lunes, junio 13, 2005

Conversaciones II

Por Angelo Negrón

...en el mismo bar. Esta vez no hay clientes que yo conozca. Escogí la mesa más lejana de la barra y hablo, como algunas veces, con… mi conciencia…
— Veo, veo…
— ¿Que ves?
— Una cosita…
— ¿Con que letresita?
— Con la letresita O
— Obtener.
— No, esa no es.
— Orgasmo.
— Je, je, je. Esa tampoco.
— Ofrenda.
— Creo que no adivinaras.
— Obsesión.
— Estoy algo obsesionado con la palabra que debes adivinar, pero no, esa no es.
— ¡Me rindo!
— ¿Tan pronto?
— Si, quiero saber.
— La palabra es Olvido…
— Estuve a punto de decirla y la obvie.
— ¡Perdiste!
— Si. Y ¿todavía piensas en olvidar? Mientras tratas de olvidar es porque todavía recuerdas.
— Si, lo sé. Pero, quiero olvidar o al menos no pensarla tanto.
— Ja, ja, ja. Eso mismo dijiste hace mucho y aún sigues recordándola.
— Es que el amor es así… Además, no se olvida de la noche a la mañana lo que has vivido con sinceridad.
— Creo que no se trata de olvidar. Sino de recordar.
— ¿Qué dices?
— ¡De eso mismo! Te la pasas quejándote de querer olvidar algo que fue hermoso.
— Si, pero es que no terminó bien.
— ¡No importa! No terminó bien, porque aún no ha terminado. No al menos de la forma en que lo estas haciendo. Entiéndelo; Mientras quieras seguir olvidándola; ese final sigue de la forma incorrecta. No habrá nada que te aliente. Ninguna respuesta que te de cualquiera, ni tu mismo, será la correcta. Es mas, como te dijo aquella amiga en la universidad: “es que aunque ella regrese y te de mil explicaciones y mil excusas, ninguna será valida porque estas bien dolido.
— Si, es como Shakira: “No solo de pan vive el hombre y menos de excusas vivo yo…”
— ¡Lo ves! ¡comprendes lo que digo! La manera correcta es que la recuerdes. Cada día, cada momento. Sin dolor, con la alegría de haber podido conocerla, de haber podido compartir con ella. Cuando logres esto, será muy fácil dejar de sentir esa amargura, esas depresiones y sobre todo ese obsesivo querer olvidar.
— ¡Si fuese tan fácil!
— No seas pendejo. Si, es muy fácil. ¿Recuerdas a la primera mujer que besaste?
— ¡Claro que si!
— Al principio cuando dejaron de verse ¿Cómo te sentiste?
— ¡Destruido!
— ¿Ah si? Piensa en ella, que recuerdas.
— Recuerdo su nombre: Mariluz, el color de su cabello: Rubio, sus ojos: Café: sus labios: poco pronunciados, su cuerpo: esbelto, su…
— Perdona que te interrumpa en tan descriptivas lista de palabras, pero es que; me refería a como la recuerdas: ¿con amor profundo, con odio y angustia?
— ¡Nada de eso! La recuerdo con mucho cariño. Me enseñó el poder que tiene un beso.
— Por eso. ¡Tu mismo te contestas! Primero mencionaste que quedaste destruido y ahora dices que la recuerdas con cariño.
— ¡!
— Con el tiempo veras que los momentos que vives son mágicos. Y que si los recuerdas como lo que son, ósea, vivencias, serás feliz…
— Esta bien, pero es que ella no es cualquiera. No se trata de una niña, sino de mi alma gemela.
— Lo sé. Acaso te olvidas de con quien estas hablando. Debes creerme; en vidas pasadas hemos tenido esta misma conversación…Entiéndelo de una buena vez: debes recordar lo feliz que has sido y lo demás llegara por añadidura.
— Lo intentaré…
— No, ¡hazlo!
— Lo haré. Ahora será mejor que nos bebamos algo. Te estas obsesionando.
— Ja, ja, ja. Un guardia diciéndole policía a otro…
— Bueno, al menos yo lo acepto. Soy un enamorado-obsesionado que busca olvidar.
— Que buscaba olvidar. Ahora recordaras.
— Brindemos por eso. Recordémosla. ¡Veo, veo!
— ¿Qué ves?
— A ella…
— ¿Cómo la ves?
— Amándome…
— ¿Con que letrecita?
— Con el abecedario completo…
— ¡Espera un momento! Eso no rima…
— ¿Qué no? Tendrías que vernos; somos dos rimas libres en el poema de la vida…

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