domingo, abril 27, 2014

Zenn Ramos entrevista a Angelo Negrón

Publicado en La Voz Hispana de New York (9 al 15 de enero del 2014) en su sección: 

Oteando Sobre Arte, Cultura y Poesía por Zenn Ramos  




A veces no sé si las palabras son mi sombra
o yo soy sombra de mis palabras...
                                                              Ángelo Negrón

     Zenn Ramos: Las palabras están llenas de memoria, de sucesos y vorágines naturales del tiempo; ellas bailan sobre los labios del hombre, hasta hallar la sensibilidad de quien se atreva a perpetuar su danza en la historia. 
     Esta semana me acompaña un Escritor y Gestor cultural que disfruta tanto de su propia voz literaria como la del compañero de viaje que le cuenta sus hazañas: Ángelo Negrón. Nuestro invitado nace en New Jersey un 15 de junio de 1969, allí vivió hasta que por traslado, volvió a nacer en Puerto Rico en enero de 1970. Sus cuentos han sido publicados en la revista y colectivo Taller Literario, en Revista Púrpura, así como en múltiples sitios WEB. Forma parte de Cuentos Puertorriqueños En El Nuevo Milenio, antología que recoge 50 cuentos de 50 narradores puertorriqueños contemporáneos. Tiene varios libros inéditos de relatos a los que le ha dado por título: Entre el edén y la escoria, Sueños mojados, Causa y efecto y Confesiones. Además una novela de próxima publicación titulada: Ojos furtivos.

     Website: http://confesiones1.blogspot.com/
http://fragmentosypalabras.blogspot.com/

     Zenn Ramos: ¿Qué lecturas despertaron en ti la vocación de escritor?

     Ángelo Negrón: “Es difícil cuantificarlas. Esta vocación se la debo a muchas lecturas y a varias personas. Mis primeras lecturas fueron “comics” de superhéroes, Selecciones del Reader’s Digest, Enciclopedia La Cumbre y Las mil y una noches. En mi quinto grado de primaria, conté con Milagros, la bibliotecaria de la escuela, que me motivó mucho a leer cuando me encontró tratando de juntar palabras. Ella me decía: Lee, luego escribe. A lo que produje en aquel momento le llamé poesía, luego a lo largo del camino encontré dos situaciones: Primero: Lo que escribía no era necesariamente poesía, más bien un intento de ello. Segundo: El viaje que disfrutaba con los relatos o las novelas era siempre profundo, real y divertido. Así que leer a escritores como Juan Bosch, Pedro Juan Soto, Julio Cortázar, Carlos Fuentes y su “Aura” o escuchar a mis compañeros de Taller Literario cada vez que nos reunimos a tertuliar ha sido una travesía conducente a cumplir aquel primer mandato de mi querida bibliotecaria: “Lee, luego escribe”.

     ZR: ¿Cómo puede un escritor cifrar parte de la historia de un país?

     AN: “Es algo que hacemos a diario, sea en poesía, en relatos o en novela damos un pedazo de nuestro acontecer. Tenemos tanto que decir de nuestra historia y a veces tan poco espacio, pero el poder de la palabra escrita es inmenso, tanto, que puede trascender en cortas oraciones. El escritor puede lograr con la palabra, parafrasear o describir nuestro pasado, presente y hasta en algunos casos, de manera fortuita, predecir el futuro…”

     ZR: ¿Proyectas tu voz personal a través de la narrativa o la que el lector prefiere?

     AN: “Tal vez ambas, aunque, a decir verdad, es mi voz la que retumba una y otra vez en lo que escribo. Siempre he dicho que escribo para mí y para el otro yo que me habita. De hecho no es hasta que revisando lo escrito me pregunto si fui yo quien lo escribió cuando determino que ya está casi listo, y digo casi porque algo que escribes no estará finalizado siquiera cuando lo publiques.”

     ZR: ¿Qué libros elegirías si tuvieras que irte a una isla desierta?

     AN: “Depende de cuánto tiempo durase mi estadía. Si es algunos días me llevaría Universos de Carlos Esteban Cana y de la trilogía de novelas de tema Taíno de Antonio Aguado Charneco la parte tres: “Guarocuya: Bejuco-de-Luz” que aún no está publicada y muero por leer. También Fortaleza del puertorriqueño José Luis Borges. Si la estadía es larga, entonces pediría libros para dos vidas por aquello de no arriesgarme a quedarme sin leer.”

     ZR: Dentro de tu polifacética intervención cultural, ¿cuál tendría que ser el rol del gestor?

     AN: “Un gestor debe, además de ser un observador de lo cultural, alguien capaz de accionar en ese medio del que se nutre. Para ello tiene que estar actualizado: Atento y al tanto de los eventos sociales y culturales que logran enriquecer nuestra historia. Por eso admiro tanto el trabajo de escritores que son a su vez grandes gestores culturales. Gente como Carlos Esteban Cana con “En las Letras desde Puerto Rico”, Ana María Fuster y su Blog: Bocetos de una ciudad silente y a Yolanda Arroyo y su Blog: Boreales.”

     ZR: Un sueño, un deseo…

    AN: “Sueño con ver a mis tres hijas felices por siempre y deseo para ellas un mundo mejor.”

***

Zenn Ramos, nace en Gurabo, Puerto Rico, un 31 de diciembre. Hace su preparatoria en la Universidad de Puerto Rico CUH, en Matemáticas de Cómputos. Posee un Grado Asociado en Auxiliar de Farmacia, Grado en Teología Pastoral y actualmente es la Asistente a Editor y Editora de la página online del periódico, La Voz Hispana de Nueva York, donde edita su columna: Oteando sobre Arte, Cultura y Poesía. Comprometida con las almas y con su pasión; la poesía. “De mí les diré que nací en un hogar donde el amor era la prioridad. Soy una mujer total, con pasado, presente y futuro; pero con un latido despierto que me indica que estoy viva, para servir a mi prójimo.”






sábado, abril 26, 2014

En las letras, desde Puerto Rico: Angelo Negrón Falcón o la aventura de ser un autodidacta narrativo

Publicado en Página O del Post Antillano (el sábado 1 de marzo de 2014)

por: CARLOS ESTEBAN CANA

 “Me fascina el poder de la palabra escrita. Quizás por eso es que no me limito cuando llega el momento de llenar esa hoja en blanco”. Así comienza el narrador Angelo Negrón Falcón a contestar nuestras preguntas. Novelista, cuentista, y también twittero, Negrón lleva casi una década publicando su bitácora Confesiones. Desde allí ha tendido sólidos puentes de intercambio creativo con algunos protagonistas de la cultura literaria boricua.  Con una obra que
comenzó a publicarse en revistas durante la última década del Siglo XX, Negrón Falcón ha ido ganando espacio propio entre lectores y colegas. Recientemente el escritor y editor Reynaldo Marcos Padua lo incluyó en Cuentos puertorriqueños en el nuevo milenio, una antología en la que también figuran escritores como Carmen Lugo Filippi, Pablo Juan Canino, Emilio del Carril, Rubis Camacho, Juan Antonio Ramos, Edgardo Nieves Mieles, Janette Becerra y Tere Dávila, entre otros. De buena tinta nos llega además la información de que durante estos meses publicará sus primeros dos libros. Sin embargo, en esta conversación que traemos a través a su consideración, el autor no adelanta mucho al respecto. No suelta prenda, pero sí habla de algunos cuentos suyos y reflexiona –entre otros temas- sobre el impacto que tiene la tecnología cibernética en la obra de un escritor. Con ustedes, aquí en Página 0, el escritor Angelo Negrón Falcón.


CARLOS ESTEBAN CANA: ¿Qué género prefieres, el cuento o la novela?

ANGELO NEGRON FALCON: Me encantan ambos géneros. Lamentablemente por el factor tiempo es el cuento el que se lleva la mayor parte de mi atención, por esto, suelo hacerme creer que fue el cuento quien me eligió a mí y no yo a él.

CEC: ¿Cuáles fueron esos primeros libros que cayeron en tus manos? ¿Aquellos autores que despertaron inicialmente tu curiosidad hacia el mundo literario?

ANF: Mis primeras lecturas se remontan a paquines de superhéroes, a relatos en Selecciones de Reader’s Digest y a la Enciclopedia La Cumbre. Con dicha enciclopedia llegó Las mil y una noches que me fascinó tanto que lo leí más de doce veces. Aquellas 574 páginas fueron y serán lo más grandioso que me ha sucedido en términos literarios pues abrieron ese divino portal. Recuerdo también que me solía escapar a la biblioteca para leer poemas y cuentos; me fijaba en lo que tenían que decirme, nunca en quienes eran los autores. Tan sólo recuerdo un nombre de esa época: el poeta mexicano Amado Nervo.

CEC: Hablemos ahora de Confesiones,  uno de los espacios cibernéticos que, a mi entender, es referencia 
importante acerca del acontecer literario boricua.

ANF: Este blog nació en el 2005 como un desahogo personal, por eso le llamé Confesiones. Ya para esa época disfrutaba escribir relatos y, por alguna razón que aún desconozco, desahogué ahí partes que me obligaba a cortar de mis relatos o aquellos relatos que terminaban siendo “fresitas” para mi propio gusto. Para mi sorpresa,  los temas de amor, desilusión y  fracasos, esos que gravitan en las relaciones humanas eran atractivos en el universo virtual, y las visitas al blog eran sorprendentes. Esto sucedía en lo que llamo el “boom” de los blogs, este mundo cibernético en el que encontré a personas como Yolanda Arroyo Pizarro, Ana María Fuster, Amarilis Tavárez Vales y, de ahí en adelante me apasionaron más las letras puertorriqueñas contemporáneas.

CEC: Sabemos de tu vínculo estrecho con el escritor Antonio Aguado Charneco, que es una especie de figura tutelar para varios escritores... ¿Qué puedes decirnos acerca del Ni-Yamoká Charneco?

ANF: Considero a Antonio Aguado Charneco uno de los mejores escritores que tiene Puerto Rico. Él es esa clase de escritor que hará críticas sinceras de tus letras para que mejores; es todo un maestro, tanto en novela como en cuento y ensayo.

CEC: Pocos escritores en nuestro entorno han privilegiado su formación desde cierta autogestión. ¿Te distancias de los talleres de escritura creativa?

ANF: Nunca he tomado un taller de escritura creativa que no sea el de leer o tertuliar con personas que gusten de esos temas. No estoy en contra de los talleres o cursos de escritura creativa. Me consta que ambos recursos proporcionan herramientas importantísimas, pero desde niño he sido autodidacta en estos aspectos creativos. Quizás puedo estar equivocado por no haber tratado, pero siento que la academia con sus reglas puede ser una camisa de fuerza, y lo menciono considerando que me gusta, digamos, invadir géneros, mezclarlos, doblarlos o expandirlos; eso es esencial para mi gusto.

CEC: Como escritor que utilizas diversos medios cibernéticos para exponer tu obra: Facebook, Twitter, las bitácoras... ¿Cómo ves esa interacción entre el creador contemporáneo y esa tecnología cibernética?

ANF: Aunque sigo prefiriendo abrazar libros, olerlos y zambullirme en sus adentros debo reconocer que la WEB tiene gran peso al momento de exponerse. Por ese maravilloso universo virtual he logrado que lean mis escritos en múltiples países; he recibido recomendaciones, críticas, halagos y hasta insultos. La agilidad caracteriza a las plataformas que mencionas. Por ejemplo, vía Facebook he recibido comentarios de antiguos compañeros de clase y familiares que desconocían mi gusto por leer o escribir. De hecho, me llena de dicha saber que algunos de esas personas que no acostumbran leer, desde mi espacio se han animado a leer algunas letras mías o del autor de turno que he publicado en mi blog; eso me llena de dicha. A su vez, Twitter me reta a expresarme en 140 caracteres o menos, por eso la “twitteratura”, además de parecerme un ejercicio excelente,  me tiene atrapado.

CEC: Algunos escritores tienen sus rituales a la hora de acercarse a la pantalla, a la hoja en blanco... Cuando Angelo Negrón escribe…  ¿Tiene algún ritual particular?

ANF: Prefiero escribir tarde en la noche y, mientras lo hago escucho música, y suelo interrumpir el proceso, lo que estoy escribiendo para salir de las cuatro paredes y sentir algo del frío nocturno. Entonces miro al cielo y a todos lados como buscando algún tipo de aprobación para cuando ando atareado con un comienzo o algún punto culminante, incluso cuando he colocado ese punto final.

CEC: Si pudieras mencionar, hablando sobre tu propia obra, esos cinco cuentos favoritos… Pregunto: ¿Cuáles mencionarías y por qué?


ANF: Montaña Recuerdo es mi preferido. Cada vez que lo releo me fascina. Lo escribí hace 23 años. Mientras lo iba haciendo soñaba con verlo transformado en alguna película para niños o para jóvenes. No ha sido así, pero ya dos de mis tres hijas lo han leído y les encantó; eso me llena de orgullo. Otros cuentos que te podría mencionar son La niña en el columpio, Vendo una rosa, La entrega y Pedidos. Y son mis preferidos porque he presenciado como dejan una mueca de asombro, comentarios que demuestran lo sorpresivo que ha sido el final para el lector.

***

Carlos Esteban Cana Escritor y comunicador puertorriqueño. Ha cultivado el cuento, el micro cuento, y la poesía. Actualmente, sin embargo, se ocupa de darle forma a sus dos primeras novelas y a un volumen de ensayos. Colaborador de varias publicaciones impresas y cibernéticas, en Puerto Rico y otros países. Bitácoras y publicaciones alrededor del planeta, como Confesiones, del narrador Angelo Negrón, reproducen su boletín "En las letras, desde Puerto Rico".
Para el periódico cibernético El Post Antillano también publica su columna "Breves en la cartografía cultural". En verano del 2012, Carlos Esteban publica Universos, libro de micro-cuentos bajo el sello de Isla Negra Editores. Para el 2013 publica su libro Testamento. Testamento es un poemario antológico que reúne lo más representativo de su poesía; género del que Cana manifiesta: "Fue la propia poesía que me seleccionó como medio, como intérprete". Cana es conocido además por haber fundado la revista y colectivo TALLER LITERARIO, que marcó la literatura puertorriqueña en la última década del siglo XX en Puerto Rico.
Otro libro aparecerá durante el presente semestre: Titulado "Catarsis de maletas: 12 cuentos y 20 años de historia", ofrece una vista panorámica de una pasión que el autor ha desarrollado, por cuatro lustros, en el género del cuento.  








lunes, abril 21, 2014

En las letras, desde Puerto Rico: Nueva York y los poetas

por Carlos Esteban Cana

Foto por Kike Seba
En un ambiente propicio para la poesía, con una audiencia atenta a cada detalle del recital, tuve el privilegio de compartir con el actor Luis Enrique Romero, y los escritores María Gelpí y José Ernesto Delgado en Poesía boricua en dos islas… y otros más. Una velada en la que dimos lectura a piezas poéticas de autores boricuas y españoles como Pedro Pietri, Federico García Lorca, José Hierro, Julia de Burgos, Juan Ramón Jiménez y José de Fonollosa, así como a creaciones propias. Conducida la actividad por la escritora Dianiluz Cora, este evento es parte de una serie de recitales y presentaciones de libros que se efectúan cada martes y jueves en Le Petit Bistro, establecimiento que ofrece tal escenario artístico bajo el nombre de Plaza de la Cultura, coordinado por el poeta y gestor cultural José E. Muratti-Toro. La noche además contó con un micrófono abierto, en el que desfilaron escritores como Iris Miranda y José Hermitanho.

A continuación comparto con ustedes, los tres poemas que compartí de ‘Testamento’, mi antología poética, de la que en estos momentos circula nueva una re-impresión.


Alguien me ve y grita

Alguien me ve y grita:
          ¡silencio!
          ahí viene un poeta
          con palabritas arenosas
yo sonrío
desconoce si vengo de la playa
o el desierto


*


Es invierno en Puerto Rico

hoy, el escritor,
no puede estar al servicio
de los que hacen la historia,
sino al servicio
de quienes la sufren

Albert Camus

Es invierno en Puerto Rico
el ambiente hace que te resguardes
apertrechado de víveres:
tés, toronjas, libros,
misceláneas
que tu ínfimo sueldo garantiza
(el mismo que te quieren quitar)

abajo,
asociados del lucrativo negocio
toman la calles,
te miran mal
porque nunca consumes la oferta,
tampoco puedes disimular
        –recuerdas al niño que jugaba
         en un patio cualquiera
             a las escondidas–
y actúan libres
en este océano de tentáculos diversos

Hoy
la uniones obreras manifiestan
masivamente la ‘sensibilidad’,
el pan peligra
               (son inminentes los despidos)
será difícil llevarlo a la boca
y si no fragmentan tu mesa de un plumazo
será la de un amigo
                              quizás
la de un cercano,
la de un vecino o un desconocido…
     ¿qué más da?
qué más da quién sea el número
cuarenticuatromilcuatrocientosnoventaynueve
de los desplazados
si tu formación
(la misma que se le ofrece a todo ‘buen’ ciudadano)
te impide mirar esos procesos como ajenos…
como si de una simple cifra,
                collateral damage de nuevo,
                se tratara,
mientras…

a son de plena suena en el espacio
¡Qué bonita bandera!,
el G-20 se refugia en una cumbre londinense
y te preguntas:
¿sacarán tiempo para ocuparse de los niños haitianos?,
esos que sólo saborean galletas de fango
                    (una pequeña digresión:
                    un cínico destaca los minerales que pueden encontrar en la
                                                                                                          golosina)

en estos tiempos
donde crédulos cilindros del nuevo mercado
revolucionan su credo infalible
en ritmo asincopado
y sudorosos
inician la nacionalización de bancos

aquí,
en pleno simulacro
el tsunami se acerca,
turbias nubes corporativas
arrecian costas
en kairós simultáneo

colapsa el equilibrio climático
cuando apenas llegamos a la fecha maya

estás encerrado
sí,
pero abres
         momentáneamente
la puerta,
dejas entrar a los gatos,
una lata de salmón quedaba para compensarlos…
por devolverte al presente,
por sacarte de las divagaciones
               que ocupan este poema

después de leer a Volpi hablando de Bolaño,
escuchar a Palés solícito en piedad para su pueblo,
sólo queda vestir el uniforme asalariado
meter una tasa y bolsitas de té
en el bulto
y trabajar
entre máquinas y botones,
trasnochado

es invierno en Puerto Rico,
quien te lee ahora puede asegurarlo


*

Omega

Que la última lección sean flores

con pétalos rosados
en la gravilla gris
de mi destino

Que la última lección sean flores

Que la última lección sean flores en el camino





***
Carlos Esteban Cana Escritor y comunicador puertorriqueño. Ha cultivado el cuento, el micro cuento, y la poesía. Actualmente, sin embargo, se ocupa de darle forma a sus dos primeras novelas y a un volumen de ensayos. Colaborador de varias publicaciones impresas y cibernéticas, en Puerto Rico y otros países. Bitácoras y publicaciones alrededor del planeta, como Confesiones, del narrador Angelo Negrón, reproducen su boletín "En las letras, desde Puerto Rico".
Para el periódico cibernético El Post Antillano también publica su columna "Breves en la cartografía cultural". En verano del 2012, Carlos Esteban publica Universos, libro de micro-cuentos bajo el sello de Isla Negra Editores. Para el 2013 publica su libro Testamento. Testamento es un poemario antológico que reúne lo más representativo de su poesía; género del que Cana manifiesta: "Fue la propia poesía que me seleccionó como medio, como intérprete". Cana es conocido además por haber fundado la revista y colec
tivo TALLER LITERARIO, que marcó la literatura puertorriqueña en la última década del siglo XX en Puerto Rico.

Otro libro aparecerá durante el presente semestre: Titulado "Catarsis de maletas: 12 cuentos y 20 años de historia", ofrece una vista panorámica de una pasión que el autor ha desarrollado, por cuatro lustros, en el género del cuento.  

miércoles, abril 16, 2014

En las letras, desde Puerto Rico: La extraña impresión de arañar la piel de todo lo que quiero conocer: Olga Nolla en sus propias palabras –2014

por Carlos Esteban Cana




¿Quién es Olga Nolla? ¿Por qué su nombre perdura, queda en el ambiente como eco referente de una obra que parece no agotarse, que se transforma con el tiempo, si hace trece largos años que Olga Nolla murió? Yo, casi en primera fila, pregunto y unos me dicen que la poeta murió a destiempo, prematuramente. Le pregunto a otros y guardan silencio, pero antes, off the record, habían afirmado que continúan leyéndola. En busca de respuestas me acerco a la sala que lleva su nombre en la Universidad Metropolitana. Allí, entre sus manuscritos, entre las fotos que la muestran de niña como parte de una familia económicamente privilegiada, no me canso de explorar.

Entre las imágenes con sus colegas la veo. La veo con Manuel Ramos Otero en una foto a color –siempre Ramos Otero se me presentaba en blanco y negro. Veo, si no confundo el mosaico, a Nicanor Parra al lado de Olga y de Manuel Martínez Maldonado, al lado de José Luis Vega y Edgardo Rodríguez Juliá. Creo que en algún lado, entre esas imágenes colocadas en marcos, se encuentra también el poeta Hjalmar Flax.

Veo a Olga con Caridad, su gran amiga, recibiendo el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en Chiapas. También toco sus libros, títulos importantes, marcados en ciertos pasajes con líneas fina y rojas, subrayado destacado por su propio puño y letra; textos que fueron engrosando las columnas firmes de una diversa y selecta biblioteca personal. Y en el anaquel destinado a las revistas que ella guardaba con cierto celo, encuentro a Caribán, encuentro sus propios ejemplares de Zona de carga y descarga. También, tímido, en una discreta esquina, figura un número de Taller Literario, el mismo que gentilmente prologó Edgardo Sanabria Santaliz.

Sin embargo, cerca de esa sección me topo con un ejemplar voluminoso de la revista Cupey, publicación periódica que ella misma dirigió desde su fundación. Pero aquel ejemplar correspondía a los años 2001-2002, y ese volumen voluminoso contiene un dossier dedicado a su memoria. La pregunta incesante, a veces impertinente, de manera simultánea se deja sentir y no descansa. ¿Quién es Olga Nolla? no da tregua, por lo menos no lo suficiente como para impedirme que pueda hojear tranquilo estos diferentes artículos del dossier, pero aún así ignoro la persistente pregunta y no me amilano –como diría mi buen amigo Hiciano- ante el reto.

De La reiteración del sexo en la poesía de Olga Nolla, de Manuel Martínez Maldonado, anoto: “Los poemas de (Marina) Arzola y (Angelamaría) Dávila, dos mujeres de estratos sociales más bajos que los de Nolla, expresan más preocupación por la guerra y las desigualdades sociales, como causas del sufrimiento de la humanidad, que por satisfacción sexual. Nolla está más cerca de Anne Sexton, la gran poeta americana y quien también era rica y depresiva, y que murió el año en que Nolla comenzó a escribir”.

De su amigo, Juan Antonio Torres, recojo lo que éste le decía a la propia poeta y novelista en Literatura de un mar de pasiones: “Me sorprendía tu prisa de trabajo. El miércoles antes de tu partida hacia Estados Unidos, cuando leíamos el último capítulo de Rosas de papel te decía lo apresurado de tu escritura. Esa fijación de corregir, de leer fragmentos narrativos que te producían desasosiego, y preguntándome, -¿Juan, qué te parece? Y tú esperando que mi respuesta pudiera darte o conducirte a un espacio de seguridad creativa. De cualquier manera te salías con la tuya”.

Por su parte, el editor y novelista mexicano Sealtiel Alatriste, en Olga, da cuentas de su contacto editorial y personal con Nolla, habla de cómo la poeta le ofreció palabras necesarias para aliviarse de su desaliento endémico de turno, palabras de aliento que se dan en medio de un encuentro informal en el Viejo San Juan, y en el que se encuentra además el novelista español Arturo Pérez Reverte. Después de relatar el suceso, Sealtiel añade: “Caridad (Sorondo) me contó que (Olga) murió en casa de uno de sus hijos, después de haberle dicho que lo quería. Había terminado una nueva novela que acababa de enviar a Alfaguara y fue a Nueva York a festejar. Murió tranquila, quizá sonriendo pero estoy seguro que sin ganas. De cualquier manera con su sabiduría no debió ofrecer demasiada resistencia. En cualquier caso se libró de presenciar los ataques terroristas a su amado Nueva York”.

Pero todo lo que he leído hasta ahora de Martínez Maldonado, de Juan Antonio Torres y de Alatriste, no aplaca la virulencia de la misma pregunta que revuela y revuela como buitre entre la sinapsis necesaria de mis neuronas. ¿Quién es Olga Nolla? Entonces acudo, en ese mismo dossier, a los versos tallados por las manos de su propia prima, la escritora Rosario Ferré, con quien fundó Zona de carga y descarga.
Rosas de papel

                                   en memoria de Olga Nolla

El silencio es un misterio
Más profundo que la urna de John Keats.
Tu rostro afilado de virgen medieval,
Tus manos blandas y pequeñas
Acostumbradas a sembrar, a cocinar,
A blandir el lápiz como un dardo de grafito
Sobre el pecho inmaculado de la página,
Eran las mismas al fondo de la caja,
Pero no eras tú.
Faltaba la intensidad con que tornabas
La soledad abyecta en compañía,
Lo triste en chispazo de alegría,
Lo superficial y cicatero
En el humus nutritivo y fértil
Que haría florecer tus rosas de papel.
Faltaba, Olga, la voz
Eternamente enamorada
con que diste vida al mundo
Que hoy nos dejas como un obsequio sagrado.

Después de leer ese poema de Rosario, la pregunta ahora, más sosegada, confiesa que poco a poco va entendiendo. Yo, aliviado, hago pausa. Se me ocurre que después de todo no es imposible trazar el perfil claroscuro de la escritora y por un instante guardo silencio. Es hora de entender quién fue la mujer que blandió el lápiz como un dardo de grafito, la poeta que al pie de la letra siguió su selecta educación sentimental, la novelista que vislumbró el hontanal del mito y la memoria. Es momento de conocer quién es Olga Nolla, con su sonrisa a flor de piel, a través de los matices de su propia voz, lo inherentemente femenino en sus metáforas. Y su lúdico y lúcido universo creativo en sus propias palabras.

Olga Nolla: En sus propias palabras

La educación sentimental

Primero me dijeron que
debía obedecer a mi padre y a mi madre.
Después me dijeron que dios existía
y que también debía obedecerlo,
que este mundo era un tránsito
hacia otro mundo mejor,
que en este mundo
había mucha gente mala que
maltrataba a las niñas,
que debía conservar mi posición aristocrática
y no mezclarme con toda clase de personas,
que debía comportarme en público,
con los modales de una perfecta señorita:
me enseñaron a organizar una comida sentada servida en bandejas de plata
a escoger el traje adecuado para cada ocasión
a discernir entre la vajilla francesa y la imitación barata
a juntar las piernas al sentarme
de modo que nunca se sospechara el nacimiento de los muslos.
El plan estaba trazado con una precisión matemática.
Debía escoger un hombre bueno como mi padre
que me protegiera de la maldad de mis semejantes,
un hombre que me hiciera posible
tener dos sirvientas por lo menos,
levantarme a las once de la mañana,
ir a Europa dos veces al año
y tener muchos hijos saludables
por quienes debía sacrificarme.
Sin embargo algo anda mal.
He cumplido mis instrucciones al pie de la letra;
Soy una señora respetable y pertenezco a grupos
que movilizan actos caritativos
Mis hijos están aprendiendo inglés
Doy unas fiestas que son la admiración y envidia
de los más prestigiosos círculos de la sociedad
Pero todas las noches
cuando me siento frente al espejo
para aplicarme los cosméticos de rigor
encuentro que mi cara huye despavorida
no puedo acordarme de cómo era mi boca
y el color de los ojos se me diluye entre las lágrimas
Mis orgasmos, que siempre han sido débiles,
son cada vez menos frecuentes,
y el caminar me cuesta trabajo.
Duermo mucho
no como casi nada
noto que algunas de mis amigas beben mucho wiski
Yo sólo quiero que me dejen acostar
y quedarme muy quieta
y no mover más nunca
ni un solo músculo del cuerpo.
Quedarme para siempre así,
mirando el vacío.
Después de todo,
tengo derecho.
He cumplido mis instrucciones al pie de la letra.












Olga Nolla: Para empezar yo no quería escribir. Nunca pensé en escribir. Tenía rabia, horror: ¡tener que escribir! Escribir para mí era horrible y lo pensaba porque mi madre era escritora y yo quería, ante todo, no ser igual que ella. No quería ser como mi madre, más nunca. Si mi madre era un ama de casa, era una mujer de su casa. ¡Era religiosa, qué espanto total! Entonces yo no quería ser escritora, y traté y estudié química, quería ser científica. Luego me casé, traté de ser ama de casa: un fracaso total. Pero sí, tuve dos hijos. Algo logré. Finalmente, no fue porque lo buscara ni tratara ni nada, me puse a escribir, no me quedó otro remedio, y lo que escribí fue poesía. Escribí poesía cuando estaba la generación del 70. Y de alguna manera, es extraño porque quienes escribían poesía en esa generación eran mujeres. Rosario escribía poesía muy diferente a la mía, quien más… Edwin Reyes, que en paz descanse, escribía poesía muy buena. Angelamaría Dávila escribía poesía, me gustaba mucho pero era muy diferente. Y yo en ese momento escribía este tipo de poesía:

Manifiesto

Me encanta ser mujer
Tener cuarenta años
Ser dueña de mi vida
Enamorarme de los hombres
Olvidarme fácilmente de los hombres
Escribir mis poemas
Cocinar platos aromáticos
Elucubrar comidas criollas exquisitas
Hablar de comida con mis hombres
Vestirme sensualmente con encajes y sedas
Desvestirme sensualmente
Usar zapatos rojos
Llevar el pelo larguísimos
Pintarme las unas de los pies
Soñar con las novelas que pienso escribir
Ver películas hechas por mujeres
Oír la lluvia azotar el aire
Oír los truenos
Desatar los truenos
Correr las olas con el auto en llamas
Y darte la manzana, Adán;
cómela, cómela

Manifiesto es uno de esos primeros poemas que escribía. Cuando yo escribo poesía, es, ante todo, no para desahogarme sino porque tengo algo que decir. Y lo primero que yo quería decir era que las mujeres teníamos que dejar de quejarnos, eso lo dije en un principio y sigo diciéndolo. Por eso mis poemas nunca lloran. Nunca lloran. Me acaba de dejar el último novio ¡qué horror! Tengo que llorar muchísimo pero no voy a escribir eso en un poema. ¡No señor! Porque entonces me estoy desahogando y esa nunca ha sido mi intención. Yo no escribo poesía para desahogarme, escribo poesía para decir otra cosa y para dar una nota, un tono desafiante, ¿verdad?; para comunicar eso, para ponerlo en un lenguaje de comunicación entre los hombres y las mujeres. Escribo poesía porque tengo el propósito de explorar la sexualidad como una manera, como una forma de comunicación entre los hombres y las mujeres.

En un hotel de Arecibo

En la plaza de Arecibo hay un hotel
al que se sube por un estrecho ascensor
ubicado entre dos tiendas por departamento.
Zapatos y carteras y ropa de caballero, creo
y en la otra vitrina
collares y cinturones de neón.
En la plaza de Arecibo hay un hotel.

Subiendo al tercer piso de un edificio de tres pisos
se encuentra un gran salón de altos techos
iluminado por pequeñas bombillas General Electric.
Un hombre muy cansado come arroz y habichuelas
en un “conteiner” de margarina Parkay.
Un hombre cincuentón de manos grasosas y profundas ojeras
comiendo
detrás del mostrador de la oficina de un hotel.

En medio del salón hay unos pocos muebles
de telas desteñidas y ratán verde
y un pequeño televisor.
Unos ancianos llenos de silencio
observan la pantalla producir rascacielos
sirenas de policía
y automóviles computadorizados.
Desde el largo balcón se contempla la plaza
nocturna y vacía
la iglesia esbelta y blanca
y árboles negros.

A lo lejos se esparce
el susurro del mar del norte.

En la plaza de Arecibo hay un hotel
al que se sube por un estrecho ascensor.
En él se paga por adelantado
$21.50 por un doble.
Las ventanas de los cuartos están clausuradas
y un olor a desinfectante barato
satura el aire.

En este hotel de la plaza de Arecibo
colchas polvorientas y desgarradas
altos techos enormes y vacíos
paredes agrietadas y pequeñas bombillas
amé desesperadamente a un hombre
que ya olvidé.

A través de los años he escrito libros de poesía y narrativa conjuntamente. La narrativa no llegó como parte de un desarrollo tardío, no, puesto que siempre he escrito prosa también. Y todos los críticos decían que mi poesía era narrativa. O sea, que el aspecto narrativo siempre estuvo presente. Era, vamos a decir en términos poéticos, un recurso que yo utilizaba. El año pasado publiqué El caballero del yip colorado que contiene poemas que son de la década de los noventa, también fue premiado Únicamente míos en México con el Premio Jaime Sabines y de este libro inédito voy a leer un poema. Se titula Amor de lejos.

Amor de lejos

Hicimos el amor a través de la mesa de recepción
de un hotel europeo.
Tu sonrisa me penetraba por los ojos y se instalaba
en la boca de mi estómago.
Tu voz me acariciaba los tímpanos,
mordía mis orejas, los lóbulos, la nuca,
me chupaba
las puntitas de los pezones.
Hicimos el amor desde lejos
Rodeados de gente que entraba y salía a la calle;
Tu mirada
besaba mis entrañas, me recorría
de punta a punta
como una boca sedienta,
como una lengua ansiosa.
Yo te pensaba un sexo erecto y duro, durísimo
debajo de unos pantalones de hilo gris.
Ni siquiera nos tomamos las manos
ni siquiera
besaste mi mejilla al saludarnos.
Hicimos el amor con las palabras,
con los tonos y los matices que alcanza el lenguaje,
únicamente con los gestos del cuerpo y los cabellos,
únicamente con las sonrisas entrelazadas
como enredaderas de flores trasparentes.
Fue como hacer música.
Pudo ser en París y pudo ser en Roma,
en Londres, en Nueva York o en Frankfurt.
Hicimos el amor a través de la mesa de recepción
de un hotel…
Sin tocarnos.
Tan sólo nos mirábamos y nos movíamos
al contarnos historias de amor y muerte
¿Quién dijo que el cerebro humano es un órgano sexual?
Pero eso no explica lo suficiente.
Es mucho más que eso; qué alegría…

En el caso de la novela es diferente. Yo comencé a escribir novelas porque es un género que me permite explorar una región de lo humano, el espacio que duerme entre la conciencia y las pasiones que la poesía no me permite. Un poema es una canción. Una novela un viaje a la aventura. Un poema es una canción. Escribo una novela para descubrir algo. En el Manuscrito de Miramar acompaño a la narradora en el viaje que emprende al leer el manuscrito de su madre. ¿Puede ella soportar el conocer una verdad sobre su madre? Escribo esta historia para averiguarlo. En El castillo de la memoria utilizo la historia y el mito para virarlo al revés. Juan Ponce de León encuentra la fuente de la juventud, pero ¿puede soportar la inmortalidad? Viajamos con él a través de 400 años de historia de Puerto Rico para averiguarlo. Al explorar la historia a través de la escritura de ficción también intento conocerme.

En la última novela que escribo, que aún no he terminado, vuelvo a utilizar la historia. Entre otras cosas que no voy a contar, recreo una visita que Franklin Delano Roosevelt hizo a Puerto Rico en 1934. Está perfectamente documentada, y me documenté perfectamente. Fui a los archivos de Puerto Rico y a la biblioteca puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico, y reconstruyo esa visita de Franklin Delano Roosevelt que ni siquiera está en el libro de Historia de Puerto Rico de Scarano. ¡Ni siquiera! La reconstruyo utilizando la imaginación.

Pienso que la escritura de ficción nos permite no sólo reconstruir la historia y recuperarla, sino que nos permite conocer la historia más a fondo al permitirnos inventar sus detalles. Intento percolar la realidad. En eso trabajo en la actualidad y tengo la extraña impresión de que sólo comienzo arañar la piel de todo lo que quiero conocer.

***

Carlos Esteban Cana Escritor y comunicador puertorriqueño. Ha cultivado el cuento, el micro cuento, y la poesía. Actualmente, sin embargo, se ocupa de darle forma a sus dos primeras novelas y a un volumen de ensayos. Colaborador de varias publicaciones impresas y cibernéticas, en Puerto Rico y otros países. Bitácoras y publicaciones alrededor del planeta, como Confesiones, del narrador Angelo Negrón, reproducen su boletín "En las letras, desde Puerto Rico". Para el periódico cibernético El Post Antillano también publica su columna "Breves en la cartografía cultural". En verano del 2012, Carlos Esteban publica Universos, libro de micro-cuentos bajo el sello de Isla Negra Editores. Para el 2013 publica su libro Testamento. Testamento es un poemario antológico que reúne lo más representativo de su poesía; género del que Cana manifiesta: "Fue la propia poesía que me seleccionó como medio, como intérprete". Cana es conocido además por haber fundado la revista y colectivo TALLER LITERARIO, que marcó la literatura puertorriqueña en la última década del siglo XX en Puerto Rico. Otro libro aparecerá durante el presente semestre: Titulado "Catarsis de maletas: 12 cuentos y 20 años de historia", ofrece una vista panorámica de una pasión que el autor ha desarrollado, por cuatro lustros, en el género del cuento.