Bajo la
carpa
Es cierto, las risas se han enterrado en mi boca,
no por culpa de nadie, solo por la mía.
La carpa ha perdido su lustre,
el sol ha sido succionado por su universo,
capuchas grises sobre el coro de colores,
la gente quiere que el payaso sea quien les haga reír
aunque ellos no rían, de lo contrario,
crean un vacío en los asientos.
fieras domadas,
amores que no matan…mutilan;
denigran a la honestidad como poder divino.
Arrogancias son disparadas en forma de
pasteles de crema amarga y aterrizan en la cara,
público que apapucha con sus deseos de ver cuerpos
volando,
cubriendo los cielos con estrategias,
amando a ilusionistas y pelajes a través de aros en
llamas,
¡ellos exigen que les sonría!
Pues sí, lo haré,
no porque lo han pedido,
sino porque se siente mejor vivir de las
circunstancias,
con o sin pintura en la cara,
aunque brinque de espacios a espacios con zapatos
gigantes y flores de plástico que escupen agua saladas
que estuvieron goteando hasta perforar la adaptabilidad.
Reiré, de seguro lo haré, pero por mí,
porque debo hacer espada de mi No mente,
de mí inmovilidad.
Lc37
***

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