domingo, agosto 09, 2020

Aquí, allá y en todas partes: Cuatro poesías de Iris Mónica Vargas, y una posdata

por Carlos Esteban Cana

 

El pasado 4 de agosto la escritora Iris Mónica Vargas, autora de "La última caricia" y "El libro azul" sostuvo una conversación acerca de su obra poética y el proceso creativo con Pilar Vélez, fundadora de la organización cultural Mi libro Hispano (con sede en Miami) durante la 1ra Feria de Verano de Mi libro hispano. La tertulia fue transmitida en directo a las 7:30 p. m. hora de Puerto Rico, en el canal de YouTube de Contexto Ñuble. A continuación compartimos con nuestros lectores las cuatro poesías que Vargas compartió durante la velada: El papel; La hora de la locura; Preguntas de una visionaria no identificada (siglo 16); y Pez de cielo.



PS: Y sumamos una quinta pieza titulada Poética.

 

EL PAPEL (versión de la Musa)

 Cuando al fin acaba el día,

transmutando en el tic-tac

del reloj más diminuto,

y me encuentro acomodando

los pedazos de la historia

—la historia de los pedazos—,

imagino ha de mirarme

con sospecha algún minuto

mientras declaro arrogante,

“Soy el sillón de los ángeles”.

Más sé, si no le sirviera,

si aquello que dicto enferma

a su alteza en su altivez,

si no acomodo su asiento, si

deplora

lo

que

cuento

 

se alzarán sobre mis ojos

sus pupilas milenarias,

y magnánima, burlona,

con un cigarro en los labios,

me dirá, Musa, al oído

 

“El poema es lo que importa,

Amigo:

 

El lápiz no escribe el verso.

Quien se mueve es el papel”.

 

(Se escucha una carcajada.)

 

 

LA HORA DE LA LOCURA

 

No había movido aún

el último centímetro

aquella manecilla de sus horas,

hasta el segundo incongruente.

 

Andaba aún en tierras de cordura

y aunque su esposa aún no diera

cuenta de ello, jugaba en su espesura

a ser del siglo dies y seis.

 

Había empezado bien y sonreía.

Besaba cariñoso las manos

de su amor. Le dedicaba versos.

Decía que su rostro era como la luna:

da vueltas a la tierra. Se reía.

 

¡Odioso es que la Tierra

dé vueltas a una estrella!

gritaba de repente,

furioso, empedernido.

¿Qué falta ahora, señores?

(Se montaba en tribuna.)

¿Que piensen—continuaba—

que  no es de cristal la orbe

de luces perforada?

¿Qué sigue entonces? ¡Digan!

¿Que sea la luna abierta solo una

de muchas otras lunas

cerradas en su orbe?

 

La esposa no entendía

lo de la luna abierta.

Ni aquella cerradura de otras lunas,

mas ya daban las cinco.

Y mudos, cada uno,

fueron dos bergantines.

Sus velas, dos jirones

ondeando a la deriva en alta mar.

 

 

PREGUNTAS DE UNA VISIONARIA NO IDENTIFICADA (siglo 16)

 


Si queda confirmado:

sus lunas los circundan.

Si fuera incuestionable:

Copérnico es verdad,

la Tierra va redonda.

¿A dónde desvanece

el alma deambulante,

del cuerpo desbandada,

del cielo desterrada,

y la memoria?

¿A dónde la memoria

va, si no la llevan,

si han escapado ya

las orbes de la mente?


Lo siento. Me adelanto.

 

  

PEZ DE CIELO

 

“Intrépido guerrero diminuto,

                          ¿cuántos acantilados has tenido que cruzar?”

-Carlos Esteban Cana

 

Despiertas.

La bóveda se abre e ilumina.

 

 Ha caído el manto

de sangre y no te arropa.

  

—Ya no eres de agua—

  

Dos sirenas te acompañan

con sus manos de cariño y de arena.

  

Los pescadores recogen sus hilos

y sus cañas.

 

Te contemplan y no saben

que ensayas como pájaro tu vuelo

 

que imitas sus sonidos, y desde tu quietud

disfrutas de su risa,

que todo saboreas a tu ritmo,

que allí, desde tu cima, es primavera

 

 que siempre ha sido extraño

mudar esas escamas

y dejar de ser pez.

 

***

POÉTICA

 Seguirte. Seguir tu certidumbre

es criminal. El giro de tu brazo:

autoritario. Prefiero la imprudencia,

tozuda la inocencia de crear,

la tórrida intemperie

de no saber apenas nada,

de tanto preguntar y preguntar

que vuélvame pregunta.

 


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