivirás al tener la seguridad de besos incondicionales y nadie que pueda arruinar la apreciación de lo que vivirás junto a ella. Volverás a rezar a todas las almas gemelas del mundo para que bendigan su extraordinaria belleza, su delicadeza, inteligencia y su amor por ti. También, como habías hecho alguna vez, les pedirás que ella llegue a las nueve y dieciocho de la noche a su cita con el destino que serás tú. Volverás a colocar el libro en el anaquel y barrerás los cristales del suelo. Te sentarás en la silla después de que abras las ventanas y dejes entrar el aire fresco de la noche. Cerrarás los ojos y los abrirás cuando suene el teléfono y escuches su voz mencionándote sus ganas inmensas de verte justo al amanecer.

Te alegrarás y cualquier vestigio de tristeza que pueda quedar saldrá de tu pecho. Buscarás nuevamente el diccionario, lo aromatizarás con su perfume preferido y lo guardarás en tu maletín. Al despuntar el día se lo regalarás y al ver las palabras que subrayarás, recordará la vez que te dictó cada una de las letras del abecedario y tú le mencionaste una palabra de amor por cada letra. Apreciará el beso que depositarás justo en la comisura de sus labios, el abrazo que brindarás a su voluntad y sobre todo la forma en que aguardarás con paciencia que sus alas grandes de ángel te arropen en la oscuridad de noches despiertas donde admirarás su sueño, su rostro y su alma...

jueves, octubre 30, 2008

Carta abierta a Carlos Esteban Cana en torno a la historia de Taller Literario en Los rostros de la Hidra


por Antonio (Ni-Yamoká) Aguado Charneco***

“Once upon a midnight dreary,
while I pondered weak and weary…”
E. A. POE

Querido amigo:

Permíteme utilizar el recurso que con tanta maestría utilizas, el de señalar la senda por la cual han de transitar tus palabras con citas y epígrafes; en Los rostros de la Hidra indicas el rumbo de tu artículo (la historia de Taller Literario) con la letra de una canción de los fantabulosos de Liverpool, y ahora yo intento hacer lo propio con el fragmento de POEma arriba expuesto.

La otra noche, el dolor físico en mi convalecencia me ahuyentó el sueño, y hurtándole tiempo al desvelo, me encontré urdiendo un tapiz en mi mente… ¡Coño hermano! hay que tener mucho valor pa’ no hacerle caso al mundo mercachifle y atreverse a ser lo que uno realmente quiere… aprendiz de Quijote en tu caso. En mi tiempo no lo tuve, y nunca llegué a intentar eso de entintarme las manos en un empeño tal, en un quebrar de alabardas, como es el inicio e insistencia de una revista en torno a las letras.

Hoy, que nos aproximamos a los 15 años del debut de Taller Literario, quiero agradecerte la oportunidad concedida de permitirme, a ratos, en algo, dar paso a aquella añeja quimera de mis años mozos; a una vez felicitarte porque “moliendo vidrio con el pecho y martillando con la cabeza” has llevado el timón de Taller Litera 10 (¿te acuerdas?) por mares procelosos, llenos de escollos y hasta pejes malos, cubeteando mareas con las manos desnudas cuando veías que la nao escoraba y hacía agua. También mis parabienes porque, cuando tu postrer suspiro (como solían decir los bolerotangos) llegue, va resultar un postre suspirado salir de este mundo con una sonrisa… recordando todas las satisfacciones de ser un sencillo, pero logrado, Quijote. Créelo… va a ser así, te lo garantiza alguien que ha percibido el rumor hediondo en las alas de la parca… hace poco, muy de cerca, la cicatriz de la cornada en mi pecho lo atestigüa.

Me despojo del sombrero ante ti, Carlos Esteban… el de K’taño.
Con envidia, mucha envidia,

Toni Aguado Charneco,
Nómada entre Santa Rita (la de Río Piedras)
y Veguitazama (la de Jayuya)




Antonio Aguado Charneco***
Nació en Arecibo, tierras del Cacique Jamaica Aracibo, señor de las márgenes de Abacoa. Es narrador efectivo en la traslación del lector al mundo primordial, manejador del vocablo taíno y guerrero experimentado en las lides de construir episodios del mundo original de nuestros antepasados, como les llamaba Corretjer. Sobresalen en su obra con fuerza y realismo mágico las novelas Bajarí Baracutey: el taíno de la cueva (1993), mención honorífica en el certamen del Ateneo; Anacahuita: Florespinas (2006, EDUPR), primer premio en los Juegos Florales de San Germán. Así como Ouroboros: seis cuentos galardonados (1985), premiado por la UNESCO y Sendero umbrío –cuentos- (1997). Entre sus obras inéditas destacan las novelas Guarocuya (3ra de la saga indigenista); Mediomundo (en torno a unos inmigrantes de Islas Canarias); LuzAzul (de temática erótica) y las colecciones de cuentos: Narcocuentos; Al sur del ombligo; Flores de muerte (relatos de Méjico); Cuentos con Zeta; Hálitos del Averno (antología) y Soseiva Sotaler en los Umbrales Umbríos. También tiene varios libros de ensayos.

martes, octubre 14, 2008

Chica Fácil

Por Angelo Negrón

Por fin la recogí en la calle Santa Marta y esquina el Tren. Siempre tuve la idea, pero el miedo al “qué dirán” me detenía. La continua soledad y el eterno auto-sacrificio de la carne me obligaron a desalentar tales turbaciones. Al montarla en el auto le hablé como si la conociera de toda la vida; como si necesitarla fuera la excusa perfecta para amarla. A eso me disponía. La amaría; esperaba lograrlo en más de una ocasión.

Llegué a la habitación de mi pequeña casa. Recogido con pulcritud extrema; mi hogar contenía lo necesario para un hombre modesto y tímido como yo. Al no tener experiencia en esas cosas del amor sólo había logrado sueños y fantasías creadas en mi mente acostumbrada a vivir en el destierro obligado. Aún así abrigaba esperanzas de romanticismo. Por eso, lo primero que hice después de recostarla en la cama, fue prender la radio y asegurarme de escoger una emisora que presentara música romántica.

— Ciento veinte dólares por tu amor es un justo precio — dije como si a ella le interesara.

Acaricié sus muslos y no obtuve la respuesta que buscaba, pero si la señal de que debía comenzar a poseerla. Le fui quitando sus ropas al ritmo de música suave mientras le besaba sus inflados pechos. La piel le brillaba demasiado. Llegué a la conclusión de que la bombilla de cien voltios lanzaba más calor de lo que ella misma despedía. El olor que despedía en nada se comparaba a una buena fragancia de mujer distinguida. No me importaban mucho esos detalles pues pensaba en esa filosofía pueblerina que dicta que “en tiempos de guerra cualquier roto es trinchera”. Inicié por hablarle suave al oído las palabras que en mi diario vivir hubiese querido decirle a más de una. De hecho para sacarle provecho a mi inversión fui viendo en el perfil de ella los rostros de las mujeres a las que deseaba; comenzando por compañeras de trabajo y terminando por artistas de televisión. Si, cada vez que cerraba los ojos y los volvía a abrir, veía en aquel moldeado cuerpo a los miles de cuerpos que a través de los años había ansiado poseer.

Mi nerviosismo logró que todo se me hiciera más difícil. Al fin conseguí perder la castidad y en mi oscilación amatoria sudaba a cantaros. Aquel cuerpo era divino para mi interés erótico. Siendo mi primera vez carecía con quien compararla. Sólo atinaba a gemir de delectación y babearme como un bebé crecido. Despejé toda duda sobre la calidad carnal de aquella mujer que era un exclusivo instrumento de placer cuando pensé en la eyaculación que estaba a punto de sufrir prematuramente. Por vez primera me sentía verdaderamente feliz con mi quehacer amatorio. Estaba extasiado. Por inexperiencia, o porque eran tantas las ganas retenidas en mi ser, comencé a apretar el cuello de la infortunada que no pudo soportar tanta fuerza. Tampoco toleró la cortada en el muslo que le inferí con el broche de mi pantalón. Mismo que no alcancé a quitarme en el loco desdén de poseerla inmediatamente la vi desnuda. Ella se vació en el improperio de no darme más placer; ni siquiera me dejó completar la carrera de llegar a la gloria.

Me puse de tan mal humor por los ciento veinte dólares gastados en unos minutos incompletos de lujuria que decidí regresar de inmediato a la calle Tren esquina Santa Marta a devolver a la culpable del dolor reciente de mis testículos. Comencé a gritar palabras malsonantes a la vendedora de lascivia. Ella trató de explicarme las razones por las que no podía devolverme el dinero, pero ya la rabia se había apoderado de mí. Apreté mis puños. Cual si fuera un gorila me di golpes en el pecho y sólo reduje mi mal temperamento cuando recibí la amenaza de una llamada a la policía.

Me mordía los labios por la furia mientras la escuchaba hablar. Yo no lograba escapar de la molestia que iba en ascenso. Aún reconociendo que esa tarde iría a parar al cuartel de policía comencé por cagarme en la madre de sus recomendaciones. Quería mi dinero de vuelta y ella insistía en su negación y en sus amenazas. Definitivamente saldría esposado de allí. Comprar parches, para gomas de bicicleta o para piscinas, no me parecía la mejor forma de lograr inflar de nuevo a la chica de plástico. Esa que me podía prometer placeres sin lamentos, lujuria sin preguntas, lascivia sin exigencias...

lunes, septiembre 01, 2008

Raíces

Por Angelo Negrón

Ella, la otra, me demuestra que no existe nadie más perfecta que… mi esposa.

lunes, agosto 25, 2008

Verdad

Por Angelo Negrón

Entró al camerino y exigió que apagaran las múltiples bombillas que rodeaban el espejo de la coqueta donde lo maquillarían. Soltó el velcro que amarraba el micrófono inalámbrico al cuello de su camisa e hizo señas a la mujer para que comenzara a peinarle y maquillarlo para su última salida al escenario.

¡Los gritos me traen loco y esto no se acaba! — mencionó colérico — ¿Porqué no se va todo el público a la mierda?— continuó — Ahora quieren otra. No se dan cuenta los muy pendejos, que uno siempre deja una canción “pa’ la ñapa” de todos modos. Avanza, avanza que ya están abucheando y no quiero salir mal en la crítica. Bastante tengo con lo malo que esta trabajando el pendejo encargado del sonido.

En la puerta se escucharon golpes y demandó no ser molestado. Ante la voz de uno de sus ayudantes gritó irritado palabras vulgares y arrojó una lata de atomizador para el cabello contra la puerta.

— Lo que pasa es que el público... — trató de explicar el ayudante.

— ¡Pa’l carajo el público! Sólo han pasado cuarenta segundos ¡Qué esperen! —gritó sin miramientos.

— Pero el del sonido... — le insistieron a través de la puerta.

— Estoy listo — dijo mientras colocaba el equipo de audio en su cintura — ¿Cual fue la parte que no entendiste? — mencionó el famoso cantante al abrir la puerta — no insistas, conozco mi trabajo.

— Si, pero... — volvió a insistir.

— Si dices una palabra más no te quiero en mi equipo — espetó fastidiado.

Llegó a la tarima. La mayoría de las butacas del auditorio estaban vacías y las personas que hacían fila para salir abucheaban y murmuraban sin control. Al ver que la prensa lo fotografiaba con nuevos bríos haló una silla y recogió una guitarra recostada de la pared. Trató de comenzar la canción planeada para la “ñapa”, pero los demás músicos lo miraban sorprendidos.

— ¿Qué pasa con ustedes? ¿A donde van todos?— preguntó.

El tecnico de sonido se acercó y señalándole la cabeza le dijo:

Para la próxima, si es que existe, hazle caso a tu ayudante cuando trata de advertirte, asegurate que no tengamos problemas tecnicos con la consola de audio o apaga el micrófono cuando salgas del escenario...

viernes, julio 25, 2008

Viaje

Por Angelo Negrón

Vayamos, esta vez, al área sur. Durante el camino nos asombraremos del cielo ausente de nubes. Tal Intemperie es de un azul tan brillante que nos preguntaremos como ha podido el sol, al que no vemos por ninguna parte, ponerse de acuerdo con sus alrededores para regalarnos tal nirvana.

Iremos sin prisa. Nos tendremos el uno al otro. Yo conduciré, pero con una sola mano al volante. La otra estará perdida en tu cabello, en tu espalda y ¿por qué no? Donde lo permitas. Nos detendremos de vez en cuando para no desperdiciar algún beso.

Llegaremos primero al Santuario San Judas Tadeo. Allí haremos una oración juntos. Escucharé de tus labios el pedido de la tranquilidad de espíritu y del amor creciente. Escucharas de los míos que tú eres mi tranquilidad, intranquilidad; mi espíritu y forma, todo mi amor. La fe en que el patrón de los casos difíciles y desesperados se compadezca y ruegue por nosotros es perfecta a nuestras intenciones. Encenderemos una vela y aún dentro de ese lugar sagrado no podré evitar pensarte desnuda al ver el fuego consumiendo lo que toca. San Judas intercederá; lo nuestro también es sagrado; lo merecemos…

Luego: Visitaremos un centro comercial. ¿Para qué? Para tener la excusa de caminar tomados de la mano. Compraremos un helado coronado de fresas. Se derretirá el chocolate y la vainilla en tu boca y dejarás las fresas para después. Justo a la salida del área de los restaurantes descubriremos un tiovivo. El carrusel es el más grande que he visto; consta de dos pisos y decidimos dar un paseo sobre alguno de los petrificados caballos. En tal sube y baja imaginaré tu danza sobre mí. Las vueltas me recordaran al reloj y dictaminaré en ese instante que el tiempo se detenga y no así nosotros…

Piensas que estoy mareado por tanta vuelta. No es por eso, más bien es por el reciente beso que me has dejado posado no sólo en mis labios sino, en todo mí ser. Tu mano acaricia mi cuello mientras mi brazo rodea tu cintura…

Llegamos al paseo tablado de la Guancha. Quedo maravillado con el paisaje que armoniza con tu belleza. Compramos algo de carnada. Se la damos a los peces gigantescos que siempre están allí. Luego, para quitarte el olor a carnada de los dedos, yo mismo te lavo las manos. Voy estrujándote los dedos en agua y jabón hasta dejar tus suaves manos libres de todo residuo de carnada. Cuando nos damos cuenta ya voy enjabonándote hasta el hombro. Nos sonrojamos pues sin percatarnos por poco y nos bañamos allí. De pronto comprendemos que no nos importa, después de todo, estamos bañándonos de deseo. Aún así, insistes en marcharnos. A lo lejos está la Isla a la que llaman "Caja de Muerto". Te menciono que nunca la he visitado, que siempre he querido ir. Sugieres que algún día me llevarás. Yo sonrío y te pregunto: ¿por qué no ahora? Respondes con un “caminemos primero por la playa”. Nos quitamos los zapatos, pero no nos enrollamos los pantalones. Pretendemos que se mojen. Así descalzos llegamos hasta algún lugar donde los arrecifes le ganan a la orilla. Tratamos de observar el fondo, pero lo espumoso del oleaje no lo permite. Me robas otro beso y acaricias mi cuello. Como señal de tu poderío sobre mí; me abrazas fuertemente mientras estrujas tu pecho contra el mío. A punto ya de alquilar algún botecito que nos lleve a la isla me convences de tendernos en la arena. Me dices que está bien ya de tanto paseo. Quieres que sea turista en tu cuerpo y lo explore hasta colonizarlo. Ruborizado miro hacia ambos lados. Tomas mi rostro entre tus manos y me tranquilizas con un beso.

Eso fue sólo el principio. Dejé de estar tranquilo después del tercer beso. Ya en el cuarto beso me aparto de tus labios. Voy besando tu cuerpo mientras lo desnudo de a poquito. Lo hago disimuladamente aunque me muero por llegar al rincón de tu placer. Quiero grabarme el sendero que conduce a el, no obstante sepa que lo olvidaré tantas veces como sea posible con la excusa de volver a recorrerlo. Tu mano acaricia fuertemente mi espalda y mi cabello. El sonido del mar se pierde con los sonidos entrecortados que depositas sin titubear en mis oídos y que sólo logran excitarme más…

Ya llegué a tus pechos. Los acaricio sin mesura como me ordenaste una vez. Mi lengua los recorre como si los conociera de siempre. El placer que te embarga me invade a mí cada vez más. Cambias mi táctica. Empujas mi rostro hacia abajo logrando que encuentre antes de lo planeado el tesoro que me propuse encontrar… Explorarte es divino. Mi lengua se pierde entre cada movimiento de tu cuerpo y con mis ganas dejo sellado el placer que te mereces...


Extasiado siento que convulsas. Entre la humedad de tu cuerpo y los sonidos que dejas escapar descubro que estas a punto de catapultarte a otra dimensión. Ese paisaje no puedo perdérmelo por nada. Me acerco a tu rostro para observarte. Mis dedos prosiguen con la placentera labor de que logres llegar a estertores de placer...

Llegamos. Así es, si tú llegas yo llego. Revoloteamos por el lugar. Tu rostro ha rejuvenecido más aún. Tus ojos permanecen cerrados por el éxtasis del momento. No ves los míos que deseosos de repetir este encuentro te observan tal cual eres: La dueña, La Diosa, Mi Alma Gemela…

Pasados algunos minutos donde abrazarnos ha sido nuestro modo de vida, decidimos saborear las fresas que habías guardado. Sabrosas, como tu sabor y tu presencia. Ya es hora de partir a algún otro lugar donde consumirnos de amor. Observas detenidamente el lugar y me pides que, al igual que tú, grabe en mi memoria el paisaje y el momento que acabamos de disfrutar. Me besas nuevamente. Aseguras que en nuestra próxima parada seré afortunado. Me brindarás la oportunidad de llegar al cielo sin derecho a retornar…
Mis ojos suplicantes te demuestran las ganas de no esperar. Te robo un beso. Delicadamente muerdo tus labios. Tú respondes igual, pero segura de que allí no será nuestro próximo encuentro. Percibo que algo tienes planeado. El tiempo sigue detenido. Juntos nos alejamos de la playa dejándola asombrada con nuestras caricias y reconociendo que es testigo del encuentro de dos almas gemelas…

sábado, junio 28, 2008

Colapso


Por Angelo Negrón

I
— Cayó en coma desde hace dos semanas — explicaba la mujer en el teléfono — no sé, simplemente se desplomó de su silla. Estaba frente a su vieja maquinilla. Diez minutos antes comenzó a transpirar. Fue algo muy rara su actitud. Sacaba el papel de la maquina, lo observaba, arrugaba y luego lanzaba al bote de la basura sin siquiera haber escrito algo. Si, si casi llenó el zafacón de papeles en blanco. ¿Cómo? Ah: El doctor dice que es un estado muy raro. En los estudios que le realizaron la semana pasada encontraron una gigantesca actividad cerebral y sin embargo no es capaz de mover un dedo. Sólo está ahí, tendido en la cama; con todas esas mangas y maquinas que parecen, más bien, extensiones de su cuerpo. Bueno; hecho un vegetal: con los ojos abiertos y una mueca de felicidad que no acabo de entender. Nunca lo había visto tan feliz —sollozó — Ni siquiera cuando ganó el premio nacional de literatura. Si, si. Te espero. Ven y charlamos un rato, ahora no puedo porque la enfermera me esta haciendo señas de que apague el celular. Hasta entonces…

II
— Ahora es el momento — mencionó la editora en jefe a su asistente — Nada más oportuno — prosiguió — Llama a todos; reunión en cinco minutos…
— ¿Qué sucede? — cuestionó él.
— ¿No me escuchaste en esa llamada? El viejo está en coma. Este es el momento para una magna conferencia de prensa y avisar que la antología de sus cuentos está lista…haremos billetes de verdad…

III
Vaqueros, prostitutas, políticos, asesinos en serie, naves espaciales, hadas y monstruos. Todos juntos correteaban, convergiendo, por el cerebro despierto del viejo escritor. Cada historia lograba tener desenlace y final, pero lo que más le fascinaba es que por fin, tras meses de intentarlo, cada relato tenía un comienzo…

domingo, mayo 18, 2008

Conversando con la escritora Marithelma Costa en Tendido Negro y Confesiones (2da parte)

por Carlos Esteban Cana

Continuamos la serie En sus propias palabras con la voz de Marithelma Costa. Autora de títulos tan diversos como Era el fin del mundo, Kaligrafiando, o De tierra y de agua, Costa conversó con nosotros acerca de su obra en medio de una apretada agenda que incluía entrevistas para la radio, la prensa escrita y la televisión.

Anteriormente hemos publicado en diferentes bitácoras los trabajos dedicados a Luis López Nieves, Ana María Fuster y Julio César López. En esta ocasión los blogs
Tendido negro de Xavier Valcárcel y Confesiones de Angelo Negrón publican, como primicia, fragmentos de esta entrevista que estará disponible en el portal cibernético del Proyecto para el Fomento del Quehacer Literario durante el segundo semestre del 2008.

Próximamente circularán las ediciones dedicadas a los poetas Luis Antonio de Villena, Francisco Brines, Magaly Quiñones y Manuel de la Puebla. Sin más, por ahora, les dejo en la grata compañía de Marithelma Costa,

Carlos Esteban Cana

*
III. Narrativa: novela y cuento

“La primera imagen de la novela llegó cuando le daba un "tour" a Umberto Eco por la Isla pues se encontraba de visita en Puerto Rico. Fue por el área de Loíza. Sucedió que de momento estábamos mirando las dunas y me vino lo que llamo iluminación. Los tres ángeles de la novela, Gabriel, Miguel y Urbano, salieron de tres pelícanos en Vacía Talega. El personaje de Urbano, representa la urbe, mi relación con Italia (mi esposo es Italiano). Miguelángel porque para la época se estaba restaurando la Capilla Sixtina, y Gabriel es el ángel cronista. Era el fin del mundo revela mi interés por la antropología, por la religión comparada (cuando me detengo en el mundo de los dioses) y hasta por los deportes que practico (el taekwondo, la exploración de las cuevas, entre otros). Luego volví a esa zona en un viaje posterior, y la novela siguió creciendo.

Hubo que re-escribir mucho. Yo soy de las que creo en la re-escritura ad infinitum; eso de volver a lo que está escrito, verificar cada coma y tachar. También incorporé algunos poemas y hasta palabras que no conocía. Y luego volver y volver sobre lo escrito.

Para mí la novela es casi como un matrimonio de larga relación. Un mundo que uno mismo va creando. Es una unidad y ahí entra todo, desde las experiencias que iba teniendo hasta lo que me obsesionaba. En la novela no puedo proceder de otra manera, incorporo lo que vivo porque es la forma que tengo para comprender el mundo. Y el proceso puede ser, como dije antes, muy largo. La creación de Era el fin del mundo ocurrió en años de alegrías muy grandes y también en periodos de tristezas, pero en esas épocas era la misma novela lo que me impulsaba a seguir.

Era el fin del mundo tuvo buena reseña, la eligieron entre las diez mejores novelas publicadas ese año (1998) en Puerto Rico. Hay planes de publicar una nueva edición pronto en Venezuela.


También me encuentro trabajando en una colección de cuentos titulada Entre azul y buenas noches. Cuando se trata de novela pienso en unidad, pero cuando lo que me ocupa es el cuento pienso en micro mundos. Armar un libro de cuentos es armar un todo homogéneo de microtodos. Para mí es un reto personal encontrar la estructura idónea que le dé cohesión, como libro, a mis cuentos, porque los mismos han sido escritos en un arco de tiempo bastante amplio. En Entre azul y buenas noches hay cuentos que son ambientados en el medioevo, algunos son irónicos y otros se ocupan de temas simbólicos. Y recuerda que mi relación con la narrativa es una en la que re-escribo constantemente y tacho. Como ejemplo de lo anterior recuerdo un cuento que era una especie de homenaje y trataba sobre la visita de la muerte; sucedió que en el proceso me di cuenta lo difícil que era que funcionara como cuento y lo saqué de la colección; pero todo es aprovechable y ahora está en poesía”.

*
Punto final: el borde del abismo

“He caminado al borde del abismo que es lo mismo que decir que he tenido que enfrentar crisis personales. Por ejemplo, cuando aconteció lo del 11 de septiembre, yo vivía al lado de las torres y enfermé; me tomó años recuperarme. Fueron años de silencio, de hacer otras cosas, de curarme, de recuperar las energías. Ahora que estoy fuerte, que está lejana la crisis, es más fácil reflexionar sobre lo sucedido.

Y como decía Bolaño, para crear tienes que caer en el pozo, porque de no ser así lo que escribes es innecesario. Da igual que lo escribas o no porque no aporta nada. Caminar en el borde del abismo es revelar, profundizar en el ser humano y en su mundo”.


Para acceder a la primera parte de esta entrevista visite Tendido Negro




Carlos Esteban Cana es comunicador y escritor. Fundador de la revista y colectivo Taller Literario, un espacio de democratización en las letras puertorriqueñas. Se ha desempeñado como coordinador editorial, periodista cultural independiente, y ha laborado además en la industria televisiva. Su obra creativa se ha publicado en revistas y periódicos nacionales como El Sótano 00931, Ciudad Seva, Narrativa Puertorriqueña, Letras Salvajes, CulturA, Diálogo y El Nuevo Día, entre otros. En lo que se refiere al ámbito internacional su narrativa y poesía ha sido publicada por Escaner Cultural, Zona de Carga, Palavreiros, Abrace y el Boletín de Nueva York, entre otros. Recientemente algunos de sus cuentos han sido traducidos al italiano. Ha participado, además, en diversos medios de comunicación reflexionando acerca del panorama cultural en el País.

domingo, abril 06, 2008

Amor platónico *

Por Angelo Negrón

Hoy te contaré de una mujer a la que amé cuando apenas era un niño. Yo deseaba estar más tiempo en su casa que en la mía. Mis hermanos decían que no entendían como era que prefería estar con ella en vez de jugar a las escondidas, ir a la plaza, practicar algún deporte o simplemente ver un programa televisivo. Nunca comprendí lo que decían. Me conformaba con obsérvala a escondidas.

¡Era hermosa! Tanto como ver en la lejanía el manto verde en las montañas, ir a encaramarme a un árbol donde comer pomas rosas o tomar el aire fresco de la mañana. Y aquellas noches estrelladas tan hermosas, ¿cómo olvidarlas? Sólo se comparan con su mirada, misma que me cautivó desde el mismo día que la conocí.

Era ella mayor que yo. Aún así, lo confieso, la amé sin importarme nada. Ni las criticas de mis amigos que se burlaban diciendo: “estas loco, yo no perdería mi tiempo visitándola”. Ni las burlas de las niñas de mi edad que no comprendían todo el amor que yo sentía por ella. A cada rato expresaban su desaprobación ante mi ausencia de los días en que según ellas yo debería estar en alguna playa tostándome al sol.

A decir verdad pensaba en ello. Tal vez por eso, cuando fui creciendo, no fui a verla con tanta continuidad. Cabe señalar que ella amaba a otro y mis celos llegaron a ser enfermizos. Llegué a sentir celos en vez de comprender que era bastante lógico que yo no fuera el único a quien debía demostrar amor. Su corazón era inmenso y yo había llegado después. Siendo un intruso ¿Cómo podia exigirle que me amara sólo a mí si ella era capaz de amar de tantas formas? Yo no sabía eso hasta ahora. Recuerdo una vez que me ofreció cocoa. No entendía lo que decía, pero lo mencionó con tanta dulzura que gustoso acepté. Aquel chocolate fue el mejor que probé nunca. Y aquella vez que me dijo “Te amo” susurrándome al oído como si quisiera que nadie se enterara. Ella sabia que guardaría ese secreto por siempre.

Nuestro amor era tan maravilloso que sólo se bastaba a sí mismo. Muchas veces mencionó lo mucho que me extrañaba cuando yo, en mi inconsciencia, dejaba de visitarla para dedicarme a cosas triviales. Me resultaba tan largo el viaje. Sin embargo, siempre que llegaba donde ella y nos fundíamos en tenue abrazo, pensaba que no importaba si tuviese que caminar descalzo sobre piedras cortantes con tal de sentir tan sutil caricia. Luego pasaban los días y como si me olvidara de sus besos volvía a la rutina. Sólo una amiga pareció entender mi situación cuando me aseguró que para esta clase de amor no existe edad ni distancia. Dijo que si yo estaba dispuesto, podría demostrarle para siempre mi amor. Aún así; no cambié. No sé si fue cansancio o dejadez. Sólo sé que ya es muy tarde, sólo sé que ahora nada más puedo vivir de añoranzas.

Sí, del recuerdo. Cuando la niñez me tentó a amarla sin atadura de años, mi juventud me confirmó que no existía la distancia y la madurez me hizo ver que debí darme más completo. ¡Fue tanto el amor que me brindó! Nunca, de aquí a mil vidas, podré reciprocarlo. Estoy tranquilo porque ella, mejor que nadie, sabe quien soy y son tantas sus virtudes, que es imposible no me haya perdonado ya. Pero como ya dije antes, ya es muy tarde. Nada puedo hacer, pues de quien te hablo, amiga mía, acaba de morir. Ella es mi abuela. Murió a este mundo para nacer en uno muy lejano. Donde espero se haya encontrado con mi abuelo. Algún día iré a visitarla. Veré en su rostro aquella sonrisa tan sincera y le pediré nuevamente, después de una taza de cocoa caliente, que me abrace y diga susurrándome al oído lo mucho que me ama...



* Con todo mi amor a mi abuelita Virtudes Pagan Colón a quien le escribí esto en el 2 de marzo del 2002; día en que fue a visitar a mi abuelito allá en el nirvana

lunes, marzo 10, 2008

Mancha imborrable

Por Angelo Negrón

Varios sucesos habían empañado el día de trabajo de la señora Vanesa Murillo. Entre ellos el de una discusión con un cliente de la tienda por departamentos que dirigía y una mancha de tinta azul en su vestido. Lo que más le dolía era que el costoso traje había sido un regalo de Jorge. Tras el incidente con el bolígrafo su rostro en furia parecía modelar más la irritación por ese día. No se quejó, si lo hacia demostraría descontrol y su orgullo no permitía tal debilidad. Se esmeró en resaltar los errores de sus empleados con críticas a sus espaldas. Fabulosa técnica para que los de ella quedaran ocultos. Cuando cumplió su horario no pudo resistir un suspiro al decir en voz alta: “Por fin”. Antes de entrar a su flamante auto, también obsequio de Jorge, miró con disimulo al interior de la tienda. No distinguió a nadie. Se enfureció. Al sentarse dio con las manos un golpe en el volante y se dispuso a partir. Al mirar nuevamente avistó a Jorge. Con mirada picara y sensual le brindó una cálida sonrisa. Sintiéndose victoriosa, respondió con una guiñada y se alejó.

Llegó a su hogar y se despojó del traje. Pensando que lo llevaría a la tintorería asomó su cuerpo desnudo al espejo. Ya sabía lo que era la maternidad. Tenia una hija. En esos momentos estudiaba en un colegio amablemente pagado por Jorge. Luego de traerla al mundo y gracias a los ejercicios o cirugías, que pagó Jorge, no existieron libras de más. Mientras se vestía un pantalón ajustado que combinaba con su camisilla blanca entallada a su hermoso cuerpo pensó en lo fácil que había sido conquistar a Jorge. Frunció el ceño al recordar la discusión que tuviese con una cliente que por olvido había dejado un paquete sobre el mostrador de perfumería. La cajera de turno llevada por la curiosidad examinó el interior descubriendo un par de zapatos que parecían muy cómodos. Creyendo que eran de una compañera se los midió. Aunque le quedaron algo grande se los quedó con la intención de bromear con quien juzgaba era la dueña. Al enterarse que los zapatos no eran de su compañera de trabajo, la cajera los devolvió a su empaque. Al finalizar su turno se reunió con el dueño de la tienda. El Señor Jorge González, rico hombre de negocios, a quien todos los empleados le temían por su rigidez y con quien la Señora Murillo gozaba de un romance perfecto. Disfrutó el rostro trastornado de la empleada cuando le preguntó quien había utilizado los zapatos y también de haberla obligado a pagar los mismos recomendándole que no debía utilizar lo que no era suyo. Tan concentrada estaba en sus pensamientos que el timbre en la puerta tuvo que sonar varias veces para que ella lo escuchara. Se preguntó si seria Jorge y a toda prisa abrió la puerta. Era una de sus pocas vecinas. No todo el mundo podía comprar una casa en aquellos terrenos que eran propiedad de Jorge. Aunque ansiosa la recibió con amabilidad. Al interrogar a que debía tan “grata” visita. La dama respondió que deseaba charlar un rato. La señora Murillo preparó café mientras hablaban de temas triviales. Hasta comentó el incidente de la tinta azul en su vestido. Narró con lujo de detalles, en tono burlón, el suceso de la cliente y los zapatos. La dama, como si hubiese estado esperando el momento oportuno para explotar, se puso repentinamente de pie. Con el rostro casi desfigurado por el enojo la agarró por los hombros mientras abría los ojos como si hubiese perdido la razón. Mirando directamente el rostro asustado de la señora Murillo le gritó:

— Al menos la mancha de tinta podrá salir de tu traje, pero en mi corazón brotó una mancha imborrable al enterarme ayer de lo que esta sucediendo hace tiempo contigo. En cuanto a los zapatos; tu empleada podrá pagarlos ¿pero tú? ¿Podrás pagarme a mi marido? ¿Podrás pagarme a mi Jorge?...

viernes, febrero 01, 2008

Renuncia

Por Angelo Negrón
A quien pueda interesar:

Sirva la presente para informarle que efectivo hoy, 14 de febrero de 1995, someto mi renuncia al cargo que se me impuso y en el cual me he desempeñado por los últimos años. Mi renuncia se debe a que ya estoy cansado de mi labor. Siempre he tenido que actuar en pro de nuestros devotos creyentes y compañeros. Nunca he logrado beneficio alguno para mi persona, además del dinero, tengo otras necesidades pues lo que ustedes llaman espiritualidad es algo que estoy muy lejos de comprender.

Adelantándome al hecho de que se opondrán a mi irrevocable renuncia me he permitido enumerarles algunas otras razones:

1. Debe estar claro que no se trata de mis honorarios. La verdad es que no necesito dinero. Como ustedes saben mi padre me dejó una cuantiosa herencia; gracias a ello puedo retirarme aún joven y pasar el resto de mi vida tranquilo.

2. No he de negar que he titubeado antes de renunciar porque siempre he mantenido buena relación con todos, y aunque no es la razón principal, el agotamiento físico y también el espiritual me tienen obsesionado con un largo descanso.

3. Debo mencionar que la prohibición de ustedes de enamorarme me tiene hasta el copete. Yo también tengo derecho a sentir amor. Lo he pensado y sufrido tantas veces.

4. Nuestros fervorosos creyentes desaparecen de mi vista cada vez que les bendigo su relación. Tienden a amarse y yo permanezco aquí teniendo sueños mojados y eyaculaciones incompletas al no tener la carnalidad de una mujer en mi lecho. Me quedo a imaginarme la forma en que se divierten amándose y practicando todo lo que nosotros no podemos por culpa de un estúpido voto de castidad y obediencia.

5. Nunca creí en la castidad. Sólo soporté ante una filosofía platónica que lo que logró fue drenarme y derrumbó mis propias barreras inútiles.

6. No entiendo que les pasa, si el sexo se complementa con el amor y viceversa ¿por qué yo no puedo disfrutar de ambos?

7. Me enamoré, ya le declaré mi amor y a pesar de que mi físico y mi estatura no son las más convenientes, dijo que si, que estaba dispuesta a compartir su vida conmigo.

8. No existe vuelta atrás. Ya la hice mía y saboreé cada centímetro de su piel. Fui suyo y me enseñó el camino a la lujuria. Deposité en su cuerpo toda mi esperanza de días felices y noches ardientes. La abracé contra mi pecho y los latidos de mi corazón fueron sincronizándose con los de ella. El ritmo en que nos amamos sólo es comparable al terremoto y a la calma, al huracán y al viento sutil o al golpe de las olas contra la costa y a la tranquilidad del mar cuando descansa.

9. ¡No entiendo la razón por la que ustedes pretenden que no tengamos experiencias así! ¡Es delicioso! Máxime cuando uno deja que la locura del amor guíe las caricias y no existan prohibiciones que impidan a dos cuerpos entremezclarse y saborearse de forma candente e ilimitada.

10. Ella sufría de soledad como yo, así que es valida nuestra relación. La encontré con las mismas necesidades; físicas y espirituales. ¡Si la vieran desnuda, es despampanante! Pero no la verán, pues ella es sólo mía y me encargaré de hacerla muy feliz.

11. Este día ha sido sensacional y aunque me condenen o muera hoy, no cambiaria mi vida entera por esta mañana en que la conocí en cuerpo y alma. Calmando mi sed, disfrutándomela hasta el rendimiento y renaciendo del cansancio para poseerla como ave fénix con el calor de mil infiernos y con la ternura de mil paraísos.

Por lo tanto si deciden continuar con la plaza no cuenten conmigo para adiestrar a alguien más. ¡Que haga lo que hice yo! Que aprenda solo. Y no se les ocurra pedirme más tiempo pues no lo tengo. Me iré para las Bahamas y luego a donde ella ordene. No mentiré diciendo que los extrañaré así que sin más que agregar, me despido.

Atentamente:

Cupido

PS: Dejé las pequeñas alas, el arco, las flechas y la estúpida cinta roja con la secretaria de recepción. Deberían entregárselos a San Valentín, después de todo, siempre envidió mi puesto.

¡Ah! Y no se les ocurra insinuar que tuve amoríos en horas laborables o que esta no es la primera vez. Me enamoré apenas esta mañana. Ella fue la enfermera que atendió y curó la profunda herida que yo mismo me provoqué con una de las flechas.

jueves, enero 03, 2008

Profecía

Por Angelo


Apareció y proporcionó la noticia:
— ¡Bienaventurado eres Mario entre todos los científicos! Del ADN en la probeta que sostienes nacerá el nuevo Mesías; Salvador del mundo.
— ¿Morirá por nuestros pecados? — preguntó Mario.
— ¡No! — contestó el arcángel.
— ¿Y qué hará? — cuestionó el científico.
— Revelará que existe algo más poderoso que el bosón de Higgs al que equivocadamente han llamado “La partícula de Dios” — indicó algo contrariado el ángel.
— ¿Y cuándo será eso? — curioseó el iluminado.
— ¡Preguntas demasiado! La primera elegida sólo dijo: hágase su voluntad — señaló el espíritu antes de evaporarse.
Al analizar lo escuchado Mario gritó:
— ¡Magnifico! Con esto ganaré el premio Nobel...
En su euforia apretó el puño y la probeta se hizo añicos.
— ¡Rayos! — Pensó Mario — ¡Perdí el ADN del mono que sacrificamos esta mañana! Ahora... ¿qué hago?