sábado, mayo 11, 2024

En las letras, desde Puerto Rico: Entrevista al escritor Luis López Nieves

 por Carlos Esteban Cana

Lograr una buena entrevista es casi siempre mi mayor objetivo cuando me ocupo del periodismo cultural que he realizado, de una manera u otra, durante 36 años. Y, puntualizado lo anterior, debo reconocer que esta conversación con el escritor puertorriqueño Luis López Nieves es una de las que más he disfrutado. La espontaneidad y precisión con las que López Nieves responde a las preguntas asombran incluso por su buen humor que deja a su interlocutor, este servidor, con una inevitable sonrisa.

Con una trayectoria más que admirable, Luis López Nieves, es sin duda un Maestro de Maestros. Sus colecciones de cuentos Seva, Escribir para Rafa y La verdadera muerte de Juan Ponce de León y sus novelas El corazón de Voltaire y El silencio de Galileo se han convertido en clásicos para miles de lectores. Fundador del primer programa de Maestría en Creación Literaria de Latinoamérica y Escritor Residente de la Universidad del Sagrado Corazón durante las dos primeras décadas del siglo XXI, Luis López Nieves es también el genio creador de la megalópolis cibernética CiudadSeva.com. Y de todo esto y más hablamos con este gran embajador global de la narrativa boricua en esta edición del boletín En las letras, desde Puerto Rico aquí en Confesiones.

¿Cuáles fueron los primeros libros que capturaron su atención?

-- Ha pasado tanto tiempo… Desde niño mis padres me leyeron y me enseñaron a leer libros por mi cuenta. Tuve la fortuna de crecer en una casa con biblioteca. Los libros infantiles los recuerdo borrosamente; de mi etapa juvenil lo que de inmediato acude a mi memoria es El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, al igual que Los tres mosqueteros y las novelas de Julio Verne. Un poco más adelante El extranjero, de Albert Camus. También recuerdo los poemas de Bécquer y Don Quijote de la Mancha, de Cervantes. Aprendí de memoria algunos poemas de Bécquer que todavía puedo recitar. Teníamos dos enciclopedias. Todas las noches yo me llevaba un tomo diferente a la cama para leer antes de dormir. 

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¿Cuándo comenzó a escribir cuentos?

-- Desde los 14 años de edad escribía poemas, algunos narrativos, pero no en serio, sino como una herramienta para conquistar chicas. A eso de los 20 años de edad quemé todo lo que había escrito y por primera vez tomé la escritura de cuentos en serio.

 Luis López Nieves, usted tomó talleres de cuentos. ¿Qué propició en usted esas experiencias? ¿En qué se diferenciaba el taller que cursó con el escritor René Marqués con el que ofrecía el narrador Pedro Juan Soto?

-- Los talleres cambiaron mi vida, me convirtieron en escritor profesional. Yo quería escribir, pero lo veía como un pasatiempo. Pensaba que estudiaría Derecho o Astronomía y luego escribiría por placer. Pero en los talleres que tomé con Marqués y Soto, escritores destacados de Puerto Rico, descubrí que mi vida solo tendría sentido si me convertía en escritor profesional.

El primer taller, que tomé a los 20 años de edad con René Marqués, me inspiró confianza propia. Así como alguien descubre de pronto que puede cantar, yo aprendí que tenía talento para este asunto de la escritura y que me gustaba hacerlo. René alababa todo lo que yo escribía en el taller, al punto en que comencé a pensar que yo era perfecto y ni siquiera me atrevía a editar o cambiar mis cuentos, porque pensaba que los dañaría. Del taller de René salí altanero.

Luego tomé un taller con Pedro Juan Soto, que fue como recibir un puñetazo en la cara. Después de leer el primer cuento que le presenté, me dijo que era malo. Bueno, no exactamente: la palabra que usó fue “porquería”. Me dijo que no le trajera más porquerías al taller. Los próximos cuentos los recibió de mejor manera, pero siempre con críticas fuertes; nunca con alabanzas. Durante los próximos tres o cuatro años yo siempre escribía pensando en Pedro Juan y prometiéndome que lo obligaría a tragarse sus palabras. Fue una buena motivación.

René Marqués                                      Pedro Juan Soto
Estos dos autores fueron una eficaz combinación para mí, ahora lo comprendo. Con su afecto,René me inspiró confianza en mí mismo como escritor. No está mal motivar a un autor que empieza. Por otra parte, Pedro Juan Soto, famoso en la universidad por ser gruñón, me enseñó algo también valioso: la autocrítica. O, digamos, la autocrítica severa. Gracias a esta combinación de ambos maestros empecé a convertirme en escritor. El método de Pedro Juan quizás fue brutal. Nunca lo usé cuando más adelante fui profesor de Creación Literaria, ni en ninguno de mis talleres anteriores; fui exigente con los estudiantes, claro, pero nunca con esas palabras. Varios años después, hablando con Pedro Juan luego de un foro en que ambos participamos como autores invitados, él me llevó aparte y así, de la nada, me dijo de pronto: “Muchacho, si hubieras dejado de escribir porque critiqué tu obra, entonces realmente no eras escritor”. No sé si esto sea cierto, pero tiene sentido. Soy exageradamente crítico con mis obras. Pedro Juan estudió con mi madre cuando jóvenes, la conocía. A veces pienso que su dureza fue precisamente para prepararme para lo que me venía para encima como escritor, para enseñarme a no ser llorón. Lo memorable, para mí, fueron sus palabras de despedida. Con una sonrisa bastante traviesa me dijo: “Veo que estás comenzando a aprender. Te felicito”.
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¿Cómo se dio el proceso creativo que le llevó a escribir Seva?

Seva (colección Cara o Cruz), Editorial Norma, Colombia.
-- Fue un proceso largo, complicado, que tomó varios años. Comenzó con mis estudios doctorales. Yo leía poemas épicos famosos: La Ilíada, El mío Cid, El cantar de Roldán, etc. Y un día, de pronto, me pregunté cuál era la épica de Puerto Rico. En América Latina tenemos las gestas de Bolívar, San Martín, la Revolución Mexicana, el Che, etc. Pero en Puerto Rico, por ser una colonia de Estados Unidos, en ningún momento se nos enseña cuál es la gesta puertorriqueña. Al contrario: básicamente se nos obliga a aprender la de Estados Unidos… y se nos dice que la nuestra no existe. Me dio por investigar. Encontré pistas aquí y allá. Por ejemplo, sobre la invasión inglesa de Puerto Rico en el siglo XVIII hay una famosa estrofa anónima, folclórica, que dice:

En el puente de Martín Peña
murió Pepe Díaz
el soldado más valiente
que el rey de España tenía.

Trata de un sargento puertorriqueño, Pepe Díaz, que acudió desde el norte de nuestra isla paraayudar a rescatar a San Juan, sitiada por los ingleses en el siglo XVIII. Murió en una batalla para tomar el estratégico puente de “Martín Peña”. Pero la investigación me frustró y me di por vencido porque no soy historiador, no manejo todas esas técnicas que conocen los historiadores para extraer datos valiosos de viejos documentos cubiertos de polvo. Tampoco domino la paleografía. En fin, un día me dije: “Ya que no soy historiador y no encuentro datos sobre nuestra épica, es más fácil si me los invento”. Así nació Seva, que trata sobre una invasión norteamericana a Puerto Rico que me inventé, pero que los lectores creyeron verdadera.

 

¿Le sorprendió el impacto que causó Seva ente los lectores?

-- Me pasmé cuando me iba enterando de las reacciones masivas entre lectores, intelectuales y hasta profesores de Historia, que son mis ídolos, porque mi pasatiempo principal es leer Historia. Pensé que era evidente la ficción detrás de Seva, por eso utilicé cuanto recurso literario se me ocurrió para que el texto fuera verosímil. Han pasado muchos años. Ahora, en cursos de Literatura, por ejemplo, les asignan el libro a los estudiantes. Cuando llego para dar una charla, lo primero que me preguntan es: “¿Eso es verdad?” El libro se vende en la sección de Literatura. Los profesores les dicen a los estudiantes que lean una obra literaria. Se trata de un curso de Literatura. En la contratapa del libro dice que es Literatura. Aún así, lo primero que me preguntan es si se trata de una narración verdadera. Eso me halaga porque es fundamental que un escritor de ficción sea verosímil. En este caso quizás se me fue la mano.

 

 Éditions Dumas, París, Francia, 2021.
Cuatro años después publica Escribir para Rafa, libro que incluye algunos de sus cuentos más conocidos como “El lado oscuro de la luna”, “El señor de los platillos” y el título que le da nombre a la colección. ¿Qué nos puede decir de su primer libro de cuentos?

-- Dos escritores habitan dentro de mí. Por un lado, el creador de narrativa histórica. Todos mis libros, menos el segundo, son narrativa histórica. El otro estilo, representado por los cuentos de Escribir para Rafa, mezcla lo absurdo con la sátira, la fantasía y las situaciones límite, que me gustan. He tenido este estilo en un segundo plano. Con él he escrito cuentos adicionales, algunos de los cuales he publicado en periódicos y revistas de América Latina, pero en libros solo Escribir para Rafa. De hecho, también tengo dos novelas inéditas escritas de este modo, que no he publicado por razones que yo mismo no entiendo. Soy cuidadoso y parco al publicar. Algo me dice que no ha llegado el momento para ellas, a pesar de que la primera la escribí en el 1979. Son manías de escritores. O manías mías, digamos. Creo que nunca las publicaré. Y ningún amigo mío se llama Max Brod.

Al inicio del siglo XXI, en el año 2000, publicó La verdadera muerte de Juan Ponce de León, una colección de carácter conceptual. Estos cuentos impregnados de historia acontecen en un Caribe dominado por el imperio español. ¿Cómo compara La verdadera muerte de Juan Ponce de León con Escribir para Rafa?

Editorial Cordillera, San Juan, Puerto Rico, 2000.
-- Cuando escribo ficción histórica me transformo en un investigador aficionado. Intento aprender de los historiadores, que son mis héroes. Averiguo todo lo posible sobre la época que voy a trabajar. Luego me invento el resto, incluido el idioma, porque a veces tengo que poner a los personajes a hablar de manera que imite o se parezca al habla de las respectivas épocas. Al escribir ficción histórica lo hago con una camisa de fuerza porque si se trata de una época concreta, como el Caribe del XVI, pues todo el mundo sabe cómo eran Cuba, la Española y Puerto Rico en esa época. No puedo poner a los personajes a hablar chino porque se sabe que el idioma era español. Ni puedo decir que son budistas porque todos saben que la religión era el catolicismo. Etcétera. En cambio, los cuentos de Escribir para Rafa, como dije en la respuesta anterior, responden a una mirada diferente en la que puedo inventar lo que me dé la gana. Digamos que, como escritor, puedo ser irresponsable y soltarme la trenza. En cambio, al escribir narrativa histórica tengo que ser más responsable... aunque luego vire los datos históricos patas arriba, como siempre hago.

Pues sucede que en el 1625 los holandeses, tras invadirnos, quemaron la ciudad de San Juan y hasta se robaron la campana de la catedral para fundir el bronce y hacer cañones. Cañones santos, supongo. La Dra. Elsa Gelpí, experta en el tema, publicó El siglo en blanco, libro de historia en que explica por qué se conoce tan poco sobre el Puerto Rico anterior al 1625: los holandeses quemaron todos los documentos del gobierno y de la iglesia. Yo asistí a una conferencia de la Dra. Gelpí. Tan pronto empezó a decir que la historia de este periodo estaba en blanco, el libro nació en mi mente. Creo que no escuché casi nada a partir de la mitad de la conferencia porque las ideas chocaban las unas contra las otras dentro de mi cabeza, como abejas borrachas. Más adelante me documenté con Elsa, ella me ayudó mucho. Al publicar La verdadera muerte de Juan Ponce de León, libro de cinco cuentos en que imagino o recreo lo que debió ser el Caribe del siglo XVI, recibí el Premio Nacional de Literatura, el más importante del país. Fue una gran satisfacción lograr este reconocimiento crítico luego del éxito de ventas que fue (y sigue siendo) Seva.

En el 2005 publica su primera novela, El corazón de Voltaire, que tuvo un impacto internacional que trascendió el Archipiélago Boricua… Una novela ágil en la que ficción y leyenda se enhebran en una acción vertiginosa… La estructura de la novela, que se sirve también de correos electrónicos, remite, de algún modo, al recurso epistolar que utilizó en algunos de sus cuentos… El corazón de Voltaire ha sido traducido a varios idiomas y se convirtió en éxito de ventas en varios países europeos… ¿Puede hablarnos de cómo desarrolló esa historia? ¿Qué le despertó la curiosidad de acercase a la figura de Voltaire? ¿Cómo ha tomado el éxito editorial de la novela?

Colección Zona Libre, Editorial Norma, Colombia, 2014
-- Me fascina el género epistolar, las cartas, porque este recurso me permite una escritura
directa, sin distracciones ni ampulosidad. Lo que más detesto en la literatura es la pomposidad vana, la escritura inflada. Cuando escribimos una carta normalmente vamos al grano. No hay que decir: “En esta tarde calurosa y soleada, bañada por los brillantes rayos del amarillo sol, mientras los pájaros hacen pío pío y las ramas de los árboles se mecen frente a mi ventana, te escribo, oh amigo, para conocer tu parecer sobre la novela que te presté...”. Para mí, leer este tipo de escritura es insoportable, insufrible, me dan ganas de salir corriendo y tirarme debajo de un camión. Habría que torturarme para que yo escriba una oración de este tipo (a menos que tenga un propósito evidente, como acabo de hacer en el ejemplo anterior). Creo que basta con un simple: “¿Te gustó la novela?”. En todos mis libros hay textos epistolares.

La Editorial Norma/Santillana, una de las mayores de América Latina, creó una colección llamada Literatura o Muerte. Escogieron un escritor de cada país de América Latina y le pidieron que seleccionara a un autor clásico y que escribiera una novela en torno a su vida. Fui seleccionado e invitado para representar a Puerto Rico. Yo había escrito ya un cuento bastante breve, creo que de tres páginas, sobre Voltaire, figura que desde joven he admirado no solo por su obra literaria, en especial su novela corta Cándido, sino porque fue el primer artista e intelectual moderno de Europa. Fue el primero en salir de su torre de marfil y poner su fama al servicio de la sociedad, para mejorar el mundo. Cada vez que un artista de hoy participa en un telemaratón o en cualquier otra actividad para ayudar al prójimo, aunque no lo sepa está siguiendo el ejemplo de Voltaire. Por eso siempre me ha interesado este escritor. Le informé a la Editorial Norma/Santillana que escogería a Voltaire y el producto fue El corazón de Voltaire.

Al comenzar la novela, lo primero que hice fue leer sobre Voltaire. Yo conocía, claro, sus datos más notables. Pero quise indagar con mayor profundidad para ver si me surgía una idea para la novela. Casi de inmediato leí que Voltaire fue enterrado en un lugar de honor, en el Panteón de París, pero que unas décadas después un grupo de fanáticos, que odiaban a Voltaire porque criticó la corrupción de la Iglesia Católica del momento, pues estos fanáticos entraron al Panteón, sacaron el cuerpo y lo tiraron al río. El texto decía que, por suerte, antes de enterrar a Voltaire le habían sacado el corazón, que estaba en una urna en la Biblioteca Nacional de París. Como soy suspicaz, lo primero que vino a mi mente fue: ¿cómo puedo estar seguro de que ese corazón de la Biblioteca Nacional realmente es de Voltaire? Y esa noche, al hacerme esta pregunta, nació la novela que trata precisamente sobre el corazón y los restos de Voltaire.
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El éxito internacional de la novela, como es natural, ha sido una satisfacción. Los escritores podemos medir el éxito de dos maneras: éxito de ventas y éxito de crítica. Pues en términos de ventas, estas han sido y siguen siendo altas internacionalmente. En términos de crítica, pues críticos del mundo entero, desde Argentina en el sur hasta Estados Unidos en el norte, al igual que Europa, Rusia y varios países más, elogiaron la novela. Yo había ganado el Premio Nacional de Literatura en el 2000 con La verdadera muerte de Juan Ponce de León, pero me lo dieron por segunda vez. La influyente crítica literaria Carmen Dolores Hernández, del periódico El Nuevo Día, seleccionó El corazón de Voltaire como uno de los diez mejores libros del 2005 y al final del 2010 lo escogió como uno de los diez mejores libros de la década. Varias tesis doctorales y libros se han publicado sobre la novela, entre ellos El dogma de la realidad y la ciencia de lo improbable, del Dr. Carlos Hernández Hernández, y El detective histórico en la narrativa de Luis López Nieves, de la Dra. Maribel Rivera Ortiz. La novela ha sido traducida a varios idiomas, pero quizás la traducción más reciente es también la más significativa: el escritor parisino Alain Bouvier la vertió hace poco al francés, idioma de Voltaire. Se titula Le cœur de Voltaire. En fin, ¿cómo no me va a alegrar que la novela haya agradado a tantos lectores? A través de los años he escuchado a unos pocos autores decir que no escriben para los lectores, sino para ellos mismos. Si ese es el caso, ¿para qué publican? Este solipsismo me aterra. Confieso que escribo para mis lectores.

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Cuatro años después publica El silencio de Galileo, en el que vuelve a tomar una personalidad de importancia histórica con un estilo que le resulta familiar a sus lectores, ese mundo cibernético epistolar… Cuánto le tomó desarrollar esta novela que explora enigmas y controversias históricas en el mundo de la ciencia occidental…

El silencio de Galileo, Éditions Dumas, París, Francia, 2021
-- Publicado El corazón de Voltaire, una tarde yo revisaba con calma mi lista de ideas para novelas. Eran muchas. Me puse de pie para descansar la espalda cuando de pronto, lo recuerdo bien, me dije: “Acabas de escribir sobre el primer intelectual moderno. ¿Por qué no escribes sobre el primer científico moderno?” Ese, por supuesto, es Galileo. Aunque no sé casi nada sobre física, biología, ni esas cosas científicas, decidí echar un vistazo a la vida de Galileo. Casi de inmediato, como me pasó con Voltaire, descubrí un conflicto histórico: varios autores disputaban la paternidad del primer telescopio. No se sabía claramente si el inventor fue Galileo, un holandés o un alemán. Me refiero a la misma época, siglos XVI y XVII, porque también encontré cierta evidencia de que el telescopio ya existía hace más de dos milenios, antes de Cristo, en el tiempo de los griegos. De inmediato supe que este tenía que ser el tema de la novela, que trata precisamente sobre la invención del telescopio, entre otros temas relacionados con Galileo.

El corazón de Voltaire me tardó cuatro meses. Yo era escritor residente de la universidad. Cuando terminó el trimestre y empezaron mis vacaciones de verano, le dije a mi esposa, Mara Daisy Cruz, que la dejaba a cargo de todo, de la casa, la comida, de todo, como sucedió con El corazón de Voltaire, y volví a encerrarme en la oficina de mi casa, de donde salía tres veces al día para comer y una vez al día para dormir. Ella se encargó del resto. Empecé El silencio de Galileo, pero al terminar los cuatro meses de vacaciones no la había finalizado. Tiene más páginas que El corazón de Voltaire, creo que casi el doble. Así que volví a mi trabajo en la universidad y la terminé cinco meses después; me tardó nueve meses terminar El silencio de Galileo. Trabajo furiosamente, día y noche, a veces hasta 20 horas al día, cuando estoy creando un libro. Y mayormente de noche. Soy un ser nocturno. Me acuesto a las seis o siete de la mañana y despierto a eso del mediodía. Toda la vida me ha dado un trabajo enorme despertarme por las mañanas. Sobre esto escribí un cuento que se llama “El lado oscuro de la luna”, que forma parte del libro Escribir para Rafa.

 Desde finales de la década del 80 hasta principios de la primera década del siglo XXI Luis López Nieves se convirtió en uno de los docentes de mayor prestigio en el panorama de las letras al ofrecer talleres de cuentos en varias instituciones educativas, entre ellos, universidades, el Ateneo Puertorriqueño… ¿Cuál es la utilidad de los talleres de cuentos para un escritor principiante? ¿Qué es útil traer en las diversas sesiones de un taller para desarrollar la formación de los futuros autores?

 -- Ya te dije sobre el papel fundamental que jugaron los talleres de cuento con Marqués y Sotoen los comienzos de mi carrera. Luego estudié Literatura porque quería ser escritor profesional. Pero el camino fue frustrante porque descubrí que yo no cabía en los departamentos tradicionales de Literatura. Allí se forman críticos literarios, historiadores, profesores y teóricos de la Literatura, pero no escritores. Es una situación tan anómala como ridícula porque en todas las facultades de Humanidades hay departamentos de música, por ejemplo, donde se enseña a tocar un instrumento; departamentos de arte donde se enseña a dibujar y pintar; departamentos de fotografía donde se enseña a tomar fotos; departamentos de drama donde se enseña actuación; pero por razones que nunca he comprendido los departamentos de Literatura discriminan agresivamente contra los escritores. No permiten que un estudiante joven cree literatura, solo que lea a otros escritores; es decir, estos departamentos enseñan de todo menos a escribir. Tuve agrias discusiones con mis profesores por esta marginación de los escritores.

Al terminar mi doctorado y regresar a Puerto Rico, empecé a dar talleres de cuento en diferentes lugares. En varias universidades de Puerto Rico y del extranjero. A profesores del Departamento de Educación de Puerto Rico. En el Instituto de Cultura, en el Ateneo Puertorriqueño, a un grupo de periodistas de El Nuevo Día, en Argentina, Colombia, Venezuela, Estados Unidos, etc. Inspirado en mis mentores Marqués, Soto, José Luis González y Pedro Lastra, se podría decir que me dediqué a predicar “la palabra” como un misionero.


Yo sabía que fuera de Puerto Rico existían departamentos de Creación Literaria en que se enseñaba a escribir. En Puerto Rico ninguna universidad tenía departamentos semejantes. Solo estaban los casos aislados de los talleres que habían dado René Marqués y Pedro Juan Soto, y luego Emilio Díaz Valcárcel, pero que ahora solamente los daba yo. Estos talleres se daban libremente o eran apenas una clase electiva a nivel universitario. Es decir, no existía un grado académico en Creación Literaria.

Luis López Nieves en la revista Caras
Un solo taller puede cambiar la vida de un aspirante a escritor. Para aquellos que cuestionan la eficacia o necesidad de estos talleres, con mi ejemplo basta. Quizás hubiera sido escritor de todos modos, sin tomar talleres, pero estos aceleran el proceso. Por eso decidí fundar la primera maestría en Creación Literaria de América Latina en el 2004, para ayudar a los nuevos escritores a lograr sus metas sin tener que perder tiempo. La maestría exigía dos años de créditos, que consistían mayormente de talleres y seminarios. Lo que un aspirante a escritor aprende por su cuenta en 15 años, inventando la rueda una y otra vez, lo podía aprender un estudiante de mi maestría en dos años. Además, en términos de contactos con otros escritores, de conocer personas con intereses similares y de leer a múltiples autores de todos los tiempos y países, el valor de la maestría fue incalculable. Por tanto, la repuesta a tu pregunta es que de la misma forma en que un músico de experiencia puede ayudar a un principiante a conocer su arte y desarrollarse, asimismo un escritor puede hacerlo en los talleres.

Claro, siempre ha existido la tradición de los mentores, digamos que a nivel individual. René Marqués fue mi primer mentor. En el taller nos hicimos amigos. Cuando me fui a estudiar al extranjero comenzamos una correspondencia que duró hasta su muerte en el 1979. Vine a Puerto Rico para su velorio; lo expusieron en el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Fue tanta mi angustia, que desde ese día, hace 45 años, no he asistido a más de cinco velorios.

En el 2004 funda el primer programa de Maestría en Creación Literaria de Latinoamérica en la Universidad del Sagrado Corazón, en Puerto Rico, que dirigió durante 15 años. ¿Qué proyectos emprendió? ¿Qué propició su gestión en la Maestría en Creación Literaria en el panorama de la literatura puertorriqueña? Cómo ve, a la distancia, esos tres lustros al servicio de la formación de escritores?

-- Ya me adelanté y comenté la maestría en la pregunta anterior. Sobre los efectos o resultados de la maestría, la cantidad de logros, premios y reconocimientos de los egresados, al igual que muchos de los estudiantes que tomaron talleres conmigo antes de la maestría, son demasiado para enumerar. De los talleres y la maestría han salido figuras que ya tienen importancia nacional en Puerto Rico y afuera. Han ganado los premios del PEN Internacional, del Instituto de Cultura Puertorriqueña, del Instituto de Literatura y certámenes tanto en nuestra isla como afuera. Han sido elogiados por periódicos y revistas importantes de Puerto Rico y del extranjero. Sus libros se venden y se estudian en escuelas, colegios y universidades. Etcétera. No menciono nombres porque la lista sería larga. Y si nombro a uno, por supuesto que tendría que mencionarlos a todos. En la biblioteca de mi casa ya tuve que separar tres tablillas solo para los libros publicados por mis estudiantes. Son cientos de estudiantes (y libros), muchos de calidad asombrosa. Valió la pena crear la maestría. Algunos de estos estudiantes llegaron sin haber escrito nada serio, solo con ganas de ser escritores, como me pasó a mí con René Marqués. En menos de un año ya estaban escribiendo sus primeros cuentos. Ah, y varios, a su vez, se han convertido en mentores de escritores noveles. Estos son los que llamo mis nietos literarios ya que no los conozco pero son hijos de mis hijos literarios. Y son bisnietos, por tanto, de René Marqués, Pedro Juan Soto y José Luis González, que fueron mis mentores literarios en Puerto Rico, al igual que del escritor Pedro Lastra, mi gran mentor chileno.

 También en el 2007 fue nombrado Escritor Residente en esa misma institución educativa, la Universidad del Sagrado Corazón, hasta el 2019. ¿Qué nos puede hablar de ese periodo de su vida? ¿Cómo cambia la vida de un escritor cuando es nombrado Escritor Residente? ¿Qué logró hacer durante esos 12 años?

 -- La función de un escritor residente es poner en alto el nombre de la universidad que lo patrocina, proyectar a la institución nacional e internacionalmente. Bueno, le traje a la universidad los dos Premios Nacionales de Literatura que recibí durante mi estancia en la institución. Y yo era una especie de embajador extraoficial porque constantemente daba charlas y conferencias en escuelas, colegios y universidades, tanto en Puerto Rico como en el extranjero, y en todas estas ocasiones se me identificaba como el escritor residente de la Universidad del Sagrado Corazón.

Por otra parte, también proyecté a la universidad inmensamente en el campo cultural porque Sagrado se convirtió en el punto de encuentro de la literatura puertorriqueña. Semanalmente hacíamos presentaciones de libros, foros, charlas, una gran cantidad de actividades con escritores de todo Puerto Rico, de todas las universidades, y del exterior, que se nos acercaban porque éramos la única maestría en Creación Literaria de Puerto Rico. La fundé en el 2004.

Además, en el plano individual, me tomé la iniciativa de escribir una serie de anuncios de
servicio público para la televisión que promovían a la universidad en todo el país. La más conocida tal vez es la campaña llamada “Idioma defectuoso, pensamiento defectuoso”, que causó un gran impacto en la isla. El anuncio lo pasaban continuamente por televisión en todos los canales. Fomentaba el uso correcto de nuestro idioma. El Dr. José Jaime Rivera, quien me nombró escritor residente, es un visionario y sin dudas el mejor presidente que ha tenido o tendrá la Universidad del Sagrado Corazón. Él me contaba que cuando iba a una reunión en una empresa u otra universidad, con frecuencia alguien comentaba con respeto: “Bueno, todos tenemos que hablar bien y no cometer errores porque aquí está el presidente de Sagrado”.

Fueron muchos años. Y, como soy incansable en estos asuntos, la verdad es que no recuerdo ahora todos los logros. Además de la campaña del idioma, creé otras como la campaña de la cultura, en que participaron figuras como Gilbertito Santa Rosa, Tito Trinidad y varias otras figuras distinguidas de este país. Y creé la Videoteca Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón, en la que grabé charlas mías con varias decenas de los escritores más importantes de Puerto Rico, desde Enrique Laguerre y Abelardo Díaz Alfaro, hasta algunos de los más recientes. Ah, de vez en cuando también daba talleres de cuento gratis a la comunidad, pero esos se me hicieron difíciles porque cuando los anunciábamos aparecían unas cien personas, lo cual era demasiado para un taller. Por eso los tuve que suspender.


Ah, por poco olvido que creé el Campeonato Mundial del Cuento Corto Oral, una competencia con un buen premio, presencial, a la que acudían en masa escritores de todo Puerto Rico, incluidas las islas de Culebra y Vieques. Dirigí este campeonato durante 11 años. Lo ganaron escritores que ahora son famosos en Puerto Rico y han recibido muchos otros premios. La Editorial Norma y el periódico El Nuevo Día patrocinaban el campeonato, junto a mi Programa de Creación Literaria.

El título de la actividad fue otra broma literaria mía. Siempre me ha impresionado que en Estados Unidos celebran una “serie mundial” de pelota en la cual solo participan equipos de Estados Unidos, y hace relativamente poco añadieron un equipo de Canadá. Desde niño yo me preguntaba por qué decían “mundial”. Un día, varios amiguitos del vecindario tomábamos limonada en casa, preparada por mi madre. Anuncié que el primero en vaciar el vaso sería el campeón mundial de las limonadas. Ernestito ganó la competencia. Al crecer, comprendí que ese “mundial” era pura arrogancia, jactancia imperial. Y me dije que si una competencia solo en Estados Unidos era mundial, que mi campeonato de cuento también lo sería. Yo me reía cuando algunas personas, en la prensa o las redes sociales, comentaban el título del campeonato con indignación. Cómo era posible que un campeonato nacional de Puerto Rico fuera mundial, decían. No tenían sentido del humor. Ningún escritor, en once años de competencias, jamás cuestionó el título. Comprendían la sátira.

Algunos estudiosos dicen que la joya de la corona en la gestión cultural de Luis López Nieves ha sido la realización y el desarrollo de CiudadSeva.com, un portal cibernético muy popular entre los lectores cibernautas. ¿Qué es CiudadSeva.com, en palabras de su propio fundador? ¿Qué ha logrado, a través de los años?

En la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra de Santo Domingo
-- Comenzó de manera inocente en el 1995. Siempre me ha gustado la tecnología, quizás
porque mi padre era ingeniero electrónico. En la Navidad de 1995 un amigo me envió un programa para hacer páginas digitales, que en ese tiempo apenas comenzaban y casi nadie sabía lo que eran. Cuando empecé a crear la página el programa, que era bastante automático, me preguntó qué nombre llevaría el portal. Sin pensarlo demasiado escribí “Ciudad Seva”, porque “Seva” es el nombre de un pueblo que me inventé en mi primer libro. Ahí quedó el asunto. Yo no tenía planes para el portal. Casi lo abandoné.

Pero luego pensé que sería una buena herramienta, una vitrina para dar a conocer mi obra literaria en el mundo, y esa se convirtió en la razón de ser principal de Ciudad Seva. Sin darme cuenta, me convertí en el primer escritor de lengua española en tener una página digital o portal. Y en uno de los primeros en cualquier idioma del mundo.

Continuamente me pedían información sobre mis libros o mi vida, o copias de entrevistas o ensayos sobre mi obra. Entonces descubrí que en vez de tener que fotocopiar esta información y enviarla por correo postal individualmente a cada periodista, profesor, estudiante o lector que me preguntaba, pues se me ocurrió poner toda esta información en Ciudad Seva. Cuando me pedían algo les contestaba que podían encontrarla, y mucho más, en CiudadSeva.com. Era conveniente porque podían ver, digamos, las reseñas o entrevistas sobre mi obra, e incluso las podían imprimir. Hasta el día de hoy todo texto que sale en una revista o periódico sobre mi obra, cuando nos enteramos, lo ponemos en Ciudad Seva tan pronto posible. A veces nos tarda años enterarnos, pero estamos pendientes.

Luego, como les asignaba a mis estudiantes muchos cuentos, algunos eran de autores poco conocidos, difíciles de conseguir en librerías o bibliotecas. Un día, porque ya la mayoría de mis estudiantes tenía Internet, de pronto se me ocurrió poner un cuento en Ciudad Seva para que todos pudieran leerlo. “Bola de Sebo”, del francés Guy de Maupassant, fue este primer cuento. Luego seguí subiendo cuentos. El segundo cuento, “Un asesinato”, fue del ruso Anton Chejov, lo recuerdo. Y me acuerdo claramente de que el tercero fue “La esperanza”, de Villiers de L'Isle Adam, a veces difícil de conseguir en librerías o bibliotecas. A partir de ahí ya no recuerdo el orden en que fui subiendo cuentos. Así comenzó todo allá para el año 2000. Hoy día, en el 2024, en Ciudad Seva tenemos unos 24 mil textos literarios; es una de las principales bibliotecas digitales del mundo, en cualquier idioma. Recibimos hasta cien mil visitantes al día.

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Además de los cuentos, mi esposa, la escritora Mara Daisy Cruz, se encarga de la sección de poemas, que también es muy grande. Y tenemos secciones de minicuentos, teatro, aforismos y textos misceláneos. Otra sección importante es “Sobre el arte de narrar”, muy visitada porque incluye consejos de maestros escritores, consejos técnicos y textos que teorizan sobre el arte de narrar. Esta sección es utilísima para jóvenes que empiezan a escribir... y para no jóvenes que quieren pulir sus destrezas.

Luis López Nieves y Mara Daisy Cruz

Otro proyecto notorio de Ciudad Seva es la serie de talleres y foros, todos gratuitos, dirigidos por 20 escritores e intelectuales destacados del mundo. Por ejemplo, tenemos talleres de cuento a nivel básico, intermedio y avanzado. Talleres de minicuento, poesía y novela. En estos talleres los participantes aprenden a escribir. También tenemos foros como CineSeva, Foro Cuento Infantil, TertuCuento y TertuNovela, en que los participantes leen y luego analizan y discuten películas, literatura infantil, cuentos, novelas, etc. En estos talleres y foros participan muchos miles de personas del mundo entero y de todas las edades. Son gratis y están dirigidos por moderadores de prestigio, escritores y especialistas en sus respectivas áreas. Invito a cualquier persona que esté leyendo esta entrevista y que crea estar interesado a que vaya a CiudadSeva.com y se una al grupo de su preferencia.

Bueno, la verdad es que ni recuerdo todos los proyectos de Ciudad Seva en este momento. Han sido 29 años ininterrumpidos y siento enorme satisfacción cuando visito algún país de habla hispana y me dicen que Ciudad Seva es el primer lugar al que acuden cuando desean leer un cuento o poema. Estamos recibiendo hasta 101 mil visitantes diarios. Esta ciudad que comenzó casi por accidente, y cuyo nombre también fue un accidente, se ha convertido en parte fundamental de mi vida y de mi obra como escritor, es una extensión mía. A veces nos escriben a Ciudad Seva, supongo que debe ser jóvenes, y nos preguntan dónde queda la ciudad físicamente, en qué país o continente. Ciudad Seva es una especie de polis griega virtual, gobernada por mi esposa, Mara Daisy Cruz, quien es la administradora. 



¿Cuáles son los diez libros de cuentos favoritos de Luis López Nieves? ¿Y, cuáles, también, son sus cuentos favoritos?

-- Estoy leyendo desde que soy niño. Cuando leo no lo hago solo para entretenerme, digamos un libro al mes o algo parecido. Al contrario: desde antes de entrar a la universidad comencé a leer de forma masiva porque quería ser escritor. Además de los libros que me interesaban, que son cuantiosos, también tuve que leer la inmensa cantidad de libros que me asignaban los profesores. Hice maestría y doctorado en Literatura; durante estos años yo leía hasta dos libros al día. Es decir, he leído cuantiosamente, y la gran mayoría ha sido Literatura. Ah, por poco olvido Ciudad Seva: esos 24 mil textos los he leído todos. Los leo antes de subirlos. Han sido 24 años desde que empecé la Biblioteca Digital Ciudad Seva. ¿Y por qué te abrumo con este resumen? Para decirte que es tanto y tanto lo que he leído, y en el camino me he encontrado con tanto texto prodigioso, que se me hace difícil decir cuáles son mis favoritos.

Pero hace unos años, ante esta pregunta, un día reflexioné y de pronto, sin haberlo planeado ni analizado profundamente, dije que mi padre literario es Cortázar, mi abuelo Kafka, mi bisabuelo Stendhal y mi tatarabuelo Cervantes. No sería el escritor que soy sin haber leído
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Rayuela y los cuentos de Cortázar. Tampoco lo sería si no hubiera leído El proceso y “La metamorfosis” de Kafka. Amo la literatura francesa, que tiene tantas novelas sensacionales, pero de todas ellas creo que mi favorita es Rojo y negro, de Stendhal, que he leído al menos 25 veces. ¿Y qué puedo decir de ese monstruo literario que es Cervantes? Ningún autor de lengua española sería lo que es si Cervantes no hubiera existido porque fue él quien puso a nuestra lengua en el mapa universal de la literatura. Y ningún escritor del mundo sería lo que es porque Cervantes inventó la novela moderna. Leer el Quijote cuando uno es un muchacho, como me pasó a mí, deja una marca; es como una vacuna que nos protege a los hispanohablantes durante el resto de nuestras vidas.

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Aclaro, sin embargo, que naturalmente no escribo como ninguno de estos autores. Jamás lo intenté precisamente porque fue Cortázar quien me enseñó que los autores jóvenes deben “matar a papá”; o sea, tienen que aprender de sus maestros, pero llega un momento en que es necesario desprenderse de ellos. De lo contrario, el autor se autocondena a ser un mero epígono literario, un imitador, y nunca será un creador original.

En fin, aparte de estos cuatro autores que te acabo de mencionar, claro que tengo otros cuentos y novelas que llevo cerca del corazón. En mi página CiudadSeva.com creé una sección que se llama “Calle Seva”. Allí, a través de los años, he puesto listas de “Algunos de mis cuentos favoritos”, “Libros que no pude soltar”, “Las mejores novelas de la literatura universal” y otros documentos similares. Invito a los lectores a que se acerquen a estos textos.

La lectura, en esta etapa de mi vida, me funciona de manera curiosa. Hay días en que despierto con deseos de releer una novela querida como Rojo y negro, Papá Goriot, Crimen y castigo, Guerra y paz, Contra natura (de Joris-Karl Huysmans), Torquemada en la hoguera, El sitio de Constantinopla, El conde de Montecristo o Rayuela. Otros días despierto con deseos casi incontrolables de releer La Ilíada, para sumergirme en ese delirante mundo de los dioses griegos; El cantar de Roldán, para revivir ese mundo medieval de batallas sangrientas y absurdas; o el Cantar de mío Cid, para saborear las raíces de lengua española y reencontrarme con viejas palabras olvidadas que a veces me gustaría resucitar.Y, para concluir, agradeciéndole esta entrevista que nos ha concedido: ¿Qué próximos proyectos literarios de Luis López Nieves pueden esperar los lectores? ¿Qué nuevos libros suyos están a la vuelta de la esquina?

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-- Ya terminé mi nueva novela que se titula Toda la sangre del mundo. Es una novela larga, diferente a todo lo que he escrito antes. No es una novela histórica, aunque hay historia; tampoco es un texto absurdo ni satírico, aunque hay sátira. La llamo una “novela genealógica”. Cuenta una historia de amor que dura 2000 años. Ninguno de los personajes es inmortal ni vampiro. Entonces, ¿cómo puede durar dos mil años esta historia de amor? De nada vale que yo lo explique: es necesario leer la novela para entenderlo.

Tengo otros proyectos como Últimas palabras, que consiste de una colección de cuentos en que me invento las últimas palabras de personajes históricos famosos como Isabel la Católica, san Pedro, el Che, Voltaire, etc. Y Mujercitas, una colección de cuentos en que he tomado tramas normalmente protagonizadas por varones... pero mis protagonistas son siempre mujeres. El resultado ha sido fascinante. Las mujeres son más interesantes que los hombres.

 

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