Mi proceso como escritor fue llevándome a darle rienda suelta a la creatividad mediante la estructura. Ya fuera a través de la narrativa o el ensayo, así han nacido algunos de los escritos a los que guardo cierto cariño, digámoslo así. Entre mis cuentos puedo mencionar Frente, Abre los ojos y Ein-Sof, también uno titulado Duda, entre otros; en cuanto a reportajes recuerdo algunas que he publicado en medios impresos como Encuentro en el mar (para San Juan en Comunidad) Sagrados Corazones: el mismo carisma de amor en cualquier lugar y a través del tiempo (para El Visitante de Puerto Rico), y otras entrevistas que el narrador Angelo Negrón ha tenido la gentileza de publicar aquí en Confesiones: la que le hice a Stefan Antomattei en 15 tuits y la de Anuchka Ramos-Ruiz utilizando el Messenger en 60 minutos. No tan solo me deleita ese juego con la estructura durante el proceso de elaborar los párrafos hasta la versión final, también la fascinación se da por las maneras en que recojo la materia prima, sea escuchando a la persona de interés en una conferencia, conversando con algún colega a través de los medios o formulando yo mismo la entrevista. Lo importante, creo, es innovar. Trabajar de varias maneras la pieza de turno sin perder de vista a que medio y en cual formato está destinado. Por eso recuerdo con simpatía varias de esas experiencias vividas a la hora de hacer mi servicio cultural. Una de tales entrevistas fue la que me concedió el escritor Gilberto Hernández Matos el 17 de noviembre de 2016, por la manera inusitada de darse. Ese día el poeta contestaba mis preguntas mientras conducía su auto por la carretera 52 de camino a la Universidad de Puerto Rico, recinto de Ponce (donde este servidor participaría en el conversatorio Conoce a los autores serie de eventos literarios que coordina la directora de la biblioteca Wanda Cortés para esa institución educativa).
A continuación, “En las letras, desde Puerto Rico” comparte la primera parte de esta curiosa y El libro de los viernes, De los nombres del poeta, Razón de Walt Whitman y El expolio de Tanhaüsser. singular conversación con Gilberto Hernández, fundador de la editorial Último Arcano y autor de los poemarios
Carlos Esteban Cana: Gilberto, en primer lugar, hablemos de los poemas tuyos incluidos en la antología Este juego de látigos sonrientes, antología compilada por Edgardo Nieves Mieles.
Gilberto Hernández Matos: La selección se hizo de poemas que aparecen en el Libro de los viernes, aunque (el editor) tenía poemas de otras publicaciones mías como El explolio de Tanhaüser y Razón de Walt Whitman. Esos poemas son monódicos, son completos en sí mismos. Posiblemente por eso los seleccionaron. Son poemas temáticos.
Carlos Esteban: Recuerdo que ese fue el eje estructural que tuvo el Libro de los viernes, esa estructura temática.
Gilberto: Sí, esa fue la apuesta en el libro. Las poesías fueron colocadas por temas, y cada uno de esos temas como unidad pudo haber constituido un pequeño libro; como los que publicaba el poeta trascendentalista Francisco Lluch Mora, poeta de Yauco, que hacía libros que no eran de gran extensión, aunque eran libros en sí mismos. Pero volviendo al Libro de los viernes, fui ensamblándolo con esas unidades temáticas.
Carlos Esteban: Hablemos más de ese libro… ¿Cuál fue su origen?
Gilberto: Yo estaba escribiendo un libro que aún no he publicado que es El libro del loco amor, y cuando me sentaba a revisar los poemas de ese libro los viernes no podía escribir sobre el loco amor, salían un tipo de poema distinto que se fueron colando, se fueron convirtiendo en ese libro que yo hacía los viernes, El libro de los viernes. De ahí el libro…
Carlos Esteban: Entonces para el poeta Gilberto Hernández Matos el viernes es un día especial…
Gilberto: Sí, además por la magia de ternura que ese día tiene para mí. Los viernes son un día terriblemente familiar, de lectura y creación. Por lo general, lo que la gente hace comúnmente los viernes es salir de su centro; es decir, para ellos es un día excéntrico. En mí se produce lo contrario, es concéntrico. Los viernes soy más yo que en otros días. Lo publiqué en el 2001, hace 15 años; el tiempo pasa rápido.
Carlos Esteban: Ya que rebobinas la memoria, haciendo alusión al año de publicación del Libro de los Viernes, sigamos entonces en esa dirección. ¿Qué me puedes decir acerca de tu primer libro, De los nombres del poeta? En qué se diferencian ambos libros…
Gilberto: El libro de los viernes lo escribe un poeta que se llama Gilberto Hernández. Ese poeta pues de alguna manera soy yo. Ese es el pseudónimo más cercano que tengo de mí mismo. De los nombres del poeta lo escriben un montón de poetas; es decir, yo me asumo desde el prólogo como Fray Luis de León, porque de hecho el prólogo está montado en el de Fray Luis de León. Luego vienen formas, vienen imitaciones… Pedro Salinas, Borges, Ariel Dorfman, distintas formas de escribir poesía, discursos; es decir, los grandes temas de la poesía: Eros, Tánatos; el sí, el no. En otras palabras De los nombres del poeta es una usurpación de la poesía en mí, así que yo no puedo reclamar una gran autoría, porque puedes leer un poema y preguntarte si eso lo escribió Blas de Otero, o leer un poema y decir esto lo escribió Pedro Salinas.
Carlos Esteban: Entonces estamos hablando de influjo…
Gilberto: No, porque el influjo puede ser inconsciente y puedes no dominarlo. No. Esto yo lo hice así porque quise, porque quise dominarlo así, porque quise decir: “Escribir es un acto consciente, asumido”. Hablo de un estilo que construye al poeta pero también el poeta construye al estilo. Es decir, el estilo no es autónomo, no se da en un vacío. Por eso ese libro pareció, pero no fue, un libro pedante. Hubo personas que decían: “Bueno, lo que tú quieres es demostrar un gran dominio de la poesía”. Lo que yo quería demostrar es que la poesía puede ser también una herramienta. Eso era todo.
Carlos Esteban: Comprendo… Tu ejercicio escritural en ese libro es similar al del cartógrafo que está trazando un mapa…
Gilberto: De alguna manera sí, porque hay una ocasión o dos en las que, por ejemplo, menciono a Razón de Walt Whitman. cuando yo trabajo con poesía de Neruda o cuando trabajo con poesía de Blas de Otero que son también hijos de Walt Whitman. Y más tarde Whitman para mí es uno de los poetas que trabajo con más asiduidad; tanto que publico más tarde Razón de Walt Whitman; Así que de alguna manera sí podía ser una cartografía. Pero De los nombres del poeta también es hijo de su momento, y para la época en Puerto Rico se estaba confinado a un tipo de poesía. Había que escribir una poesía con unos nombres talismánicos: Patria; Cordillera; Libertad. Y lo que yo decía es que la poesía es más que unos nombres talismánicos del momento y por eso el libro.
Carlos Esteban: ¿En qué año publicaste De los nombres del poeta?
Gilberto: Me parece que fue en 1990.
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