por Carlos Esteban Cana
José Manuel Solá |
Poemas (1994), José Manuel Sola |
Carta abierta a mi hijo
V.
Ahora
me pregunto si entenderás mi canto
que
es de amor a la tierra y es de lumbre y es de llanto.
Pienso
que en este tiempo de los ordenadores
nos
parecen mentira los astros y las flores.
Entiendo
que tu tiempo no es mi tiempo, hijo mío,
pero
la misma estrella llora en el mismo río.
Y
te digo que es triste saber que hay cosas bellas
si
no abrimos el alma para ver las estrellas…
Si
es que no nos sorprende, a la luz del otoño,
el pequeño milagro de encontrar un retoño.
Y también me pregunto si aprenderás mis versos
melancólicos, tristes, solitarios, dispersos…
Los versos que la vida sobre mi frente labra
con un fulgor de luna temblando en mi palabra.
Ven y toma mi mano, ha llegado la hora
de emprender el camino que conduce a la aurora…
Miércoles de ceniza
El
cielo es gris y ancho. Miércoles de Ceniza.
Ni
una hoja. Ni un ave. Y la mañana toma
como
un silencio triste. Un tenue, suave, aroma
se
alarga por las ramas como un hilo de brisa.
Dos
niñas y un anciano van subiendo de prisa
la
escalera del templo. Una monja se asoma
y
su túnica vuela como mansa paloma
y
doblan las campanas que llaman a la misa.
Miro
la mano herida de Jesús solitario.
Y
pienso que me mira. Y contemplo un rosario
de
rolitas silvestres llegando al ventanal.
Y
de repente el día es claro como el lino
y
alguien de otro pueblo, callado peregrino,
dibuja
su silueta a la luz del portal…
Poema para el año 10,002
Vivir
eternamente. Más allá del milenio.
Más
allá de estas cosas que un día han de pasar.
Vivir
sobre esta tierra más allá del recuerdo
de
la guerra y del llanto. De tu voz. Más allá…
Vivir
eternamente. Redescubrir el fuego.
Fiero
azul asesino. Tigre azul. Y mirar
cómo
lame con ira lentamente mi mano
y
beberme en el llanto de su grito. Más allá…
Caminar
por la tierra con las manos heridas.
Gritar
hasta que el eco se canse de gritar.
Sentir
hambre. Estar solo. Y ver cómo los astros
se
encienden a los lejos y giran. Más allá…
Buscarte
entonces. Correr. Hacer tu nombre nuevo.
Pétalo
y voz y ola. Alga. Estrella de mar…
Y
encontrarte en mi herida. Nacida tiernamente.
Amarga
y dulce y mía. Y amarte. Más allá…
Soneto
final
Caballo
azul la noche se pierde a lo lejos
galopando
luceros por sobre la nostalgia…
Más
allá de los cerros la luna te ilumina
y
tiendes al rocío el cordel de tus lágrimas…
¡En
dónde estás ahora que te recuerdo mía,
compañera
silencio, compañera lejana…!
El
girasol celeste se levanta en tus ojos
y
violetas de fuego caen sobre tu alma.
La
alondra de la lluvia canta serenamente
deshojando
los árboles sobre la guardarraya
que
tiembla sobre el río y se deshace en ecos…
¡Quién
pronuncia mi nombre, de dónde viene el canto…!
Detrás
de los almendros va girando la brisa
y
el cordel de la noche me mira a la distancia…
Es poesía inmortal.
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