Te hartarás de pensarla tanto. Los recuerdos saturarán de felicidad tu mente y de tristeza tu corazón. Buscarás en tu cuarto de estudio el refugio que no conseguirá llenar su espacio. Amontonarás libros que intentarás leer y que después de las primeras dos páginas echarás a un lado a pesar de que reconocerás que es buena literatura. Obviarás los álbumes de fotos. Es claro que no querrás ver ni su rostro sonriente, ni el cosmos de sus ojos; mucho menos los labios que tanto apeteces. Aún así, los percibirás a cada momento. Acompañaran tus memorias junto a su delicada piel y su alma; amándote en una danza inquebrantable de gemidos y miradas de pasión.
Tomarás en tus manos, como una reliquia, el marcador de libros que te regaló; ese que reproduce al universo donde juntos fueron sol y luna en eclipses de habitaciones furtivas y sabanas desgastadas. Entretenerte no será tarea fácil, ya lo notarás. Sus palabras tocarán cada curvatura del espacio que respirarás. Su carita te encantará y se acercará imaginariamente a besarte cada párpado y cada labio por separado. Te morderá el cuello y hará sonidos deliciosos en tus oídos. Creará con sus manos en tu pecho la caricia que caprichosamente deseará para sí misma. Florecerá libre y te hará dueño soberano de su cuerpo. Se atreverá a hablarte con delicadeza y rudeza a la vez, entremezclando caricias y apretones. Diluirá su mente en tu alma y se adueñará de todo tu pasado y presente sin excluir por nada tu futuro.
El libro que llamará tu atención después de que sueltes el poemario que ella te regaló será el diccionario. Deliberarás que leyendo significados de palabras lograrás cansarte y aburrirte. Lo abrirás con la certeza de que será más empalagoso que darle lectura a la Biblia cuando dicta, nombre por nombre, la descendencia de Abraham. Sonreirás cuando notes que no es ilustrado, así no te entretendrás con láminas o dibujos. Te saltarás la letra “A” pues no querrás encontrarte con la palabra amor. Menos si la palabra pueda detallar al amor verdadero, ese que precisamente sientes por ella. La primera palabra coherente que encontrarás en la “B” será Baal. Te enterarás que Baal se le designaba en la antigüedad a algún señor divino y meditarás en lo divino que es ser besado por ella.
Obviamente encontrarás las palabras cama, danza, esposo, flores, ganas, habitación, ilusión y júbilo y todas te llevaran a pensarla más. En la “K” te detendrás por un rato y casi lograrás agotar tu mente con tanta palabra extraña. Alcanzarás la “L”: libre, lazos, lluvia, llanto y aparecerá la “M”. Cerrarás el ancho libro con la seguridad de que su nombre aparecerá en letras mayúsculas y hasta su apellido adornara las páginas de esa mala idea que tendrás al decidirte por leer un diccionario. Hasta la “C” de su otro apellido estará en color oro encabezando el tercer capitulo.
Gritarás su nombre y parecerá que del viejo libro salen algunas definiciones a la atmósfera del cuarto que le ayudan al calificativo de la mujer que te trae loco con ideas: naturaleza, necesidad. Abrirás de nuevo el libro para buscar la “Ñ”, te equivocarás y lo harás en la “O”. La causalidad logrará llevarte de primera a la palabra olvidar. Maldecirás al notar que su definición será estúpida. Perder la memoria de una cosa será algo que quieras hacer y sólo recordarás más de la cuenta. Seguirás perdiendo el juicio y queriéndola como a nadie. Ser paciente es la querella que le reclamará tu corazón a tu vida. La interrogante de tu mente será: ¿qué rayos sucederá en el tiempo que unilateral estará por venir? Vacía será tu alma si la pierdes a ella. Llegas a la “W”, luego a la “X” y te desesperará el hecho de que no encontrarás en esas páginas alguna palabra romántica que describirá lo que vivieron juntos.
Conmemorarás las yemas de sus dedos rozando tus labios en la búsqueda de despertar tus ganas de besar aún a sabiendas de que esa era tu situación preferida. No podrás zafarte de tales memorias; el sonido de su voz resonará en atardeceres prestados, amaneceres distraídos por el tráfico y canciones románticas en emisoras especializadas para hacerte sufrir la lucha de olvidar lo imposible. Llenarás tu corazón de sensaciones nuevas, pero ninguna logrará colmar el espacio de solitarias lejanías de su ser. El calor de cuatro paredes cerradas en carnaval de añoranzas no superará el frío de la condena de no tenerla siempre.
Concurrirán conversaciones expuestas en caminos yuxtapuestos sobre corazones acorralados por pasados años y ante la negativa de cambiar la caída de las hojas por una vida llena de primavera. Sabrás que ella coexistirá tuya bajo condiciones de libertad incondicional y besos de miradas furtivas. Obtendrás la suerte de hablarle y escucharla en tiempo parcial sin dejar que tu espíritu agonice. Volverá a ti toda su presencia etérea y renunciarás a seguir sosteniendo el diccionario. Lo dejarás caer y chocará su carpeta dura contra el suelo que estará cubierto de pedazos del cristal del marco que habrás hecho añicos antes, cuando estrelles su foto contra la superficie enlozada de tu estudio. Mirarás al piso y notarás que el diccionario estará abierto mostrando las primeras páginas.
Por más que le huyas a la letra “A” la encontraras de todos modos. Desde tu silla descubrirás la palabra amor. Allí estará innegable la expresión que te saltarás al principio y que motivará toda la búsqueda de palabras que crees te apartarán de su recuerdo. Tomarás la foto del suelo y limpiarás los cristales. Ninguno habrá estropeado su sonrisa. Mirarás sus manos y verás que no se extenderán hacia a ti como desearás. Sus labios constarán del brillo que los caracteriza y su cabello existirá tan hermoso como siempre. Mirarás hacia su lunar claroscuro en la altura del cuello, ese que besarás con desmedida pasión sin percatarte de la pequeña partícula de vidrio que te partirá el labio.
Te preocuparás de no manchar de sangre la foto y la colocarás en el escritorio donde antes estaba; tal como innovarás su presencia dentro de tu vida. Te sentirás acompañado de miles de palabras que la describirán como lo más trascendental que le pasó y pasará a tu existencia. Sobrevivirás al tener la seguridad de besos incondicionales y nadie que pueda arruinar la apreciación de lo que vivirás junto a ella. Volverás a rezar a todas las almas gemelas del mundo para que bendigan su extraordinaria belleza, su delicadeza, inteligencia y su amor por ti. También, como habías hecho alguna vez, les pedirás que ella llegue a las nueve y dieciocho de la noche a su cita con el destino que serás tú. Volverás a colocar el libro en el anaquel y barrerás los cristales del suelo. Te sentarás en la silla después de que abras las ventanas y dejes entrar el aire fresco de la noche. Cerrarás los ojos y los abrirás cuando suene el teléfono y escuches su voz mencionándote sus ganas inmensas de verte justo al amanecer.
Te alegrarás y cualquier vestigio de tristeza que pueda quedar saldrá de tu pecho. Buscarás nuevamente el diccionario, lo aromatizarás con su perfume preferido y lo guardarás en tu maletín. Al despuntar el día se lo regalarás y al ver las palabras que subrayarás, recordará la vez que te dictó cada una de las letras del abecedario y tú le mencionaste una palabra de amor por cada letra. Apreciará el beso que depositarás justo en la comisura de sus labios, el abrazo que brindarás a su voluntad y sobre todo la forma en que aguardarás con paciencia que sus alas grandes de ángel te arropen en la oscuridad de noches despiertas donde admirarás su sueño, su rostro y su alma...
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