jueves, noviembre 21, 2013

"Un día en Haití" cuento de Luis Antonio Rodríguez (Laro)


Por: Luis Antonio Rodríguez (Laro)
24 de noviembre de 2004




Un día en Haití ocurrió algo extraordinario, sin precedentes en la historia mundial. Cuando se reanudaron los asuntos cotidianos todos se dieron cuenta que habían amanecido de color blanco.  Algunos tan blancos que hasta el sol les molestaba en la piel.  Para otros, por primera vez en sus vidas su cabello caía dormido sobre su frente.  Los más privilegiados obtuvieron cabellos tan rubios y tan finos que parecían silbidos de ángeles. El mundo entero se estremeció con la noticia. Haití ya no era lo que era antes. Viajaron reporteros de todos los lugares, con todos los equipos necesarios para esparcir la noticia por todos los rincones y a toda hora.  La gente celebraba en las calles, era una fiesta nacional.  El Secretario de la ONU se adjudicó el milagro, logrando así una nominación unánime al Premio Nóbel de la Paz. Inmediatamente el Presidente de los Estados Unidos envió sus tropas para asegurar la democracia y de paso demostrar su apoyo incondicional a su nuevo aliado.  Francia por primera vez reclamó sin llegar a tener suerte. Por supuesto que Inglaterra se unió, y luego llegaron más aliados, ¡muchos!, tantos que hasta había nombres de países irreconocibles.

También llegaron diplomáticos americanos, antes que cualquier otro, para darle la bienvenida al país al Tratado de Libre Comercio.  Lo abrazaron, le dieron cariño y lo rebautizaron como europeos, algunos como hispanos y otros, los más políticos lo llamaban la nueva nación anglosajona.  El Papa, sin ningún precedente, les echó sus bendiciones y hasta envió un cargamento de flores; específicamente rosas blancas. El Presidente de la Republica Dominicana decretó eliminar la frontera como un gesto de buena fe. Eran momentos felices. De todas partes del mundo llegaron expertos en reconstrucción de países.  Se desarrollaron planes de reforestación, de infraestructura, de educación, y hasta de deportes.  Fuera del país, el vodoo se convirtió en una religión nueva, de unión familiar.  Se constitucionalizó, se comercializó, se mezcló con otras religiones y aparecieron algunos capítulos nuevos de los más sagrados libros.  Se vendían brazaletes, cadenas y todo tipo de joyas con sus piedras preciosas en alusión a esta nueva religión.  Camisetas y hasta bultos y carteras.  En Hollywood se crearon más proyectos cinematográficos en referencia al gran cambio que todos los que se habían realizados sobre Vietnam y asesinos en series.  Los actores y actrices mejor pagadas rogaban por un papel. El turismo se incremento a niveles inimaginables.  Por primera vez los hoteles estaban llenos. No se aceptaban reservaciones por los próximos 10 años.  Había prosperidad.

De pronto, como si de la nada, nació un niño… ¡negro!  Con su pelo grifo, sus manitas negras, sus piesecitos negros. Las autoridades tomaron acción inmediatamente.  Declararon el país en estado de emergencia.  Reactivaron el toque de queda y constitucionalizaron el cateo individual.  Les dieron una hora a los responsables de tan vil y atorrante acto.  Especificaron que no iban a negociar con ningún terrorista que se haya atrevido a realizar un acto de esa envergadura. Otros, también llamados terroristas, se fueron entregando a través de todos los hemisferios por temor a que los relacionaran con esta acción tan inaceptable e inhumana.  La gente lloraba y rezaba a los cuatro vientos.  Los Estados Unidos enviaron más tropas para rescatar a sus ciudadanos americanos en caso de que esta tragedia no se pudiera resolver inmediatamente.  Lo arrestaron, y esposando sus pequeñas muñecas lo escondieron en un lugar remoto de alta seguridad. Trataron de extraditar al negrito pero ningún país, aliado o no, le quiso dar albergue político. Los padres, que ya no eran tan blancos, se entregaron y fueron fusilados, en un acto patriótico, aun cuando su constitución ya había sido enmendada y la pena de muerte eliminada.  ¡Pero esto era un desastre natural! ¡Había que tomar medidas extremas!

El Presidente de Haití, que empezaba a dejar de ser blanco, se dirigió al país a través de señal digital.  Con su rostro consternado explicó la situación.  Sus palabras, además de enviar un mensaje de preocupación, estuvieron llenas de esperanzas. Advirtió que cada uno tenía que cuidarse y estar atentos a cualquier intento terrorista.  Exhortó a cada familia a abastecerse de alimentos, y productos de primera necesidad.  Les recomendó tomar adiestramientos de supervivencia, poner alarmas en los hogares y circuitos cerrados de seguridad. Compraron mascaras anti-gas, se vacunaron, y en algunos casos hasta se cambiaron de apellidos. El Presidente reclamaba que mantuvieran la calma aun cuando la alerta de seguridad nacional estaba en el nivel más alto. 

Fue entonces cuando se les ocurrió una idea que pondría final a todo este caos.  Lo consultaron en un plebiscito de emergencia, y todos, todos al unísono y por primera vez desde su independencia estuvieron de acuerdo con una decisión.  Tomaron al negrito, que en ese momento estaba sonriente.  Lo humillaron, lo desnudaron, lo exhibieron en plazas públicas y en revistas, y lo mercadearon por todas las esquinas del hemisferio.  Hicieron canciones y libros.  Convocaron una asamblea pública extraordinaria frente al palacio nacional. Enseñaron al negrito a través de pantallas gigantes.  Mostraron los visuales de su captura, su tortura y su negrura.  Lo colocaron debajo de la memoria de sus ancestros, y lo condenaron al olvido.  Volvió la calma. Los demás países desactivaron sus defensas.  Regresaron a sus hogares, a sus trabajos y a su vida cotidiana… al fin todo estaba normal.

¿O quizás no?



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Luis Antonio Rodríguez (LARO), escritor y fotógrafo puertorriqueño. Ha cultivado la poesía y la narrativa desde muy joven. Durante la década de los noventas, fue incluido por el Poeta y Humanista don Manuel de la Puebla en la antología mundial Ecología y poesía, también fue de los escritores que se desarrolló en torno al colectivo y revista Taller Literario. Su trabajo creativo ha sido reproducido por diferentes bitácoras y páginas cibernéticas, y creadores como el narrador Angelo Negrón, la artista Tanya Torres, la gestora cultural Raven Blackstone, el poeta Eric Landrón y el editor Caronte Campos Eliseos, se han ocupado de difundir su obra. LARO, como se le conoce, ha sido invitado a participar de importantes eventos en librerías y centros culturales de Nueva York, Filadelfia y Puerto Rico. Tiene dos poemarios publicados: Entre la sombra y el albedo (1996) y Versos clandestinos (2001). Actualmente se ocupa de dar los últimos detalles a Historias del ir y venir, su colección de cuentos, y a la novela La noche larga de aquel día. Algunos críticos han destacado el valor de la poesía ecológica de Luis Antonio Rodríguez (Laro), en la que privilegia temas diversos, como la defensa del ambiente y la protección de la naturaleza, en una poética muy propia, desarrollada por los años. Acerca del arte de la imagen y la metáfora LARO manifiesta: “El poeta hace lo que el fotógrafo con su cámara: refleja la vida, plasma los momentos”.   
Dos escritores ante la cámara: Luis Rafael Sánchez y Luis Antonio Rodríguez (Laro)




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