por Carlos Esteban Cana
Hace siete años y un poco más que
estamos sin nuestro mentor Antonio Aguado Charneco. Cuando escribo “nuestro” me
refiero a quienes constituimos el colectivo Taller Literario, grupo que nació
paralelo a la revista que publicamos a partir de 1993 durante un periodo de
tres lustros, 15 años de actividad si a los ocho números que publicamos le
sumamos nuestra participación como colectivo en el encuentro de escritores
De-Generaciones y las antologías E. M.
(Publicaciones Gaviota, 2005) y Los
rostros de la Hidra (Isla Negra Editores y Publicaciones Gaviota, 2008),
proyectos vinculados a otras revistas literarias y gestores culturales como El Sótano 00931 (Julio César Pol), Zurde (Nicole Cecilia Delgado) y Tongüas (Nina Valedón y Loretta
Collins-Klobah).
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De izquierda
a derecha: Juan Carlos Quiñones, Luis Francisco Cintrón, Antonio Aguado, Carlos
Esteban Cana y Angelo Negrón |
Tony era imprescindible en nuestro
grupo por sus consejos, sabiduría, generosidad y por su gran tenacidad a la
hora de escribir. Trabajaba todos los días en sus novelas y cuentos aunque
siempre hacía espacio para nuestras tertulias y “bohemias” en su propio balcón
al que bautizamos como “La embajada de Taller Literario”. Las anécdotas son
numerosas pero hoy quiero dejar espacio al primer episodio de un recuerdo
colectivo que se construye con la memoria de algunos “talleristas”. Sucede que
hace un tiempo les había remitido varias preguntas sobre la amistad del
“Ni-Yamoká” Aguado Charneco con cada uno de ellos. Y tengo que admitir que
entre tanta entrevista de turno no le había dado paso al primer episodio de
esta polifonía de voces que arrojaría luz sobre la huella que ha dejado el gran
Tony, el Gran Chamán como le decíamos, en nuestras vidas. Sin embargo, hoy las
palabras del narrador y editor de este blog, Angelo Negrón, me hizo recordar
esta serie de entrevistas cuando escribió acerca de su nueva foto de portada en
la red social Meta: “Con Tony Aguado
Charneco hace unos años… ¡Extraño sus palabras! Esos consejos sabios y
sinceros que ahora le hacen falta a esta mente mía. Sí, lo extraño. Es tan
necesario, como él dijo una vez, en “esos universos aviesos de Angelo”.
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La nueva foto de portada del narrador Angelo Negrón en Meta, junto al escritor Antonio Aguado Charneco |
Carlos Esteban Cana: ¿Cómo conociste a
Antonio Aguado Charneco?Angelo Negrón: “Conocí a Tony en una
tertulia en el Hotel El Convento en San Juan. Precisamente, me lo presentaste
tú. Había allí una mesa redonda de poetas y escritores a la que me invitaste. Recuerdo
que llegué tarde, casi finalizando, y al entrar escuché risas fuertes. Las
mismas eran provocadas por comentarios que estaba haciendo Tony. Al finalizar
la actividad y tú presentármelo sólo hubo un apretón de manos y el consabido
mucho gusto. Tiempo después, nos encontramos con Tony en el Coliseo Roberto
Clemente, gracias a una feria de libro y a la participación de la revista
Taller Literario en la misma. Ese día, Tony me habló como si me conociera de
toda la vida. Su saludo hermanado, sus palabras durante esas horas, a mí y a
otros visitantes, me hicieron saber que era un maestro de la vida y de las
letras”.
Carlos Esteban: ¿Cuándo piensas en Tony, como
le llamaban sus amigos, que viene a tu memoria?
Angelo: “Primero, nostalgia; lo
extraño mucho. Luego felicidad de haberle conocido. Compartir con Tony fue de
lo mejor que me ha pasado. Aprecio ese regalo que me dio la vida”.
Carlos Esteban: ¿Cuáles son los libros
y/o cuentos del “escritor residente” de Santa Rita que están entre tus
favoritos?
Angelo: “Sus novelas Bajarí Baracutey o luzAzul y sus libros de cuentos Ouroboros
o Sendero umbrío son de mis favoritos
de Tony. He tenido el privilegio de leer parte de su obra inédita y está, como
diría el mismo Tony, ‘fantabulosa’”.
Carlos Esteban: ¿Recuerdas algunos
consejos sobre el ejercicio de escribir que te haya ofrecido el Ni-Yamoká
(término taíno que utilizaba para identificarse)?
Angelo: “¡Son tantos! Tony no solo era
inspirador, también enseñaba sabiamente desde la humildad que le caracterizaba.
Reunirnos en ‘El balcón de Tony’, como solíamos llamar al lugar donde nos
congregábamos muchos aspirantes a escritor, fue lo que necesitaba para aprender
(como sabes, no provengo de la academia; mis estudios fueron en ventas y
mercadeo). Porque allí se recibía la critica justa, la que no está llena de
envidia ni ‘mala leche’ sino la de amantes de la palabra escrita. Mientras
hablabas o te escuchaba leer algo, Tony tendía a curvar su dedo y colocarlo entre
labios y nariz, como queriendo concentrarse o no decir algo antes de tiempo.
Era una especia de sello que rompía sólo para ayudarte, para hacerte ver en qué
debías mejorar. Ciertamente, considero a Tony uno de mis maestros”.
Carlos Esteban: ¿Puedes compartir
alguna anécdota con nuestros lectores acerca de Aguado Charneco?
Angelo: “Luego de leer su novela luzAzul lo visité y – entre chorizo
cantimpalo, quesos y entremeses – hablamos de esa novela y de varios cuentos
suyos. Me explicó tantos detalles: desde la inspiración que le
trajo la huelga de la UPR; las personas icónicas del pueblo de Jayuya o de Río Piedras; los
personajes nacidos en el casino y en otros trabajos que desempeñó; hasta cómo podría
ir, paso a paso, caminando el pueblo de Río Piedras dejándome llevar por
las escenas descritas por él en varios de esos escritos. En ese momento me
invitó a escribir una novela; un género al que aún no había entrado por que
sentía cierto temor y se lo hice saber. Él, sin embargo, insistió. Me dio mil y
un consejos y se puso a mi disposición. Salí de allí con la certeza de que tal
miedo se había disipado y lo que duró el viaje desde su casa en Río Piedras
hasta mi hogar en Toa Alta, no paré de pensar en sus palabras. De hecho, al
llegar a mi casa ya mi novela tenía tema y final. (Cabe decir que mi novela se
titularía Desde mi Ventana y fue Tony
quien me recomendó el título de Ojos Furtivos).
Hablar con Tony siempre era así: una experiencia educativa y emocionante”.
Carlos Esteban: Tony era un apasionado
a la historia y la arqueología, y lo que fue descubriendo lo llevó a la serie
de novelas que escribió sobre nuestros ancestros taínos… ¿Puedes hablarnos de ese aspecto de Charneco?
Angelo: “De su trilogía de novelas de
tema taino, he leído las primeras dos y están escritas magistralmente. Siempre
le dije que tenían la acción necesaria para ser producidas para cine. Leer Bajarí Baracutei me inspiró a visitar
por primera vez la cueva del indio en Arecibo y no olvidaré cuando, meses
después, la visité con él. En esa ocasión, también estaba el profesor Amílcar
Cintrón y escucharlos hablar cuando bajaron al fondo de la cueva fue enriquecedor.
Tony me dio a leer los primeros capítulos de otra novela suya que trata de arqueología
y empezaba la trama en Vieques, pero no creo que le haya dado tiempo de ponerle
el punto final. La vida se lo llevó antes…”.
Carlos Esteban: ¿Entiendes que la obra
de Antonio ha sido valorada en el panorama de las letras puertorriqueñas?
Angelo: “No, y es lamentable ese
rotundo no. En su momento fue leído, admirado y premiado, dentro y fuera de
Puerto Rico, pero creo que su labor debería seguir teniendo un sitial reconocido
y que su obra inédita fuese de interés tanto para La Editorial de la
Universidad de Puerto Rico (que publicó su novela Anacahuita: Florespinas en el 2006) como para varias editoriales
que deben reconocer su valía y buscar la manera de publicarlo. Incluso,
considero que sus libros tienen que estar en el currículo escolar”.
Carlos Esteban: Conocemos que Antonio
Aguado Charneco era fanático del buen vino, la bohemia y, por supuesto, el refranero
boricua… Recuerdas algún refrán que haya acuñado, que lo haya hecho suyo…
Angelo: “Tony tenía muchos. De hecho,
uno de sus libros inéditos es de refranes que hizo suyos. Como anécdota propia
puedo contarte que, como sabes, en el balcón de Tony se bebía mucho vino pero,
en mi caso, no acostumbraba a beberlo; solo le pedía agua. Como buen anfitrión
que era, me traía el agua, pero no sin antes advertirme que ‘es mejor el vino
porque el agua da moho’. Debo reconocer que ya, en las tertulias que llegaron después, me convenció y
degusté ‘la uva fermentada’, como le nombraba Tony al vino. Además me encantaba
escucharle llamarnos “rata” o “sátrapa”. Y en la última etapa de su vida,
cuando llegaba a visitarlo, me decía mientras abría el portón (levantando la
voz y haciendo hincapié en las repetidas sílabas finales): ‘Angelo, sátrapa del
sanedrín. ¡Tú te va a jodeeé!’ Cada vez que recuerdo esto una sonrisa se asoma
en mi rostro”.
Carlos Esteban Cana: A siete años de
trascendencia de plano del escritor – y rebobinando los recuerdos – qué permanece
y a qué le darías continuidad…
Angelo Negrón: “Permanecen sus
consejos, su mirada crítica y oportuna; su don para unirnos como colectivo; su
amor a las letras y a nuestros ancestros; sus enseñanzas; su camaradería y,
sobre todo, su sincera amistad. Le daría continuidad a su obra. Publicarlo. Existe
tanto inédito de él que deberíamos hacer lo posible para que se publique y sea
leído pues Tony es un referente importante en nuestra literatura. ¿Qué otra
cosa quiere un escritor? ¿Qué otra cosa quería el gran Tony? Ciertamente, ser
leído”.
Excelente. Gracias por compartir parte de su historia.
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