sábado, octubre 06, 2012

Miradas, placeres y mariposas

Por: Angelo Negrón      
 
     Su llamada telefónica fue una sorpresa mayúscula. Llevaba tiempo sin saber de ella a menos que fuese en sueños o en los recuerdos que atacan en esa melancolía predecible que en diversos y extensos momentos del diario suelen sobrevivir al pasar del tiempo. Escuchar su voz a la distancia despertó mi esperanza. La búsqueda de más felicidad hizo clic en alguna parte de mi ser y una sonrisa afloró en mi alma con la gracia imparable que logra sustraerse de antiguos amores que no finalizaron en batallas perdidas, ni ganadas, sino que detenidas en caricias pasionales subidas de tono se despidieron con un hasta luego o un hasta siempre invalidando cualquier adiós, cualquier hasta nunca.
     Me saludó como siempre, coqueta y vivaz. Su voz abrió una ventana que reposaba cerrada, un espacio para recordarla siendo dueña de mi existencia y, mientras la escuchaba atento, viajé en el tiempo y el espacio a una tarde, casi noche, en que estacionados en un área recreativa me sedujo con besos, primero suaves y que, convertidos en la impaciencia de mi interior, se volvieron cónsonos con su promesa de lograr hacerme olvidar un pasado sin ella. Sus manos acariciaron mi cabello mientras sus labios me obligaban a jugar con su lengua. Con sublimes mordidas dejaba escapar sonidos que ayudaban a rescatar de su letargo a mi intimidad. Al apoderarme de su cuello, lugar que yo sabía es su debilidad, no pudo más; y el desenfreno se convirtió en mutuo. Las pulsaciones en mi entrepierna no conseguían, y no querían, ser disimuladas. Yo mismo bajé mi cremallera; ella dijo: ¡Aquí no! Yo dije: ¡Aquí sí!
     Nerviosa miró hacia fuera del auto. La noche era ya cómplice y sonrió. Me besó de nuevo y no dudó en acariciar mi bajo vientre. Empujé el asiento del auto un poco hacia atrás, arreglé los retrovisores para estar al tanto de lo que pasaba alrededor y ella se acomodó de tal forma que su boca se encargó de mi sur regalándole caricias difíciles de describir. El piercing en su lengua, que ya había manifestado conocimiento absoluto en mi boca, ahora expresaba sensaciones de sabiduría, en el zigzagueo provocador que surtía el efecto de transportarme al paraíso mismo. (Siempre he pensado que Adán no fue tentado con una manzana, creo firmemente que sólo bastó una mirada de Eva. Una mirada como la de ella, la atractiva mujer que me acompañaba en ese instante y que buscaba divisar en mi rostro los placeres reflejados que me regalaba).
     Hasta ese día no me cansaba de repetir que sus ojos eran mi perdición. Siguen siéndolo, en realidad toda ella representa la caída de cualquier barrera que en algún momento haya querido autoimponerme, pero desde esa vez también se convirtió en obsesión recibir sus caricias. Su lengua jugueteaba golosa y mi pie luchaba por no virarse hacía la derecha como preludio del no retorno. Dejó de utilizar su boca y sus manos se encargaron de seguir en el vaivén. Me pidió finalizar y le imploré que no, que siguiera probándome de aquella manera deliciosa, pero ya su plan estaba concebido. Con astuto tono de voz me rogó que terminara en su boca y no esperó respuesta; volvió a su rítmico movimiento. Yo trataba de no ser precoz para seguir disfrutando y buscaba pensar en otra cosa, pero el tatuaje que representa al sol en su espalda baja me recordaba la máxima de que los planetas giran alrededor del astro rey y no al revés. Atraído entonces por fuerzas mayores a la gravedad de esta galaxia tuve que concederle su pedido y estallé entusiasmado.
     Sus palabras son interrumpidas con la necesidad de decir hasta luego, pues debe volver a trabajar, la distancia no le deja ver lo excitado que estoy con tantas evocaciones…
     Los recuerdos son interrumpidos por el sonido de alarma en mi teléfono móvil gracias a la llegada de un mensaje de texto que contiene tres fotos de ella. En la primera foto que veo, mi sur continúa con las ganas de poseerla. Sus labios, decorados de rojo carmesí, su cabello, sus ojos…toda ella... envuelta en la ropa que yo demoraría en quitarle sólo por retardar el placer.
     En la segunda foto, al no tener algún maquillaje, pienso en ella recién saliendo de la regadera la primera vez que visitamos una alcoba de alquiler. Éramos jóvenes y no me amaba, pero yo estaba prendado de su hermosura hacía ya varios años; en esa ocasión, me regaló su cuerpo como se regalan rosas sin espinas… Cierro los ojos y sonrío. Mi alma se muda a su mirada en la foto, miles de evocaciones me atormentan ante la pregunta obligada: ¿Habrá sentido amor por mí alguna vez?  
     Desesperado acceso la tercera foto. Se trata de un nuevo tatuaje en su espalda, esta vez a la altura del hombro. Una pequeña mariposa cuyos colores compiten con mis ganas de apreciar mejor su piel. Empiezo considerando a las mariposas como símbolo del alma y su transformación. Es hermosa, pero no puedo obviar el ver la mariposa como insignia de lo transitorio. Me niego a lo fugaz  y recuerdo a la diosa griega Psique representada artísticamente con alas de mariposa y de quien la misma Afrodita sintió celos de su belleza. Repaso también que Psique fue capaz de visitar el inframundo para recobrar el amor de Eros logrando casarse con él y además, que el hijo que tuvieron se llamó placer. Una carcajada se me escapa. ¿Todo está relacionado? Mariposa, amor, placer... tatuaje, tinta indeleble, besos perdurables, su cuerpo y lo que quema a esta alma mía…
     Recapitulo y reconozco que su llamada ha terminado; ya no escucho su voz y la soledad regresa acompañada de más memorias, mismas que valoro y que me incitan a declararme soñador de su boca prodigiosa, no sólo en besos y caricias sexuales sino en la tonada de sus palabras y en el “Volveré y te buscaré, cada vez; otra vez…”  

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