domingo, septiembre 11, 2011

En las letras, desde Puerto Rico (Serie Conversaciones fragmentadas)

Antonio Aguado Charneco hace comentarios sobre su novela LuzAzul y su manera de construir los personajes

por Carlos Esteban Cana

Entre las múltiples conversaciones que tengo grabadas con el narrador Antonio Aguado Charneco, encontré en mis archivos una que se ocupa de la novela LuzAzul, título que circula en estos momentos por las librerías bajo el sello de Isla Negra Editores. Como dice el propio autor, en esta novela los amores cruzados, ambiguos e inesperados habitan constelaciones de una trama que se desarrolla en medio de una huelga universitaria. Me consta que pasaron años de corrección y retoque para que este nuevo título de Aguado Charneco estuviera disponible. Lo mismo ocurrió con la novela Anacahuita: Florespinas, publicado por La Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Pero Tony, incansable y entusiasta como siempre ha sido, en su argot riopedrense, apunta al respecto: “El desierto se cruza paso a paso y cada paso nos acerca más a la meta.”

Antonio Aguado Charneco: LuzAzul es una novela relativamente corta. No sé como hablar de ella sin ser anticlimático porque no quiero dar a conocer la clave, el secreto de la trama. Estamos acostumbrados a novelas heterosexuales, muchísimas. De un tiempo para acá se han realizado novelas que tocan la problemática del prejuicio, de la homofobia, de los talantes diferentes, de los amores sáficos, lésbicos y homosexuales, pero muy pocas tratan de la bisexualidad. Y en torno a eso es que gira la novela.
Cuando uno construye un personaje, como escritor uno aspira y procura que de las páginas salga esa mano que agarre el corazón del lector. Es como decir que Enrique Laguerre nunca picó caña, ¿verdad? y, sin embargo, escribió acerca del obrero de la caña como nadie. Lo que hace falta es ser observador. Atreverse a hacer preguntas. Porque algunas de las amigas y conocidas que admiten ser bisexuales, que luego prefieren no ponerse ninguna etiqueta pero que aún así admiten ser bisexuales, yo les pregunto, ¿y cómo llegan al orgasmo? Entonces ellas me explican las diversas formas en que lo logran. Muchas experiencias en la novela no son mías, sino que son vicarias. Y por otro lado, ese tanteo que uno hace hacia esas personas se hace sin prejuicio alguno pero siempre curioseando, y muchas veces te encuentras que no se molestan, son muy pocas las que se incomodan cuando se les aborda sobre esa temática tan tabú, que cada vez lo es menos gracias a Yocahú. Entre una cosa y otra contestan tus preguntas y tú vas estructurando. Pero aquí sigue dándose ese fenómeno de la literatura en el que las cosas siguen por su propio cauce. Tú intentas enviarlo por otros márgenes pero ese personaje se rehúsa a seguir las pautas que el autor le dicta. Como que va por su propia ruta, y a fin de cuentas uno dice ¡Ah, pal carajo, pues sigue por ahí! En los cuentos eso ocurre en menor grado por la brevedad del género.
También, entre medio de las dos orejas hay un archivo propio en el que, ocasionalmente, tú escribes algo como un trazo, como un boceto, por el cual crees que te vas a dejar llevar y no siempre ocurre así. A veces tú planificas un personaje como personaje protagonista y acaba siendo antagonista. Tú planificas un mero actante, un personaje de segunda, y él solo se impulsa a primer plano. ¡Pues, jódanse, repártanse como quieran, coño, yo no me voy a poner pulsear con eso!
El que escribe muy pocas veces calca una persona de la vida real hacia un personaje literario. Casi siempre lo que hace es que lo arma, lo monta. Yo puedo montar un personaje con unas características tuyas y otras mías, y de esa amalgama saco alguien que tiene de ambos pero que no es exactamente ninguno de los dos. Los personajes muy pocas veces, creo, son un calco de alguien. Muy contadas veces. Casi siempre es eso, ese armar el rompecabezas. ¡Táquete, y ahí sale el personaje!  
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Antonio Aguado Charneco nació en Arecibo, tierras del Cacique Jamaica Aracibo, señor de las márgenes de Abacoa. Es narrador efectivo en la traslación del lector al mundo primordial, manejador del vocablo taíno y guerrero experimentado en las lides de construir episodios del mundo original de nuestros antepasados, como les llamaba Corretjer. Sobresalen en su obra con fuerza y realismo mágico las novelas Bajarí Baracutey: el taíno de la cueva (1993), mención honorífica en el certamen del Ateneo; Anacahuita: Florespinas (2006, EDUPR), primer premio en los Juegos Florales de San Germán. Así como Ouroboros: seis cuentos galardonados (1985), premiado por la UNESCO y Sendero umbrío –cuentos- (1997). Entre sus obras inéditas destacan las novelas Guarocuya (3ra de la saga indigenista); Mediomundo (en torno a unos inmigrantes de Islas Canarias); LuzAzul (de temática erótica) y las colecciones de cuentos: Narcocuentos; Al sur del ombligo; Flores de muerte (relatos de Méjico); Cuentos con Zeta; Hálitos del Averno (antología) y Soseiva Sotaler en los Umbrales Umbríos. También tiene varios libros de ensayos.

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