sábado, febrero 18, 2012

En las letras, desde Puerto Rico: Artesanía y dolor en la poética de Alfredo Villanueva

por Carlos Esteban Cana

La noche que conversé y conocí a Alfredo Villanueva fue memorable. A pocos escritores les he podido sacar tanto en una breve entrevista. Aunque esa visita lo instalaba nuevamente, de forma cercana, en el circuito literario del patio, Villanueva venía realizando su obra poética y cultural de forma consistente, desde mediados de la década del 80 en Nueva York. A la hora de acercarme a su hoja de ruta, encuentro que son referentes importantes títulos como El imperio de la papa frita, Pan errante o Mala Leche, por mencionar sólo algunos.

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Esa noche, entre copas de vinos y un grupo selecto de amigos, la poeta Etnairis Rivera se refirió a Alfredo Villanueva como un escritor que luchaba con el tiempo con una especie de nostalgia; un creador que levantaba su voz, con cierto anarquismo, contra fundamentalismos de cualquier tipo. Y así es. Es evidente la irreverencia visceral en la poesía erótica de un artista que disfruta coleccionar cristales de diferentes lugares.

Pero no hablemos más, dejemos que el propio poeta nos hable de aquellas lecturas que le apasionan, del significado que le da a la poesía, de lo que implica ser escritor. Alfredo Villanueva es el invitado en esta edición de “En las letras, desde Puerto Rico”.

Alfredo Villanueva: Yo he querido escribir una poesía que yo llamo somática. Esto es

Alfredo Villanueva. Foto por Alberto Martínez Márquez.
que se escribe, como yo digo, con cuatro tintas. Siempre he dicho que yo escribo con sangre, semen, sudor y lágrimas. Digo que no es con el corazón que se siente, sino con el estómago. Porque cada vez que yo siento una emoción muy fuerte a mí lo que se me encoge es el estómago, no el corazón. Yo creo que para escribir hay que sufrir bastante, y si no se tiene una vivencia muy fuerte uno termina ensartando palabras que pueden ser muy buenas pero que no comunican. Porque el acto de la comunicación se da cuando la persona que lee siente que la persona que escribe le presta su garganta, le presta su voz para poder decir algo. El cumplido más grande que le hace un lector a un poeta es cuando le dice: “Me hubiera gustado escribir eso”, o “usted ha dicho algo que he sentido toda la vida”, “usted ha escrito algo por lo que yo he pasado”.

Yo digo que yo soy más Mallarmé. Para mí  es la flor que está ausente en todo el ramillete. La poesía tiene que ver mucho con las ausencias, con los vacíos, con los agujeros. Pero son ausencias que son presencias porque viajan con uno todo el tiempo. Uno no puede dejar de recordar, ¿no?; para mí es muy importante. La poesía comienza en el cuerpo, no en la mente; no en el logos, en el soma. Una de mis líneas favoritas de aquella obra de Tenesse Williams es: No recuerdo el rostro pero las manos me son familiares. Nosotros somos un cargamento de trazas de otros que nos han impactado, y las cargamos. La ventaja del poeta es que puede recuperar esas trazas; y otros a través del poeta encuentran las trazas de ellos mismos. 

Fotografia por: Claudia B

Siempre he dicho, nadie se acuerda de un poema completo pero se acuerda de un fragmento de poema. Y ese fragmento del poema le estalla una y otra vez. Tú puedes estar 20 años después de haber leído lo que llamo un poema cursi: Este domingo triste pienso en ti, y de repente llega un domingo que estás triste, piensas dulcemente en alguien y ese poema te vuelve a salir, y tú te quedas como ¡Auch! Te duele. Porque la poesía que es buena duele, duele por que es como un cuchillazo que le dan a uno, porque la memoria hace que uno recupere. Yo vivo obsesionado por fragmentos de poemas. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. La noche está estrellada y ya no está conmigo. No tiene que ver con el idioma,  es cualquier poema que tú hayas podido leer en el original. Tú te quedas con una de esas líneas y la llevas toda la vida contigo. Cuando menos tú lo esperas salta de nuevo y vuelve a ser vigente.

Inicios, influencias y lecturas


Cuando yo comencé a escribir aquí en Puerto Rico hubo una poeta muy famosa en su época del grupo Guajana, no era del grupo Guajana como tal sino que era la musa de los guajanos que me dijo que yo tenía que quemar toda mi poesía porque no estaba escribiendo poesía política. Yo no tenía la madurez para escribir poesía política. En ese momento Mercedes López Baralt me había regalado para mi cumpleaños un libro llamado Cuatro poetas españoles que tenía a Gabriel Celaya, a Blas de Otero, creo que a Alberti y a José Hierro. Y a ese yo le tengo que añadir un quinto que es Emilio Prado. Yo, de repente, encontré que eso me salvó… Me salvó de Darío y me salvó de Lorca, que yo creo que son las influencias más terribles que hay sobre todos los poetas. No porque sean malos sino porque uno los llega a imitar como esclavos. ¿No? Yo empecé por la poesía intimista. Después con mis estudios de literatura, Wallace Stevens. Sobre todo Wallace Stevens, más que nadie; Whitman, Eliot, el Dante que lo leí a muerte con un profesor de la Universidad de Puerto Rico. Hablé de los simbolistas, Mallarmé, Verlaine. Pier Paolo Pasolini que mucha gente no lo ha leído como poeta. Yo tuve la suerte de que me obligaron a leer, casi a punta de pistola, a los herméticos italianos. Y para mí fue una revelación Ungaretti, Quasimodo, lo que yo llamo poesía seca, no poesía mojada. Poetas en los que triunfaba la imagen sobre la palabra. No eran sentimentales pero dolían muchísimo más. Unas cosas tan labradas, tan bien hechas, y no digo yo que eran cerebrales: es la imagen. Lo más importante es que uno tiene que decir algo. Escribir por escribir a mí me deja frío. Yo quiero comunicar, y yo creo que eso es lo que define mi poesía, la comunicación. Lo m
ás importante en mi vida es que venga alguien que no conoce de poesía y me diga: “Yo sentí eso que usted escribió”.

Alfredo Villanueva foto por Alberto Martínez Márquez
Alfredo Villanueva,. Foto por Alberto Martínez Márquez.

A mí me han criticado mucho mi poesía homoerótica, por ejemplo, y sin embargo cuando yo leí sobre la muerte de mi compañero hubo gente que se atacó a llorar en el auditorio. Yo me quedé como ¡Wow! ¿Qué es esto? Y vino una señora y me dijo: “Gracias por compartir tu dolor con nosotros”. Porque la muerte no tiene sexo y es una experiencia universal; y yo que he visto morir a tanta gente. El amor no tiene que ver con sexo. Cuando yo le escribo un poema a un cuerpo que tengo al lado, con el que he vivido por un montón de años y que todavía no conozco, pero a quien ya le he jurado fidelidad o hecho un compromiso. Y lo digo así: aquí hay un extraño. Yo creo que todo el mundo, en los matrimonios, llega una noche en que se despierta y mira ese cuerpo al lado y dice: “¿Éste quién es? o ¿Ésta quién es?” Pero aquí me quedo. Ya no queda más remedio. Aquí estamos y llega ese conocimiento de que son dos extraños que van a estar juntos para siempre.

Sobre sus libros

Cada libro es un libro muy especial. Tengo un libro llamado Grimorio (Colección Murmurios, 1988), que es un libro de magia y una gramática, ese es muy especial porque yo intenté universalizar mi experiencia. Es muy importante En el imperio de la papa frita (Editorial Colmena ,1989), que es mi primer poemario político sobre la situación colonial de Puerto Rico. Pero, en realidad, cada libro es importante y yo no dejo a mis libros atrás. Hay poetas que escriben y se olvidan del libro y, sin embargo, en mi caso, mis libros forman una secuencia. Cada uno añade a lo que han dicho los demás. En los recitales, por ejemplo, no puedo leer nada más que lo último, sino que tengo que leer un poquito de todo.

Alfredo Villanueva. Foto por Alberto Martínez Márquez.
A Ana María (Fuster Lavín) le agradezco infinitamente que no importa lo escabroso que yo escribiese me ha publicado en Borinquen Literario. Yo creo mucho en el Internet. De hecho, tengo dos libros que no están publicados en papel. Se pueden bajar gratis del Internet, y mi intención, mi ‘mala leche’ (como yo llamo a uno de los poemarios), es regalar la poesía. Porque ya me cansé de cargar con libros en la maleta. No hay nada más subversivo que decir: lo mío se reparte pero no es comercial. Ahí los editores se mueren. A mí me cuesta treinta dólares poner un libro en internet, lo puede bajar todo el mundo y en estos tiempos la gente puede entrar a las bibliotecas digitales. Como puertorriqueño, y yo lo proclamo a todo tren, es fascinante que me estén leyendo en diferentes partes del mundo. A veces me da gracia porque yo llego a Puerto Rico y se me conoce ahora, pero hace tiempo se me lee afuera. Tengo contacto en todos lados y eso es muy importante.

Sobre el concepto de generaciones en la literatura

Primero que todo no creo en la vaina de las generaciones. No hay poetas viejos y poetas jóvenes: hay poetas. Y yo creo que todos nosotros jamás dejamos de aprender unos de los otros. Yo todavía, cuando escribo y se me queman las pilas, agarro mis poetas y aprendo de nuevo. De manera que no veo el por qué de esta división artificial. A mí me encanta trabajar los nuevos o los que comienzan a formarse porque yo he cometido toda clase de errores en la poesía y sé dónde están en los peligros. El diamante hay que pulirlo para que brille. Tú escribes con inspiración después de estar tres días trabajando en ese poema… ¡Perdón! ¡Nada de tres días, toda la vida! Yo tengo poemas que escribí hace treinta años atrás que cuando los leo nuevamente los cambio. Y yo creo que es lo más importante. La artesanía es el alma del arte.

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Biobibliografía

Alfredo Villanueva Collado (Santurce, Puerto Rico, 1944). Residente en Nueva York. Poeta y cuentista de la diáspora puertorriqueña. B.A, M.A. Universidad de Puerto Rico. Ph.D. Literatura Comparada, SUNY Binghamton, 1974. Catedrático Emérito, Eugenio María de Hostos Community College (CUNY, NY). Miembro de la junta directiva de Latino Artists Round Table (NY). Premio Casa Tomada (NY) de Cuento y Poesía, 2006; mención de cuento, Ateneo Puertorriqueño, 2006. Poemarios: Las transformaciones del vidrio. (Editorial Oasis, 1985); Antología, Pliego de Murmurios (Sabadell, VII-91, 1987); Grimorio. (Coleccion Murmurios 1988); En el imperio de la papa frita. ( Editorial Colmena, l989); La guerrilla fantasma. (Editorial Moria, l989); La voz de la mujer que llevo dentro. (Arcas, l990); Pato salvaje (Arcas, 1991); Entre la inocencia y la manzana. (UPR 1996); La voz de su dueño ( Latino Press, 1999); De antiguo amor. (Taller del Poeta, 2004. PDF Format); Pan errante. Pontevedra. Taller del Poeta, 2005); Mala leche (Taller del Poeta, 2006, Formato PDF). Antologías poéticas: Poesía puertorriqueña, 1984-85 (Mairena, 1986); Poesía Actual, 1988. (Pliegos, 1988); Papiros de Babel: Antología de la poesía puertorriqueña en Nueva York (UPR, 1991); Antología infinita No.1 (1992); Centro Español, 1992); Poesida: An Anthology of AIDS Poetry from the United States, Latin America and Spain (Ollantay 1995); Como ángeles en llamas/Algunas voces Latinoamericanas del siglo XX/Selección (Maribelina, 2004); Poesía puertorriqueña del siglo X: Antología (UPR, 2004); El verbo descerrajado: antología de poemas en solidaridad con los presos políticos de Chile. (Apostrophe, 2005); Cauteloso engaño del sentido (Libros de la luna, 2007) Contacto en: alfavil@aol.com

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