por Carlos Esteban Cana
Con los dramaturgos Pedro Santaliz,
Carlos Manuel Rivera, Zora Moreno y Moncho Conde aprendí que el buen teatro se
puede dar y ofrecer en cualquier lugar, puede nacer en cualquier espacio donde
lo teatreros, actores, dramaturgos y directores se confabulen para ofrecer la
magia del teatro a un público ávido de experimentar y vivir una buena historia
de principio a fin. Eso fue lo que sucedió en el Colegio Otoquí el 28 de abril
con la puesta en escena de la novela “El niño que enloqueció de amor” de
Eduardo Barrios. Bajo la dirección de Nelson Alvarado, esta versión (del
dramaturgo Roberto Ramos Perea), sin lugar a dudas es más que sobresaliente.
Las actuaciones, los aspectos técnicos como la iluminación, el manejo del
espacio, la escenografía y el sonido, todo funcionó a la perfección. En esta
ocasión, el diario por el cual vamos conociendo la historia de Carlitos deja de
ser un conjunto de páginas y se transforma en un personaje que interactúa con
el personaje principal como si de su mejor amigo se tratara, aquel que es
receptor de sus secretos, interlocutor imprescindible que revela sus emociones.
Y como marco de la historia entre Carlitos y su maestra Angélica está la vida de los adultos en una zona
rural de Chile: la relación de la madre de Carlitos,
viuda, con don Carlos Romeral, empresario y hombre casado, que le sugiere al
niño llevar un diario (pues en sus páginas se pueden escribir cosas que no se
comentan a nadie) y que, aunque Carlitos lo desconoce, es su padre. Y entre
ellos la abuela de Carlitos, una mujer amargada por el fanatismo religioso y
las convenciones sociales de la época; torturada por la dinámica propia de lo
que el refranero popular denomina como “pueblo chico, infierno grande”. A esa
ecuación se le suma: Jorge, novio de Angélica y a quien Carlitos considera su
enemigo; y el doctor que trata de aliviar el profundo sufrimiento del niño. He
aquí el trasfondo que alimenta el intenso diálogo e intercambio entre los
personajes.
En esta obra teatral las actuaciones
fluyen con total naturalidad. Las actrices y los actores encarnaron sus
respectivos personajes con verosimilitud. Todos: Sebastián D’Angelo Domínguez
(Carlitos); Adrián Maldonado (El Diario); Jesiemar Rivera (Elena la madre); Alexander
Robles (don Carlos); Arelys Guadalupe (la abuela); Adriana Márquez (Angélica,
la maestra); José Pérez (Jorge, el novio) y Kenai González (el doctor). Hasta
quienes participan como invitados en la escena de la fiesta en la que Carlitos
– al ver la indiferencia de su maestra hacia él y, en contraste, las atenciones
que ella le ofrece a Jorge – entra en crisis, cumplen su propósito. Ciertamente
el equilibrio entre las partes (personajes de gran carácter junto a la acción
necesaria de los secundarios) da la suma total de un buen trabajo y, en este
punto, es que nos detenemos en el excelente trabajo del director Nelson
Alvarado y, también, de su equipo técnico. Nada se vio fuera de lugar, artificioso o forzado: las
luces oportunas entre las escenas y los actos; la música (el sonido) que
trazaba el clima de la época y, de igual manera, el vestuario. La escenografía,
con cierta textura minimalista, funcionaba como piezas de un mosaico: la sala
del hogar a un lado y el dormitorio de Carlitos en el otro; un espacio exterior
o el lugar donde se festejaba un cumpleaños.
Solo queda por destacar, como resultado
a todo lo anterior, la gran cooperación del público. Ningún contratiempo inesperado
sucedió, hubo cooperación total. El silencio y la atención de quienes
respaldaron con su presencia esta producción del Taller de Teatro del Colegio
Otoquí fue más que elocuente, siguiendo al dedillo las instrucciones de las
tres llamadas.
Auguramos para l@s participantes de “El
niño que enloqueció de amor” un futuro profesional más que prometedor. Todas
las energías y horas de estudio y trabajo puestas al servicio de esta
producción teatral perdurarán como una experiencia inolvidable en sus vidas.
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Carlos Esteban Cana-Foto por Kike Seba |
Carlos Esteban Cana comenzó su labor como periodista cultural a finales de los 80s en Senderos, revista del pueblo de Cataño dirigida por el escritor Angelo Negrón Falcón. En 1991 conoce al escritor Antonio Aguado Charneco en las Peñas literarias del Hotel El Convento, quien se convertiría en su mentor literario. En ese mismo año conoció a Amílcar Cintrón, Juan Carlos (Quiñones) Fret-Alvira, Rodrigo López Chávez y Joel Villanueva con quienes fundaría la revista y colectivo Taller Literario. A lo largo de la década y tras una segunda serie durante la primera década del nuevo siglo, Taller Literario se convirtió en un importante referente en las letras boricuas. Después y simultáneamente a la presencia y gestión cultural del colectivo, Carlos Esteban Cana se especializó como productor de contenido (mucho antes de que el término se acuñara) de ahí su labor como editor del boletín “En las letras, desde Puerto Rico”, reproducido en diferentes bitácoras como: Confesiones, de Angelo Negrón; Bocetos de una ciudad silente (ahora Silencios de papel), de Ana María Fuster Lavín; y Buscando la luz al final del túnel, de Caronte Campos Eliseos, entre otros. En esa dirección y con el paso de los años Cana ha desarrollado columnas con un perfil muy específico, entre ellas “Breves en la cartografía cultural”, “Aquí, allá y en todas partes”, “Crónicas urbanas” (para Diálogo Digital de la Universidad de Puerto Rico) y colabora en plataformas como "Cultureando en Puerto Rico" y “Servicios de Prensa Cultural”. Gracias a su trabajo para Global Voices (2014-2017), red mundial de periodismo ciudadano, su trabajo se ha traducido a más de 10 idiomas. Cana cuenta con estudios a nivel graduado de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Ha trabajado durante 10 años en canales PBS (WMTJ Canal 40 –1994 al 1999- y WIPR canal 6 –2004 al 2009-). También se ha desempeñado como: coordinador de publicaciones para la Oficina de Comunidades Especiales (1999-2000); Director de Comunicaciones de la V Feria Internacional del Libro de Puerto Rico (2001); Coordinador Editorial y de Actividades de la Oficina de Revistas del Instituto de Cultura Puertorriqueña (2002-2004); Coordinador de Medios de El Sótano 00931 (2003-2008) por invitación del escritor y director de la revista Julio César Pol; Periodista cultural para El Post Antillano (2012-2015); Corrector y Redactor para El Visitante de Puerto Rico (2012-2016); Redactor especializado para Pro Arte Musical (2014-2015); y Crítico de libros para diversos programas de Radio Universidad de Puerto Rico (2011-2016). La obra creativa de Cana está dispersa en periódicos, revistas académicas y en diversas antologías como: De alisios y pamperos (Abrace, 2007); Estancias del sol, Selección de cuentos de Las Antillas Hispánicas (Sociedarte, 2007); Los rostros de la hidra (coedición Isla Negra Editores y Publicaciones Gaviota, 2008); Antología del Certamen Nacional de Poesía José Gautier Benítez (2006-2012); Los nuevos caníbales vol. 3, Antología del Microcuento del Caribe Hispano (Isla Negra Editores, 2015); La era de la brevedad (Editorial Areté Boricua, 2021) y Nos volvimos a pasar/We Crossed Again (Editorial Colibrí, 2023). Carlos Esteban Cana tiene dos libros publicados: su 1ra colección de microcuentos, Universos (Isla Negra Editores, 2012); y una selección de 29 cuadernos de poesía titulada Testamento (Publicaciones Gaviota, 2013). Sus libros Catarsis de maletas (cuentos) y Ya confiesas algo de tu tiempo y el mío (poesías) --que en el mercado español se titula "No os quiero enamorar pero os leo así"-- circularán en las librerías en el 2024. Desde el 2016 su audiolibro "Un poeta en su propia voz" está disponible en la plataforma de contenido en audio Ivoox. De igual manera diversos videos en los que el escritor declama su propia poesía o es entrevistado por diversos medios están disponibles en YouTube. Actualmente Cana se desempeña como Community Manager en Redes Sociales y recién concluyó una Bibliografía a modo de Curriculum Vitae que comprende más de tres décadas de servicio cultural (1989-2023) que hasta la fecha se extiende por 128 páginas.
Es loable promover el teatro 🎭 en grados escolares. Me gocé toda la función con el elenco de esta Obra compuesta por estudiantes del Colegio Otoqui, que estuvo de altura; son sumamente talentosos, pueden audicionar fácilmente para cualquier obra en Bellas Artes. 👏🏽
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