sábado, enero 14, 2012

En las letras, desde Puerto Rico: Un verso creando lo creado: La poesía necesaria de Magaly Quiñones (Primera parte)

por Carlos Esteban Cana


Puedo dar fe


Puedo dar fe

No he guardado memoria de ese viaje.

Cuando pienso quién fui, de dónde vine,

se me confunde el pelo con las uñas,

el vino con el verso y con el vaso.

Sé que vine a vivir porque mi madre,

al mirarme tan breve,

tan menuda en mi piel, tan indefensa,

se olvidó del dolor de su cintura,

borró toda tristeza y mirando el reloj

nos llamó a todos para dar la noticia.

Nadie me dijo que venía a contar

pero al nacer sobre un pubis mojado

en la lámpara tibia de la Isla

me abrí cual flor en un jardín de pobres

y comencé a nombrar

dándole a cada cosa, a cada nombre

un silencio y un cuerpo en el espacio.

Nadie me dijo, pero no me quejo,

la horma de mi oficio

encontró en este mundo un buen zapato.

Y además, aprendí,

merodenado en diversas direcciones

sobre el ancho misterio del planeta,

que sobraban palabras y razones

para tensar mis arcos y mis flechas.

Yo no quería llegar, alguien me trajo.

Yo no quería contar, me sedujeron.

Un gran misterio me espinó la mano

y volé tras el grano, seca de labios

hacia la nueva vida de la lluvia y la nube.

No he guardado memorias...

De lo poco que tengo o lo que tuve

puedo dar fe, nombrando.

 i,Quienes hemos leído la obra de la poeta Marta Magaly Quiñones podemos dar fe, como se titula esta poesía extraída de su libro Sueños de papel, de que su misión principal ha sido nombrar. Nombrar con belleza los altos valores del espíritu. Recientemente la poeta fue una de las elegidas para el corte de cinta del nuevo café, en The Poet’s Passagedel Viejo San Juan; ese inmenso proyecto de Lady Lee Andrews. También Quiñones resultó finalista, con el poema Colores y versos, en el Certamen de la Casa del Poeta, en el que Ana María Fuster y Yolanda Arroyo también resultaron ganadoras. Esos acontecimientos, con su nimiedad o su grandeza, ejemplifican el reconocimiento que ha ganado con los años esta escritora. Manuel de la Puebla, director de las ya legendarias revistas Mairena y Julia, escribió sobre Quiñones: “Es una poeta muy fiel al mundo que conoce, que lo siente hasta las punzadas de dolor; mundo que sacude y lo incita tanto como lo ama.” Y es que la poesía de esta autora, que se define a sí misma como poeta boricua, antillana y caribeña, transita por dos vías: la amorosa y la social.
En esta edición especial, en dos partes, de En las letras, desde Puerto Rico, converso con Magaly Quiñones acerca de su trayectoria. Pasamos revista por cada uno de sus libros, y cuando digo eso me refiero además a que era inevitable que su obra no incluyera la vida como tema central; una poética propia que hace simbiosis del arte y la compasión, de la búsqueda estricta de la forma y la belleza con el compromiso.
En esta primera parte, estimado lector, escuchará a Magaly reflexionar sobre los siguientes libros: Entre mi voz y el tiempo (1969), Era que el mundo era (1974), Zumbayllu(1976), Cosas de poetas (1977), Cantándole a la noche misma (1978), En la pequeña antilla (1982) y Nombrar (1985). El poema que inicia cada parte es una pieza seleccionada del título al que estamos haciendo referencia. La segunda parte se ocupará de los últimos veinte años de su producción creativa.
Con Magaly Quiñones, autora que también canta en sus poemas a los niños, hay mucho de que hablar. Quienes dirigen las diversas instituciones culturales del País conocen el valor de su obra. Solo falta que den honor a quien honor merece. Yo, por mi parte, aquí les presento su obra, aquí les presento su voz. Un verso creando lo creado: la poesía necesaria de Magaly Quiñones.



Todo vuelve a traerlo mi memoria,

vago dulzor de luna y madrugada.

Entre mi voz y el tiempo la vida perentoria,

la vida descarnada.

(fragmento de Entre mi voz y el tiempo)


Entre mi voz y el tiempo (1969)

Yo empecé a escribir desde bien pequeña. A los ocho años tenía mi libretita de poemas escondidita en las gavetas. Cuando ya estaba en escuela superior conocí a una poeta arecibeña que se llamó Carmen Alicia Cadilla. Carmen Alicia me dio la confianza de que lo que había escrito tenía valor. La conocí a través de su hermano y cuando leyó mis poemas me dijo: “Magaly, esto es un libro estupendo y no lo dejes porque se te pone viejo en las manos. Tienes que publicarlo”. Y yo, imagínate, estando en escuela superior, dije: “Dios mío y cómo… ¿Qué es eso de publicar un libro?”Para mí, eso sonó grandísimo.
Cuando Carmen Alicia me escuchó en esas me dijo: “No te preocupes, que yo te voy a ayudar”. Entonces habló con don Pepe Romeo, que en esa época era un periodista reconocido de El Imparcial y El Mundo, y le llevó el poemario. Cuando Romeo leyó el poemario le dijo que él quería hacer el prólogo. Carmen luego se comunicó con un amigo español que tenía imprenta en Madrid, de apellido García Nieto, y le mencionó:“Mira, tengo un libro que me parece que va a ser bien aceptado. Yo quiero que tú ayudes a esta muchacha que está empezando”. Para ese entonces yo entraba a la transición de pasar de Escuela Superior a la Universidad, y un amigo me dijo: ‘Vamos a donde un amigo que tiene un taller que se llama El Tajo del Alacrán.” Ese amigo era Antonio Martorell, y entonces fui y lo conocí. Hablamos, le di los poemas, él los leyó y me dijo: “Yo los quiero ilustrar”.
Para pagar el libro, que salía en mil dólares y que el impresor lo estaba dando al costo, hice mucho ‘serrucho’,entre la familia y los amigos. También hice rifas y miles de cosas hasta que aparecieron los mil dólares. Eventualmente Entre mi voz y el tiempo se fue a España. Y recuerdo como si fuera hoy cuando fui con mis padres a buscarlo. Las cajas. El montón de cajas de libros. Todo aquello me llenaba de emoción.
El apoyo de mi familia fue fundamental porque a mí siempre me gustaba la poesía, y ese gusto lo adquirí de mis padres. A los dos también les gustaba la poesía. Mi familia no era rica y cada vez que cumplía años pedía de regalo un libro de poemas y siempre me lo compraban. Recuerdo que después mi mamá fue a la Carnegie y se hizo socia de la biblioteca. Una vez al mes me llevaba y seleccionaba el libro que yo quería. Mi mamá lo cogía prestado a su nombre. Así empecé a leer a Juan Ramón, a Amado Nervo, a José Asunción Silva, a Juan de Dios Peza. Yo los leía, me aprendía sus poemas y luego los recitaba en la escuela.
Lo de recitar poemas comenzó en primer grado. Sucedió que a mi maestra de primer grado le gustaba mucho el arte dramático. Ella parece que se dio cuenta de que yo tenía esa inclinación a dramatizar gestos, y me dijo: “Yo quiero que tú digas la poesía de la clase. Yo te la voy a enseñar”. Y así fue que ella me la enseñó. Tuve una preparación profesional ya que la maestra sabía lo que tenía entre manos. Ella me enseñó bien la dicción, la expresión facial, el movimiento de las manos, cómo pararme. Todos esos detallitos; o sea, que tengo tabla desde los cinco años.
Yo tenía una vida bastante literaria, en el sentido en que estaba muy inmersa en la literatura. Leía mucho. Leía una barbaridad. Ese mundo interior estaba saturado de la literatura universal, sobre todo de la hispanoamericana. A medida que fue pasando el tiempo me fui asentando más sobre mi caribeñismo, sobre mi antillanía. Todo fue un proceso. Una maduración de conciencia.
En mi poesía, en mis ensayos, siempre he tenido esa dirección. Yo me siento bien puertorriqueña, y después descubrí que además de puertorriqueña era caribeña. Este mundo es chiquito, y estar metido dentro de ese otro me daba la sensación de que tenía la misma conformación. Y seguí por ahí hasta el sol de hoy. El reino de los pocos es una de esas poesías que traza mi trayectoria.
Me nutrí de otros horizontes, de aquí fui a Francia… después a México a estudiar. Pude mirar al país desde afuera. Carmen Alicia me nombraba como la poeta viajera. Me decía: “Tú tienes unos zapatos muy grandes y unas tijeras muy grandes porque recortas mucho.” Ella decía que mi poesía salía pulidita, pulidita, pulidita; que todo lo que no servía lo sacaba, y que siempre andaregueaba por esos mundos. Carmen y yo nos escribíamos y le contaba acerca de los viajes.
La poesía de Entre mi voz y el tiempo tiene mucho ritmo y mucha musicalidad. Es poesía para ser declamada. Hay muy poca poesía que sea meditativa en el sentido de leerla para uno mismo. Quizás las principales influencias que tenía para la época eran José María Arguedas, Juana (Ibarbourou), Alfonsina (Storni).
*

Y en cuanto supe…

Y era que el mundo era
un globo de papel,

una chiringa cualquiera,

un cometa gomoso dando vueltas y vueltas.

Y era que yo era pequeñita

y amante del papel,

adhesiva y absorbente por mis apetencias.

Y era que en cuanto supe que sabía

del nacimiento de la historia

y en cuanto hubo hombres

cuyas cuñas habrían

de señalar exactos, calculados,

los odiosos ingresos de los dioses,

y en cuanto quedaron las cifras y las piedras

y murieron los hombres, me dije:

Y era que los hombres mueren,

y era que mi Dios era de papel,

y era que el papel se trueca en piedra con los años,

y era que le oraba a una chiringa cualquiera,

de esas que dan vueltas… y vueltas.

Y era que yo era pequeñita

y absorbente

y adhesiva

y apetente,

y era…

Era que el mundo era (1974)

Entre mi primer y segundo libro pasaron cinco años. En ese periodo, todas esas experiencias vividas me dieron un poco más de madurez. Para hacer Era que el mundo era me senté tranquila a mirar el entorno y comentar lo que veía. Hay también alguna queja, alguna protesta pero encuentro que es un libro bastante filosófico.
Tengo que reconocer que en todos los libros sale la crítica social. Tengo una amiga que era profesora, y fue decana en la Universidad de Wisconsin. Ella me decía:“Magaly, nunca había conocido a nadie que pudiera mezclar la protesta social con el tema amoroso, y tú lo logras.” Cuando escribo un poema de amor entra la protesta social con la mayor tranquilidad y no choca. No choca porque esos dos mundos están totalmente fusionados en mí.
Yo quería estudiar Estudios Hispánicos y cuando entré en la universidad me la pasaba metida en el teatro porque me encantaba también la cuestión del teatro. Pero mis padres, que eran pobres, preferían que yo estudiara una carrera que fuera bien remunerada, y el teatro no lo era; creo que no lo es todavía.
Siempre, de joven, era una mujer muy solitaria. No estaba en ningún cenáculo ni me reunía con ningún escritor de mi época. Yo era muy tímida. Excesivamente tímida. Recuerdo que siendo estudiante de la universidad iba al centro y al teatro. Mis amigos eran teatreros, más que escritores. Pero cuando iba al centro yo veía por allí a Angelamaría Dávila, a Nietzche, a Silén. Todos ellos se reunían en el centro. Yo los miraba desde lejos. A Marina Arzola que siempre fue un personaje que me llamó la atención y me encantaba su poesía. Yo los leía, pero los leía aparte. Yo no era del grupo de ellos. Años después, cuando estaba haciendo la maestría, me reunía con mis amigos que no eran poetas. Bueno, algunos eran aprendices de poeta. Entonces íbamos a la marginal del Condado y nos amanecíamos leyendo y discutiendo poesías, cuentos, o lo que fuera. Pero no se trataba de un cenáculo de los que hoy son poetas puertorriqueños. Eran simplemente mis amigos; uno que tocaba guitarra, otro que le gustaba cantar, y a mí, desde bien jovencita, siempre me ha gustado cantar. Y nos reuníamos a eso, a leer poesía y a discutirla. Nos leíamos, por ejemplo, la biografía de Clara Lair, y todas esas experiencias fueron bien ricas pero no se dieron como parte de un cenáculo. Siempre fui, como dicen, casa sola y rancho aparte. Yo los leía a todos pero no escribía con ellos.
Tomé algunos cursos en Estudios Hispánicos pero, desgraciadamente, los profesores que me tocaron en esa época no eran los mejores, como que no me ganaron. Y como yo sabía que en lengua inglesa habían grandes clásicos me dije: “Yo quiero estudiar inglés para conocer mejor otra literatura que no sea la mía.” Al principio se me hizo muy difícil pero luego me gustó, sobretodo la literatura de Estados Unidos. Luego entré en maestría a Literatura Comparada. Y yo siempre quise hacer una tesis sobre Proust, que era mi novelista, mi héroe, pero una maestra chilena, Carla Torretti me dijo: “Magaly, de Proust ha escrito todo el mundo, de Kafka casi nadie. ¿Por qué no trata con Kafka.” Y por eso terminé comparando a Kafka con Joyce. El tema giraba en torno al arte y la figura del artista en esos dos colosos, en esos dos novelistas maravillosos. El concepto del arte siempre ha estado como preocupación en mi vida y en mi obra.

*

Yo no le he preguntado a nadie

Yo no le he preguntado a nadie,
en mi corazón nace la canción.
No tengo tiempo para llorar,
hay que mirar…
El sol cayendo,
la luna levantando,
batiendo el mar…
Por eso,
por todo eso,
por los dulces insectos,
por el viento,

¡ven y mírame llorando,
ven y escúchame cantando!

Zumbayllu(1976) Trompo Zumbador

Zumbayllu significa trompo zumbador y es un libro muy breve, de doce poemas. Son poemas con una frescura particular, porque se acerca a la literatura indígena, que es una literatura que tiene una sencillez y profundidad cósmica porque habla de la creación del mundo y de las cosas que son bien elementales y que también son universales. Las imágenes de ese libro tienen mucha transparencia. Nace inspirado por la semilla que dejó el educador chileno José María Bulnes en esta pequeña antilla. Por eso le dediqué los poemas a Chile, al pueblo quechua, y al Perú por José María Arguedas.
La naturaleza es un tema recurrente en mis libros. Soy una gran enamorada de la naturaleza. He hecho poesía ecológica de los pájaros, en defensa de los árboles, de los ríos. La cuestión de la naturaleza no es algo sencillamente contemplativo pues he levantado mi voz para defenderla de los que abusan de ella y la atacan.

Para publicar Zumbayllu nos reunimos alrededor de 7 amigos, y lo hicimos en maquinilla. Entre todos lo pegamos y le hice un dibujito para la portada. Hicimos 200 libros. En la biblioteca Lázaro está bajo la sección de libros raros.

*

21 de agosto de 1976

… Y, en realidad, como Tolstoy, comienzo a creer que todo se inicia, se elabora y se complica en el fondo. Además de desarrollarse en gran parte en la mente del hombre. Comienzo a ver la Vida como un proceso de interiorización como lo es la apreciación artística. Y si la apreciación de la obra se cristaliza en el fondo, de igual modo presumo que la Vida se cristaliza en el fondo.

fragmento Carta IV

  Cosas de poetas, cosas nuestras (1977)

A mí me encanta escribir. Escribirle a gente. A amigos que viven aquí y que viven afuera. Ahora es más fácil porque existe el correo electrónico, pero en mi época escribíamos cartas. Y entonces una vez, le escribí una carta de agradecimiento a una española que me había invitado a una lectura, y como a los dos días me llamó por teléfono y me dijo: “Magaly, te digo que nunca había leído una carta como esa, que mientras más la leo más me gusta. ¿Tú siempre le escribes así a todo el mundo?”Y yo le contesté: “Pues sí, yo le escribo así a todo el mundo. Esa es mi forma de escribir.” Y me sugirió que compilara las cartas, porque le había dicho que nada salía de mis manos sin que yo no tuviera copias.
Entonces fui a mi archivo de cartas, que eran muchas, y empecé a buscar todas las que tenía para escritores y pintores. Ya había entrado al mundo de la pintura. En el 73 había tomado unos cursos de grabado con Susana Herrero y ella me entusiasmó con ese mundo. Para entonces ya tenía amigos queridos que eran pintores.
Y entonces escogí entre todas esas cartas y las edité. Hice una colección de 25, y saqué el libro. Te puedo decir que en Cosas de poetas está mi concepción del arte, mis reflexiones acerca de cómo se desarrollaba el proceso creativo en mí; qué era lo que hacía para escribir. Es una especie de guía para escritores. Yo era muy joven y atrevida. Dije cosas que mis amigos me señalaron que no debí haber dicho. Pero no me arrepiento. Mi inmadurez no llegó a la insolencia. Dije cosas como que mi padre era nacionalista. Los amigos se preocupaban de que eso me perjudicara en el futuro, en el trabajo. Sin embargo, yo no tenía miedo. Desde chiquita estaba curada de espanto. Mi padre fue muy perseguido. Recuerdo como entraban a la casa a registrar. Experiencias como esas las viví desde pequeña, y como dice el jíbaro, me curaron de espanto. Nunca he tenido miedo. Al principio mis padres intentaban no enterarnos, pero por más que los padres quieran tapar el cielo con la mano, los niños se dan cuenta. Después mi padre hablaba libremente de sus experiencias como cadete de la república. El era un hombre muy valiente.
El valor que tiene Cosas de poetas es que en sus páginas está mi poética. En esas cartas son evidentes mis intereses, lo social, mi compromiso con los oprimidos. También hay confesiones, anécdotas de vivencias. Mi poesía también está empapada de eso; lo único que esas preocupaciones en ese libro están dichas de otra forma, están escritas en prosa.
Y como la mayor parte de los poetas de Puerto Rico somos pobres, yo he tenido que esperar cuatro o cinco años, entre libro y libro, para publicarlos con lo que puedo ahorrar. El primer libro que me publicó una editorial establecida fue Sueños de papel, y lo hizo la Editorial de la Universidad. Patio de fondo lo publicó el ICP, pero todos los otros los he publicado con mis ahorros.
*
El reino de los pocos

Yo soy de los desangrados,
traigo a un hombre de la mano,
traigo a una mujer de la mano,
un niño sobre mi corazón.
Soy de los que se rebelan,
nací en todas las casas pobres,
caminé sobre todas las carencias,
ahogada en la garra de un hambre
que no me dejó leer versos.
Me desnutrí en la Perla de la Vieja San Juan,
agonicé en el barrio de la Nueva York,
me descompuse en las Cloacas de la eterna París,
me hice mujer en Chile,
envejecí en las ruinas del Perú…
Sigo siendo de ellos,
de los simples,
de los irreverentes iletrados.
Huyo en cada hombre que huye
tras un golpe brutal de la derecha,
en cada mercenario que deserta,
defiendo cada espacio, quiero consolar cada lágrima.
Porque yo soy de ellos, de los más, de los muchos
y celebro la Vida an cuando me ha angustiado
que no me consultaran para traerme al mundo,
Al reino de los pocos…


Cantándole a la noche misma (1978)

Cantándole a la noche misma es el único libro que Carmen Alicia prologa. El prólogo se titula “Acompañando a Magaly”. Yo lo escribí después que regresé de Rusia. Estuve como un mes y leí mucho a Maiakovski y a la gente de allá. Vine como saturada. En el libro no hablo para nada de Rusia. En sus páginas lo que está presente es la naturaleza de mi País. También la protesta social. Vine con unos deseos de decir las cosas. Con ganas de pararme en la esquina y decirlo todo sin ningún tapujo. Eso fue lo que me dio ese viaje. No me quería callar nada.

*

De un sólo golpe

Ante mi voluntad de hacerme el ciego,

el amor se cansó de ser el lázaro.

Surqué los montes con mi enorme oreja,

con mi bastón

la pena flagelaba…

Y ya no supe hacer,

de un sólo golpe

se me juntó la tierra con el agua…

En la pequeña antilla (1982)

Lo que hay es una síntesis mayor en mi libro En la pequeña antilla. En sus páginas voy como apretando más y más y más. Eso se adquiere con la práctica y el conocimiento del idioma. Con eso a mi favor pude darme el lujo de lanzar una serie de imágenes que algunos han catalogado como muy originales. Y esto es resultado de la máxima aspiración que debe tener un poeta, que es el dominio del idioma.
En muchos de estos poemas es evidente que estoy mirando al mundo y comentando la situación de la época. La época de Nixon, la guerra de Vietnam y después. Pude mirar la isla desde afuera porque estuve viviendo en tres estados distintos de los Estados Unidos: Washington, Massachusetts y Nueva York.
También En la pequeña antilla se ve que estoy hablando con voz propia porque en el poema final me atrevo a mencionar mi nombre. En ese poemario yo estaba plantando mi propia voz en la poesía.
*

El fuerte san Cristóbal

Hoy trabajo la vida,
la dureza vital de la palabra,
sobre muros, museos, solares empedrados,
calabozos…

Por no enfrentar la entrada a la ciudad

he dado un gran rodeo.
No quise ver el barco repleto de turistas
enfilando sus coces junto al Morro.
Nombré, con la ilusión
de no añadir un solo renglón más
a este universo de modorra y humo.

Ya en el Fuerte
abrazaba las ventanas para después decirle
-perteneces al viento-.
Ya en el Fuerte
volví sobre mis pasos
para alcanzar la sombra de mi sombra
que bronceaba su tedio bajo el sol…

Nombrar (1985)

Con Nombrar gané el certamen Mairena en el 1982. Luego lo revisé y lo aumenté. El libro creció más. Era más pequeño cuando lo sometí a Mairena. Y cuando por fin lo pude publicar ganó el Premio Nacional de Poesía del PEN CLUB en el 1986.
En ese libro la escritora se sentó a mirar el mundo con ojos nuevos. Era como si el mundo estuviera empezando y yo, como poeta, tenía la pretensión de querer nombrar cada cosa para darle existencia. Y por eso, pues, empiezo a nombrar. Por eso se titula así. Empiezo a nombrar las cosas para apropiármelas, para hacerlas parte de mí.
Nombrar fue un libro muy exitoso; gustó muchísimo. Poemas de ese libro fueron publicados en diferentes países. Claro, el premio del PEN CLUB fue importante y ayudó en la difusión. En sus páginas cultivé los temas que nunca se agotan: la naturaleza y el amor están ahí. Sin embargo, iba dirigida a nombrar cada cosa como si nunca las hubiera visto. De forma consciente me planté a nombrar; quería delinear una nueva realidad.
Me atrevo a decir que Nombrar es el colmo de la sencillez y de la síntesis. Tenía que andar ese camino. Sentía que tenía que hacerlo. Para poder nombrar las cosas hay que hacerlo de forma sencilla, porque de no hacerlo se continuaría echando oscuridad sobre las cosas. Y lo que hay que hacer, en cambio, es aclarar. Sería como sacar la maleza hasta que encuentras la esencia y ahí está. Lo que dije en ese libro lo dije con las palabras más sencillas y de la forma más sintética que pude.
En Nombrar está el diario vivir. Siempre me acuerdo que un amigo que leyó ese libro me dijo: “Magaly, cada vez que voy a la Isla y veo un camión en la carretera, el camión que veo es el tuyo.” A la persona se le quedó esa forma de ver al camión como grabada.
Y para mí, ese es el logro de la poesía; integrar las cosas del diario vivir. Lo cotidiano: el camión, el sol, la araña… Recuerdo que Enrique Laguerre me envió una carta en la que me decía que el poema La araña era la síntesis más sintética que él había leído en su vida. Concluía don Enrique diciendo: “¡Qué gran acierto de síntesis!” Porque el poema tiene como seis o siete versos nada más, y en ellos se describe perfectamente la araña saltando y atrapando la mosca en la red para comérsela.
Y…
Y cuando caminaba sola

machacando mis huesos contra mis huesos,
¿de qué tenía miedo en la Noche
sino de tu presencia?
Y cuando levantaba al sol en una sola flecha
con una decisión irrevocable,
con un impulso puro como el aire,
¿a quién buscaba sino a ti?
Y toda mi canción,
todo mi gran deseo, mi confianza,
qué eran sino la doble voluntad que sorprende
al hombre frente al vértigo.
Qué eran sino la piedra que se lanza
buscando nuevas formas de vacío
y en nombre del Amor
va intentando llegar
a las Estrellas.

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