viernes, abril 06, 2012

En las letras, desde Puerto Rico: (Serie Libros valiosos encontrados en la espesura) Emmanuel Bravo, Metroika y su proceso creativo


por Carlos Esteban Cana

Uno de los escritores que siempre buscaba para que contribuyera con Taller Literario era Emmanuel Bravo. Conversador ameno, afable, con su sentido del humor a flor de piel, Bravo dejó en nuestras páginas piezas de alto vuelo creativo como Manro. Recuerdo haberlo conocido en uno de los recitales del colectivo Praxis, a mediados de los 90’s. Su nombre también figura entre los poetas vinculados a Taller Literario en la antología Los rostros de la Hidra.

Emmanuel Bravo ha dejado constancia de su originalidad creativa en Metroika, publicado en el 2003. Y sobre sus reflexiones acerca de tal acontecimiento en su trayectoria se ocupa esta edición de nuestro boletín.
Emmanuel Bravo y su viaje al nuevo medievo: Metroika

Emmanuel Bravo: En Metroika reúno trabajos como desde el 1994 ó 1995, hasta el año 2002. Habían cosas que estuve trabajando durante años que se publicaron en antologías literarias o en revistas: en La ciudad infinita se publicó una prosa poética, en la antología cultural Saqueos, en Taller Literario llegué a publicar unos fragmentos o cosas. Entonces surgió la idea a raíz de una las prosas poéticas que se titulan Hoy no van a prestarme atención. Esa prosa poética yo la escribí durante mi primer año de universidad y tiene una última línea en la que la voz poética se monta en el metrobus y dice algo así como: “Comienza el rodaje de la película Metroika”. Y el rodaje de esa película era como una película de la ciudad vista a través del viaje del metrobus, desde sus cristales, y de ahí surgió el concepto de Metroika. Lo pensé de esa forma porque soy un excesivo seguidor de la historia rusa, de la guerra fría. Eso se reflejó en mi vida como parte de una narrativa propia, un sujeto entre medio de esta gran guerra, ¿no?  Incluso las decisiones que se tomaron afectaron quien yo soy. Tanto me afectó que ciertas imágenes de la civilización, de sus estructuras y de los escombros militares, están en mi trabajo. Yo pensé: Perestroika y Metro, y también en la ciudad de Santurce, que por administraciones era una ciudad destruida o en proceso de cambio. Y de ahí surge que le llamara Metroika, como si fuera una Perestroika de la ciudad, en un cambio constante.
Y sucede porque mi experiencia metropolitana me marcó. En una temporada viví en Filadelfia, en otra en Nueva York. También realicé viajes por Europa, no la Europa del este que fue la que me hubiera gustado más tener, sino la Europa Occidental, una Europa ideal de civilización. Chile estuvo en parte del proceso también, y entonces puedo decir que Metroika se convirtió como en un libro de las ciudades. Claro, estoy blasfemando a Italo Calvino porque sus Ciudades invisibles son así, increíbles, las mías pues son putrefactas, corroídas, enmohecidas. Y de ahí comencé a trabajar el proyecto llamado Metroika, donde reuní poemas que pensé que tenían un hilo conductor, y el libro se convirtió en un largo metraje.
Entonces fui acentuando ese viaje psico-náutico urbano dentro de estas distintas ciudades, en distintos procesos, en distintos registros arquitectónicos, en distintas dinámicas urbanas. Después le fui colocando ciertas imágenes, garabatos míos, pedazos de ilustraciones de libros que fui coleccionando con el tiempo. Incorporé todo eso y le añadí toda una textura visual, borrosa o metálica, plomiza, para hacerlo parte de esa aparatosidad.
En  la portada tienes un vagón del metro que está siendo tirado por una pala mecánica, una pala mecánica que tira un vagón del metro al mar, que se llama Metroika, y con eso surgió lo del viaje al nuevo medievo. Porque la sensación que yo sentía era una sensación de intemperie, inseguridad, inestabilidad, como si uno fuera una especie de trovador viajando por estas ciudades donde hay unos peligros ocultos, unas trampas, unas cosas, lugares que te hacen sentir esa vieja sensación insegura de la edad media.
Y claro, la premisa de Umberto Eco de La nueva edad media fue importante también. La nueva edad media es una colección de ensayo en el que Eco es antólogo y escribe uno de los ensayos. En ese libro distintos autores exploraron la posibilidad de ver la distancia de la modernidad, o sea, la nueva modernidad; o la modernidad transformarse en el futuro en una edad media. Un regreso a los conglomerados dominantes de tierra, ciudades que se cierran y se abren con mecanismos tecno-represivos, el planeta fragmentado en sectores y cosas así.
En todo mi proceso creativo siempre hay una fragmentación, hay un Attention Deficit Disorder. Trato de capturar como un pulpo todas las posibilidades con mis tentáculos. Pero en realidad sólo tengo un tentáculo y mientras cojo una cosa la otra se me cae al piso y se desploma, y lo que está quedando de todo eso son estas narraciones inconclusas, estas propias esferas rotas. En el proceso, cuando me encontraba conceptualizando, no sabía a ciencia cierta qué demonios iba a salir de ahí, porque tenía como dos proyectos narrativos distintos y unos poemas que estaba escribiendo para la fecha.
Metroika fue así, pero lo que pasa es que parte de la experiencia de exponer tu material al mundo fue compleja, porque tenía emociones encontradas en base a las reacciones, a las lecturas. Ahora siento como un súper ego tecno vigilante, omnipresente big brother de mi supra conciencia crítica, mirándome por todos estos lados incómodos. Y me gustaría deshacerme y expandirme sin esa conciencia, con un poco más de intuición, como antes. Estoy tratándome de entregarme a eso. Cuando tu nombre está expuesto ya hay una serie de adjetivos que se unen como cadenas y se arrastran detrás de tu trabajo. Se me hace bien difícil aceptar eso.
Se ha convertido como en una película B movie que a la gente le gusta. Un libro tipo B movie, que hay un culto, hay una gente que te dice: ‘¡Coño, ese libro me gusta!’ o me encanta, o que sé yo. Y para mí eso ha sido una bendición porque se ha dado particularmente fuera de los espacios académicos, han sido lectores marginales.
Cuando yo hice Metroika, yo pensé en un acto Kamikaze. Pensé: ‘Ok, si yo me muero mañana, y este libro se publica, ¿qué quiero realmente que quede plasmado? Vamos a olvidarnos del espacio académico, vamos a olvidarnos del espacio personal, vamos a olvidarnos del espacio profesional, de todas las esferas puñeteras, vamos a olvidarnos de mi número de contribuyente, vamos a pensar en qué yo quisiera que fuera lo póstumo’. Y ahí pensé, déjame publicarlo como está.
Ahora esa persona que hizo eso no es la misma que está ahora, porque te metes en toda estas camisas de responsabilidad. Tú sabes, cuando yo lo escribí yo era un sujeto de la historia. Me gustaba la historia del arte, un poco de la planificación urbana. Me gustaba mucho la interacción, los sabores, la multisensorialidad, o sea, prestarme a todas estas sustancias, a todas estas cosas increíbles y vivir las ciudades de esta forma como un nervio vivo ¿verdad? Por eso decidí que no podía escribir en una forma poética-académica. No podía ponerte y exponerte los epígrafes y las genealogías y las familias, ¿entiendes? 
Yo puse fragmentos y epígrafes donde era necesario, o trozos de fragmentos  de cosas que me tripeaban de otros autores. Pero la convención del academicismo poético; del profesor -que yo admiro y respeto- que después de su doctorado o durante su doctorado o su maestría,  escribe un poemario que tiene que ver con su digresión académica y poética sobre el trabajo de otra persona, en base a sí mismo; eso yo lo respeto, pero no podría hacerlo porque para mí es una contención tan fuerte, que humanamente sería imposible.
Y entonces ahora, en un momento en el que yo puedo sentarme sobre mi trasero a leer de nuevo, con minuciosidad, pero a la misma vez con instinto y con gusto. ¿En dónde quedo yo? ¿Hacia qué canon respondo? ¿Dentro de qué universo cae esto? Pues, esa es la parte digamos que es un poco existencialmente conflictiva, dura.
Mi proceso de creación se ha convertido cada vez en un instrumento introspectivo e íntimo, dado a que actualmente soy maestro de historia y geografía, y al tener otra estructura, otras responsabilidades, pues eso me ha puesto una camisa, un molde, una contención con la cual yo trato de trabajar a veces y quizás me miro más al espejo en ese momento porque no tengo los amigos, los colaboradores, el lugar de la tertulia, los intercambios de poemas. “Mira lo que escribí.” “Viste lo que escribí.” “¡Ah!, léete a fulano, léete a mengano”. Eso se desintegró para mí, aunque tengo una compañera excelente, poeta, que nos comunicamos. Pero he tenido que desarrollar esa búsqueda de otra manera, quizás de forma solitaria.
Los proyectos múltiples que tengo en agenda son un reflejo de las múltiples máscaras que he tenido que vivir. Un sujeto happy go lucky, libre dentro de su constraint, multi-sensorial, con su proceder de trabajo mañana, lo entrego otro día. Hay un deseo de meterme en todos esos frentes, en todas esas máscaras. En eso me encuentro trabajando.
 ***


Emanuel Bravo nace en Filadelfia, PA (1976). Termina su bachillerato en Historia de las Américas en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (2000). Participó en varios recitales con el colectivo macharrán “Praxis” en la librería La Tertulia y el Ateneo, leyó en las Subterráneas de Poesía, presentó en la librería Shakespeare and Co. de París, y recitó junto a la poeta Chloé Georas en el Nuyorican Poets Cafe de la ciudad de Nueva York. Ganó el primer premio en cuento y la primera mención en poesía en el Certamen del Departamento de Español, Facultad de Estudios Generales, UPR (1996). Publicó en las revistas Taller literario, Contornos, Mise-Entropique. También publicó en las antologías: Mal(h)ab(l)ar, La ciudad infinita y Saqueos. Su trabajo de creación y sus ensayos de crítica de arte han sido publicados los periódicos Diálogo y San Juan Star. Metroika: viaje al nuevo medievo es su primer libro.

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