sábado, julio 13, 2024

En las letras, desde Puerto Rico: Tras la huella de un escritor familiar, de bajo perfil (y de culto), Juan Carlos Fret-Alvira

por Carlos Esteban Cana

 




Conocí al escritor y profesor Juan Carlos Fret-Alvira en la Escuela de Comunicación Pública del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico, a inicios de los 90. En esa época, aún siendo reservado por naturaleza, él nos abrió la puerta a aquellos que queríamos ser sus amigos y de ahí nace su colaboración continua en Taller Literario; no tuvo reparos en formar junto a Rodrigo López Chávez, Joel Villanueva Reyes (QEPD) y este servidor el equipo de redacción de la revista y desde entonces he tenido mucho que agradecerle. Fue de los primeros escritores que leí que transitaba por el microcuento como si de un aleph se tratara; en pocas líneas trazaba en sus historias una espiral de sucesos y saberes que de inmediato, por el mero gusto de volver a experimentarlo, volvías a la primera oración con fruición hasta el punto final. Con el tiempo Juan Carlos Fret-Alvira se ha convertido en un escritor familiar (y de culto) para aquellos que leemos publicaciones periódicas boricuas, aunque él, como autor, ha mantenido, hasta la fecha, un bajo perfil público: todavía no cede a presiones editoriales para reunir su obra en varios libros.  .

El equipo de redacción de la revista Taller Literario - Joel Villanueva, Carlos Esteban Cana y Juan Carlos Fret-Alvira

Juan Carlos Fret-Alvira ha publicado ensayos, cuentos y poesía en los periódicos Claridad y El Nuevo Día; en las revistas Taller Literario, Corpus Litterarum, 80 grados, Cruce, Le.Tra.S., Exégesis, El Achiote y Letras Salvajes; en las antologías Plomos (Atarraya Cartonera), Continuidad de las voces, Felina, Sandino, Orgullo de América, Suturas, Antología poética del IV Grito de Mujer, Narrativa Puertorriqueña: lugares imaginarios y Antología: 2do Certamen nacional de microcuentos José Luis González.

A continuación, “En las letras, desde Puerto Rico”, aquí en Confesiones, comparte una breve antología de este escritor boricua que ha sido premiado en certámenes literarios de la Universidad de Puerto Rico, la Universidad Politécnica y el colectivo Guajana. Con ustedes, estimados lectores, Juan Carlos Fret-Alvira.



¿A QUÉ HUELE LA SANGRE?
 

Poco a poco saldrá e intentará llenar los vacíos,

a borbotones saldrá, desesperada,

con prisa de llegar a aquellos límites.

Su color crecerá en la mirada

y su tacto será húmedo, frío o caliente.

Puede ser que lleve mis dedos a la boca

o mi lengua viaje hasta ella y la trague, dulce o salada,

puede ser que me sacie la sed, el hambre.

Escucharé su rumor de salida, de fluir continuo,

de ola que arrasa.

¿A qué huele la sangre?

 

Juan Carlos Fret-Alvira 

 APUESTO POR EL SALTO AL VACÍO

 

Apuesto por el salto al vacío

cuando los demás te piden que te quedes parado

y coloques el punto final.

Porque ese paisaje es bonito,

pero el mismo por el resto de la vida;

mientras este está lleno de incertidumbre,

comas,

signos de pregunta,

puntos suspensivos…

y al chocar con rocas, tierra o agua

y mis vísceras y cerebro queden desparramados,

despertaré,

pasaré a otra vida,

habré dejado el ancla para siempre.

Juan Carlos Fret-Alvira

 

SACO LAS GARRAS OCULTAS EN MIS PATAS Y LAS DESPLIEGO

 

Saco las garras ocultas en mis patas y las despliego,

el peligro me obliga, el deseo me impulsa;

vuelta la mirada del que llega y piensa atacar,

convertido este en pan para el consumo,

las entierro en su piel,

que poco a poco sede hasta el desgarre, hasta el hueso;

sus ojos ya no verán más allá de mí,

su sangre toda será signo,

no será desperdiciada,

mi aullido lo confirma.

 

Juan Carlos Fret Alvira con los integrantes de Taller Literario

 ACERCA TU BOCA A LA MÍA

 

Acerca tu boca a la mía,

siente el sabor de mi saliva,

mezclándose con la tuya,

dejaremos los microorganismos de uno en el otro,

y quedará el vacío,

de lenguas movedizas,

de pulsaciones en cre-ci-MIEN-TO,

de labios que apenas se tocan y se se-pa-ran,

que se frotan,

mojados y secos,

saciados y sedientos,

de esa saliva,

de esos microorganismos,

de la presencia que luego será ausencia,

de la ausencia que luego será presencia.

 

Aléjala,

dame espacio.

Aproxímala,

no la dejes ir.

 

Más allá de las pieles,

en la espesura del cerebro,

yace, palpita, gira…

la verdad y la mentira de todo esto.

 

Juan Ca

 RESPUESTAS  

 

Larga sombra mía que cae sobre mí.

Alto sol, alta luna.

Menguante sol, menguante luna.

Ido sol, ida luna.

 

Nadie sale ileso de ella, me decía un amigo...

¿Qué es?, ¿qué es?, ¿qué es?

¿Salimos alguna vez de ella o seguimos siendo esa herida?

 

Nos marca de por vida,

para bien,

para mal.

 

Si estamos rodeados de amor en esos primeros años que algunos llaman infancia,

ese amor será una condena.

Si estamos rodeados de odio en esos primeros años que algunos llaman infancia,

ese odio será una condena.

 

¿En qué momento, a cuál edad, salimos de ella?

Algunos la definen como la inocencia.

¿Cuándo la perdí?

¿La perdí del todo?

Depende de ese amor, de ese odio.

 

¿Los años o la mente la definen?

Ambos, dicen algunos.

¿Es un presente o una preparación para el futuro?

Ambos, dicen algunos.

 

La luz y la mañana y la primavera;

la sombra y la tarde y el otoño.

Se borran las memorias,

quedan las cicatrices del amor y del odio,

hasta la última limpieza de la carne,

hasta la última limpieza del laberinto cerebral,

y solo queden los huesos, el cráneo,

y solo queden las palabras, las preguntas.

 

Juan Carlos Fret-Alvira y el escritor Esteban Valdéz

GOTAR HAAVIKKO

 

El hombre, sueco o noruego, no hablaba español, pero

entendía muy bien de pasadizos. Cerró la puerta y reco-

rrió el trayecto al revés: el pasillo, el vestíbulo, la escale-

ra, el zaguán. Abrió la puerta que dio a la calle y salió.

Miro a ambos lados del edificio que quedaba a sus es-

paldas. El ocaso frío desolaba la ciudad: apenas unos

mendigos desperdigados tratando de dormir, papeles y

hojas llevadas por el viento, algún automóvil de paso.

 

No quería volver al barco porque este lo llevaría a su

hogar. Los retornos, hasta los cotidianos, están carga-

dos de repetición; y la repetición de rutina; y la rutina

de recuerdos. Por eso se quedó esa noche en aquel

bar. Había bebido unas copas para olvidar – pero la

traición de un ser amado no se borra por voluntad o

alcohol--, sin mirar a nadie, más que al tabernero,

hasta que entró una mujer medio tímida, que parecía

buscar algo o a alguien, y que con la mirada lo esco-

gió. No era desagradable a la vista y era joven. Ser-

viría. Ella, para su propósito; él, para un poco de dine-

ro. Un cuartucho en los altos de aquel lugar, el abrir y

cerrar de la puerta en dos ocasiones, y era un hecho.

 

Luego del recorriedo a pie hasta el puerto, se detuvo

frente a un pedazo de madera que provisionalmente

une el muelle con el navío, suspiró frente a éste y de-

cidió, al fin, entrar. Era tarde, la noche había caído.

Cumplidas las tareas marinas de rigor, puso sus bra-

zos en la baranda y contempló la ciudad que se ale-

jaba. Imaginó cuando llegara a casa. Observaría a su

esposa a los ojos; la mirada de inquietud y angustia

de ella, lo satisfaría. La venganza estaría consumada.

 

Juan Carlos Fret Alvira

 ¿HAS VISTO EL CRÁNEO DE CRISTO?
 

¿Has visto el cráneo de Cristo? Nadie dice nada. Dicen

todo, que es nada. Se dice de su tumba abierta y de su

cuerpo aparecido con vida y palabra ante algunos pocos

de sus seguidores y familiares. Luego se habla de su as-

censión a los cielos, de los que no ha bajado. Lo que no

saben es que yo lo tengo. En la oscuridad de la noche,

unas monedas compran el silencio y la mirada de los

guardianes romanos de su sepulcro. Unos cuantos tras-

ladamos el cuerpo inerte a una casa apartada, donde nos

esperaban para corroborar la identificación: Juan, María y

otros que no supe quienes eran, pero que estaban relacio-

nados con la cúpula del grupo. Una vez satisfechos nos

pagaron lo acordado y nos dijeron que dispusiéramos del

cuerpo, que jamás debía ser encontrado. Pero el mercado

de las reliquias es lucrativo, así que, en lugar de enterrarlo

en un lugar desconocido o tirarlo al mar, le quitamos la ropa,

cortamos sus cabellos y uñas, y la carne la fuimos despegan-

dola de los huesos con cuchillos afilados y nuestras manos.

Los huesos, la piel, sus ropas, el pelo, los dientes y las uñas

los vendimos en el mercado negro a los mejores postores y

bajo estricta confidencialidad. Sin embargo, el cráneo quise

conservarlo yo. En un futuro valdría más de lo que consegui-

ría ahora y podría ser un seguro de vida para mi familia. Po-

dría incluso alquilarlo para procesiones o hasta rituales de

convocación de sufridas almas penitentes. Debajo de mi cama,

hay un falso piso donde lo guardo. Lo saco algunas noches

cuando todos duermen y nadie mira, para pasarle la mano por

la superficie, bordear sus cuencas y fosas nasales, y tocar su

mandíbula. A veces lo observo y hasta le hablo. De lo que digo

y el silencio con que me responde, no comentaré.      

Juan Carlos Fret-Alvira. 'Siendo perseguido por los laberintos de la postguerra junto a Orson Welles y el Tercer Hombre'.

DEANNA

 

Hola, amiga, he venido así de improviso, como el viajante que

pide alojo a la caridad del residente que quiere o termina por

ayudar. El camino mío es largo, no sé si algún día o noche ter-

minaré de recorrerlo, si llegaré a alcanzar el descanso deseado

desde que lo emprendí, pero es mía la tarea y el camino, y esta

oportunidad entre otras muchas que vinieron antes y otras que

vendrán después, para conocerte entre tantos y tantas. Gracias

por abrirme la puerta e invitarme a pasar. Ya que estoy adentro

y que te sientes en confianza ante mi presencia y has bajado tus

defensas, entendibles siempre, y más en estos tiempos, pienso,

mientras te miro sinceramente a los ojos, en que no he entrado

por alojamiento o comida en esta noche fría y desprovista de

alimento, mucho menos por dinero –es muy escaso lo que ne-

cesito— tampoco por amor, sexo o cercanía del calor humano.

En esta ocasión, como en tantos momentos aciagos, tal vez lo

comprendas en estos próximos segundos, he venido por tu alma.

 

 

Luis Rafael Sánchez y Juan Carlos Fret-Alvira

UN DÍA

 

Jesucristo volvería en toda su gloria, con fuego en una mano y

olivo en la otra, repartiéndolos según el juicio esperado. Los jus-

tos subirían con él a los cielos; los malvados descenderían con

el oculto a los infiernos. Recompensas para unos, castigo para

otro. Con esas imágenes en nuestras mentes, esperamos día y

noche, por trescientos sesenta y cinco días y trescientas sesenta

y cinco noches. Nuestro alimento eran productos enlatados que

acumulamos durante dos años en espera de las fechas profetiza-

das. Nuestro techo, una sencilla caseta que apenas nos acomo-

daba a los cinco. Nada de eso era relevante ante el inevitable a-

contecimiento. Cuando pasó la fecha estipulada, mi padre que

había renunciado a su trabajo y vendido nuestras propiedades,

murió de un ataque cardiaco y mi madre le siguió al poco tiempo.

Mis hermanos y yo vagamos por las calles, a la merced de los que

por nuestro lado pasaban. Unas monedas, un pedazo de pan: cual-

quier cosa era apreciada. Entre golpes y azares fuimos envejecien-

do y muriendo. Los detalles no importan. Eso fue hace tanto.

 

Juan Carlos Fret-Alvira, 'Silencio, solo construyamos'.


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