domingo, febrero 26, 2006

¿Qué puedo hacer?

Por Angelo Negrón

—“El papel aguanta lo que le pongan”.—la escuché decirme esa vez y atiné a contestarle:


— Estoy de acuerdo: pero también sé, que depende de quien lea para que tenga valor lo escrito.


Mis palabras deberían haberla llevado a un entendimiento de lo que sinceramente pensaba y que aún, a pesar del tiempo transcurrido, reflexiono...

¿Saben? No puedo creer que hace unos días pensaba que, si no estaba ella, la luna dejaría de brillar, los árboles se marchitarían sin remedio y las ganas de comer se esfumarían. Pero como saben, nada ha cambiado, excepto el hecho de que ella no está. Desde que la conozco me acostumbré tanto a extrañarla que esa clase de dolor me es familiar. El vacío que llenó sigue intacto pues sigue llenándolo de igual forma. Aunque a decir verdad su presencia sigue siendo un alto influjo en mi piel. Mis ojos aún buscan perderse en su mirada y mi boca gastarse a besos en sus labios. El hecho es que la amo y aunque me aparté de su existencia mis lágrimas siguen suspirando heridas por incomprensión. Quisiera pensar que todavía no la conozco; que estos días son sólo malos momentos que no se repetirán en siglos y que las mariposas en mi estomago volverán a revolotear y a crecer sin detenerse por el miedo a sufrir.

Escuché también, más de una vez, que no entendía como podía dudar de su amor. ¿De qué otra forma reaccionar? Quisiera vivir mis sueños y abandonar mi entorno, pero llevo demasiado tiempo haciendo ambas cosas. Tanto; que ya no reconozco en cual dimensión me encuentro ahora. Lo que sí puedo asegurarles es que de todas formas el besar no es sinónimo del amor y el sexo, aunque es fuente inagotable de amor, no siempre se le trata de esta forma. Dos cuerpos desnudos pueden expresar muchos sentimientos y mis dudas; nada tienen que ver con el hecho de que ella haya sido mía, sino con la realidad o el sueño de que lo haya sido por completo. Les sonará leído, pero lo que quería de ella era más que besos, piel y sexo. Yo codiciaba su alma en la compañía de miradas cómplices y leales al amor; al puro amor. No pretendía que cambiara, por el contrario, deseaba que fuera ella misma. Tal vez me haya equivocado y la idealicé. Tal vez no siempre se comportó como en realidad es. Yo recuerdo a una mujer libre de soberbia. Capaz de quitarse las mascaras ante mí y volver a colocárselas sólo cuando estaba segura de que yo no dejaría de reconocerla.

Entonces: ¿por qué me trató como si fuera yo un desconocido? ¿Porque me hizo sentir como si mis reacciones nacieran de la nada y no de las actitudes que ella asumía cuando no tenía el control de algo? Después de todo; sólo fui y soy un reflejo de ella. Lo nuestro fue especial, su medida se comparaba solamente al alcance de nuestros sentidos expuestos al antes, durante y después de la entrega de nuestras almas. Definitivamente, cuando éramos uno, en la inmensidad de nosotros siendo universos, florecían y crecían nuestros sentimientos y se bañaban con los sueños y realidades de amarnos, de darnos por completo. Lo que me hace recapacitar en mis palabras y querer aclararlas...

...debo aclarar que no he dudado siempre de su amor. Excepto por los momentos de celos furtivos y las veces de angustias a las que he llegado ante el encuentro de no reconocer a la mujer cuya superficie me sirve de espejo; he visto sus días como unos llenos de amor hacia mí. Espero que perdone pues, mis dudas, mis celos y mis palabras...

¿Sigue ella siendo mi mejor amiga y confidente? No puedo negarme la felicidad de seguir recordándola como tal, pero ¿qué debía hacer con el recelo de abrir la boca y pronunciar algunas silabas que pudiesen dolerle? Aunque yo entienda que la unión de tales palabras en una oración no era ofensiva y si parte de un párrafo que complementaria una conversación ¿Era preferible quedarse callado? Apartarse. Sí. ¡Díganlo! Soy un extremista. La comprensión de los hechos es algo individual. Eso me lo enseñó ella también. Me presentó una vez un reportaje de periódico y filosofamos sobre el mismo largo y tendido. Eso es algo más de lo que extraño de ella. Aquellas largas conversaciones, divertidas, entretenidas y muy profundas. Esa vez el reportaje se titulaba: “Las cosas son como son y nosotros las vemos como somos”.

¿Y que con aquello de que ella y yo somos uno? ¿Cuál es la forma correcta de ver todo esto? No tenemos porque dolernos así y a pesar de que no este viendo nuestra sonrisa sólo espero que nuestros ojos vuelvan a brillar ante la presencia del otro. Si no es por la pasión de vernos como amantes, que sea por la felicidad del encuentro de dos miradas amigas. La fortaleza de un amor que es más grande que nosotros mismos y al que descubrí tan frágil como nosotros mismos quisimos que fuese.

No niego que ella es mi tema favorito; nunca lo he negado: ella es mi obsesión. Lo que contradigo es al hecho de que nuestra felicidad únicamente está al lado del otro. En el pasado, tiene que haberles sucedido en alguna ocasión lo que a mí: Tuve que separarme de lo que entendía era lo más preciado. Mi corazón quedó destrozado en más de una ocasión y todos estos fragmentos que quedaron me hicieron comprender que la punta del iceberg es sólo un lugar para salir a respirar y apreciar el horizonte. El ser humano se renueva a si mismo constantemente, sino ¿cómo explicar nuestra continua adaptación? Sólo le he presentado raciones de mi corazón y, aún así, la amo con la fuerza de mil huracanes, imaginen cuanta pasión he depositado en sus latitudes y cuanto amor podría arrasarla. Cambió mi vida por completo y eso se lo agradezco. También me enseñó que puedo amar con todo mi ser. Por lo tanto; elijo seguir sus enseñanzas, opto por amar...

...por amar a la mujer que un día me salvó de las pesadas cadenas del ayer y me llevó a ser mejor persona. Si ha cambiado para su bien; para su beneficio y no para el de ambos, sigue estando bien conmigo, seguiré amando, aunque nos separen actitudes contrarias a las que admiré y lograron que me envolviera en el amor. Aunque ella diga que el pasado ya caducó y le reste valor a la evocación de situaciones para aprender de ellas; yo les garantizo que seré parte de su recuerdo. Por tanto: la maldigo. Será la misma maldición que cargare yo; la de amarla lo necesario y lo innecesario... ¿Qué hará entonces? ¿Sonreirá y me tratará como a su mejor amigo o seguirá siendo una desconocida? Creo que no liberará ese abismo pues padece de soberbia, algo que admite, pero no desea abandonar. ¿Que puedo hacer? Después de todo somos lo que somos; nada cambiara eso, siquiera la distancia, siquiera el amor, siquiera como lo veamos...

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