sábado, mayo 18, 2013

Exceso de Velocidad-Uno de mis relatos en el Blog de Caronte Campos Elíseos


Exceso de velocidad

Por Angelo Negrón


A toda prisa el auto se deslizaba por la autopista sobrepasando a otros vehículos. Las luces intermitentes y continuos bocinazos  lo identificaban como el portador de una emergencia. “Cortes de pastelillo”, repetidos frenazos y avances sólo lograban ponerlo más nervioso. Al llegar a la congestión de transito obligada de las cinco de la tarde dio un golpe encima de la palanca de los cambios. Miró el rostro desesperado de su mujer que cursaba el noveno mes de gestación. Su esposa con cara afligida le recomendó seguir por el paseo: Carril exclusivo para ambulancias, policías y personas con emergencias. Se asomó y vio que era vía franca y segura. No existía nadie estacionado en el paseo con algún desperfecto mecánico, por lo que consideró que debía seguir el buen consejo. Después de todo era de suma importancia llegar, al menos, al nuevo dispensario municipal, recién inaugurado.

La multa por invadir el carril exclusivo era onerosa, pero con la certeza de que los guardias de transito eran parte de una huelga secreta de brazos caídos gritada a toda voz estaba seguro de que no encontraría a ninguno. Sonrió al pensarlos en un consultorio buscando una excusa médica que les permitiera cobrar días por enfermedad que ya no recaudarían de otro modo. Los recordó agrediéndolo frente a la universidad del estado por estar en contra de una cuota injusta o  rociándole gas pimienta frente al capitolio por negársele sus derechos constitucionales. Pensó en la encrucijada que la fuerza laboral policial tenía en ese momento histórico en el que tendrían que irse a huelga también si querían defender sus derechos. ¿Cómo lo harían?  Sobre todo porque según la ley número cincuenta de mil novecientos ochenta y seis: Los miembros de la Policía de Puerto Rico no tienen derecho constitucional ni estatutario a la negociación colectiva ni a la huelga, piquetes y actividades laborales concertadas. Los imaginó entonces, siendo detenidos por una fuerza de choque privada, tal vez los hombres de “El Golden Boy: Chicky Starr”, otrora peleador de la lucha libre y dueño de la agencia contratada por el gobierno para ayudar a apalear a los estudiantes en huelga.

Menos traumado, porque notó el avance que estaba logrando al seguir el consejo de su nerviosa mujer, sonrió. Le dijo a ella que no se preocupara, que llegarían a tiempo. Esquivó los barriles anaranjados y rebasó otra fila de autos. Se coló ante las miradas enojadas de quienes no se atrevieron a hacerlo. Después de una intersección y algunas lágrimas de desesperación llegó ante un semáforo que le ordenó el alto. Agitó los brazos como si con eso algún poder oculto lograse que la luz cambiara de color. Miró rápidamente a ambos lados y decidido a traspasar la luz roja con las debidas precauciones. Apretó el acelerador. Comenzó a subir la velocidad con la ilusión de quien sabía consumada su misión.

Pero, la visión que tuvo un minuto antes fue sólo eso. Escuchó el ulular de la sirena policíaca y maldijo la decisión errónea de “comerse” la luz. Miró por el retrovisor. Descubrió el auto azul y...

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