sábado, diciembre 24, 2011

En las letras, desde Puerto Rico (Serie Libros encontrados en la espesura)Chloé S. Georas reflexiona sobre su libro Rediviva: lost in trance-lations

por Carlos Esteban Cana


Escucho en la voz de Chloé versos de Manuel Ramos Otero. Esa noche, sin embargo, hablo con la poeta de imágenes, hablo con la poeta de palabras. Le pregunto también por los nuevos horizontes creativos y confiesa un cambio de tono en lo minucioso de las crónicas. Admite, sin rubor, que ha utilizado en el lenguaje ciertas dosis deliberadas de ácido y humor para confeccionar cuentos, cuentos que se ocupan de seres nómadas, inmersos en los roces propios de vidas aleatorias y migratorias, en los que la diferencia cultural impone irremediablemente el desencuentro de turno. Por un momento, esas precisas palabras hacen eco y pienso en las muchedumbres inmensas que transitan pasajes diversos del planeta, aquellos que con una bitácora amorfa dan a su paso una cartografía accidental que configura un pasaporte sin fronteras, a veces liviano, a veces pesado. Chloé me sigue hablando. Esta vez habla del futuro, un futuro incierto lleno de libros sin textos, completamente visuales, con la fotografía como única materia prima. Pero el tiempo apremia y estoy aquí por otro libro suyo, uno que desdeña vilmente las neuronas encargadas del olvido. Publicado en El canon secuestrado de Isla Negra Editores, el libro se titula Rediviva: lost in trance-lations. No digo más. Escuchemos brevemente a Chloé:

“Rediviva es una exploración de diferentes propuestas, y un aspecto central de las propuestas es la intraducibilidad, es decir, la relación entre el español e inglés como una relación disímil, equívoca y de mucha turbiedad. Lo que hago es coger la propuesta convencional de la traducción, que es poner textos encarados como equivalentes, y juego y socavo esa estructura al usar papel traslúcido y papel sólido para solapar versiones disímiles de poemas traducidos, que puede ser ya la traducción como un estado mental alterado, de trance. Por eso lo describo como trance, como ese estado alterado que precede todo acto de escritura. Se trata de  que la traducción antecede el acto de escritura (no es que viene la escritura y después viene la traducción de esa esencia). Lo que planteo es que no hay una esencia anterior al momento de la traducción, sino que es la traducción misma la que precede el momento de la escritura como un estado mental.”

“Por eso es que trabajo poemas solos en un idioma como una traducción. En mi libro una traducción puede consistir de un poema, de dos poemas, de tres poemas, y esos tres poemas pueden ser poemas del mismo idioma, porque también operan como traducciones entre sí. O sea, que los trato como unidades de translations porque el trance precede el acto de la escritura.”

“Rediviva es un libro que a veces se puede poner en parte de su lenguaje muy denso y bastante filosófico.”


domingo, diciembre 18, 2011

En las letras, desde Puerto Rico: Periodismo y literatura en voz de Rosa Montero, Laura Restrepo y Elena Poniatowska

por Carlos Esteban Cana

Comentaba recientemente Javier Darío Restrepo, Director del Consultorio Ético de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, ante un auditorio de comunicadores en Puerto Rico, que el periodista continúa siendo irremplazable, particularmente, por la calidad de su trabajo. En tiempos en los que los medios se sirven de avances tecnológicos, incluso para transformar roles tradicionales en la cadena de información, aquel periodista que haga entender lo que pasa, que ofrezca antecedentes y ponga en contexto los hechos, es siempre necesario, apuntaba el veterano periodista, experto en ética. Y es que el buen periodista, ese que renueva constantemente su compromiso de hacer pensar, explicar lo que sucede e interpretar la voz de las comunidades, se diferencia de inmediato con respecto a otros seudo-comunicadores que habitan los medios. Quizás ese perfil que destaca al verdadero periodista se debe a una ética personal y propia que desemboca en eso de ser persona. Bien lo ejemplificó Kapuscinski cuando título Los cínicos no sirven para este oficio al libro que se ocupaba sobre el buen uso del periodismo.  

A lo largo de mi experiencia como escritor y periodista cultural he reflexionado sobre los puntos de contacto entre la literatura y el periodismo. También he consultado las valiosas reflexiones del Dr. Eugenio García Cuevas (Periodismo crítico, cultura y literatura),  Jorge B. Rivera (El periodismo cultural), y Susana Rotker (La invención de la crónica). Por lo anterior, no tengo dudas acerca de los beneficios que esa relación simbiótica deja en quien aspira a crear mediante la  palabra. Hablo, por supuesto, de los que asumen su vocación literaria como un modo de vida. No de aquellos que pretenden hacer del oficio del escritor algo cercano a la farándula, con todo lo que eso implica. Pero dejemos que otras voces compartan algunas impresiones sobre los contactos entre literatura y periodismo. En este espacio escucharán las voces -porque leer es una forma de escuchar- de Rosa Montero, Laura Restrepo y Elena Poniatowska, tres reconocidas escritoras del orbe iberoamericano que se han desempeñado como periodistas. Estas impresiones se desprenden de diversos conversatorios en los que estas autoras han compartido con el público lector boricua. 


 Rosa Montero: Para mí el periodismo es un género literario. Aunque en mi caso yo lo asumo como una profesión pero, sin duda, el periodismo escrito es un género literario. Si eres un director de periódico no, pero ser lo que yo soy que es reportera, hacer entrevistas, hacer crónicas, hacer reportajes, hacer artículos, pues eso es un género literario. Y puede ser tan grande literariamente como cualquiera de los otros: como la poesía, como el drama, como el ensayo y como la ficción. ¿No? Por ejemplo, A sangre fría de Truman Capote que es un pedazo de libro enorme, pues es un reportaje, puro y duro es un reportaje.  O sea, que desde ese punto de vista la cuestión es hacer bien el género. Claro, hay periodistas espléndidos y periodistas malísimos, como hay novelistas espléndidos y novelistas malísimos, y luego medianos, más medianos, menos… de todo. Incluso yo creo que hay periodistas que no son novelistas y que hacen periodismo literario, o sea, que eso es un género en sí. Es muy raro, además, el escritor que cultiva un solo género. Normalmente pues son, yo que sé, ensayistas y poetas, como Octavio Paz. Yo me considero una escritora que cultiva el ensayo, la ficción y el periodismo. Lo que pasa es que luego, dentro de lo que cultivas, cada uno tiene puesto el corazón en un lado. Y realmente donde está mi pasión es en la ficción, y el periodismo es mi trabajo y pertenece a mi ser social. Pero me estoy acordando ahora, por citar solamente un ejemplo clásico, de Larra que es nuestro escritor romántico español más importante y sólo hizo periodismo. No hizo nada más que periodismo. Un escritor que realmente lo sigues leyendo 150 años después y es delicioso y maravilloso.

Laura Restrepo: Hoy en día pues ya llevo diez años escribiendo novelas de ficción pero en ese momento, cuando escribí La isla de la pasión, mi único oficio era el de periodista (un oficio además interrumpido porque yo había tenido que salir al exilio, estaba en México) y tenía que basarme en reportajes, tal como mi oficio me lo indicaba y por eso la novela está basada en hechos reales. Es una novela, si se quiere, histórica. Ahora, ¿dónde termina la realidad y donde empieza la ficción? Y viceversa. Como periodista, cuando tú investigas, la realidad te da una serie de pautas, te da una serie de datos, pero tú te vas haciendo una composición del lugar que no necesariamente te la verifica o te la corrobora la propia investigación. Comienzas a buscar la pieza que te falta del rompecabezas y, sin embargo, tú tienes la certeza (trastornada, asunto de lógica) la idea de cómo debió ser. Como quien dice hay una pieza que falta pero el contorno de las piezas vecinas te dicen cómo es esa pieza. En el periodismo es contra la ética poner esa pieza ahí. Porque tú no tienes como respaldarla con los datos de la investigación. La ficción, en cambio, te permite hacer eso. Imaginar cómo pudo ser. Te da la licencia para completar.

Elena Poniatowska: Yo he escrito a lo largo de la vida libros de testimonios, que no son precisamente novelas. La noche de Tlatelolco es un libro de testimonio. Son las voces entretejidas de toda la gente que vivió o que fue testigo de la masacre de 300 personas en una plaza que se llama la Plaza de las Tres Culturas porque están ahí la cultura pre-hispánica, los restos de pirámides, la iglesia de Santiago Tlatelolco, colonial y los edificios muy modernos. Entonces es un libro de voces entretejidas, de gritos, de dolor, de gente que incluso huía de la plaza (que fue como una ratonera) y fueron balaceados por detrás. Porque llegaron a los anfiteatros y también a los hospitales gente que tenía heridas de balas en la espalda, en los glúteos, en las piernas, y que fue herida mientras iban corriendo, es decir, a mansalva, a traición, por detrás. Eso fue en el 68 y en ese año se celebraron las olimpiadas en mi país, entonces recuerdo mucho a una edecán, una niña de 23 años, preciosa, con apellidos alemanes, se llamaba Regina. Y esa niña, que la fue a recoger su padre en el anfiteatro, a la morgue, tenía a lo largo de toda la columna vertebral seis balazos, quiere decir que le dispararon seis veces, y tenía todo el pecho destrozado por balas expansivas que nunca se debieron utilizar. Entonces este crimen no es una novela, es un verdadero crimen sobre el cual quise hacer un testimonio. Pero los otros libros son de historia oral, como el del terremoto de 1985 que fue atroz pero que también da mucha esperanza por la fortaleza de la gente. Y otros como Fuerte es el silencio, también sobre como los paracaidistas toman las tierras en mi país, los desaparecidos políticos, los ángeles de la ciudad, aquellos que vienen a la cuidad durante una época y son pordioseros. Y, por otro lado, están estas novelas que ya son novelas más de ficción, como podrían ser Paseo de la reforma, Tínisima, aunque Tínisima está basada en la vida de una fotógrafa mexicana, y los cuentos del libro De noche vienes. Pero siempre, como soy periodista, hay una base de realidad, hay una base de verdad, porque yo creo que ningún escritor escribe en ficción pura. Siempre hay un personaje que lo marca a uno, que recuerda a uno lo que dice. Yo creo que uno siempre escribe ficción a partir de la realidad.

domingo, diciembre 11, 2011

En las letras, desde Puerto Rico: Angélica Gorodischer: entre la inocencia y el lenguaje

Foto cortesia de Akerunoticias
por Carlos Esteban Cana

En la extensa trayectoria de Angélica Gorodischer, una llena de universos narrativos que trascienden la ciencia ficción que le ha dado a conocer a nivel mundial, es evidente su compromiso con lo que es ser mujer y escritora, ya sea en Latinoamérica o en cualquier latitud del planeta. Puntualizaba en 1992, en el prólogo del libro Mujeres de palabra: “Somos mujeres de palabras. Estamos construidas de palabras y damos las palabras que tenemos y cumplimos la palabra dada. Cuerpos hechos de palabras a la vez que la palabra es cuerpo, hemos empezado un día a escribir contra todo porque somos mujeres y porque habitamos un continente desgarrado. Cuando escribíamos nuestros primeros textos no nos atrevíamos o no sabíamos abrirnos hacia lo hondo de nosotras mismas para dejar pasar lo necesario, lo inevitable, lo que estaba ahí como un bezoar, cada día más duro y más poderoso. […] Hasta que un día descubrimos que la cara del éxtasis llegaba desde un lugar misterioso y contradictorio en el que la sangre no es herida sino vida, en el que cae en gotas una savia espesa que resuena en los rincones sólo habitados por la memoria, en el que hay un lugar más que gozoso para las abuelas morenas o venidas desde el otro lado del mundo, para las viejas diosas de caderas anchas y vocales líquidas, para la voz. Cuando ellas hablan, cuando sabemos cómo dejarlas hablar y oírlas, pasan estas cosas y de pronto somos mujeres de palabra que cumplen su palabra, hecha de palabra, dadoras de palabra.”

Cuando conocí a Angélica Gorodischer once años después, cuando se efectuaba el V Encuentro Internacional de Escritoras, evento que pude cubrir por encomienda de la Oficina de Revistas del Instituto de Cultura Puertorriqueña, tenía un conocimiento parcial de la escritora que iba a entrevistar. En los estantes de mi biblioteca personal estaban libros como Las jubeas en flor o Mala noche y parir hembra, pero desconocía, por ejemplo, que en ese mismo año circulaba en librerías del mundo anglosajón la traducción de su novela más conocida, Kalpa Imperial, realizada por la eminente escritora de ciencia ficción Úrsula K. Le Güin.  Desconocía que Gorodischer llegaba al Encuentro en Puerto Rico después de haber organizado simposios similares en Argentina entre 1998 y 2002.

Después Gorodischer ha continuado su obra, publicando novelas y colecciones de cuentos. Continuó también con sus Grupos de reflexión sobre la escritura, y en el 2007 recibió un premio por toda su obra (integrada por más de 30 títulos) en Estados Unidos y fue declarada Ciudadana Ilustre de Rosario ese mismo año. Han sido muchos los premios recibidos por una obra que ha sido publicada por diversas editoriales como Lumen y Emecé. También recibió Premio Dignidad de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Por todo lo anterior no me sorprendería de que fuera galardonada con el Premio Cervantes o que fuera nominada al Premio Nobel por alguna prestigiosa institución cultural.

A continuación guardo silencio y dejo que sea la propia Angélica Gorodischer quien nos hable, en sus propias palabras.

Angélica Gorodischer: La gente en general empieza con poemas, intenta con la poesía. Yo nunca escribí poesía. Ni siquiera a los 16 años. Cuando una está enamorada y el otro no te quiere, y entonces son las grandes tragedias de amor. Nunca escribí poesía. Tampoco he escrito teatro. Bueno, ensayitos pequeños para los periódicos o para revistas o para lo que fuera sí, pero yo digo que he venido a este mundo a contar.

Yo aprendí a leer a los cinco años. Además nací en una casa llena de libros. Los libros fueron mis juguetes. ¡Las muñecas me parecían horribles! Siempre me parecieron horribles y estúpidas. En cambio, los libros tenían de todo. A los cinco años aprendí a leer y empecé a leer desesperadamente todo. Claro, lo primero que leí fueron los libros que mi mamá me prohibió, como es lógico. “Esto no lo leas”. A los cinco minutos yo lo estaba leyendo. Algunos no los entendí. Otros los entendí y me encantaron. Y bueno, leí todo, todo lo que encontraba. Y a los siete años -a los siete años- lo recuerdo perfectamente, decidí que iba a ser escritora. Estaba leyendo Las minas del rey Salomón y dije: ‘Yo quiero escribir esto’, pero claro, Las minas del rey Salomón ya estaba escrito. Así que tenía que escribir otra cosa. Bueno, y después leí de una manera omnívora. Me tragué todo, pero todo. Leí libros buenos, libros regulares, porquerías, genialidades. El siglo de oro, los griegos, novelas policiales, pornografía, novelas rosa, best-sellers, lo que me cayera a las manos. Leía todo.

Los escritores nacen de los lectores. No hay otra. Los escritores también nacen de los lectores. Yo creo que una vez que uno lee, lee, lee, se vuelve loca escribiendo. Se quema las pestañas, sigue leyendo y un día una escribe. No hay otra.

Yo nací en Buenos Aires por casualidad, porque mi papá estaba ahí, con mi mamá. Claro, porque tenía un trabajo en Buenos Aires pero después nos volvimos a Rosario, de donde era la familia de mi mamá, y yo he vivido toda la vida en Rosario. Rosario queda ahí, no más. Queda a 300 km de Buenos Aires que para nosotros no es nada. 300 km es la vuelta a la esquina.

Rosario es casi una prolongación de Buenos Aires, es el mismo tipo de ciudad. Tiene el mismo tipo de literatura urbana. Más chica que Buenos Aires. Buenos Aires tiene 9 millones de habitantes y Rosario tiene millón y medio. Las dos están al lado de ríos monstruosos. Las dos tienen el mismo clima. Y bueno, hay una autopista que uno va a la mañana a Buenos Aires y vuelve a la tarde, cosa que yo hago a menudo. En general voy dos veces por mes a Buenos Aires porque mi editorial está en Buenos Aires, y también una cantidad enorme de amigos y compromisos. Así que cada 15 días yo estoy en Buenos Aires. Mucho no aguanto porque es una ciudad monstruosa, pero dos días o día y medio aguanto. Después digo: ‘¡Ay! Quiero ir a mi casa” y me vuelvo.

Dije lo que había dicho Bernard Shaw, a los siete años tuve que interrumpir mi educación para entrar a la escuela. Entonces hice la escuela primaria, hice la escuela secundaria, entré en la universidad. ¿Qué iba a hacer? Aprender las letras, filosofía y letras. Entré en la facultad. Entonces llegué a cuarto año y dije: ‘Que diablos estoy haciendo acá’. Y me fui, si yo no quería ser profesora, yo quería ser escritora. Y es cierto, es lo que encuentro. A veces no, pero en general el marco de la academia es algo que limita mucho y que impone un lenguaje, un discurso que es muy contraproducente cuando uno quiere hacer narrativa, poesía o teatro. Es muy difícil que salgan de allí buenos poetas, buenos narradores, buenos dramaturgos. Salen excelentes investigadores, excelentes críticos, a quienes yo respeto muchísimo porque yo no podría hacer eso. Se me haría absolutamente imposible. Pero también reconozco que no sólo lo respeto y me parece admirable, sino que no quiero hacerlo.

Me puse a escribir y yo invento todo. Imaginación e invención pura. Como te puedo decir. No investigo nada, no me importa ir a las fuentes. Bueno, no escribo novelas históricas tampoco. Pero todo lo que yo escribo es invento. Todo. Todo. Entonces, a propósito de una novela mía que salió el año pasado decían: ‘¡Que barbaridad! Cómo habrás investigado con este asunto de la botánica’. Pues escuchadme, todas esas plantas no existen. Me las inventé yo. No puedo ir a investigar. No tengo tiempo, ni paciencia. Entonces yo me invento todo. Por eso y durante un tiempo hice ciencia ficción, porque ahí me parecía que tenía más libertad, pero la ciencia ficción me duró tres libros, más o menos. Y después ya me harté.

Además me alimenté de Borges como nos alimentamos de Borges todos los argentinos. Borges es el papá de todo el mundo, en toda la Argentina. Borges defendió siempre la ciencia ficción. Fue el primero que hizo un prólogo a un libro de ciencia ficción. Hizo el prólogo de las Crónicas marcianas de Ray Bradbury. Y si vos vas a los textos de Borges te vas a encontrar con mucho de eso. Tlon, Uqbar, Orbis, Tertius, por ejemplo, La biblioteca de babel. Todas esas cosas son absolutamente ciencia ficción. Las ruinas circulares. Realmente Borges fue un defensor de la novela policial y de la ciencia ficción. Defendió las literaturas marginales, cosa que me llena de emoción, de ternura y de amor. Yo también estoy de acuerdo en que las literaturas marginales son las que hacen crecer la literatura.

Todos mis libros son distintos. Lo que pasa es que la marca de la ciencia ficción es muy fuerte. Yo no escribo literatura realista. No puedo. No me sale. Siempre pasa algo. Siempre empieza todo muy suavemente y de repente le doy con el fierro al lector en la cabeza. Y Bueno, lo jodo. ¿Qué quieres que le haga? Porque hay algo que interviene allí que no tiene nada que ver. ¡Y Dios me libre y me guarde, no me vayas a hablar de realismo mágico porque te pego!

La literatura de Cortázar sí, después ya me traicionó ese hombre. Pero todos esos cuentos hasta Rayuela, el Libro de Manuel ya no. Cuando se puso ideologizante dejó de interesarme. Mi único compromiso es con el lenguaje. Aparte del compromiso con el lenguaje, que es lo que me marca como escritora, yo puedo tener una posición política que efectivamente la tengo. Pero eso no tiene nada que ver con mi escritura. Yo no voy a escribir un libro para demostrar que tal. No. ¡Un corno! A la narrativa se entra por la puerta de la narrativa, no por la puerta de la ideología. Si vos entrás por la puerta de la ideología puedes escribir un ensayo, un panfleto. Bueno, que sé yo, un libro de filosofía, lo que se te cante. Pero si vas a escribir narrativa entrás por la puerta de la narrativa y no importa. Lo único que importa, como decía el maestro Borges, es escribir en estado de inocencia. Es decir, sin plantearte a donde va eso. Eso no va a ninguna parte, va al trabajo con el lenguaje.

El día que la humanidad adquirió la palabra, adquirió el hecho de ser humanidad. Antes no. Sin palabras no se es humanidad. Cuando se produce lo que se llama la política del nombre, ahí es donde se va realizando esa humanidad que venía de lo que venía del hommo habilis, o del hommo erectus, y todavía no el hommo sapiens.

De mi propia obra, mi novela preferida es Prodigios, que es lo mejor que he escrito en mi vida. Prefiero la novela y el cuento como género. Los dos me gustan y depende de qué es lo que estoy escribiendo. Cada texto reclama su propia forma. En cuento hay un libro que se llama Menta, que es uno de los que a mí me gusta. Hay un libro que se llama Como triunfar en la vida, cuidado, eh, que no es un libro de auto ayuda. ¡Dios me libre y me guarde! Es un libro de cuentos siniestros. Bastante siniestros. Las Jubeas en flor, ese es un libro de cuentos y algún otro que está por ahí.

El cuento es un género más difícil. Lo que pasa es que la novela es más absorbente. Yo he estado cinco años escribiendo una novela. Una novela. Y está bien. Es una cosa como una enfermedad, pero el cuento es más difícil porque tiene que ser redondito y lisito, y brillante si es posible. La novela puede dejar cabos sueltos, puede incluso ser una especie de batiburrillo de un montón de cosas. El cuento jamás.

El cuento se vende muy bien, pero las editoriales tienen sus líneas. Las editoriales son un negocio, finalmente. Entonces ellos dicen que la novela se vende mejor que el cuento. Cosa que es cierto hasta cierto punto, porque el cuento es un género muy territorio de la plata, tanto uruguayo como argentino, muy del río de la plata. Y hay cuentistas extraordinarios que se venden muy bien, pero es una especie de círculo vicioso. Las editoriales dicen que se vende mejor la novela, y entonces la gente escribe novelas. Y el cuento, no escriben cuentos pero entonces... Es una tontería total. Para las editoriales el cuento es un muy terreno raro.

Cuando recién empezaba a escribir en forma profesional, escribí dos novelas que eran horribles. Por supuesto las tiré. Las rompí y las tiré. Después escribí una novela con la que gané un premio, un premio importante, se llama Floreros de alabastro, alfombra de bokhara, una novela semi policial, por supuesto, sobre las cosas que le pasan a una mujer. Contada en primera persona. Después viene una novela que se llama Jugo de mango, después Kalpa Imperial, que ha tenido cuatro o cinco ediciones, no sé cuántas. Después viene Prodigios. A nivel editorial no pasó nada con Prodigios, la compraron tres gatos, pero yo creo que es lo mejor que he escrito en mi vida. Lo que pasa es que es una novela muy difícil. Difícil de leer. Yo comprendo que el lector la abre y dice: ‘¡Ay! ¡Qué horror!’ y la deja. Juego con el lenguaje constantemente. La estructura es una estructura lineal perfectamente clara, no pasa nada, lo que es difícil es el lenguaje usado.

De vez en cuando escribo un cuentito porque como la novela es una especie de enfermedad. Uno tiene que poder respirar y para poder respirar escribo un cuento. A mí me pasa por lo menos que los libros de cuentos se hacen así. De repente, yo digo: ‘Ah, pero tengo 17 cuentos, ¿a ver de estos cuáles sirven? Sirven estos diez. Bueno, ya tengo un libro de cuentos.’ En general ni me doy cuenta que estoy haciendo un libro de cuentos. Pero ahora estoy escribiendo otra novela. Qué se le va a hacer. Es como irremediable. Y no te puedes imaginar como re-escribo. Re-escribo, re-escribo y después re-escribo. Harto corrijo y corrijo y corrijo constantemente. Corrijo siempre en pantalla. No imprimo hasta tener todo perfectamente claro. Y como te decía antes, yo escribo en estado de inocencia como decía Borges. Escribo por escribir, y escribo por escribir porque tengo que escribir, porque es mi misión en la vida. ¡Caramba!

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Carlos Esteban Cana es comunicador, escritor y crítico. Edita el boletín cibernético En las letras, desde Puerto Rico. Periodista cultural, ha entrevistado y conversado con escritores de todo el orbe iberoamericano, es además poeta y narrador. Fue miembro de la Junta Directiva del Pen Club y se ha desempeñado como Coordinador Editorial para el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Publicado por el Movimiento Cultural Abrace e incluido en diversas antologías como Los rostros de la Hidra, La gaceta virtual o Estancias del sol, este autor es fundador de Taller Literario, colectivo que en el 2011 cumple 20 años de fundación.

viernes, diciembre 02, 2011

En las letras, desde Puerto Rico: Piezas fundamentales del cuento en Puerto Rico (1989-2009)

por Carlos Esteban Cana


Intro

El mapa no está completo. Al papel, amarillento en algunas partes, le faltan pedazos. Piezas fundamentales para descifrar códigos y símbolos. El especialista no se inmuta y se coloca ante la lupa. Utiliza también  espejuelos. No escucha especulaciones, acertijos no fundamentados. Con paciencia escudriña. Toma notas. Se deslinda de lo que se vocifera con fines propagandísticos. Intenta finos trazos. Un apalabrado gesto en la descripción, y devela.

No todo lo que brilla es oro, y cuando se trata de libros de cuentos algunos asombran por su vestidura elegante. Pero cuidado, que lo muy vistoso puede ser solamente capota y pintura. Sin embargo, otros títulos, quizás más humildes en su cubierta, y sin presencia mediática, son verdaderas joyas. A veces escondidas en los lugares más remotos y recónditos de la librería.

En 20 años se han publicado infinidad de colecciones de cuentos en Puerto Rico. Hace poco más de cinco  años publiqué una lista que ilustraba los títulos que considero clásicos en el género, teniendo como marco temporal desde la década del 40 hasta la del 80. Hoy, sin embargo, me ocupa la extensa oferta de los últimos 20 años. Esta vez intento sacar de la bruma, por estar dispersas, piezas fundamentales que conforman el perfil editorial de las dos pasadas décadas. Algunos de estos libros, los más recientes, se consiguen en cualquier librería, incluso en el internet. Otros, lamentablemente, están agotados, por lo que para poder apreciarles hay que acceder a las salas especializadas en literatura puertorriqueña.

En los años recientes hemos presenciado una explosión editorial debido, en parte, a los diversos talleres que ofrecen diversas instituciones. Tanto la Universidad del Sagrado Corazón, con su Programa Graduado de Escritura Creativa, como el Departamento de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Puerto Rico, así como cursos cortos en diversas instituciones educativas, en su división de educación continuada, y otros proyectos de la misma índole auspiciados por editoriales y otras empresas de carácter privado, llenan sus cursos con un considerable número de personas interesadas en el arte de la palabra. Por otra parte, las revistas impresas son, como siempre, terreno fértil, caldo de cultivo. Y el internet, en esta era cibernética e informática, ha magnificado la dimensión de la pluralidad. Para regocijo de unos y desconsuelo de otros.

Coordenadas hemisféricas del mapa: los 90’s


En un escrito reciente ubicaba el marco generacional de los 90’s entre el nacimiento de Taller Literario (1993) y la publicación de la antología Los rostros de la Hidra (2008). Mucho ha sucedido en esos tres lustros. Aquí algunos datos y nombres.

En los 90’s, publicaciones periódicas como las revistas Posdata (que publicaron un emblemático dossier de la narrativa que se generaba en esos años) y A propósito convivían con las establecidas: Mairena (en poesía); y con las de carácter académico como Exégesis y la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña. En este mismo inciso ubicaríamos a las revistas Cayey y Cupey. Desde mi punto de vista, los márgenes o las vías alternas siempre han estado en mejor condición y capacidad para configurar nuevas voces creativas, y, aunque de vida breve, cuando pienso en eso y en la época, me viene a la memoria el colectivo En la mirilla.

En los noventas fueron importantes, además, la singular Piso 13, así como Libro Guía y En rojo. Los talleres de escritura eran ofrecidos en la Facultad de Estudios Generales, el Ateneo Puertorriqueño. Y en el Instituto de Cultura Puertorriqueña la cantera era propiciada por el Proyecto para el Fomento del Quehacer Literario, bajo la tutela de Vilma Bayrón Brunet. Otro espacio valioso eran los talleres de Silvia Domenech nombrados como “El poder de escribir”. Lo que antes habían hecho un René Marqués o un Pedro Juan Soto, o el mismísimo Emilio Díaz Valcárcel (que cerraba ciclo docente en esos años), lo comenzaron hacer Magali García Ramis, Edgardo Rodríguez Juliá, Coqui Santaliz, Edgardo Sanabria Santaliz, y luego Ángela López Borrero, Carmen Lugo Filippi, Marta Aponte Alsina, Mayra Santos Febres, Amílcar Cintrón, y después un Mario Cancel, un Alberto Martínez Márquez, un Emilio del Carril, una Janette Becerra en Cayey.

Taller Literario dio a conocer poetas de gran aliento creativo como Mairym Cruz Bernal, que para esos años dirigía el colectivo Puertas, y Elidio la Torre, pero la gran fuente de la revista y su fortaleza estaba en los linderos narrativos. De sus páginas saltaron nombres como Camilo Santiago, Antonio Aguado Charneco, José Manuel Solá –también poeta-, Juan Carlos Quiñones “Bruno Soreno”  (quien no era un desconocido en el panorama), Ángelo Negrón, Nilda Soto Méndez, Juan Carlos Fred Alvira, Rodrigo López Chávez –hoy cineasta- y el periodista Joel Villanueva Reyes. Taller fue una revista que tuvo diferentes ríos tributarios que desembocaron en su nacimiento, desde Senderos en Cataño al curso de Teoría y práctica narrativa, ofrecido por Emilio Díaz Valcárcel en Estudios Generales, pasando por los pasillos donde tertuliábamos los estudiantes en Estudios Hispánicos y desembocando en el enorme delta que fue y es la Escuela de Comunicación Pública. Pero a pesar de su cercanía a departamentos académicos Taller Literario siempre estuvo más cerca de las calles del Paseo de Diego. Es decir, nutría parte de su propuesta con escritores que estaban más allá de los linderos universitarios, lo que una década más tarde comenzaron a fomentar los talleres personales de escritura creativa o la propia Universidad del Sagrado Corazón, bajo la rectoría creativa de Luis López Nieves. Por todo lo anterior, los escritores ya instalados en la academia, y los recién llegados pertenecientes a la generación del 80 (particularmente los egresados de Filo de juego y Tríptico), miraban con cierta suspicacia la propuesta inclusiva de la revista. Unos por la mirada jerárquica, otros porque simple y únicamente estaban interesados en mitificar su gesta generacional. Lo que al final pagaron los estudiantes que pasaron por el aula ya que sólo tenían acceso a una parte de la historia. Por esa razón escritores vinculados a Taller Literario brillan por su ausencia en antologías como Los nuevos caníbales o Mal(h)hablar. Sólo después, con la llegada de otras revistas y colectivos como El Sótano 00931 y Zurde, la gesta de Taller Literario, constante por los cuatro costados de la Isla durante la última década del siglo XX, sería valorada en su justa perspectiva.

Para la época, Isla Negra Editores comenzaba a levantar un catálogo que 20 años después de su fundación, asciende a cerca de 300 títulos. Lo que Terranova Editores iniciaría luego en la primera década del siglo XXI . Para esos años noventosos post-guerra fría, se dio en el panorama local la sonada polémica entre  Mayra Montero y escritores jóvenes como Juan Carlos Quiñones (Bruno Soreno) y Pedro Cabiya (Diego Deni), entre otros. La primera, en una de sus columnas que llevaban por nombre Aguaceros dispersos, se preguntaba dónde estaban los nuevos escritores. Hacía alusión a que ella, en su momento de juventud, había solicitado un prólogo a José Luis González. Y que esperaba por los nuevos jóvenes literatos para que le solicitaran, de la misma manera, un prólogo. Desconozco si alguno de esos novísimos llegó a pedir alguna reflexión a Montero para sus libros, pero más allá del dime y direte, El Nuevo Día comenzó sus certámenes. Desde afuera y desde lejos aquella primera edición del certamen parecía fundamentarse por la creencia de que después de los 70’s no había ocurrido nada en la literatura puertorriqueña. Premisa equivocada porque nunca desde el “establishment” se tiene visibilidad completa del panorama. No sé si se deba a una ceguera inherente a la zona de confort, en la que sujetos y sujetas que conforman ese grupo tan selecto, “instalados en lugares privilegiados”, caen una y otra vez. Lo cierto es que ya sea por arrogancia o porque no quieren salir de la comodidad de sus acojinadas sillas, pierden mucho de lo que sucede en otras vías o márgenes. Ya cuando balbucean algo, eso que ven como algo ‘fuera de serie’ venía ocurriendo hacía tiempo, y pregonan como novedad el mediterráneo cuando todos sabemos que hace rato estaba descubierto. Escritores como Alberto Martínez Márquez, Mario Cancel, Elidio la Torre, y después Julio César Pol y otros, han dicho las cosas como son, y han puesto sobre el tablero las diversas fichas del ajedrez. Yo, por mi parte, he intentado hacer lo propio desde los diferentes lugares y espacios mediáticos a los que he podido acceder. En esa dirección publiqué el ensayo “Lo que es evidente” en las mismísimas páginas donde había tenido génesis la polémica. Y lo continúo haciendo desde las páginas sueltas de este boletín. 

También de los 90’s es importante destacar la colección Aquí y Ahora, de la EDUPR y los inicios de la Feria Internacional del Libro. La mini-ficción estuvo representada por C.J. García, quien publicó sus Breves para videófilos en 1998. García, en relación al género micro, se convirtió en el relevo de Ricardo Alegría Pons, que fue publicado en aquella emblemática antología 17 del taller, (compilada por Emilio Díaz Valcárcel y en la estaban incluidos Mayra Montero y Edgardo Sanabria Santaliz, entre otros) y que en 1992 publicaría Crónicas sublime de la cotidianidad). Pons, a su vez, se instalaba en una tradición que tomó fuerza con las miniaturas de Pedro Juan Soto en Spiks y los aforismos del hostosiano mayor, Julio César López. Hubo que esperar hasta el 2005 para ver la primera antología del cuento hiper breve gracias a la publicación de E.M. (Edición Mínima), auspiciada por El Sótano 00931y Publicaciones Gaviotas . Actualmente Christian Ibarra (La vida a ratos) ha otorgado al género cierto registro lírico y diáfano que eleva la belleza del lenguaje a otro nivel. Por su parte, Ángela López Borrero (Amantes de dios y En el Nombre del hijo) y Marta Aponte (La casa de la loca) entran con pie derecho en la narrativa corta. Poetas como Loreina Santos Silva (Cuentos para perturbar el alma) e Yvonne Ochart (El fuego de las cosas) incursionan en el género. Benito Pastoriza Iyodo (Cuestión de hombres) y Juan Carlos Rueda (¡Todos los hombres son iguales!) continúan la senda dejada por Manuel Ramos Otero, quien revolucionaba la narrativa boricua de los 70’s y 80’s escribiendo desde una perspectiva abiertamente homosexual (lo que lograron para los mismos años, desde la poesía, autores como Nemir Matos y Abniel Marat). Entrada la década siguiente, escritores que transgreden y cuestionan el patriarcado desde esta perspectiva, como Moisés Agosto (Nocturno y otros desamparos), Emilio del Carril (Cinco minutos para ser infiel) y Carlos Vázquez Cruz (8% de desk-cuentos), encontrarán terreno fértil en los lectores. Propuestas que, sin duda, contribuyeron al cauce generado actualmente por el colectivo Homoerótica y escritores como Luis Negrón (Mundo Cruel), Max Chárriez (Delirios de pasión y muerte) y Yolanda Arroyo Pizarro (Historias para morderte los labios).

Coordenadas hemisféricas del mapa: la primera década del XXI

La primera década del siglo XXI está marcada por la presencia ineludible de El Sótano 00931. Capitaneados por Julio César Pol, esta publicación se nutría, en su grupo fundador, de escritores de Arecibo y Ponce. A nivel impreso ocuparon el lugar de Taller Literario, que aunque trabajábamos en los emblemáticos números 7 y 8, ya nos íbamos configurando más como colectivo, con nuestras tertulias ocasionales, y auspiciador de eventos literarios. Hoy, que El Sótano cumple su primera década, vemos a la distancia necesaria cómo cada uno de los integrantes irrumpió con fuerza en el ambiente literario y cultural. Los nombres de Federico Irizarry, Amarilis Tavárez Vales, David Capiello, Juanmanuel González, Sonia Gaia (Jacqueline Rivera), Robert Jara, John Torres y después Zuleyka Pagán, bajo la gesta de Julio César Pol, saltaron a primer plano. Desembocó El Sótano en seis volúmenes, tres antologías (Ciudad Paria, Edición Mínima, Puerto Rico-República Dominicana) y el famoso “Pentateuco” del Sótano-Isla Negra, conformado por los siguientes títulos: Kischt por Federico Irrizarry; Realid(h)ades por Amarilis Tavárez; Sobre todo tus silencios por González; La luz necesaria por Julio César Pol; y Fracturas del devenir por Torres. Después publicarían sus libros Capiello (Comunión antropoética), Pagán (Ankh) y Rivera (La casa en el agua), sólo Vázquez había publicado anterior a los demás, en el 2003 (Inimaginado). Actualmente El Sótano es un proyecto editorial que cuenta, entre los escritores que integran su catálogo, con la poeta Myrna Estrella Pérez (Miss Carrusel). 

Mientras eso sucedía comenzaban a ser cotidianos en el panorama cultural, los eventos generados por gestores como Awilda Castro y Raúl Gorras,  que actualmente continúan escritores como Yara Liceaga con su serie Poetry is busy y Lady Lee Andrews en The Poet’s Passage, o lugares como La respuesta y sus noches mensuales de poesía. Pero si hablamos de la década pasada fue De-Generaciones el acontecimiento mayor. Evento que reunió a escritores de cinco décadas diferentes. Julio César Pol (de nuevo Julio César) supo configurar el grupo rector con gestores y escritores como Alberto Martínez Márquez, Nicole Cecilia Delgado, Nina Valedón, y escritores vinculados a Taller Literario. De-Generaciones corrió las principales ciudades del País. Integrantes del Movimiento Trascendentalista, de Guajana, de Zona de carga, de Mairena, Filo de Juego y Tríptico, de Taller Literario, y otros autores, vinculados o no a colectivos o revistas, fueron representantes de este encuentro, que iniciaba con escritores que se formaron en los 50’s y concluía con quienes iniciaban su trayectoria a finales de los 90’s. Fue mi participación en este evento, como responsable de la cobertura mediática, lo que me dio el boleto de entrada al Sótano. Por invitación de Julio César Pol pude participar, no desde un espacio de liderazgo –lo que me hizo sentir aliviado- sino como uno más en el grupo. En ese tiempo fui responsable de la coordinación de medios. 

Sin querer, inicié también el emblemático debate cibernético que surgió por ciertas expresiones despectivas  que formuló el crítico Julio Ortega con respecto a los jóvenes poetas del País. Ajeno a que la historia tenía una pre-cuela. Todo terminó desembocando en el Ateneo. Esa noche el crítico implicado rectificó posiciones, tanto que terminó su alocución mencionando al Sótano 00931, y un poeta mejicano dio cátedra de lo que es hablar con conocimiento y erudición. Hugo Gutiérrez Vega ofreció una de las más conmovedoras conferencias acerca de la literatura puertorriqueña, que he escuchado. Al final de la velada, sin embargo, tuve que enfrentar un intento de censura cuando, en la parte de preguntas y respuestas, me apagaron el micrófono desde la consola con el claro propósito de que no continuara. Sucedía que, en esos instantes, yo compartía algunas reflexiones que varios escritores, como Rafael Acevedo, Ana María Fuster, Yván Silén, Elidio la Torre y Mario Antonio Rosa, entre otros, habían formulado como parte de una cadena de correos electrónicos, que llegó a difundirse hacia diferentes partes del hemisferio. Curioso por demás que al final de la velada se arremolinaran en torno a mí, los escritores más jóvenes en el auditorio. En lo puntualizado no estaba solo. Después, Julio César Pol hizo acopio de la información, y Eugenio García Cuevas, como editor de Diálogo, publicó una cuidadosa y equilibrada selección cronológica, que develaba como ocurrió el intercambio, y la importancia del mismo.   

Luego vino el boom de las bitácoras, y el colectivo Derivas impuso su presencia como plataforma amplia y diversa, creativa y original. De la mano de Axel Alfaro e Isabel Batteria, una serie de escritores publicaban con cierta regularidad. Aún están disponibles las ediciones especial que desarrollaron, tituladas Pulp, Cursi y Transversa. Entre los que integraban el equipo editorial figuraban Margarita Pintado, Mayra Rivera Rivera y Raquel Albarrán. Luego, nombres como Yolanda Arroyo, Jocelyn Pimentel, Xavier Valcárcel (que fundaría con Nicole Cecilia Delgado la valiosa propuesta Atarraya Cartonera), María de Lourdes Javier, José Borges y Ángelo Negrón, entre otros, fueron importantes a la hora de popularizar y fomentar el uso de bitácoras o blogs como espacios validos para forjarse una trayectoria propia, sin necesitar la bendición de “consagrados”. Lo que siempre intentábamos desde las páginas de Taller se convirtió en norma, y el espacio se democratizó. Así que no sería irracional preguntarse por los libros que saldrán de estas bitácoras. Todavía está por verse el impacto que han tenido las redes sociales, como Facebook o Twitter, en la difusión literaria.

La lupa focaliza en las piezas

Todo es nuevo y nada lo es. Aravind Anyathaya (Lajas) y Elidio la Torre (Septiembre), siguen los pasos de la Ana Lydia Vega de Falsas crónicas del sur. Sheila Candelario publica un libro híbrido (Instrucciones para perderse en el desierto) en el que la narrativa y la poesía conviven en las mismas páginas, propuesta que también había explorado Eduardo Lalo con su Libro de textos en 1992 y Edgardo Sanabria Santaliz con Las horas púrpura (1994). Si fue difícil configurar uno de los libros más emblemáticos del catálogo de Isla Negra Editores y de la literatura puertorriqueña, Cada vez te despides mejor de José “Pepe” Liboy, también guardó cierta complejidad toparse con la versión soterrada de Vindicación del miedo, de Camilo Santiago. En esta misma dirección, el santo grial del futuro le podría corresponder a libros que recojan, por ejemplo, la ciencia ficción de J.A. Bonilla, o las miniaturas metaforizadas de Juan Carlos Fred Alvira. Lo mismo apuntamos acerca de los claro-oscuros pasajes narrativos de Rodrigo López Chávez. Queda por ver que se hará con la centena de historias lúdicas realizadas por Ángelo Negrón, o con los relatos históricos de Amílcar Cintrón , y con las narrativas lunares de Sonia Gaia (Jacqueline Rivera). Tampoco podemos dejar de lado las propuestas que, con el paso de los años, hemos ido examinando de forma fragmentada o soterrada. Este ejercicio me permite asegurar que se colocarán en primer plano nombres como Stefan Antomattei, David Caleb Acevedo, Ana Teresa Toro, Sergio Carlos Gutiérrez , Axel Alfaro y Cezanne Cardona . Con estos nombres la apuesta está echada.

Sin duda, el canon actual se transforma en esta década y el nombre de Francisco Font irrumpe con dos títulos de excelencia: Caleidoscopio y La belleza bruta. Experiencia similar a la que Mayra Santos Febres experimentó en los 90’s cuando publicó Pez de vidrio y El cuerpo correcto. En el 2003, un veterano narrador de excelencia publica con seudónimo. Juan Carlos Quiñones “Bruno Soreno”, autor visceral e irreductible, que recientemente rompió el silencio tras el título que lo convirtió en escritor de culto, Breviario, vuelve a los lectores con Todos los nombres el nombre. Con el mismo aliento mítico y con cierto hálito lirico a lo René Marqués, se mueve la narrativa deliciosa de Emilio del Carril (Cinco minutos para ser infiel) y la de Rubis Camacho (Cuentos traidores). Nuestras fuentes confirman que Daniel Nina, autor de Charlie Gorra Strikes Back (1996) y aquí representado por la colección En tránsito y otros relatos, se ocupa actualmente del género ensayístico y afirma que no quiere volver a la narrativa corta. Lourdes Vázquez, constante y laboriosa, es reconocida en el Certamen Internacional de Cuentos Juan Rulfo y configura el libro La estatuilla. Con Alaska, una colección para nada insular, Rafa Franco gana el Certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña al mejor libro de cuentos en el 2006. Hugo Ríos Cordero, autor de Marcos sin retratos y A lo lejos, el cielo, es una presencia ineludible en el panorama desde que fue premiado en el Certamen de Cuento de El Nuevo Día (2002), tal como ocurrió en los 90’s con Juan López Bauzá. En esta selección es imposible ignorar el trabajo de Ana María Fuster Lavín. A lo largo de la década, la gestora de Borinquen Literario, no se cansa ni se agota, y vemos como su narrativa ha ido madurando. Tras las verdades caprichosas y el réquiem adquieren corporeidad inusual los Bocetos de una ciudad silente.

De los ya consagrados siempre esperamos algo. Antonio Aguado Charneco viene con la serie Docenas del hornero, con los Narcocuentos a la vuelta de la esquina. Los editores deberían ‘molestar’ de igual manera a Luis Rafael Sánchez, a Edgardo Rodríguez Juliá, a Luis López Nieves, a Magali García Ramis, a Edgardo Sanabria Santaliz, a Ana Lydia Vega y a Marta Aponte, para que suelten novedades en narrativa corta. De autoras como Vanessa Vilches, que nos regaló un libro redondo con Crímenes domésticos; de Sofía Irene Cardona, que da cierto aliento quijotesco a El libro de las imaginadas con respecto a la polifonía que configura el universo narrativo; de Yolanda Arroyo Pizarro, que particularmente con Ojos de luna dio un libro cuidado de la A a la Z; de Christian Ibarra haciendo de la mini ficción una obra de arte; y de Juan Luis Ramos, quien expulsa en Reyerta TV (y en otros cuentos inéditos) lo aséptico al lenguaje cuentístico, lo que le confiere la irreverencia y ‘suciedad’ necesaria para devorarnos con placer un libro de completa vitalidad; de cada uno de ellos esperamos más. Esta lista no contempla libros y autores que se estrenaron y destacaron durante el 2010, algunos producidos por empresas editoriales emergentes como La Secta de los Perros, Aventis y Agentes Catalíticos. Lina Nieves (Waltzen), Rubis Camacho (Cuentos traidores) Pablo Juan Canino (Mi hija es García Márquez), Luis Negrón (Mundo cruel) y Manolo Núñez Negrón (Cuentos del vértigo), serán evaluados, quizás, para la próxima selección. La que cubra del 2010 al 2030. J

Recopilaciones como las que se han realizado con la obra de Manuel Ramos Otero y Emilio Díaz Valcárcel son más que necesarias, pero es importante que no se trabajen a la ligera e incluyan estudios y valoraciones que contextualicen la importancia de estos escritores.

Es imperativo puntualizar que lo que verás aquí, lector, es una mirada general, una vista panorámica al amplio universo de libros de cuentos, publicados en Puerto Rico durante un periodo de 20 años. El mismo inicia en 1989 y culmina en el 2009. Por lo anterior, serán otros trabajos y otros espacios los que me permitirán, o le permitirán a otros, compartir esa mirada minuciosa, que se detenga título por título y autor por autor. Puntualizo, eso sí, que los libros incluidos en esta selección se caracterizan por lo ameno (con cuentos que te capturan y no permiten que los abandones), el buen uso del lenguaje y otros aspectos como estilo y originalidad. Al final incluyo, para quien desee indagar más en el tema, una breve bibliografía.

*

Libros de cuentos (1989-1999)

Mujeres trasplantadas


Julia L. Ortiz Griffin

Editorial Edil

1989


El fuego de las cosas


Yvonne Ochart


Editorial de la Universidad de Puerto Rico

1990


Falsas crónicas del sur

Ana Lydia Vega

Editorial


1991

Tristes aunque breves ceremonias

Tomas López Ramírez

Editorial Cultural

1991

Crónica sublime de la cotidianidad


Ricardo Alegría Pons


Ediciones Compromiso

1992

Cuentos del sí y del no


Coqui Santaliz


Edición de autor

1992

Sobre esta difícil tierra


Félix Córdova Iturregui


Ediciones Huracán

1993


Las horas púrpura


Edgardo Sanabria Santaliz

Editorial Cultural

1994

Las noches del riel de oro

Magali García Ramis

Editorial Cultural

1995

Pez de vidrio


Mayra Santos Febres


Instituto de Estudios Ibéricos

Universidad de Miami

1995


Amantes de dios


Ángela López Borrero

Editorial de la Universidad de Puerto Rico

1996

Cuestión de Hombres


Benito Pastoriza Iyodo


The Latino Press

1996


La fea de los mil rostros hermosos


Gisela Paoli


Editorial de la Universidad de Puerto Rico

1997


La sustituta y otros cuentos


Juan López Bauzá

Editorial de la Universidad de Puerto Rico

1997


Sendero Umbrío


Antonio Aguado Charneco

Editorial Guamareiito

1998

Breves para videófilos


C. J. García


Isla Negra Editores

1998

Historias tremendas


Pedro Cabiya (Diego Deni)

Isla Negra Editores

1999

La casa de la loca


Marta Aponte Alsina

Sopa de letras

1999

Libros de cuentos (2000-2009)

La verdadera muerte de Juan Ponce de León


Luis López Nieves


Editorial Cordillera

2000


Septiembre

Elidio La Torre Lagares


Editorial Cultural

2000


¡Todos los hombres son iguales!

Juan Carlos Rueda

Endikú Ediciones

2000

Ya vienen a buscarme

José Manuel Solá


Ediciones Bairoa

2001

Breviario


Juan Carlos Quiñones (Bruno Soreno)

Isla Negra Editores


2002

Lajas


Aravind Enrique Adyanthaya

Isla Negra Editores

2002

En tránsito y otros relatos


Daniel Nina


Isla Negra Editores

2002


Marcos sin retratos


Hugo Ríos Cordero


Isla Negra Editores

2003

Cada vez te despides mejor

José Liboy Erba


Isla Negra Editores

2003


Estriptís y otros despojos

Javier Bosco


Ediciones Callejón

2003

La estatuilla


Lourdes Vázquez


Editorial Cultural

2004

Cuerpos sin delito


Walter J. Mucher Serra


Publicaciones Gaviota

2004



Intento dibujar una sonrisa


Mario Cancel


Terranova Editores

2006


8% de desk-cuentos

Carlos Vázquez Cruz


Cambridge BrickHouse Books

2006


Nocturno y otros desamparos


Moisés Agosto


Terranova Editores

2006


Cinco minutos para ser infiel


Emilio del Carril

Editorial Pasadiso

2007

Alaska


Rafael Franco Steveens


Instituto de Cultura Puertorriqueña

2007


Ojos de luna


Yolanda Arroyo Pizarro


Terranova Editores

2007

Bocetos de una ciudad silente


Ana María Fuster


Isla Negra Editores

2007


La belleza bruta


Francisco Font


Editorial Tal cual

2008


Crímenes domésticos


Vanessa Vilches Norat

Editorial Cuarto Propio

2008


El libro de las imaginadas

Sofía Irene Cardona


La Editorial

2008

La vida a ratos


Christian Ibarra


Aventis

2008


Reyerta TV

Juanluís Ramos

Agentes Catalíticos

2009


*

Recopilaciones



Antología personal

José Luis González


La Editorial

1990



Cuentos de buena tinta


Manuel Ramos Otero


Instituto de cultura puertorriqueña

1992


tos completos

Emilio Díaz Valcárcel


Editorial Alfaguara

2005


Bibliografía


Revistas

Taller Literario (Primera serie), Colectivo Taller Literario,  Carlos Esteban Cana, director, 1992-1999.

*
Posdata, Número extraordinario 10-11, Dossier Narrativa joven, Cuba/ Puerto Rico

1995.

El sótano 00931, Colectivo literario. Julio César Pol, director, Volúmenes I-V


2000-2005.

Derivas.net, editores Axel Alfaro e Isabel Batteria.

Antologías

El rostro y la máscara, 1989, Isla Negra Editores .

Mal (h) ab (l) ar, Edición al cuidado de Marcelino Resto y Mayra Santos Febres

Fundación puertorriqueña de las humanidades, 1997.

Te traigo un cuento, compilador Luis López Nieves, Editorial Universidad de Puerto Rico

1997.

Los nuevos caníbales, edición a cargo de Carlos Roberto Gómez, Isla Negra Editores.



Expresiones, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2003.


 Cuentos de oficio, Antología de cuentistas emergentes, Mayra Santos-Febres, editora,

Terranova Editores, 2005.


Cuadernos del taller, Proyecto para el fomento del quehacer literario


Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2000, 2005.


En el vientre de una isla, Taller El barco de Tinta China, Amílcar Cintrón Aguilú


Co-edición Bianchi editores y Ediciones Pilar, 2006
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Carlos Esteban Cana es comunicador y escritor. Fundador de la revista y colectivo Taller Literario, un espacio de democratización en las letras puertorriqueñas. Se ha desempeñado como coordinador editorial, periodista cultural independiente, y ha laborado además en la industria televisiva. Su obra creativa se ha publicado en revistas y periódicos nacionales como El Sótano 00931, Ciudad Seva, Narrativa Puertorriqueña, Letras Salvajes, CulturA, Diálogo y El Nuevo Día, entre otros. En lo que se refiere al ámbito internacional su narrativa y poesía ha sido publicada por Escaner Cultural, Zona de Carga, Palavreiros, Abrace y el Boletín de Nueva York, entre otros. Recientemente algunos de sus cuentos han sido traducidos al italiano. Ha participado, además, en diversos medios de comunicación reflexionando acerca del panorama cultural en el País.