sábado, febrero 10, 2024

En las letras, desde Puerto Rico: Recordando a la escritora Awilda Castro Suárez en su natalicio

 por Carlos Esteban Cana

El 1ro de enero de 1979, hace 45 años nació una poeta libre, intensa y de la nostalgia en el pueblo de Isabela. Su nombre, Awilda Castro Suárez. Comunicadora, escritora y gestora cultural. Marcó, sirviéndose de la solidaridad, esa primera década del siglo XXI con sus peñas literarias y eventos culturales alrededor de todo Puerto Rico. Seguía, sin duda, las enseñanzas que continuamente le mostraba su mentor: Vicente Rodríguez Nietzsche.

Awilda no dejó indiferente a nadie, sus compañeros escritores aún recuerdan su particular propuesta creativa. Incluso el narrador Antonio Aguado Charneco rinde tributo a la poeta en una de sus últimas novelas: Citroselegna. Y sus amigos, los más cercanos, traen de la memoria cosas más cotidianas. Entre ellos Deynira, quien alguna vez me relató cómo Awilda aprendió de su abuela Mercedes a cocinar cantándole a las habichuelas para que se ablandaran; o Rosey, a la hora de rememorar su fraternal complicidad en el rumbón literario de turno en San Juan. Y Antonio, quien fue su compañero y testigo de los momentos en que Awilda acudía a Santa María Magdalena de Pazzis a respirar la brisa marina, a leer poemas y a reflexionar, no sola como decía, sino con ella misma.

Hace doce años que la poeta ya no está con nosotros físicamente, pero su obra late soterrada y dispersa en espera de llegar a los lectores. Sirva este pequeño recordatorio a sus compañeros escritores y editores para que la tengan presente, para que no la olviden.


Si no estuviera aquí

A mi Papá, al cual ya le dieron la carta que dice que no tendrá sueldo por dos meses.

Si estuviera allá tendría puesta mi gorrita,

mi arsenal de botellas de agua,

mi pañito con vinagre por si aparece el gas pimienta,

mis tenis mugrientos y mi garganta desnuda.

No me movería del Capitolio hasta que resuelvan.

Si estuviera allá gritaría consignas,

marcharía vestida de blanco,

recordaría cuando se hizo la Marcha por la Paz de Vieques.

Aquella vez lo logramos,

ahora,

quién sabe.

Si estuviera allá

estaría cogiendo tremendo “sun-tan”

junto a otros tantos miles que se quedarán sin sus habichuelas.

Cada diez minutos entro a la Internet

para ver qué hay de nuevo,

apostando toda mi fe al destranque,

viendo cómo se queman los puentes del regreso.

Si estuviera allá,

estaría gritando, reclamando,

a fin de cuentas,

haciendo algo.

Si estuviera allá,

tendría la misma incertidumbre,

el mismo nudo en el pecho que siento

aunque esté acá.

 

Tu nombre

A ti que hiciste lo que soy, que tu recuerdo me sostiene, a ti que inspiras todo lo que hago, a ti, mi vieja.

Cuando digo tu nombre,

quiero decir recuerdo,

quiero decir ternura,

una sábana olorosa al dormir,

unos ojos que aunque cansados siempre alertas,

Al pronunciar tu nombre evoco café recién cola’o bien cargadito,

un arroz con gandules del día anterior,

unas viandas salpicadas de gusto en el sancocho,

la tersura de la maicena,

el vapor de las sopas,

las patitas de cerdo con garbanzos,

el pan de maíz casado con la leche,

el bizcocho de novia emparentado con las noticias,

las gomitas de china pegadas a tus encías,

las películas que te daban pesadillas y tu habitual insistencia que durmiera contigo.

Cuando digo tu nombre,

huelo polvo Maja, crema Pond, suavizador Final Touch, perfume de la Avon, jabón

Dove,

huelo recao, cilantrillo, ajo, cebolla

huelo sofrito.

Cuando digo tu nombre,

pienso en ternura, en apoyo,

en tus ojos negros ya casi cegatos,

en tu pelo canoso sin tintes,

en tus arrugas,

en tus grandes orejas, en tus nalguitas escurridas,

en tus grandes cejas,

en tus piernas llenas de várices,

en el tiempo que eran piernas gordas y bellas.

y pienso en tus trajes hechos a la medida con aquellas telas de la Tienda Paco,

en tus piernas peludas,

en tus zapatos negros de La Gloria, brillados con Griffin.

Y te pienso dichosa, feliz,

con tu mente clara de nuevo,

con tus recuerdos organizados,

con tus susurros para tranquilizar mis lágrimas

con aquel “lo que importa es que yo te quiera”

Y te pienso sin locura, sin insultos, sin malas palabras

como cuándo aún había inocencia.

Te pienso con amor eterno,

eterno como los recuerdos.

Te pienso como lo más bonito de mi vida,

Cuando digo ternura,

amor, apoyo, sentimientos,

recuerdos y vínculo,

quiero decir abuela,

quiero decir Mercedes.

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