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Por Carlos Esteban Cana
Algunas
conversaciones con poetas trascienden el tiempo y conservan la misma
pertinencia y espontaneidad que tuvieron desde el principio. Para un
comunicador como este servidor tales tertulias sobre el proceso creativo se
transforman en valiosas lecciones que tengo presente. Y esto sucede con la
entrevista que me concedió Natalia Ortiz-Cotto cuando promocionaba su poemario
Casa del silencio. Desde entonces he seguido su trayectoria. Actualmente la
escritora es la gestora de Cooplibri, una editorial que tiene como base la
inagotable y necesaria filosofía del cooperativismo; proyecto que tiene como
columnas la solidaridad y colaboración entre artistas y que además funciona
como centro cultural dinámico y novedoso que tiene sus instalaciones en el
municipio de Cayey, Puerto Rico.
A continuación, en
“Aquí, allá y en todas partes” comparto varias reflexiones de la poeta Natalia
Ortiz-Cotto sobre el arte de escribir:
“Leo y escribo donde
siento hacerlo, cuando siento hacerlo la mayor parte del tiempo. Puedo estar en
una barra viendo alguna banda de rock y saco felizmente mi libreta y me pongo a
escribir. Me gusta el ruido, la música, la multitud para poder aislarme en mis
mundos. Prefiero la noche. Durante el día me gusta la luz natural, estar
afuera, respirar naturaleza para escribir”.
“En un momento la
poesía fue exigua en muchos sentidos… y había y hay tanto que decir, que solo ganó el silencio. […] Todo habla en el silencio, todo habita en estos silencios
así que, ¿por qué no escucharlo? Todo lo que soy, lo que he sido y sentido. La
voz, las voces, los circunscritos… En la poesía soy”.
“Dejo a la poesía ser, la dejo libre. No la fuerzo… ¿para qué forzarla? Hay una conexión, un estrecho lazo entre el poema y mi ser. Tienen su propio lenguaje, un entendimiento que no sé cómo describir. Solo sé, aunque con escalofríos a veces, que ya ha llegado su fin”.
¡Fluye!
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